Lo que no se dice sobre Alcoa: un destrozo político y ambiental

Alcoa se va. La Xunta de Galicia no tiene planes y las trabajadoras, la comarca de A Mariña y el planeta sufren las consecuencias de un destrozo político y ambiental que dura décadas. De fondo, la necesidad de una transición hacia una industria gallega, sostenible y respetuosa con el medio.

alcoa coruña 2018
Pablo Santiago Protesta contra el cierre de Alcoa en Coruña, en 2018.
20 jun 2020 05:14

La defensa de la tierra de los grandes partidos se diluye cuando empieza el cuestionamiento del crecimiento económico perpetuo y se acercan las elecciones. En el debate sobre el futuro de Alcoa se obvian las enormes afectaciones ambientales, la escasez energética y la apuesta equivocada por un ‘desarrollismo’ cortoplacista que dejó atrás el fomento de los sectores endógenos de Galiza.

40 años dañando el medio

El rechazo a la planta nuclear en el ayuntamiento de Xove fue una de esas luchas comunitarias en defensa de la tierra: miles en la marcha histórica del 10 de abril de 1977 impulsada por el nacionalismo gallego. Poco después llegó el aluminio con una promesa de industrialización para la comarca e desechando una posible apuesta por el naval, el forestal o la industria agroalimentaria, sectores propios que hoy echamos en falta.Un poco de hemeroteca: el plan inicial hablaba de un polígono e industria complementaria, pero al final solo ha quedado la del aluminio, la más contaminante y la que menos tejido social creaba. Trajo también también la expropiación de 3.700 fincas a un precio ridículo (algunas a 60 pesetas por metro cuadrado) y afectaciones al medio ambiente que aún se mantienen, como la balsa que estuvo 32 años sin plan de emergencia exterior (aún sin solución), vertidos de sosa cáustica al mar o las emisiones de flúor, entre otras.

faixa alcoa
Faixa da marcha contra a nuclear de Xove. Foto: Fundación Galiza Sempre

Las emisiones vienen afectando durante décadas a vecinos, ganado y cultivos de la zona. Alcoa fue condenada ya diez veces a indemnizar con más de 4 millones de euros a particulares, que cursaron demandas y llegaron al Parlamento con la asociación vecinal Airiños do Lago. Más hemeroteca: esta asociación ya denunciaba en 1981 la muerte de animales e incluso reclamaron una indemnización con la que poder abandonar la zona.

Serafín González, presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural, explica que el flúor se utiliza en el proceso de producción de aluminio: “Siempre hay ciertas emisiones que se tienen que mantener por debajo de unos máximos legales. Si son importantes, pueden afectar a los cultivos y también a la salud de las personas, porque el flúor es un elemento muy agresivo”. Diversos informes mostraban que se excedían claramente los límites. Un informe de ADEGA (Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza)concluía que afectaba a 3km de radio alrededor de la factoría, con muestras en animales, vegetales y suelos, y recogía que “la factoría de Alcoa es claramente responsable de esta contaminación, más intensa cuanto menor es la distancia a la fábrica”.

Recuerda González que “otra de las afectaciones es el coste energético elevadísimo”, con su correspondiente coste ambiental: 1,1 millones de toneladas de CO2 emitido, según la asociación Galiza sen Carbón. Para mantener ese consumo energético se importan precisamente combustibles fósiles. Manuel Casal Lodeiro es coordinador del Instituto Resiliencia y miembro del colectivo Véspera de Nada: “Las electrointensivas consumen una cantidad absolutamente desproporcionada, y para alimentarlas necesitamos energía fósil, que convertimos en las centrales térmicas o de ciclo combinado a base de carbón, gas natural, etc. Con la electricidad de Galiza no tenemos suficiente”.

Más afectaciones ignoradas en el debate público: el carbón que abastecía las térmicas gallegas venía de Indonesia, donde Greenpeace denunció en un extenso informe la vulneración de derechos humanos, afectaciones en la salud y en el medio y violencia contra las comunidades locales. En el caso de Alcoa San Cibrao, la bauxita proviene de la minería en Guinea Conakry. En un informe de Human Rights Watch, se denuncia la escasa compensación para los habitantes de la zona, la destrucción de tierras ancestrales y recoge testimonios que revelan que desde el comienzo de la minería, ha escaseado el agua para la población. Las denuncias fueron hechas a la Compagnie des Bauxites de Guinée, propiedad del Gobierno local (49%) y Halco Mining, sociedad de las multinacionales Alcoa y Río Tinto (51%). Como la demanda de aluminio aumenta, la extracción de bauxita en Guinea, también.

