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Fronteras
Con el Baobab de Roma se abre una nueva temporada de desalojos
Policía étnica. Furgones blindados y excavadoras en el campamento donde dormían 130 migrantes, ahora abandonados a su suerte en las calles de Roma. Salvini: “Hay que acabar con las zonas francas”.
Tras haber demolido la última chabola, la excavadora sube de nuevo al camión que la ha traído hasta este descampado de cemento, justo detrás de la estación de Tiburtina, en Roma. Se trata de una bobcat, una excavadora blanca y no demasiado grande, muy distinta de las enormes máquinas que Matteo Salvini exhibía con orgullo en sus camisetas antes de convertirse en ministro del Interior —con las que expresaba su pretensión de acabar con cualquier tipo de poblado chabolista “en nombre del orden y la seguridad”, N. del T.—.
Pero ya se sabe, a veces lo que cuenta son los símbolos y la excavadora del pasado martes despertó bruscamente a los migrantes que dormían en el campamento organizado por los voluntarios de la Baobab Experience está destinada a convertirse en símbolo de la temporada de desalojos que se acaba de inaugurar en Roma. No es una coincidencia que, cuando la operación de desalojo aún no había finalizado y 130 migrantes estaban siendo transportados en dos autobuses a la Oficina de Extranjería, el ministro se regocijase anunciando la inminencia de otros 27 desalojos de edificios esparcidos por toda la capital: “No toleraremos más zonas francas, sin Estado ni legalidad. Lo hemos prometido, y lo estamos haciendo”, escribía en Twitter.
Resulta evidente que en el Viminale y en el Campidoglio —sedes del Consejo de Ministros y del Ayuntamiento de Roma, respectivamente— les gusta jugar fácil. La policía se presentó en el pequeño campamento del Baobab a primera hora de la mañana del 13 de noviembre con furgones blindados para escoltar a los trabajadores municipales de la limpieza y cortar las salidas del descampado. Pero todos, empezando por los propios agentes, sabían que la exhibición de fuerza era innecesaria. Contando esta última, son ya 22 veces las que las tiendas del Baobab han sido desmanteladas, y nunca ha habido un gesto de resistencia por parte de nadie. Esta vez no fue diferente.
“Nos esperábamos el desalojo. Desde hace días, el Ayuntamiento ha empezado un censo de migrantes, y por eso sabíamos que antes o después habría ocurrido, aunque no creíamos que ocurriese tan pronto”, cuenta Roberto, uno de los voluntarios. Una vez derribadas las pocas tiendas aún en pie, la policía ha dejado unos minutos para desmontarlas y recuperar los efectos personales de los migrantes y de una familia italiana que había encontrado refugio en el campamento.
Desde que el primer núcleo de voluntarios empezara a reunirse en el homónimo excentro de acogida de Vía Cupa, un callejón largo y estrecho a pocos metros de la estación de Tiburtina, han sido más de 60.000 los migrantes que han encontrado asistencia en lo que pasaría rápidamente a conocerse como 'el Baobab'. Al principio llegaron sobre todo eritreos, 'de paso', que tras haber desembarcado en el sur de la Península, cruzaban Roma en su camino hacia el Norte, con el único objetivo de llegar a Alemania o a Suecia.
Más tarde llegarían muchos otros, procedentes en su mayoría de distintos países africanos, pero no solo: Gambia, Túnez, Marruecos, Etiopía, Somalia, Argelia, Afganistán, Irak y Pakistán, este último país natal de los que se dormían hasta ayer en el campamento. Todos han encontrado en el Baobab un plato caliente y un sitio donde dormir, han podido obtener asistencia legal, además de ropa, que han donado, junto con toneladas de víveres, cientos de romanos en una exultante prueba de solidaridad. Diga lo que diga el ministro Salvini, en los últimos años se ha visto más Estado entre esas tiendas que en muchos otros lugares.
El miércoles 14 por la noche, personal del Ayuntamiento todavía esperaba delante de la Oficina de Extranjería de la policía la salida de los últimos 60 migrantes, de los 130 que habían sido detenidos por la mañana, contra los cuales no se ha tomado ningún tipo de medida legal. Son todos hombres, porque mujeres y niños hace ya tiempo que encontraron lugares mejores en los cuales repararse del frío y la lluvia.
En los últimos días, 15 migrantes, los más vulnerables, han encontrado espacio en centros de Cáritas o en estructuras ofrecidas por el Ayuntamiento para la emergencia por frío. Otros 60 han sido colocados en tres centros de acogida gestionados por el Ayuntamiento. “Hemos solicitado a la Delegación del Gobierno poder acceder también a las camas de los Centros de Acogida Extraordinaria, pero nos han contestado que alojan solo a quienes han presentado una solicitud de asilo en Roma”, explican fuentes municipales.
La consecuencia del desalojo del Baobab será que más de cien migrantes que hasta ahora convivían en un espacio común tendrán que diseminarse por las calles cercanas a la estación de Tiburtina. “Esta noche repartiremos mantas y mañana por la mañana intentaremos organizar un desayuno para todos”, cuenta Roberto. “Lo que ha sucedido hoy es un paso atrás para la ciudad”, comenta Andrea Costa, coordinador de Baobab Experience. “Las cuestiones sociales en Roma se resuelven así: con policía y excavadoras. El Ayuntamiento del Movimiento 5 Estrellas —cuya candidata, Virginia Raggi, ganó las elecciones en 2016— no es distinto de los anteriores, ni tampoco de la Lega. Y que un ministro exprese su alegría porque esta noche más personas vayan a dormir en la calle es algo que me hace avergonzarme de ser italiano”.