Fede Gerona Plá: “Que Bolsonaro ataque a tu organización te pone en el punto de mira de personas muy peligrosas”

Hablamos con el indigenista extremeño Fede Gerona Plá, un héroe discreto en la inmensidad de la Amazonia. Su labor con la población local, sus reflexiones sobre el etnocentrismo y la colonialidad, la convulsa situación política del gigante sudamericano... La conversación con Fede nos traslada a otro mundo y, a la vez, sentimos la incomodidad de ese otro mundo que nos devuelve la mirada.  

Fede Gerona
Fede comiendo mango en el río Abacaxis.
15 dic 2018 12:24

Fede Gerona Plá nació en Badajoz, en 1985. Es hijo de Marta, también de Badajoz, y de Federico, de Vitoria. Se recuerda como un alumno bastante del montón en Las Josefinas, y después, uno de la parte de abajo del montón cuando estudió Física en la UEX. Durante la carrera se interesó por la cooperación “por culpa” de su padre. Él es dentista, y en los veranos iba como voluntario a África. Precisamente de Angola trajo a Emanuel, un chaval de unos 8 años para que se operara los pies, que estaban deformados por unas quemaduras. Después de operarse se quedó en casa para hacer la rehabilitación y estudiar en Badajoz, yendo los veranos a su país para estar con su familia. Como su padre no podía viajar más a Angola porque comenzaba un proyecto nuevo en Sierra Leona, Fede se ofreció a acompañar a Emanuel durante 4 veranos.

En esos viajes, nuestro entrevistado acabó de disipar las dudas y, acto seguido, comenzó la formación con cursos de cooperación y distintas experiencias de voluntariado.

Cuando le pregunto por su profesión, no sabe muy bien qué responder. Actualmente (y dependiendo del interlocutor), se define como indigenista porque trabaja en una organización indigenista. No se siente muy identificado con el término “cooperante” porque le da la impresión de que define más a los compañeros y compañeras que trabajan en organizaciones del Norte, pero reconoce que puede estar equivocado...

¿Qué lleva a un joven extremeño a Brasil? Como te decía en la presentación, fui un alumno bastante mediocre (siendo optimista) en la licenciatura. Quiero achacarlo a que mis intereses no estaban en la física y sí en todo el tema de la cooperación, a la que dedicaba bastante más tiempo que a estudiar las materias de la carrera.

Todos mis conocidos sabían que cuando por fin consiguiese terminar la carrera intentaría ir a algún país del Sur a trabajar. Mai, una de esas personas que conocí y me abrieron puertas en el EUCID, era voluntaria de Entreculturas y me propuso participar en el programa VOLPA, un voluntariado de larga duración (2 años) organizado por esa ONG, supe que era lo mío y, junto con Isa, mi novia, hicimos la entrevista. El curso posterior mentimos (sin saberlo) diciendo que hablábamos bien portugués, y nos mandaron a la Amazonia brasileña.

¿Cuál es tu primera impresión al llegar?
Yo ya conocía algunos países del Sur, había estado como voluntario en Angola (como decía antes), Sierra Leona y Kenia, y en Nicaragua con las prácticas del EUCID. Entonces, no me pilló muy novato.

El primer trabajo que hice como voluntario fue en una oficina de acogida a migrantes (normalmente haitianos) y refugiados, y consistía en ayudarles con el papeleo para regularizar su situación en el país
Fede entrevista
Manifestación por la concienciación racial en el barrio de la Compensa, Manaos.

La contraparte de Entreculturas aquí eran los Jesuitas, que tenían una casa para voluntarios en un barrio periférico de la ciudad (favela). Entonces, recuerdo, nos daba bastante miedo salir cuando ya había anochecido, aunque con el tiempo nos fuimos haciendo con amistades claves en el barrio, especialmente un grupo de capoeira (¡qué cliché!) que trabaja con jóvenes en riesgo, y nos fuimos envalentonando.

¿Podrías explicarnos el proyecto en el que participas?
El primer trabajo que hice como voluntario fue en una oficina de acogida a migrantes (normalmente haitianos) y refugiados, y consistía en ayudarles con el papeleo para regularizar su situación en el país. Era un trabajo bastante burocrático, pero nos vino muy bien al llegar porque cuando estás en una cultura nueva en un sitio nuevo creo que un trabajo en el que te digan claramente cuáles son tus tareas ayuda a que no metas mucho la pata.

Al año, cuando ya estábamos más sueltos, nos cambiamos de trabajo (todavía como voluntarios) y empezamos a trabajar en el CIMI (Conselho Indigenista Missionário). El trabajo consistía en acompañar a uno de los equipos cuando iban a área indígena para conocer la labor que iban a desempeñar. Básicamente mis funciones son ver, oír y aprender.

