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Educación
Familias exigen pacificar los entornos escolares tras el atropello mortal de un niño en Usera

Cuando Ana Vázquez se enteró de que un coche había atropellado a un niño de seis años en la calle Fornillos, en el barrio de Usera, no le sorprendió. El pequeño murió al día siguiente. Ella es la presidenta de la Asociación de Familiares de Alumnado (AFA) de la Escuela Infantil Zofío, uno de los cientos de centros escolares en España que llevan años reivindicando una pacificación de su entorno para, precisamente, evitar este tipo de accidentes. “No queremos esperar a que haya un atropello delante de cada escuela para que la Administración haga algo”, reivindica.
El atropello de este niño se produjo el pasado domingo cuando apareció de entre dos coches e intentó cruzar la carretera por un espacio no habilitado para ello. El lugar del accidente se encuentra junto al parque Olof Palme, concurrido todos los días por centenares de niños y niñas, y situado a unos 50 metros de dos centros escolares: la Escuela Infantil Zofío y el CEIP República de Venezuela. “No solo queremos que haya más seguridad en los centros escolares, sino en todas las zonas que son frecuentadas por niños y niñas pequeñas”, introduce Vázquez. Lo primero que pensó cuando le llegó la noticia es que esa víctima podría haber sido cualquiera de sus hijos, de nueve y dos años. “Estos accidentes están relacionados con el diseño de las calles. No podemos pedir a criaturas tan pequeñas que su movilidad por el barrio implique tener tanta conciencia de por dónde pisan”, añade la presidenta del AFA.
Ana Vázquez, presidenta del AFA de la Escuela Infantil Zofío: “No solo queremos que haya más seguridad en los centros escolares, sino en todas las zonas que son frecuentadas por niños y niñas pequeñas”
Desde hace unos seis años, muchas familias a nivel estatal impulsaron la llamada Revuelta Escolar. Nacida en Barcelona, el movimiento también se extendió rápidamente a la capital. Sin ir más lejos, localizaron que de los 203 atropellos que se produjeron a menores de 14 años en 2019 en las calles de Madrid, 34 tuvieron lugar en aquellas que rodean un centro escolar. “Esto supone que el 1% del viario concentra el 17% de los atropellos”, explica Vázquez.
La situación se torna tan insostenible en la zona que ni siquiera lo simbólico se respeta. “Poco después del atropello, algunas familias improvisaron un pequeño altar en el que dejaron flores, dibujos y cartas. Al poco tiempo, una furgoneta ocupaba toda la acera, que no supera los 50 centímetros, y rozaba el árbol en el que se estaba realizando el homenaje al pequeño de 6 años fallecido”, se explaya esta vecina de Usera.
Pacificación vial
Mejora de la calidad de vida Logroño se erige en referente de la pacificación del espacio público
Más allá de limitar la velocidad
Yetta Aguado es una de las personas que participa en Madrid de la Revuelta Escolar, aunque también integra Madres por el Clima. Esta arquitecta de profesión sabe bien que el diseño de la ciudad está íntimamente relacionado con su disfrute. En concreto, con el quién y cómo la disfruta. En su memoria todavía queda el atropello de tres niñas en 2021 a la salida del colegio Mirasierra. Una de ellas, también de 6 años, murió. En aquel momento, el vehículo pasó por encima de la pequeña hasta que finalmente chocó contra un árbol. El coche circulaba a una velocidad de entre 15 y 20 kilómetros por hora y tardó unos 3 segundos en hacer el corto recorrido, de unos 20 metros. Eso fue suficiente para que María, como se llamaba la niña, perdiera la vida.
El Ayuntamiento madrileño solo ha señalizado como “calle escolar” aquellas situadas cerca de los centros educativos, pero Revuelta Escolar advierte de que hay que ir más allá
“Nosotras entendemos espacios sensibles también centros deportivos y parques, todo lugar en el que haya un tránsito habitual de menores”, comenta Aguado. Para ello, demandan la pacificación de sus alrededores, algo para lo que no sería suficiente únicamente limitar la velocidad a 20 kilómetros por hora. “Necesitamos elementos como badenes para hacer cumplir el límite, pero también aceras más anchas y eliminar plazas de aparcamiento cerca de los cruces para que haya una mayor visibilidad”, propone esta madre que reside en el barrio de Casa de Campo junto a su hijo de 10 años .
