“Me duele cuando Federici dice que puede ser peor la explotación del cerebro que la del cuerpo”

Ana de Miguel, Beatriz Gimeno y Graciela Atencio, feministas abolicionistas, explican su postura ante la iniciativa de crear un sindicato de trabajadoras sexuales, que ayer frenó la Audiencia Nacional. El acceso a los cuerpos de las mujeres es un privilegio patriarcal que debe ser eliminado en cualquier horizonte igualitario, aseguran.

El Consejo General del Poder Judicial informó ayer de que los magistrados de la Audiencia Nacional han decidido declarar la nulidad de los Estatutos del Sindicato Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS) al considerar inadmisible que el ámbito funcional de actuación de un sindicato comprenda actividades que, por su naturaleza, no pueden ser objeto de un contrato de trabajo válido como es la prostitución por cuenta ajena, argumentan. Los magistrados responden así a las demandas presentadas por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres y la Plataforma 8 de Marzo de Sevilla, ambas posicionadas en el abolicionismo del trabajo sexual, que defiende que la prostitución no puede ser considerada como un trabajo y aboga por abolirla. Una postura que comparten la diputada regional Beatriz Gimeno, la filósofa Ana de Miguel y la directora de Feminicidio.net, Graciela Atencio.

“El problema de OTRAS es que, al constituirse como sindicato, de manera indirecta reconocerlo supondría reconocer también a la patronal, porque un sindicato solo puede existir en tanto que exista una patronal”, reflexiona Beatriz Gimeno, feminista abolicionista y diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, que esgrime el mismo argumento que la Audiencia Nacional cuando apunta que legalizar OTRAS “supondría dar carácter laboral a una relación contractual con objeto ilícito y admitir que el proxenetismo”. De ahí que OTRAS haya puesto al alerta al Gobierno y al feminismo abolicionista, pese a existir ya iniciativas de trabajadoras sexuales en sindicatos, como la sección sindical de la Intersidical en Catalunya.

Gimeno advierte que “este es el camino que ha elegido en otros países las patronales del sexo: formar falsos sindicatos de prostitutas que de manera indirecta consiguen que se normalice y se reconozca a la patronal; a nosotras nos parece perverso”. Según Gimeno, el abolicionismo no persigue a las mujeres que ejercen la prostitución sino que pretende señalar el camino hacia la abolición de la misma. Un camino que incluiría medidas sociales, legislativas, educativas, laborales y sanitarias, enumera. Por lo demás, dice Gimeno, “pueden asociarse, como están haciendo, y organizarse en secciones sindicales, como están haciendo, y no lo tenemos ni que juzgar”. 

“¿Te refieres a razones personales, históricas, políticas, filosóficas?”, responde Ana de Miguel a la pregunta de cuáles son sus razones para ser abolicionista. De Miguel tiene de todas. Entre las razones personales, señala como punto de inflexión el hartazgo que le llevó a escribir una carta a El País en 2004 después de ver día a día varias páginas de anuncios de prostitución. “Me da igual si luego tenían 28 u 82 —dice—, el periódico que leía desde los quince años y que recomendaba a mis alumnos tenía todos los días varias páginas de anuncios de prostitución y muchas de las mujeres parecían niñas”. Así comenzó un trabajo de investigación que en 2012 cristaliza con la publicación del artículo La prostitución de mujeres, una escuela de desigualdad humana y luego el libro Neoliberalismo, el mito de la libre elección (Cátedra, 2015). 

Su camino, sin embargo, venía de más atrás: “Hice la tesina sobre feminismo y marxismo y estudié a Kolontai... todas las marxistas eran abolicionistas. También Flora Tristán, la República española, John Stuart Mill… todos los autores que había trabajado tenían argumentos muy interesantes sobre por qué estaban en contra de la prostitución en el siglo XIX y en el XX, pero no me había detenido a estudiarlo”. 

“Nunca me entraron ni por la inteligencia ni por el corazón las películas que me vendían que la prostitución fuera maravillosa”, explica. Sobre por qué OTRAS ha elevado el tono de un debate siempre doloroso y complicado entre feministas, De Miguel añade algunas claves a los argumentos de Beatriz Gimeno: “Las abolicionistas hemos hecho un esfuerzo en los últimos años por argumentar, difundir, pensar… y por tanto hay muchas más personas que han comenzado a ver con otros ojos lo que alguien llamaría la visión hegemónica de la prostitución, que es la de Pretty Woman”. 

