Israel
Ex Libris, la empresa israelí que provee tecnología a las bibliotecas del mundo

Los principales productos de gestión y servicios bibliotecarios provienen de una empresa cuya sede principal se encuentra en el Malha Tecnology Park, sito en el territorio ocupado donde antes se levantaba la aldea palestina de Al Maliha.
La sede de la Biblioteca Nacional de España en Alcalá de Henares - 6
Parte del archivo de la Biblioteca Nacional de España, en su sede de Alcalá de Henares. Desde julio de 2024, la biblioteca trabaja con Alma, producto estrella de Ex libris, de tecnología israelí, como sistema de gestión. Álvaro Minguito
15 may 2025 06:00

El pasado 13 de marzo, en ocasión del día de la Cultura Palestina y el aniversario del nacimiento del poeta Mahmoud Darwish, el embajador palestino, Husni Abdel Wahed, hablaba ante el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional de España (BNE). El espacio se encontraba repleto: entre el público, se encontraba el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, con quien minutos antes el representante palestino había firmado un memorándum de colaboración.

Tras recordar que dos días antes, el 11 de marzo, había sido el día de las bibliotecas árabes, en el imponente edificio de la Biblioteca Nacional, Abdel Wahed repasaba la devastación a la que Israel ha sometido históricamente a las bibliotecas palestinas, y en especial al terrible balance de esta última etapa del genocidio. Una destrucción de la memoria que, recordaba el diplomático, “no es casual, no es inocente, es intencionada, es política sistemática por parte del estado de Israel, que trata no sólo de apropiarse del territorio de Palestina, sino también de los valores culturales palestinos”.

Durante la Nakba de 1948, Israel arrasó no solo los archivos y bibliotecas públicas, sino que saqueó las bibliotecas familiares de los palestinos forzados al exilio

El embajador enmarcaba la actual destrucción de las bibliotecas gazatíes en una larga genealogía que tiene su primer capítulo en la Nakba, en 1948, cuando Israel arrasó no solo los archivos y bibliotecas públicas, sino que saqueó las bibliotecas familiares de los palestinos forzados al exilio. Al Maliha, al Sur de Jerusalén, fue una de las 500 aldeas que sufrieron la limpieza étnica israelí. En julio de 1948, sus 2.250 habitantes fueron obligados a abandonar sus hogares y su tierra para no volver jamás.  En este territorio ocupado, se fundaría casi medio siglo después el Parque Tecnológico Malha, que alberga diversas empresas del puntero sector tecnológico israelí, entre ellas se encuentra Ex Libris, un gigante en el ámbito de los servicios para bibliotecas. Desde el año pasado, la propia Biblioteca Nacional de España se encuentra entre sus clientes, uniéndose a numerosas bibliotecas en todo el estado.

El sionismo que ordena tu biblioteca

En julio de 2024, la Biblioteca Nacional de España comunicaba que adoptaba Alma, producto estrella de Ex Libris, como sistema de gestión. Esta plataforma de servicios bibliotecarios integra múltiples funciones, según enumeraba la histórica institución española: “préstamo, catalogación, adquisiciones, gestión de publicaciones seriadas, etc”. Los productos de Ex Libris, y especialmente Alma han protagonizado una expansión en la última década que ha situado a esta empresa entre las primeras del mercado, sobre todo en el ámbito de las bibliotecas universitarias. La firma israelí fue adquirida por el grupo ProQuest en 2015, multinacional absorbida por Clarivate en 2021.

A pesar de haber sido integrada en ambas empresas, Ex Libris ha mantenido su marca y su sede principal en el Parque Tecnológico de Malha. Es más, el israelí Matti Shem Tov, quien fuera su CEO entre 2003 y 2017, lo sería después de ProQuest (2017-2022) para pasar a ejercer el mismo puesto en Clarivate, a partir de agosto de 2024. Este alto ejecutivo israelí, del que consta poca información en internet, fue además miembro del Consejo de Spirit of Israel, entre 2013 y 2023. Spirit of Israel es la filial social de la Agencia Judía, entidad que, como recuerda su web, desde 1929 ha tenido como misión fundar y construir el Estado de Israel, especialmente a través de la Aliyah, la migración incentivada de la diáspora judía a Palestina. Entre las actividades que ofrece Spirit of Israel, se encuentra un programa de entrenamiento militar especialmente pensado para que los sectores desfavorecidos de la sociedad puedan adaptarse mejor al servicio militar israelí.


La contratación por parte de la BNE es solo un paso más en el firme avance de esta compañía, que ha tenido una muy amplia expansión en las bibliotecas de investigación y universitarias, predominando actualmente entre las bibliotecas universitarias agrupadas en torno a la red REBIUN, así como en la Red Madroño, que une a las bibliotecas universitarias de la Comunidad de Madrid —a excepción de la Universidad Complutense— y que usa Alma desde el 2017. Destaca por otro lado el caso del CSIC, usuario del primer producto de Ex Libris, Aleph, desde los 80, cuando el sistema apenas emergía de las universidades israelíes. La institución de investigación transitaría a Alma ya en 2018.

