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Economía social y solidaria
Hacia la huelga feminista desde la Economía Solidaria, hacia la Economía Solidaria desde la huelga feminista
La Economía Social y Solidaria y la Economía Feminista llevan varios años multiplicando los puntos de contacto y comparten una apuesta por economías que buscan la sostenibilidad de la vida. Esta alianza defiende un modelo que supera la acumulación de dinero a cualquier coste como fin último de la existencia y que coloca a las personas en el centro con un catálogo de prácticas concretas.
El 8M es un momento y un lugar de parada desde el cual poder avanzar. La Economía Social y Solidaria (ESS) y la Economía Feminista (EF), que llevan varios años multiplicando los puntos de contacto y de intercambio, comparten una apuesta por una economía que busca la sostenibilidad de la vida bajo otros parámetros. Esta alianza viene defendiendo un modelo socioeconómico que supera la acumulación de dinero a cualquier coste como fin último de la existencia, un modelo que coloca a las personas en el centro, basándose en unos principios sólidamente asentados y con un catálogo de prácticas concretas en muchos casos con una larga trayectoria.
Tenemos claro que el cuestionamiento y la confrontación con el heteropatriarcado y el capitalismo son elementos clave para la construcción de alternativas, apostando por una economía solidaria y feminista, que ponga en el centro la vida de las personas y el planeta, en lugar de los mercados y los procesos de acumulación.
En la búsqueda de alternativas al actual modelo de globalización neoliberal la ESS aporta un rico y diverso abanico de iniciativas socioeconómicas que funcionan con una lógica diferente a la lógica competitiva de los mercados, rescatando lógicas “otras reglas de juego” de funcionamiento basadas en la reciprocidad, la solidaridad y la cooperación, que ponen a las personas por encima del mercado y de la obtención de beneficios. Es precisamente aquí donde se encuentra una de las mayores potencialidades de la ESS para contribuir al proyecto feminista de construcción de una sociedad no sexista ni patriarcal: el poder ofrecer un espacio de prácticas económicas alternativas, un laboratorio en donde experimentar nuevas formas de hacer y que tiene un enorme potencial para favorecer el acceso de las mujeres a trabajos remunerados dignos y no precarizados, unas formas de organización menos jerárquicas y con una mayor flexibilidad en la organización del trabajo, promoviendo medidas de corresponsabilidad al interior de las entidades.
En este sentido, tal y como hemos venido señalando en múltiples ocasiones, pese a este enorme potencial, es necesario seguir avanzando en la transformación de nuestras estructuras que, aunque más horizontales y menos jerárquicas, se sustentan todavía en relaciones heteropatriarcales y generacionales. Además, debemos romper con el binomio público-privado, esto es, repartiendo equitativamente las tareas que suponen la responsabilidad del sostenimiento de las vidas. Si no cuestionamos las estructuras de dominación y opresión hacia las mujeres estaríamos perdiendo toda nuestra capacidad transformadora.
La ESS en diálogo con la EF abre posibilidades de superar fragmentaciones entre lo productivo y lo reproductivo, entre lo político y lo económico, y sitúa en la agenda de la ESS cuestiones como la interdependencia o la crisis de los cuidados, abriendo así muchos puntos de diálogo y de trabajo a corto, medio y largo plazo.
Visibilizar este terreno común, abrirlo a todas, llamar a extenderlo, transformarlo y alimentarlo desde el 8 de marzo y hacia adelante, es tal vez el puente que venimos reclamando para dejar atrás una crítica teórica capaz, sí, de parar el mundo, y asentar definitivamente la validez de las respuestas construidas por la ESS y la EF durante las últimas décadas.
Además de una escenificación de unas reivindicaciones ya más que maduras, el cada vez más cercano 8M puede ofrecernos el punto de masa crítica que hemos estado promoviendo desde las economías transformadoras. Temas de urgencia ya ineludible como la crisis climática, la trata de personas, las vallas contra las personas refugiadas, la multiplicación de la desigualdad, no pueden desligarse de la implantación de políticas desarrolladas a través del secreto de Tratados Internacionales de Comercio,, del control sobre nuestros cuerpos mediante el silenciamiento las amenazas y los castigos o los continuos recortes de derechos y conquistas sociales. Que seamos la mujeres, quienes venimos sufriendo en mayor medida estas violencias en todas sus escalas (de lo íntimo a lo público, de lo barrial al continente), las que evidenciamos la relación directa entre capitalismo e injusticia, puede darnos el punto de empoderamiento que como sociedad venimos necesitando para transitar hacia un colapso con salida posible para todas.
Además de una maniobra de defensa y de una movilización hacia el punto y final de un sistema que, a estas alturas, se muestra descaradamente clasista, racista, sexista, violento, injusto e insostenible, el 8M que se ha venido cocinando en el boca a boca, en el contacto directo y a través de las redes sociales, puede poner en el centro la revolucionaria cuestión de los afectos, y despertar un imaginario que nos lleve hacia "una vida que merece la pena ser vivida".
Además de evidenciar las consecuencias de la violencia machista, de la falta de libertad sexual o reproductiva, del triple esfuerzo de cuidados que se nos exige (en casa, en el trabajo y en la comunidad), el 8M que esperamos ya con el runrún que precede a las citas importantes, puede germinar definitivamente los valores de la EF y la ESS en el terreno abonado de una sociedad que, pese a su inercia acomodada y las enormes tragaderas de su capitalismo, ofrece señas de querer escuchar, salir del bucle y cambiar de rutas.
Creemos que el movimiento de la Economía Social y Solidaria debe posicionarse y contribuir al proyecto feminista porque no habrá propuesta alternativa que se construya sin transformar las relaciones de poder y desigualdad entre mujeres y hombres, porque la mejor receta para romper con la lógica capitalista pasa por recuperar la importancia de los cuerpos, los afectos y los cuidados y porque la economía será solidaria solo si es feminista.