Por qué no poner esta industria contaminante que puede ser reconvertida como centro del desafío de la transición energética?

Creció la demanda y creció la deslocalización de la producción a Islandia o Arabia Saudí, con mejor precio energético y donde Alcoa comenzó a investir cuando empezaba a recibir subvenciones estatales en España. Las reservas mundiales de bauxita todavía darán para muchos años y se investiga para optimizar su reciclaje. Con todo, el gasto energético en la producción no parece tener solución a corto plazo.

Casal Lodeiro explica el proceso de un modo resumido: “Estamos tomando un mineral que no tenemos, quemando combustibles fósiles que tampoco tenemos para crear una electricidad para producir un aluminio para fuera de Galiza”.

“ENCE fuera”, “MINA DE TOURO NO”... ALCOA SI?

De estos problemas derivados del proceso, el debate mainstream de los grandes medios de comunicación y los partidos solamente proponen soluciones para el precio (no el consumo) de la energía, con una tarifa eléctrica o con un Estatuto de las electrointensivas. El Estado ha estado subvencionando la electricidad de Alcoa (empresa norteamericana después de la privatización efectuada por Aznar, recordemos) con más de 1000 millones de euros, lo que la UE ha calificado de “subvenciones disimuladas”.

Manifestación de trabajadores de Alcoa en las puertas del Congreso de los Diputados
Manifestación de trabajadores de Alcoa en el Congreso de los Diputados. Dani Gago

Antón Sánchez, diputado en el Parlamento Galego, ingeniero técnico y portavoz de Anova, califica la estrategia de la empresa de “saqueo”: “Alcoa tenía que proporcionar una serie de contrapartidas e inversiones en la planta que no ha cumplido. Estaban jugando a saquear con la decisión tomada de irse”.

Critica también la pérdida de soberanía derivada de la falta de un plan industrial, del que responsabiliza a la Xunta y a los gobiernos estatales de PP y PSOE: “Dejaron en las manos de estas grandes empresas la planificación económica que nos afecta a todas. Ellas hicieron un plan a medio-largo plazo y los gobiernos no. Ha pasado lo mismo con Meirama y As Pontes. En 2013 propuse en el Parlamento elaborar un plan alternativo por si se cerraban las térmicas y tuve grandes ataques solo por mencionarlo. Ahora se ve que los que deciden cerrar no son Endesa, Naturgy… Ellas planifican su futuro mientras que nuestro país no lo hace ni tiene alternativas económicas”.

Y ahora, Alcoa. Sánchez considera que la empresa ha chantajeado a las administraciones con el mantenimiento del empleo a cambio de ayudas, y señala de nuevo a la irresponsabilidad de la Xunta: “¿Cómo puedes decir durante años que Alcoa es estratégica y no actuar para poder decidir sobre eso?”

“Han dejado en las manos de estas grandes empresas la planificación económica de Galiza, que nos afecta a todas (…) Y los gobiernos no tienen soluciones ni alternativas.Deixaron nas mans destas grandes empresas a planificación económica de Galiza, que nos afecta a todas (...) E os gobernos non teñen solucións nin alternativas.

Tal fue la dejadez, que Alcoa afirma que la situación es “insostenible”, que se van, que no hay nada que hacer. El despido de trabajadoras en una zona dependiente de esta empresa capitalista necesita de una solución ya, tomada de prisa. El plan no partirá de una estrategia socioeconómica de futuro para la zona, basada en el interés público y responsable con el medio o con la minería. Los tiempos y las condiciones las marca Alcoa, ante la pasividad de la Xunta, a la que no se le espera.

MÁS ALLÁ DEL DEBATE EMPLEO VS PLANETA

Parece entonces que el camino a seguir está entre lo ambiental y lo laboral: echar a la gente a la calle o seguir deshaciendo el entorno, sea con un comprador o nacionalizando. Asumir cualquiera de las dos es —permítase la licencia— un desastre, por lo que es necesario explorar alternativas. Las soluciones, complejas todas y perfecta ninguna, requieren de una visión a largo plazo.