La contratación por parte de la BNE es solo un paso más en el firme avance de esta compañía, que ha tenido una muy amplia expansión en las bibliotecas de investigación y universitarias

Desde 2009, ha sido central para ese crecimiento la intensa actividad de la Asociación Expania, encargada de la interlocución de Ex libris con sus cada vez más numerosos clientes en el país, y que cuenta con la membresía de decenas de instituciones académicas estatales. A través de jornadas y talleres, y con el patrocio de Greendata, la empresa de distribución de Ex Libris en España, esta ha ido consolidando su presencia en las bibliotecas de los campus españoles, quedando aún algunas bibliotecas universitarias fuera de su ámbito. Es el caso de la Complutense de Madrid, que contrata los servicios de gestión bibliotecaria a OCLC, compañía histórica del sector, y la gran competidora de Ex Libris.

Mientras que en el Estado español apenas se habla de la relación con Israel de esta empresa, la organización internacional de solidaridad Bibliotecarios y archiveros con Palestina (LAP en sus siglas en inglés), la ha puesto en el foco, empezando por el territorio donde se ha extendido con más éxito, los Estados Unidos. En el documento Exposing Ex Libris, hecho público el pasado agosto, la LAP explica la génesis de Ex Libris en los años 80 con el fin de comercializar el sistema integral de gestión bibliotecaria Aleph, desarrollado en la Universidad Hebrea de Jerusalén, e implementado con apoyo del Estado sionista en las siete bibliotecas universitarias israelíes. A mediados de los 90, Ex Libris ya tenía presencia en 200 bibliotecas universitarias a nivel internacional. A partir de ahí su crecimiento, con productos como Primo o Alma, ha sido imparable.

Actualmente, siguiendo el dossier de la LAP, los productos de Ex Libris se encuentran presentes en 3.000 bibliotecas estadounidenses. La versión en francés del documento lanzado por la asociación de bibliotecarios y archiveros solidarios con Palestina destacaba hasta qué punto Ex Libris se halla presente en las bibliotecas universitarias francesas, en un panorama de progresiva concentración donde algunos actores están destinados a desaparecer. Este informe señalaba en particular los contratos con Ex Libris de la biblioteca de investigación del Campus Condorcet, conocido también como la Ciudad de las Humanidades y las Ciencias Sociales en París. En la versión en español, quedaban a la vez documentadas las instituciones que en América Latina han elegido los productos de Ex Libris para sus bibliotecas, entre ellas las bibliotecas nacionales de Argentina y de Chile, además de numerosas bibliotecas universitarias en ambos países, así como en Brasil, México o Perú. A principios de año Ex Libris se felicitaba de la adopción de Alma por parte de 14 instituciones latinoamericanas durante el 2024, llegando casi a 60.

Las propuestas para boicotear Ex Libris se han topado con instituciones que afirman que la internacionalización de la empresa, al ser comprada por grupos extranjeros, implica que ya no es israelí. Este argumento lo usaron las autoridades de la Universidad de Oslo ya en 2009, ante la llamada al boicot por parte del Comité Palestino del campus. La respuesta institucional apuntaba a que Ex Libris había sido adquirida por un fondo estadounidense, por lo que había pasado a ser una firma internacional. Lo mismo hizo la universidad canadiense Simon Fraser, cuando ya en agosto de 2024, el grupo Faculty for Palestine exigió el boicot a los productos de la compañía israelí: la dirección consideró que la empresa formaba parte del conglomerado tecnológico Clarivate, con sede en Filadelfia.

“Cuando invertimos en Ex Libris apoyamos materialmente el apartheid israelí, la colonización, y la ocupación ilegal en Palestina. ¿Son estos los valores que queremos defender como bibliotecarios?”

Frente a esta postura, en su documento Exposing Ex Libris, la LAP detalla por qué defiende boicotear a esta empresa, “cuando invertimos en Ex libris apoyamos materialmente el apartheid israelí, la colonización, y la ocupación ilegal en Palestina. ¿Son estos los valores que queremos defender como bibliotecarios?”. Por su parte, los protagonistas del intento de boicot canadiense explicaban: “La industria tecnológica israelí contribuye significativamente a la economía del país: Israel alberga más empresas tecnológicas emergentes y atrae más capital riesgo per cápita que cualquier otra nación del mundo. A ello se suman los estrechos lazos fomentados entre el sector tecnológico y el militar (...) A pesar de formar parte de un conglomerado multinacional, Ex Libris, como empresa fundada y con sede en Israel, entra en el ámbito de los movimientos de BDS”. Además, los miembros de Faculty for Palestine recordaban que, en el momento de su campaña de boicot, Israel “está llevando a cabo un genocidio plausible contra el pueblo de Gaza, como reconocen la Corte Internacional de Justicia e innumerables organizaciones de derechos humanos”.

