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La vida y ya
Mantas doradas
La Plaza del Mundo de Trieste está llena de mantas doradas que parecen de papel. Sobre ellas hay personas tumbadas.
Duermen en grupo. Algunas están despiertas. Son personas que consiguieron atravesar fronteras que, ante el color de sus pasaportes, se cierran siempre.
Otras que sí tienen casa están también en la plaza. Las personas que dormirán sobre mantas doradas charlan con las que dormirán en una cama. En los círculos se habla en diferentes idiomas. También juegan a las cartas.
En un lado, varios chicos y una chica juegan al voleibol. Como una forma de recordar que la vida sigue.
Una mujer que lleva el pelo blanco recogido con un broche está en uno de los bancos situado en el centro de la plaza. Forró las maderas del asiento y el respaldo con una de esas mantas doradas que parecen de papel. Sobre ellas pone un botiquín. Todo el material sanitario tiene un orden perfecto. Como si la dignidad estuviera colocada ahí, en cada una de esas gasas y líquidos para desinfectar clasificados de manera perfecta.
A su lado está sentado un chico. Es mucho más joven que ella. Tiene un pie descalzo sobre el banco.
Ella le habla. Después, limpia el pie con una gasa. Dedo a dedo. Luego desinfecta las uñas. Una a una. A continuación, pone en sus manos una crema. Masajea el pie. Tapa uno de los dedos con una gasa blanca sujeta con un esparadrapo blanco, impoluto. El chico pone cara de dolor. Ella acaricia el pie. Sus manos se mueven con una total ausencia de prisa. Como si para curar cada dedo tuviese todo el tiempo del mundo. Después le cura una herida que tiene en la pierna.
Sobre ese banco se van colocando más pies. Ella los cura a todos. Hace eso todas las noches. También registra con fotos las heridas curadas, los cuerpos dañados de las personas migrantes.
El dolor de atravesar fronteras se puede ver en los pies de quienes las tienen cerradas.
La mujer que cura forma parte de un colectivo cuyo objetivo es ayudar a personas migrantes que llegan en graves condiciones sanitarias y psicológicas. Piensan que no es suficiente con llevar comida y ropa a la plaza. Quieren establecer una relación. Pero no hablan el mismo idioma que las personas que llegaron a la plaza después de atravesar fronteras. Por eso establecen el vínculo a través del cuidado de los cuerpos. Cuidar los cuerpos no es una cuestión caritativa, es algo político. Cuidar sus cuerpos es una forma de ayudarles a continuar su viaje. De reivindicar que puedan hacerlo. De contribuir a romper las fronteras.
También tratan de articular una red para que este cuidado siga en otros lugares por los que las personas migrantes continúan su camino hacia otros países. Generar un compromiso político que busca la justicia.
Empiezan a llegar más personas a la plaza. Unas cuantas colocan mesas en el centro. Sobre ellas varias fuentes repletas de comida. Forman parte de la Caravana Abriendo Fronteras.
Son más de doscientas activistas que llevan una semana recorriendo la ruta migratoria de los Balcanes. Denuncian la responsabilidad de los gobiernos y empresas europeas en las muertes de personas que quieren llegar a Europa y que aprenden de las resistencias que se dan en los territorios por los que pasan.
Las personas de la Caravana se sientan a comer con las personas migrantes que habitan en ese lugar. Algunas encuentran un idioma común para comunicarse. Otras simplemente comparten la comida.
Varias gaviotas patiamarillas se disputan los restos que quedan por la hierba.
Conforme avanza la noche la plaza se llena de historias de las vidas de quienes duermen sobre mantas doradas que parecen de papel. Algunas permanecen tumbadas en la hierba, ajenas a todo lo que está pasando a su alrededor.
Un hombre saca un acordeón. Comienza a sonar una melodía. Se armó un instante de fiesta.
Al ritmo de Bella ciao se confunden, por un rato, todos los lugares de procedencia, todas las tonalidades de voz. Bailan.
Poco a poco, quienes tienen cama para dormir se van yendo de la plaza. El resto se tumban sobre las mantas doradas que parecen de papel.
La mujer que estuvo curando pies también se va. Volverá al día siguiente.
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