Opinión
Los mapas del gran Mileikowsky alias Netanyahu

La limpieza étnica de los territorios palestinos forma parte sustancial del ideario sionista.
Cisjordania, ocupación en Yenín y Tulkarem - 2
Mauricio Morales Casas demolidas en el campo de Tulkarem. 16.000 personas desplazadas de este campo.

Arabista en la Universidad Autónoma de Madrid.

10 jul 2025 11:48

Cuando el insigne miembro de la familia Mileikowsky sacó a relucir uno de sus famosos mapas, en la sede de las Naciones Unidas, septiembre de 2023, se produjo una gran conmoción mundial. El primer ministro del régimen de Tel Aviv parecía dar por hecho que Palestina no existía ya –ni Gaza ni Cisjordania aparecían como tales- y proclamaba el inicio de un nuevo gran Oriente Medio liderado por el no menos grande Israel. Todo en el marco de un mega proyecto comercial que abarcaría desde la India hasta los puertos europeos del Mediterráneo. Unas semanas después se produciría el llamado “Diluvio de al-Aqsa” orquestado por las milicias aliadas; y los planes económicos, fundamentados en la firma de acuerdos de paz con más países árabes, en primer lugar Arabia Saudí, quedaron aparcados por un tiempo.

Ahora bien, la destrucción sistemática de lo que queda de Palestina y la expulsión del mayor número posible de palestinos, eso nunca se fue a ningún sitio porque, en realidad, había empezado antes de los ataques de Hamás y compañía. La limpieza étnica de los territorios palestinos forma parte sustancial del ideario sionista –inevitable en cualquier proyecto colonial como este- y en algún momento había que llevarla a cabo. El 7-O aportó la oportunidad a su maquinaria militar y el justificante ante la comunidad internacional, a la que, en realidad, el destino del pueblo palestino, traicionado por las leyes internacionales que debería protegerlo, le importa más bien poco en función de lo que diga Estados Unidos. Y Washington está de acuerdo: hay que quitarse de en medio el “engorro” palestino y asentar la “paz” de una vez por todas en la región. Si esto pasa por desperdigar a cientos de miles de seres indefensos por los países de la zona o de redistribuirlos entre estados europeos, árabes y africanos, cada uno con su cuota particular, sea.

Europa debería cambiarse el nombre para parecer menos europea y la comunidad internacional condena el genocidio en Gaza pero no hace nada para que las inversiones, las ayudas directas, las armas y las importaciones no sigan llegando al régimen de Tel Aviv

Mileikowsky ha vuelto a Washington –lleva cuatro viajes en menos de un año, toda una plusmarca- con otro de sus mapas. El padre de Mileikowsky, Benzion, fue un “reputado” activista sionista, profesor y partidario de Zeev Jabotinsky, representante del Revisionismo Sionista, uno de los movimientos más expansionistas y radicales respecto a la población autóctona de Palestina. Todo muy entusiastamente sionista, basado en la concepción más expeditiva del colonialismo europeo y la justificación bíblica de una tierra prometida (ellos saben muy bien, dicen, quién se la prometió, Jehová, los británicos o ellos mismos; los demás lo ignoramos). Benzion terminó cambiándose el apellido a Netanyahu (“Yahvé concedió”) para sonar más hebreo y menos europeo, tras abandonar su Polonia natal. El hijo, Benjamín, nacido en la Palestina ocupada, se convertiría décadas después en primer ministro. Heredó de su padre la pasión por la pseudo historia sionistizante y los mapas. Lógico: los anhelos de nuevas conquistas han de plasmarse con coloridos contornos geográficos.

Benjamín Mileikowsky alias Netanyahu ha ido a Washington a ver al presidente Donald Trump con uno de esos mapas llenos de sorpresas. La prensa israelí, siempre activa al servicio de las grandes operaciones sionistas de imagen pública, había filtrado los pormenores del mismo. A los prohombres del Likud y las formaciones israelíes ultra nacionalistas siempre les han encantado los mapas desorbitados donde el Sinaí, media Jordania e incluso partes de Iraq aparecen enmarcadas dentro del Gran Israel; pero esta vez, el mapa en cuestión que, dicen, Mileikowsky le iba a enseñar a otro hijo de inmigrantes que ahora no cree en la inmigración, incluía una porción de Líbano y Siria dentro de los límites del Estado de Israel. La filtración, por supuesto, no es inocente ni se debe a un error de la oficina de Mileikowsky. El mensaje que se desea trasladar es claro: este gran Israel no tiene límites y puede aglutinar cualquier territorio adyacente que le convenga para continuar su expansión. O para llevar allí a los desplazados palestinos. Los responsables y periodistas israelíes hablan sin cesar de próximos acuerdos de paz con Siria y Líbano, lo cual aportaría un colchón de seguridad, a su proyecto colonial, y la proliferación de mapas así intentan aterrar a Damasco y Beirut y obligarlos a neutralizar a sus corrientes anti sionistas, sobre todo la segunda con Hezbolá. El objetivo: adherirlos a los Acuerdos de Abraham (“la paz araboisraelí”), patrocinados ahora por Arabia Saudí.