Aguado critica que el Ayuntamiento madrileño solo ha señalizado como “calle escolar” aquellas situadas cerca de los centros educativos. “También han pintado el suelo de blanco y amarillo, pero todo queda ennegrecido al poco tiempo por la suciedad de las ruedas de los coches”, critica. Considera que no existe voluntad real de atajar el problema.
Contra la contaminación atmosférica y el ruido
En Barcelona ocurre algo similar. Genís Domínguez lleva a su hijo de 11 años y su hija de 7 a un colegio del Eixample y es una de las personas implicadas en la Revolta Escolar. No solo se trata del peligro de accidentes, sino el contexto en el que se ven obligados a desenvolverse miles de niños y niñas cada día. “El movimiento nació después de que se publicaran estudios que confirmaban que los niveles de contaminación tan altos, al igual que los de ruido, impactan en la salud y el desarrollo cognitivo de los más pequeños”, explica.
Desde entonces, al menos han conseguido que se hable del tema, pero no solo. Protegim les escoles fue el nombre que Ada Colau le dio al programa para pacificar estos entornos cuando era alcaldesa de la capital catalana. “Se ha conseguido hacer en unos 200 colegios de Barcelona, aunque en la mayoría de ellos de forma muy deficiente”, critica el mismo Domínguez.
Revolta Escolar propone que alrededor de los centros educativos tan solo exista un carril de circulación de vehículos privados
Revolta Escolar ha fiscalizado la implantación de este programa siempre con la intención de propiciar actuaciones de mayor ambición. Por ejemplo, proponen que alrededor de los centros educativos tan solo exista un carril de circulación de vehículos privados. Puede haber otro para el transporte público, o un carril bici, pero un único carril para los coches. “Ahora tenemos escuelas al lado de autopistas urbanas, como las llamamos aquí, con hasta cinco carriles de circulación”, ilustra este barcelonés.
En su retina todavía queda el atropello mortal que sufrió un niño de 5 años a las puertas de la Escuela Grèvol, en octubre de 2019. Este suceso fue lo que impulsó que desde el Ajuntament barcelonés intentaran reducir la peligrosidad en estas zonas. “Una de las peores cosas es la percepción de la inseguridad. Esta realidad hace que las familias tengamos miedo de dar autonomía a los niños y las niñas. A mí me cuesta mucho que el mayor vaya solo al colegio porque el entorno por el que transita no está preparado para que lo haga de manera autónoma. Los menores también tendrían que tenerse en cuenta a la hora de diseñar el urbanismo de la ciudad”, se explaya Domínguez.
Cuestión de voluntad política
No faltan referencias. Por ejemplo, en París y Londres llevan años adaptando sus entornos escolares y parques a las demandas de las familias y colectivos sociales. Algo similar sucede desde hace más de dos décadas en una ciudad pequeña como es Pontevedra. Carmen Duce, coordinadora de la campaña Clean Cities en España, subraya que “los niños y las niñas han desaparecido de las calles, y eso supone una pérdida de libertad para ejercer su derecho a la ciudad”.
Duce, también coordinadora de Ecologistas en Acción (EeA), recalca que el 99% de los entornos escolares superan los niveles de dióxido de nitrógeno recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta organización medioambiental estudió los niveles de contaminación en 174 entornos escolares.
Ecologistas en Acción recuerda un estudio de la OMS que concluyó que, de 174 entornos analizados en 14 núcleos urbanos, sol dos cumplían con las recomendaciones de la OMS sobre calidad del aire
Los resultados más esclarecedores: solo dos de los 174 entornos analizados en 14 núcleos urbanos cumplen con las recomendaciones de la OMS; uno de cada cinco, el 16%, están por debajo de los 20 µg/m3, el nuevo límite indicado en la revisión de la Directiva Calidad del Aire; y 12 de las 174 escuelas analizadas, el 7%, están por encima de los 40 µg/m3, el límite legal actualmente vigente. A todo ello se suma la contaminación acústica.
“Es una situación muy frustrante porque se han dado avances, pero siempre muy lentos y con muchos pasos atrás”, comenta Duce, quien recalca que actuar tal y como demandan ni siquiera costaría mucho dinero. “Solo pedimos poner unas vallas en las aceras y elementos que hagan que los coches no transiten tan deprisa por esas calles. Luego, si hace falta, se haría una obra, pero su coste no sería tampoco elevado”, expresa. Y finaliza: “Tan solo es cuestión de voluntad política”.