Opinión
Pagar o no poder estudiar
La adolescencia es un periodo muy convulso en el que de pronto se te plantean grandes decisiones como, por ejemplo, qué vas a estudiar. Como muchos otros jóvenes, yo no tenía ni idea de qué quería hacer con mi vida. Así que me mantuve en Bachillerato tras terminar la ESO pese a que desde el profesorado se nos repetía que la Formación Profesional era una opción tan interesante como el Bachillerato, y nos animaban a, por lo menos, planteárnoslo.
Tras mi paso fallido por el Bachillerato la opción más viable era cursar una FP. En mi caso, un grado medio. Tuve suerte de encontrar una familia profesional en la que realmente me interesaba introducirme que era la del mundo audiovisual. Una vez decidido esto es cuando la cosa empezó a complicarse, ya que las plazas públicas para este grado en concreto eran escasas. Pasó el periodo de inscripción y no había lugar para mí, lo cual fue un mazazo para mi núcleo familiar ya que podemos permitirnos la privada a duras penas y teniendo que apretarnos el cinturón al menos por un par de años. Es bien sabido que en nuestro país, y más concretamente en la Comunidad de Madrid, existe una demanda muy superior a la oferta en cuanto a Formación Profesional se refiere: en el curso 2022-2023, 8.892 jóvenes nos quedamos fuera del grado medio al que habíamos optado. Un 45% de quienes nos presentamos.
Mi exclusión del sistema público, cortesía de Ayuso, vino con unos cuantos problemas de la mano. Después de todo, el sector privado no deja de ser un negocio, y uno además en el que el objetivo es sacar la mayor cantidad de beneficio, no ofrecer la mejor educación. Por eso tenemos precios totalmente prohibitivos por un servicio que, al menos en mi experiencia concreta no vale lo que cuesta. Son precios que se pueden permitir porque no tenemos ninguna otra alternativa. Es pagar o no poder estudiar.
Confieso que personalmente estoy muy contento con lo que estoy estudiando, es la primera vez en toda mi vida estudiantil que siento verdadero entusiasmo por lo que estoy haciendo. Sin embargo, las condiciones no son las ideales, por esta centralidad del negocio de la que hablaba, un negocio recientemente adquirido por un fondo de inversión. Así, nada más empezar el curso, nos encontramos con un reajuste de personal, un ERE que afectaba a la gran mayoría de mis profesores. Hubo cambios en la plantilla, ausencias que se tardaron en cubrir, así de entrada, nada más empezar el curso. Nos prometieron que las clases perdidas se recuperarían, pero las fechas que propusieron para ello eran tras la finalización del año lectivo, es decir una vez ya acabado el curso. He aquí la que fue mi primera impresión de la Formación Profesional privada.
Tras esto, las cosas volvieron más o menos a la normalidad. El curso mejoró teniendo profesores fijos, aunque el equipo, fundamental para este tipo de formación, a veces funciona bien, a veces funciona un poco y a veces no funciona nada, sin que parezca que haya un seguimiento de estas cuestiones técnicas. Teniendo en cuenta que cada uno de los cursos cuesta 5.400 euros, estas vicisitudes generan un grado altísimo de impotencia. De hecho me planteé intentar optar a una plaza pública para el segundo año. Pero de nuevo, otra opción inexistente: en mi escuela hay que reservar la plaza en un plazo previo al de las inscripciones públicas de grado medio. Se trata de que te comprometas a hacer el pago del curso entero. Optar a una plaza pública en este caso, sería jugarme la continuidad de mis estudios. Un juego con otra trampa, o extorsión, que es como yo prefiero llamarlo.
Resulta que abonar la reserva no solo sirve para asegurarse la plaza, sino que, si no se acepta adelantar este dinero, se actualiza el precio del curso, incrementándose. Para que se me entienda: si para el segundo año el importe de la matrícula sube, tendrías el “privilegio” de pagar los precios del año anterior. No está mal como amenaza, si no pagas reserva, quizás te quedes sin plaza, quizás tengas que pagar más de lo que ahora crees. Tú verás.
Mi conclusión después de todo esto, es que las instituciones públicas permiten mediante la inacción que se haga negocio con algo tan importante como la educación y el futuro de sus jóvenes. Ya no solo por la escasez de plazas públicas sino porque tampoco existe una regulación en cuanto a los precios de los cursos de las privadas. Y es una pena, porque como usuario de la Formación Profesional creo que es una alternativa muy interesante a nivel educativo que a mucha gente como a mí le va mejor que el bachillerato o que un grado universitario, porque enfoca la enseñanza desde otro punto de vista más práctico, en el que enseguida ves las aplicaciones de lo que estás aprendiendo, en el que se te prepara mucho mejor para el mundo laboral. Lamentablemente, debido a este abandono, muchos jóvenes se están quedando sin siquiera la opción de intentarlo.
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