Opinión
Gaza, música de ascensor

O gran roubo do século, diagnostican os especialistas, é o roubo da atención. A época non permite fixar a ollada en ningures, obriga a un estado de dispersión xeneralizada que nos inmuniza ante a barbarie.
Cosecha verja de control israelí  Gaza
Colleita comunitaria de primavera fronte á verxa de control israelí. Khuza'a, Franxa de Gaza. David Segarra
Diego Ameixeiras
4 oct 2024 05:30

Sostén Naomi Klein que nos enfrontamos cada día a un xenocidio ambiental en Gaza, a unha infamia convertida en música de ascensor, á normalización dos crimes de guerra coma un fenómeno meteorolóxico. Non atendemos. Prefiren que non atendamos. Miramos e saímos correndo dunha película de terror. O gran roubo do século, diagnostican os especialistas, é o roubo da atención. A época non permite fixar a ollada en ningures, obriga a un estado de dispersión xeneralizada que nos inmuniza ante a barbarie. Vémolos pasar, botamos as mans á cabeza, pero hai tempo que os asasinatos do exército israelí alcanzaron categoría de ruído de fondo, un vento en segundo plano que se filtra polos intersticios da nosa vida mentres somos dirixidos a outra parte, expatriados do presente. Culpables, ansiosos, fatigados, perdidos na brétema. Tomando todas as direccións e ningunha. Saltando no baleiro do algoritmo, sen atender en profundidade o que sucede ante os nosos ollos. Se acaso coa vista borrosa, co pulso acelerado do fuxitivo sen horizonte. Acostumados neste último ano, dende os atentados de Hamas do sete de outubro, a unha música diaria de cadáveres no ambiente. Rotos, incrédulos, exhaustos. A mercé dos grandes saqueadores de atención.

Sucedéronse masacres históricos que non vimos, outros que endexamais nos contaron. Non é o caso do xenocidio en Gaza, actualizado minuto a minuto, en permanente avance ante espectadores de ollada perplexa, coa atención estragada, nun estado de confusión continua. Asistimos a instantáneas de morte e destrución mentres arrastramos o dedo pola pantalla do móbil, coa vontade en mans dun automatismo doente, e as horas de scroll infinito nos envolven nun jet lag mental propio desta era da aceleración: un xogo perverso que equipara o cadáver dunha cativa cun goteo visual aceptado, soportable cunha mirada en diagonal. Na década dos 70, a poeta Denise Levertov preguntábase polos mortos na guerra de Vietnam. Imaxinaba unha fotografía ateigada de vida na que as nubes se reflectían nas arroceiras, os búfalos camiñaban con paso seguro e os pais contaban lendas antigas aos seus fillos. Ata que a escena saltaba brutalmente polos aires. Entón escribía firme, con atención plena: “Cando as bombas esnaquizaron aqueles espellos / só houbo tempo para berrar. / Aínda permanece o eco / das súas voces, semellante a unha canción”. A terrible melodía de Gaza, ese negro ruído de fondo, non deixa de soar. Segue aí, no ambiente. Tamén en combate contra a nosa desatención.

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