We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Opinión
Un dios menor

Elon Musk se ha alejado del escrutinio público desde que sus negocios con Tesla comenzaron a estancarse. Pero no se ha ido del todo y aún puede vérsele aquí y allá, como en Arabia Saudí, sentado detrás del príncipe heredero, Mohammed bin Salman, mientras Donald Trump tomaba la palabra.
Musk es para mí un personaje salido del universo de Philip K. Dick, uno de sus empresarios hiperactivos y obsesionados consigo mismo que conspira para apoderarse del universo. Más concretamente, Musk se parece mucho al Palmer Eldritch de Los tres estigmas de Palmer Eldritch, el misterioso magnate y explorador espacial que retorna de un remoto sistema estelar con una nueva droga alucinógena que supuestamente ha de hacer la vida más tolerable a los colonos de Marte, pero que acaba revelándose como algo mucho más siniestro, una droga que te desplaza a un mundo espiritual-psíquico paralelo que controla Eldritch, quien en realidad es una especie de dios alienígena maligno, un dios aburrido y apático, pero que a pesar de ello quiere vivir y tener el control. En el mundo cristiano gnóstico de Philip K. Dick, Eldritch se convierte en una especie de demiurgo menor: malicioso y poderoso, y, sin embargo, incapaz de retener el control sobre sí mismo o ser consciente de ello.
Para Philip K. Dick, Palmer Eldritch era la personificación del mal que se manifiesta en el mundo. Al escritor le asustaba tanto este personaje —le espantaba su propia creación— que no podía releer su propia novela. “Me da miedo ese libro: trata del mal absoluto y lo escribí durante una crisis profunda de mis creencias religiosas. Decidí escribir una novela que abordase el mal absoluto personificado en la forma de un 'humano'. Cuando me llegaron las galeradas de Doubleday no pude corregirlas porque no podía soportar tener que leer el texto, y esto sigue siendo así hoy”, escribió en 1968.
Literatura
Philip K. Dick, entre la paranoia y el antibelicismo
Siempre que veo a Musk en acción me viene a la cabeza Los tres estigmas de Palmer Eldritch. Hay muchas similitudes entre ambos, incluso a nivel físico. Palmer Eldritch tiene unos cuantos reemplazos corporales robóticos: ojos metálicos de iris felino y un brazo metálico. Elon también tiene sus propias modificaciones corporales: implantes de pelo, liftings faciales, esteroides, hormonas del crecimiento y fármacos para perder peso, y circulan rumores de un implante en el pene que salió mal. Los tabloides hablan de cómo Musk se ha “puesto al día” —esto es, con modificaciones corporales— para estar preparado para aparecer ante los focos como la mano derecha de Donald Trump.
Musk quiere ser el hombre que vive en las redes. Como Palmer Eldritch, quiere mediar nuestra realidad
Parece como si Musk estuviese en todas partes. Se droga, está obsesionado con procrear, enredado en constantes luchas por la custodia de sus hijos, y, al mismo tiempo, ha emergido como mano derecha de Trump, desplegando su Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge) para eviscerar puestos de trabajo públicos en consonancia con sus viejos planes neoliberales. Musk opera de una manera muy caótica. Pero debajo de ello hay un propósito, como lo había con Eldritch Palmer.
Extrema derecha
Extrema derecha Llámalo X: cómo y por qué las élites tecnológicas cabalgan la ola del posfascismo
Téngase en cuenta que todo lo anterior no es más que un espectáculo secundario con respecto a lo que está ocurriendo fuera de los focos de las cámaras: el apoderamiento del sistema de comunicaciones de los Estados Unidos. Musk quiere ser el hombre que vive en las redes. Como Palmer Eldritch, quiere mediar nuestra realidad. Quiere ser el cuerpo –sí, ese cuerpo pálido cebado con hormonas– a través del que fluye la información, filtrar todo el contenido a través de sí mismo. Musk quiere ser nuestro demiurgo digital.