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Manifestación en Viveiro contra o peche de Alcoa. Andrés Vázquez

Para serafín González es un tema “delicado”:”Hay unos beneficios económicos y laborales en el entorno y unos costes ambientales elevadísimos. Hasta ahora ha primado el futuro económico y no se tuvieron tan en cuenta las repercusiones ambientales, importando bauxita, carbón, generando residuos, emitiendo flúor…”. Para Casal Lodeiro, seguir con la idea de que el aluminio es una industria de futuro no tiene sentido: “La mochila energética del aluminio es de las más altas de todos los materiales industriales modernos. Desde el punto de vista del decrecimiento es uno de los materiales que primero deberíamos sustituir por otros”.

”Hay que elegir qué industrias empezamos a sacrificar, lo que no quiere decir sacrificar los empleos. Hay que buscar otras sustentables, basadas en la riqueza autóctona del país e que no contribuyan a destruir el planeta

De seguir con el aluminio, González recuerda que para no dañar tanto el medio se tendría que aumentar considerablemente los controles ambientales, por lo que no sería tan rentable: “Esto generará un mayor coste económico y hay algo que aprender como ciudadanos: no hay trampa más tonta que hacerse trampas jugando al solitario”.

Casal Lodeiro cree que es hora de abrir ciertos debates: “Hay que elegir que industrias empezamos a sacrificar, lo que no quiere decir sacrificar los empleos. Hay que buscar industrias sostenibles, basadas en la riqueza autóctona del país y que no contribuyan a destruir el planeta, sino todo lo contrario: a restaurarlo y a aumentar nuestra capacidad de resistencia a pandemia, como ha sido el caso”.

Lodeiro tiene claro que ninguna alternativa, en términos económicos, va a ser tan rentable como la basada en combustibles fósiles. Y ahí entra de nuevo el decrecimiento y en consecuencia, la ruptura con el capitalismo. Pero con los posicionamientos y ritmos políticos y mediáticos actuales no es sencillo defenderlo y cuestionar, al fin y al cabo, el crecimiento económico perpetuo.

Para el autor decrecentista, los grandes partidos de la izquierda no se están atreviendo a hacerlo porque sufren de “pánico escénico”, y señala su incoherencia: “Hablan de descarbonización y al mismo tiempo quieren sostener sea como sea a las industrias con más huella de carbón. No se sostiene. Es un discurso asentado y los medios de comunicación mayoritarios no lo critican”. También señala razones culturales: “En el fondo está tan arraigado en nosotros a nivel cultural este consumismo, que es casi una religión”.

Voces divergentes en la política, sensibles al decrecimiento

Patricia Grela de Anticapitalistas explica que, en un primer momento querían “exponer la necesidad de nacionalización con participación obrera, pero no queríamos simplificar la solución. Ahí entra la transición ecosocial”. Argumenta Grela que “Alcoa representa el ejemplo de la ausencia de transición ecológica porque es totalmente insostenible energéticamente”. Desde esta formación tienen claro que también el escenario del trabajo va a cambiar: “Tenemos que tender a decrecer en términos productivos y la transición ecosocial formula esto”. Desde EQUO Galicia, Alberto Prieto en un artículo para O Salto señalaba que sería más “conveniente” invertir teniendo en cuenta la crisis climática, y menciona la necesidad de apostar por la industria agoralimentaria o la generación de energía eólica.

Antón Sánchez cree que hay que empezar por estudiar la viabilidad de la producción de aluminio primario: “Las condiciones que buscan las multinacionales para producir aluminio es energía y materia prima barata, como en Arabia Saudí o Islandia, y eso ya seguramente no lo pueda ofrecer Galiza”. En todo caso Sánchez tiene claro que no hay solución que no pase por la intervención pública, recuperar el control y hacer un plan a medio-largo plazo, pero aclara: “No para socializar pérdidas, sino para construir una alternativa más sólida. El público estuvo para socializar las pérdidas, subvencionar la luz, asumir los pasivos ambientales, para hacerle infraestructuras a Alcoa, de transporte, gasísticas, etc. Se le pagó todo”.