Cuando acabamos el voluntariado, en abril de 2016, estábamos embarazados y tuvimos que volver a España porque Isa tiene un tema genético en la sangre que hacía el embarazo más seguro allí, porque tenían más experiencia. Cuando Tiarayú (su hijo) cumplió 4 meses nos volvimos a Manaos, ya a trabajar contratados en el CIMI. Mi trabajo consiste en monitorear la situación de los indígenas que acompaño (pueblos Mura y Maraguá), dar charlas político-jurídicas sobre sus derechos específicos, acompañarles para denunciar las violaciones de esos derechos y preparar materiales técnicos como vídeos, fotos, mapas, etc., para apoyar esas denuncias. Trabajo, por tanto, en tierra indígena (2 o 3 visitas por mes, 3 o 4 días cada visita).

Háblanos del CIMI.
El CIMI es un órgano indigenista vinculado a la conferencia episcopal brasileña (para ser un no creyente, no me despego de la Iglesia) nacido en 1972 al calor del Concilio Vaticano II y que bebe de la Teología de la Liberación. Se fundó en plena dictadura militar. Como todas las dictaduras militares de la Sudamérica de la época, estaba patrocinada por el vecino del norte (EEUU) y tenía como objetivo el desarrollo ultraliberal y que el país continuase siendo un exportador de materias primas. En este contexto, los indígenas eran (y continúan siendo) un obstáculo a ese desarrollo explotador y se veían (y continúan viendo) como una barrera a superar. En la época se hablaba de “integrarlos a la sociedad nacional”, que no era otra cosa que convertirlos en trabajadores rurales explotados. Para luchar contra esa lógica etnocida (en bastantes ocasiones genocida), nace el CIMI, que es, sin lugar a dudas, la organización más radical y revolucionaria que he conocido.

Sus principales problemas son la invasión de sus territorios para extracción de madera, pesca y caza, minería y deforestación para la creación de pastos para ganado vacuno  que destruyen las huertas y acaban ahuyentando la caza y la pesca con la que sobreviven

Háblanos un poco de la zona en la que realiza tu labor y de los pueblos que la habitan.
La realidad de los dos pueblos con los que trabajo (Mura y Maraguá) es bastante distinta. Los Mura son un pueblo de muchos años de contacto con los occidentales, los portugueses ya les declararon una guerra de exterminio a mediados del siglo XVIII. Este temprano y continuo contacto, junto al poco reconocimiento a sus territorios tradicionales, ha hecho que hayan perdido muchos rasgos culturales, como la lengua. Las comunidades con las que trabajo viven en los municipios de Autazes, Careiro, Careiro da Várzea y Manaquiri que están cerca de Manaos (en la escala temporal amazónica de lo que es cerca y lejos), tardo entre 3 y 6 horas en llegar a las diferentes aldeas. Las aldeas de más fácil acceso son las que más sufren con la presión del capitalismo. Sus principales problemas son la invasión de sus territorios para extracción de madera, pesca y caza, minería y deforestación para la creación de pastos para ganado vacuno (especialmente búfalos) que destruyen las huertas y acaban ahuyentando la caza y la pesca con la que sobreviven. Tanto estas aldeas próximas como las más distantes sufren también por el abandono del estado en lo que a la garantía de derechos fundamentales se refiere, como acceso a la educación, salud, etc.

El caso de los Maraguá tiene algunas semejanzas pero es un poco diferente. Se encuentran en el municipio de Nova Olinda do Norte, al que se tarda 6 horas en llegar en lancha rápida desde Manaos y desde el que restan unas 10 o 12 horas en barco para llegar hasta las aldeas. Es un pueblo que hasta hace pocos años (principios del siglo XXI) se creía extinto. En realidad, habían huido del genocidio y se habían hecho pasar por ribeirinhos (personas que no se identifican como indígenas que viven en las orillas del río, normalmente de la agricultura, la caza y la pesca). Cuando se sintieron seguros, decidieron, apoyados por el CIMI, luchar por el reconocimiento étnico y territorial. El primero ya lo consiguieron, y ahora se enfrentan a los intereses de los poderes municipales y estaduales para conseguir el segundo. También han perdido gran parte de su lengua, aunque mantienen algunas palabras y, junto con el nheengatu (lengua que sirvió de lengua franca durante la colonia), están retomándola.

¿Cómo se gestiona el complejo de superioridad que conocemos como eurocentrismo?
Realmente no te lo ponen fácil. Es muy habitual, especialmente entre los Mura, el fenómeno de la colonialidad (no lo reconoce ni el Word ni la RAE, pero vaya si existe), que hace que los pueblos colonizados y humillados históricamente asuman una postura inferior frente a los colonizadores.