A Mileikowsky, representante de una saga de primeros ministros sionistas que se cambian el nombre –bueno, a él se lo cambió el visionario del padre- para no resultar tan europeos, le sonríe la geoestrategia internacional y las coordenadas regionales actuales. Egipto, Jordania, Emiratos Árabes, Marruecos, Bahréin y más países árabes están entregados a la causa, le aportan armas, dinero y mercancías y siguen actuando entre bastidores para terminar con la resistencia palestina, con la ayuda de la Autoridad Nacional en Ramala, cooperante pasivo del régimen de Tel Aviv. Estados Unidos está, como siempre pero más todavía, comprometida con el proyecto sionista y lo apoya con armas y bajages –más aún, Mileikowsky tiene una gran sintonía con Drumph alias Trump (esta familia germánica se cambió el nombre para parecer más americano y menos europeo, Jesús, qué manía)-; Irán está desarbolada, dicen, tras los últimos bombardeos sobre sus centrales nucleares, Hezbolá en Líbano se lame las heridas, Rusia está a los suyo, China permanece agazapada esperando vete a saber qué, Europa debería cambiarse el nombre para parecer menos europea y la comunidad internacional condena el genocidio en Gaza pero no hace nada para que las inversiones, las ayudas directas, las armas y las importaciones no sigan llegando al régimen de Tel Aviv, como señalan informes de Naciones Unidas, esa institución que ahora llaman “tan anti israelí” .

El gran problema de Mileikowsky y el Estado profundo sionista es que, parafraseando el célebre micro relato, cuando se despertaron, Gaza seguía ahí, con una resistencia que no cesa y una población que también resiste porque sabe cómo se las gasta el proyecto sionista

El gran problema de Mileikowsky y el estado profundo sionista es que, parafraseando el célebre micro relato, cuando se despertaron Gaza seguía ahí, con una resistencia que no cesa y una población que también resiste porque sabe cómo se las gasta el proyecto sionista –muchos ya han sido expulsados de su tierra original una, dos y tres veces-. Cada día sacan un mapa de nuevas deportaciones y desplazamientos forzados de población dentro de la Franja, o planes de campos de concentración en áreas determinadas, una especie de pruebas de laboratorio a gran escala. O vuelven a la carga con la expulsión masiva a Egipto, lo que está más cerca, hipótesis muy valorada por Washington pero que pondría en jaque a uno de los regímenes más afines y necesarios hoy para mantener la cada vez más precaria primacía estadounidense en la zona. El gran problema del régimen de Tel Aviv es que si desea mantener el ideario sionista debe obtener más tierras y expulsar a más palestinos; y eso puede dificultar el sueño de liderar un nuevo gran Oriente Medio basado en los intercambios comerciales con los regímenes árabes “amigos”. Pero están dispuestos a conseguir las dos cosas a la vez, acabar con la cuestión palestina y hacer negocios con las oligarquías árabes amigas.

Abundan en las redes sociales vídeos en los que se habla de un futuro próximo en el que Gaza constituirá sólo un recuerdo. Un lugar borrado de la faz de la tierra que devino un resort turístico en la costa mediterránea. O un parque temático de la historia reciente. Algo parecido a un recuerdo, como Palestina, desaparecida de los mapas de los Mileikowsky. Quienes sobrevivieron a aquella brutal limpieza étnica fueron realojados por los cinco continentes y algunos cambiaron sus apellidos palestinos para parecer más… europeos. Una distopía que tiene visos, por desgracia, muy reales, ante la saña sionista-estaounidense y la pasividad por no decir connivencia de los poderes fácticos y reales que gobiernan este mundo. Si no les bastan las mentiras y los bombardeos indiscriminados tienen la guerra bacteriológica. El islamismo radical, el Estado Islámico por ejemplo, es uno de estas armas cancerígenas. Avigdor Lieberman –tiene un nombre muy europeo todavía, se lo cambiará cuando gobierne-, representante del llamado “ultranacionalismo” israelí, ex ministro y enemigo declarado de Netanyahu, a quien a veces tacha de “demasiado blando”,  lo dijo hace poco: hay que utilizar el virus del islamismo radical contra los “enemigos de Israel” de forma proporcionada, que no se vaya de las manos, con éxito como Putin hizo en Chechenia. El régimen de Tel Aviv ha mantenido una relación de interés compartido con las milicias yihadistas en Siria, Iraq y alrededores y en algún momento les ha dado cobertura militar. O les ha abierto sus hospitales, como hiciera en 2015 con yihadistas heridos en Siria, pertenecientes a al–Qaeda y su filial siria de al-Nusra. Entonces hablaron de razones humanitarias. Podían hacerlo hoy, por motivos asimismo humanitarios, con los cientos de miles de niños que están hiriendo y mutilando en Gaza. Qué curioso: el líder de al-Nusra, bautizada después Tahrir al-Sham, gobierna hoy Damasco. Muchos hablan de su pretendida disposición a firmar la paz con Mileikowsky. Será porque antes se llamaba al-Golani y ahora le dicen Ahmad al Sharaa. El Golán, por cierto, es un territorio ocupado por el régimen de Tel Aviv desde 1967 y anexionado en 1981 que el sionismo nunca pondrá en un mapa dentro de Siria en un hipotético acuerdo de paz con Damasco. Hay que saber de cartografía, hombre.

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