Todas las fuentes coinciden en la necesidad de una intervención pública/nacionalización, pero no para socializar pérdidas, sino para tener el control y apostar por sectores endógenos de Galiza a través de distintas fórmulas

Casal Lodeiro cuestiona hablar de nacionalización solo cuando se trata de “empresas capitalistas inviables” y apuesta por medidas más a largo plazo. “Una vez que aceptemos que hay industrias que ni se puede ni conviene salvar, habría que ver hasta que punto las podemos reducir. ¿Cuánto aluminio necesita el país? ¿Nos compensa fabricarlo a nosotros trayendo la bauxita de fuera, con fósil?. ¿De qué tamaño?. Está claro que va a ser con menos trabajadores. ¿Qué hacemos con el resto?. ¿Hay que asegurarles un empleo?. Me parece perfecto, es una función básica del Estado”. Señala entonces diferentes opciones: una más socialista con empresas públicas o otra más asentada en el capitalismo basada en ayudas públicas: “ Podemos empezar por generar empleos o subsidiar actividades importantes. ¿Por qué no hacer como en Suiza, donde se subsidia a los agricultores ecológicos independientemente de lo que produzcan?. Simplemente por el hecho de cuidar el ecosistema”.

Patricia Grela apoya una nacionalización siempre que vaya unida a un plan que vaya más allá: “Hay que hacer una planificación democrática con vías a producir menos, hacer una transición energética y recuperar sectores indispensables para la vida”. Menciona Grela a la agricultura ecológica, la ganadería extensiva, el mar o lo forestal, pero tiene claro que con eso no llega: “En una primera fase es inevitable contar con una industria dedicada a la fabricación de bienes socialmente útiles. ¿Por qué no poner esta industria contaminante que puede ser reconvertida como centro de ese desafío?”.

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Manifestación contra o peche de Alcoa en Viveiro á que acudiron 20.000 persoas. Andrés Vázquez

Antón Sánchez dice que es “fundamental” tener una política industrial propia gallega para diversificar la economía: “Si en los años 70 tuviese capacidad de decidir, seguramente todos los recursos que se apostaron por estas industrias se habrían destinado al naval, a la industria agroalimentaria… otro tipo de sectores donde como país teníamos más potencial, más empleo y hubiesen generado más economía a su alrededor. Pero claro, ahora estamos como estamos”. En este sentido, conviene recordar también el estudio de 2016 del ingeniero, doctor en economía y ex parlamentario del PSG-EG Xan López Facal: Galicia, a perspectiva internacional,donde concluía que el alumio trajo una “escasa influencia” en la entrada de nuevo capital en la comarca y que la empresa solo tenía interés en el emplazamiento de San Cibrao cuando le beneficiaba por el precio de la factura eléctrica.

Antón Sánchez: ”Si en los años 70 tuviésemos capacidad de decidir, seguramente todos los recursos que se apostaron por estas industrias se hubiesen destinado al naval, a la industria agroalimentaria…

”Los primeros empresarios de electricidad en las aldeas eran los molineros”, recuerda Casal Lodeiro, haciendo referencia a una descentralización de la producción de energía. “Tenemos que volver a eso, porque así estaría en manos de cada comunidad aprovechar lo que tuviese. Pero no centralizar en grandes parques toda la producción, porque eso es lo que le conviene a los monopolios”. Recuerda Lodeiro como se formó el actual oligopolio eléctrico, desde la concentración de pequeñas empresas absorvidas por estatales y después privatizadas. “Todo eso habría que desmontarlo; si puede ser paso a paso, primero nacionalizar las grandes empresas de electricidad, renovables, etc (…) y liberalizar eso en el sentido de entregárselo a las comunidades, no de entregárselo al Capital. Socializar de alguna manera, ‘desestatalizarlo’ cómo están haciendo las cooperativas de energía renovable”. Y concluye: “Ese sí que sería un futuro renovable”.

En lo que todas coinciden es en cuestionar una industria tan destructiva con el medio y en la necesidad de una respuesta de futuro para los trabajadores. En el caso de Alcoa San Cibrao, las condiciones las pusieron desde un despacho de Estados Unidos, que se quiere marchar para lucrarse en otro lugar, dejando pasivos ambientales y una comarca deprimida. Las administraciones gallegas y estatales no arreglaron el problema cuando pudieron, sin alternativa para las trabajadoras de Meirama, As Pontes o la comarca de A Mariña. No han sabido hacerlo, o dejaron pasar el problema como si no fuese con ellos. Ignorancia o cobardía, que cada cual valore.

A corto plazo no habrá solución fácil, y para no repetir errores es necesario tener un debate real y en profundidad, más allá de eslóganes políticos y hashtags con los que conseguir votos. Esto es, empezar a tomar decisiones en función del interés colectivo, de Galiza y del planeta.

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