El mejor consejo para gestionarlo es escuchar, observar y aprender mucho y hablar muy poco, especialmente cuando en un debate se es el único no indígena
Fede entrevista1
Fede y su hijo Tiarayú tocando el berimbau, instrumento de capoeira.

Es muy habitual que indígenas con mucha más edad, sabiduría y conocimientos que yo otorguen a una opinión mía sobre cualquier tema en una posición donde no colocan la de una persona de su pueblo. Es especialmente cruel cuando es la cultura y los conocimientos propios los que son colocados como inferiores a los de los occidentales. El mejor consejo para gestionarlo es escuchar, observar y aprender mucho y hablar muy poco, especialmente cuando en un debate se es el único no indígena.

¿Cómo ha evolucionado la situación del país desde tu llegada? ¿Qué incidencia ha tenido la campaña electoral y la posterior victoria de Bolsonaro en la vida cotidiana de la gente?
Llegué a Brasil en abril del 2014. Las elecciones que eligieron a Dilma Rousseff fueron en octubre de ese año, y el golpe que colocó a Michel Temer como presidente en abril del 2016. Una evolución que he conseguido percibir es el crecimiento de la anti-política. El poder de los medios de comunicación privados en Brasil, especialmente de la Globo, es enorme y desde mi llegada (también de antes pero de eso no fui testigo “presencial”) se veía una clarísima propaganda anti-PT en todos los programas. Esta propaganda acabó generando un odio visceral al PT (incluso entre muchas personas de las clases más populares a las que los gobiernos de Lula da Silva sacaron de la extrema pobreza) que legitimó la destitución de Dilma de la presidencia y llevó a Lula a la cárcel en procesos llenos de irregularidades, acabaron por alimentar a la bestia de la anti-política e hicieron que un político profesional como Bolsonaro, que lleva 30 años dedicándose ininterrumpidamente a la política partidaria, pudiera presentarse como un candidato que representa ese sentimiento que defiende un Estado que intervenga lo mínimo en la macroeconomía y lo máximo en cuestiones sociales como la libertad sexual, la ideología o la religión, a imagen y semejanza de la dictadura militar.

En ese caldo de cultivo influyen otros muchos factores que han favorecido la deriva autoritaria, además de la propaganda mediante los antiguos y los nuevos medios de comunicación (desde la TV y la radio hasta Whatsapp y Facebook), la crisis económica global, la corrupción y violencia sistémica, el complejo de inferioridad (la colonialidad de la que hablaba antes), que hace que algunos brasileños piensen que la democracia es un sistema para sociedades más “evolucionadas” que la brasileña.

En el ámbito personal de los brasileños y brasileñas, la campaña ha sido extremadamente intensa, muchas personas se han encontrado con opiniones xenófobas, homófobas y misóginas (cuando no abiertamente fascistas) entre sus seres queridos, amigos y familiares. En lo referente a la pérdida de derechos, incluso antes de la toma de posesión ya se van sintiendo las consecuencias. Por ejemplo, Bolsonaro siempre se ha manifestado como anti-indígena y ha dado alas al incremento de ataques a las poblaciones indígenas más vulnerables, que son aquellas cuyas tierras todavía no han sido reconocidas. El desmonte de la FUNAI (el órgano gubernamental encargado de la defensa de los derechos de los pueblos indígenas) está acelerándose día a día y ya empiezan a discutirse enmiendas a la ley antiterrorista que convertiría a organizaciones como el CIMI o el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) en grupos terroristas.

En el barrio llamamos mucho la atención por nuestro físico, pero si vamos a un centro comercial, a 10 minutos en coche, automáticamente te trasladas a El Faro  y difícilmente ves a alguien con el tono de piel más oscuro que el mío

En el aspecto más personal, a mí (y al resto de compañeras y compañeros del CIMI) me ha llevado a tener que andar con más cuidado con las camisas que llevo, con las salidas a áreas indígenas, con hablar de a qué me dedico. Ya tomábamos nuestras precauciones porque éramos objeto de ataques por políticos locales y empresarios, pero que el presidente electo denomine a tu organización como “la parte podrida de la Iglesia”, si bien te indica que estás haciendo las cosas como debes, te pone en el punto de mira de algunas personas muy peligrosas.

La desigualdad social en Brasil es evidente desde fuera, ¿es igual de evidente el racismo desde dentro?
Es extremadamente evidente y cruel. En el barrio (que como he dicho es un barrio periférico de clase trabajadora) llamamos mucho la atención por nuestro físico, pero si vamos a un centro comercial, a 10 minutos en coche, automáticamente te trasladas a El Faro (centro comercial de Badajoz) y difícilmente ves a alguien con el tono de piel más oscuro que el mío. Ocurre lo mismo en los puestos de trabajo de más prestigio, como abogados, médicos o altos funcionarios. Todavía no he encontrado a ninguno que sea hijo de amazonenses, la gran mayoría o son del sur del país o son descendientes de migrantes del sur.