En Surveillance Valley escribí sobre los sueños de los planificadores militares estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial y su deseo de crear tecnologías que les permitiesen ver todo el mundo en tiempo real, aplicar a las sociedades humanas lo que los sistemas de radar hacen en los cielos: detectar objetos enemigos, predecir hacia dónde se dirigen e interceptarlos antes de que causen daños. Estos sueños de control social tecnocrático engendraron internet.
Y el sueño es hoy una realidad: Google, Meta, Apple, los proveedores de internet, intermediarios de datos (data brokers), las compañías de tarjetas de crédito y las agencias de espionaje que están por encima de todos los anteriores gozan de la perspectiva de un dios que observa el mundo. Pueden ver dónde vamos, con quién hablamos, qué nos interesa. Nos observan y nos administran desde la distancia. Pocas cosas quedan ocultas a su mirada. Este mundo tiene ahora un nuevo actor: Elon Musk. Y consigo trae ese aire de extrañeza de las novelas de Philip K. Dick.
Sí, Musk se ha convertido en un Dios de Internet, una deidad menor, pero que sigue siendo poderosa. Pertenece a la minoría que se ha elevado sobre el resto para determinar qué pasa por nuestras cabezas, qué pensamos y cómo lo hacemos, mientras en el proceso obtiene dinero de nosotros, que trabajamos de este modo para él.
Vamos a repasar todo lo que ha hecho hasta ahora:
1. Musk ha comprado Twitter y creado su propio mundo, un mundo en el que controla el contenido y el flujo de la información y los ciclos de noticias. Sus publicaciones son las que obtienen la mayoría de visionados. Puede banear a la gente sólo con chasquear los dedos. Puede elevar a sus fieles y marginar a quienes se atrevan a interponerse en su camino. Puede aparecer en cualquier conversación. Puede hacer que cualquier cosa sea viral, o rebajar el tono y enterrar lo que no le guste. En esa plataforma, es dios.
2. Sus bots operados con inteligencia artificial (IA), a través del servicio de Grok, actúan libremente (¿bajo la dirección de Musk?) y aparecen en cualquier conversación relevante para debatir con la gente y hacer prevalecer la cosmovisión de Musk, robándonos nuestro tiempo y nuestras energías. Sí, hay gente que está debatiendo con los bots de Elon Musk.
3. Así que puede decirse que Musk ha subido una parte de su conciencia a la web, como una suerte de oligarca demente salido de El cortador de césped.
4. Musk dirige Starlink, que es actualmente es el mayor proveedor de Internet por satélite en el mundo y trabaja con gobiernos, empresas y particulares. Cada vez más información fluye a través suyo.
5. Se gastó al menos 250 mil millones de dólares para que Trump fuese reelegido y gracias a ello ha conseguido eliminar obstáculos para conseguir contratos para su emporio informativo. Su apoyo a Trump fue una inversión, no un gasto.
6. Musk también dirige Starshield, la versión militar de Starlink, y posee contratos multimillonarios con varias ramas del enorme aparato de seguridad estadounidense, desde las agencias de espionaje hasta el ejército. Musk también puede mediar en asuntos bélicos, ser un dios menor de la guerra.
7. Starshield está desarrollando satélites espía bajo secreto. Musk operará estos telescopios celestiales robóticos, observándonos, juzgándonos, convirtiéndonos en diana para ser aniquilados.
8. Al lanzar todos estos satélites espía y de telecomunicaciones, Musk llena nuestros cielos de basura y hace que sea más difícil ver las estrellas, una acción que lo convierte en algo muy parecido a un personaje demónico.
Cuando hablé recientemente con Chris Hedges sobre mi libro Surveillance Valley, uno de sus productores me dijo que pensaba que el objetivo de Musk con Doge y otras maniobras era instalar su IA en la administración federal para poder mediar en asuntos gubernamentales. Este productor tenía razón, aunque creo que los objetivos de Musk son mucho más ambiciosos. Como el resto de personajes que pueblan Silicon Valley, Musk sufre de complejo de dios. Elon es Eldritch. Quiere atraparnos en su red psicótica. Quiere que vivamos su realidad.