La Nakba de las bibliotecas

Según reportan con dolor algunos supervivientes del actual genocidio que se cierne sobre Gaza, ante la falta de combustible y tras dos inviernos de masacre, las páginas de los libros arden en no pocas ocasiones para cocinar el escaso alimento o dar calor. Así lo relataba el pasado diciembre la escritora Shahd Alnaami, en un artículo de Al Jazeera, titulado: “Las bibliotecas de Gaza reemergerán de sus cenizas”. Se trata de una crónica personal en la que la autora rendía homenaje a la biblioteca de su infancia, la Maghazi, “un portal a un mundo sin fronteras”, aún en pie y defendida con sus últimas fuerzas por un grupo de bibliotecarios comprometidos. No es el caso de las 13 bibliotecas públicas dañadas o destruidas por fuego israelí, según las Naciones Unidas, una cifra conservadora dadas las dificultades para dimensionar el alcance de la catástrofe en las instituciones de la memoria (que comprenden también archivos y museos) de la Franja.

Hay 13 bibliotecas públicas dañadas o destruidas por fuego israelí, según las Naciones Unidas, una cifra conservadora dada las dificultades para dimensionar el alcance de la catástrofe en las instituciones palestinas

Ya a los pocos días de que empezara la operación de castigo contra los gazatíes, la Biblioteca Municipal de Gaza era bombardeada, pocos meses después las imágenes de soldados israelíes quemando los libros de la destruida Biblioteca de la Universidad de Al Aqsa se repetían en las redes sociales. Por su parte, la biblioteca de la Universidad Islámica estuvo entre los primeros objetivos de la ofensiva israelí. La biblioteca especializada en libros en inglés, la Edward Said, creada después de la “operación Margen Protector” de 2014 gracias a las donaciones de particulares y a los esfuerzos por importar nuevos libros a pesar del férreo bloqueo de la Franja, también ha sido arrasada.

A principios de 2024, tras solo unos meses de campaña, LAP compartía un informe en el que, junto a las bibliotecas señaladas, recogía la destrucción de los archivos centrales de Gaza, con documentos históricos de más de 150 años, o la Mezquita Omar, construida en el siglo VII, junto a su Biblioteca, que contaba con una de las colecciones de libros raros más importante de Palestina. El recuento incluye numerosas bibliotecas de centros culturales, o de instituciones privadas. Además, las bombas israelíes afectaron a la biblioteca de la Universidad Al-Azhar, y a la Biblioteca de la universidad de Al Israa, atacada junto al Museo Nacional. Otros ocho museos fueron destruidos por el ejército sionista, según este estudio realizado a partir la información recopilada en prensa.

En julio de 2024, en un reportaje aparecido en el medio The National, bajo el título “Ataque sistemático: La guerra de Israel arrasa los archivos y manuscritos de Gaza”, el doctor Hossam Abu Nasser, un historiador palestino basado en Ramallah, explicaba: “El número de bibliotecas públicas destruidas en la guerra actual se estima en más de 87, albergaban documentos y libros extremadamente importantes”. Entre los testimonios que recoge el reportaje también está el de Yahya Al Zahraneh, un profesor de Gaza que lamentaba la pérdida de su biblioteca personal, en la que había logrado reunir más de dos mil libros, algunos anteriores a la Nakba. Este fondo privado, cuyos ejemplares el docente gazatí prestaba frecuentemente, fueron convertidos en ceniza después de que el ejército israelí bombardeara su casa. Al Zahraneh solo pudo salvar 20 libros.

Dos mil libros del fondo privado de un docente gazatí, y que prestaba frecuentemente, fueron convertidos en ceniza después de que el ejército israelí bombardeara su casa. El profesor solo pudo salvar 20 libros

“¿Salvamento o saqueo? La ‘colección’ israelí de bibliotecas privadas palestinas en Jerusalén Oeste”, se llama un artículo en el que se refleja cómo en 1948 investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén se hicieron con las bibliotecas privadas de los palestinos expulsados de la parte occidental de la ciudad, ciudadanos como Al Zahraneh, que reunieron bibliotecas valiosas en árabe y en otros idiomas.

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Los responsables de la Biblioteca de aquella institución académica, que pasaría de llamarse Biblioteca Hebrea Nacional y Universitaria, a Biblioteca Nacional, aún dependiente de la Universidad Hebrea de Jerusalén, catalogaron y ordenaron los 30.000 libros arrebatados de las residencias de la población expulsada. Una misión justificada, según apunta el citado artículo, sobre la idea —de acervo colonial— de que si las más avanzadas instituciones israelíes no se hubiesen hecho con aquellos libros, ahora serían ceniza, como los libros del profesor gazatí. Varias décadas después, la misma Universidad Hebrea que aún enriquece sus fondos con los libros sustraídos durante la Nakba, creaba el sistema Aleph e iniciaba así la génesis de Ex Libris: La empresa israelí que desde el verano de 2024, en pleno genocidio, provee servicios bibliotecarios a la Biblioteca Nacional de España.

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