Eso en el aspecto económico-laboral. En el aspecto del odio y el preconcepto, es también muy visible. Calificativos como “indio” son usados habitualmente como insulto incluso por personas que son claramente descendientes de indígenas pero que huyen de sus raíces (de nuevo la maldita colonialidad). También lo sientes en la diferente forma en la que nos tratan a nosotros o a los ingenieros surcoreanos (que vienen a trabajar en las fábricas de empresas como Samsung, instaladas en la Zona Franca de Manaos), en lugares como la Policía Federal cuando vamos a renovar el visado, de los migrantes haitianos o venezolanos.

En el aspecto estadístico, también es alarmante el número de jóvenes negros muertos en las favelas o encarcelados.

Fede entrevista 2
Asamblea indígena en contexto urbano.

Los resultados electorales muestran una división profunda entre norte y sur del país, ¿es real? ¿En qué se manifiesta?
Sí, las raíces de las diferencias son naturales: las regiones Norte y Nordeste están cubiertas por la Amazonia y por el semiárido, respectivamente, e históricas: las migraciones de los estados del Sur son de origen alemán, polaco e italiano, mientras que en el Norte y Nordeste son más producto de la mezcla entre indígenas, descendientes de esclavos africanos y portugueses. Desde los tiempos de la colonia, el sur (que incluye las regiones Sur, Sudeste y Centro-oeste) siempre ha tenido (y continúan teniendo) el poder político y económico, lo que unido con la diferencia en la tonalidad de la piel, facilita un sentimiento racista de superioridad por estos últimos que se traduce en comentarios despectivos, especialmente hacia los nordestinos, muy acentuados ahora por el hecho de que estos hayan votado mayoritariamente (e históricamente) opciones de izquierda. Esta diferencia socioeconómica se traduce también en el sentimiento de que los estados del sur son la locomotora del país y que tienen que tirar de los “perezosos” habitantes del Norte y Nordeste (salvando las distancias, recuerda a los “chistes” que sufrimos extremeños y andaluces por parte de otras regiones más industrializadas).

¿Cómo vives la distancia el emigrado?
No tengo mucho problema en este aspecto. Me gusta mucho el trabajo que hago y me siento muy realizado personalmente. Siento que lo que hago realmente vale la pena. En el ámbito familiar, a veces se hace un poco complicado por la falta de apoyos familiares para, por ejemplo, ayudar con mi hijo.

Como sabes, los datos de paro entre los jóvenes extremeños y españoles son alarmantes. ¿Qué puedes decirnos de la cooperación como salida profesional? ¿Qué perfiles se necesitan?
No es un trabajo para todo el mundo. Desde luego, renuncias a muchas comodidades que a mucha gente les parecen irrenunciables, pero muchas veces las satisfacciones (y otras muchas las decepciones) son enormes, y a mí me compensan.

Para venir a la Amazonia a pintar una escuela (sin querer desmerecer a nadie) no se necesita ser crítico con la opresión del sistema capitalista, basta con tener dinero y no tener miedo de los bichos

La persona que quiera dedicarse a esto tiene que cumplir los siguientes requisitos: tienes que ser una persona crítica, o por lo menos tiene que serlo cuando quiere trabajar en la cooperación en la que yo creo, que es la que tiene una voluntad realmente radical y transformadora. Para venir a la Amazonia a pintar una escuela (sin querer desmerecer a nadie) no se necesita ser crítico con la opresión del sistema capitalista, basta con tener dinero y no tener miedo de los bichos.

Ayuda mucho ser optimista. Si no crees que otro mundo es posible, no tiene sentido que lo intentes. Es como si un médico cree que no hay cura posible para el paciente, o un profesor cree que los alumnos no van a conseguir aprender lo que hay que enseñarles. En este mundo, muchas veces te vas a encontrar con que las cosas salen mal y te van a entrar ganas de tirar la toalla. Si no tienes convicciones firmes (basadas en el primer requisito) y no eres optimista, la tirarás.

Otra cosa fundamental es ser humilde, no creerte conocedor de todas las respuestas por venir de Europa y haber estudiado en la universidad, y estar abierto a desaprender y a romper con la mayoría de tus esquemas mentales.

Para terminar, ¿quieres decirle algo a tus familiares y amigos?
(Risas). Imagino que esta pregunta tenía más sentido cuando no teníamos los medios de comunicación instantáneos que tenemos ahora. Diles que estamos bien, que estoy feliz y que disfruten de la vida, pero que tengan en mente (que yo sé que lo tienen, pero bueno) que, como decía Desmond Tutu, “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.

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