Un privilegio patriarcal

Graciela Atencio, periodista responsable de Feminicidio.net —web de referencia en la investigación sobre violencias machistas—, explica que su postura está directamente relacionada con su trabajo de investigación de los feminicidios. “Hay un vínculo entre feminicidio y prostitución debido a que la prostituta en el patriarcado es el cuerpo más desechable de las mujeres”, justifica. “En la era del neoliberalismo, la prostitución se ha convertido no solo en una industria, sino en el último privilegio que los hombres aspiran a seguir teniendo sobre las mujeres”, argumenta.

Además, según Atencio, en España la prostitución forma parte de la foto de país de destino turístico que ofrece algo más que sol y playa. “Si España es uno de los principales destinos del mundo de destino turístico, evidentemente el turismo sexual forma parte de la industria del turismo”, razona. “En ese contexto, ¿no sería ideal que blanqueáramos al lobby proxeneta creando un modelo en el que las mujeres pobres y sin igualdad tengan como opción el ejercicio de la prostitución?”, se pregunta.

Sobre la sindicalización de las trabajadoras sexuales, que apoyaron reconocidas feministas en el manifiesto Nunca sin nosotrascree, como Gimeno, que la experiencia en otros países hace pensar que estos sindicatos acaban funcionando como “agencias de colocación de prostitutas para blanquear una actividad supuestamente empresarial”, como ha ocurrido en Gran Bretaña, Holanda, Suiza, Argentina o México. “En el debate de la prostitución se confunde a la prostituta con el sistema prostitucional, y en los debates en los medios, incluido El Salto, ves discusiones entre mujeres que están a favor o en contra de legalizar el sindicato cuando hay dos cuestiones invisibles que son fundamentales: los puteros, hombres que quieren preservar el derecho a acceder al cuerpo de las mujeres, y los supuestos empresarios de la prostitución, que para nosotras son proxenetas porque quien se lucra con el cuerpo de las mujeres son proxenetas”.

¿La prostitución se combate o se debate?

Ante la consigna de parte del feminismo abolicionista, que declara que “la prostitución se combate y no se debate”, Gimeno, De Miguel y Atencio enmiendan: sí, claro que se debate. Para Gimeno, esa máxima tiene que ver con un cierto cansancio “porque llevamos 50 años con este debate, que además es un debate viciado”. “Yo no digo nunca que las regulacionistas son proxenetas o que las financia el lobby proxeneta, porque no lo creo, pero sí creo que hay una parte del otro lado que está pagada porque si no, ¿dónde están los empresarios?”, dice.

“Hay gente que es regulacionista de buena fe, pensando que el regulacionismo mejoraría la vida de las mujeres, y hay que explicar quien esto no es así”, dice Gimeno, que pasó por el regulacionismo antes de pasar a formar parte de las voces del abolicionismo: “Otra cosa es que parte del movimiento prefiera tener una actitud de combate: lo puedo entender, pero yo soy una teórica y voy a debatir siempre”. 

¿Y no pone el abolicionismo en duda a las mujeres que aseguran ejercer la prostitución por voluntad propia? ¿Qué le dice una feminista abolicionistas a una mujer que dice que es trabajadora sexual por elección? “No le dice nada, es una opción que el patriarcado prepara para nosotras, por tanto mientras exista el patriarcado siempre existirá la opción. No tengo nada en contra de que las mujeres lo hagan sino de un sistema que necesita fabricar putas y empobrecer a las mujeres para que se dediquen a eso”, dice Gimeno.

“El ‘no se debate’ lo interpreto como un eslogan, pero por supuesto que podemos y debemos seguir debatiendo”, dice De Miguel, que añade que a ella sí le han pedido que se autocensure para evitar hablar de prostitución. “A mí eso ni se me ocurriría, tengo alumnos que no piensan como yo y han sacado sobresaliente cuando yo he coordinado su trabajo fin de máster”.

“No es que no queramos debatir, es que queremos debatir cómo evitar que esas mujeres caigan en esa situación”, dice Atencio. “El principal problema de la prostitución, como institución del neoliberalismo, es que las mujeres que se prostituyen lo hacen por necesidad; en ese sentido vuestro artículo Al debate de la prostitución le falta la renta básica me pareció muy potente porque es verdad: a la mayoría de esas mujeres, si les dieran opciones, obviamente no se prostituirían”.

En este debate, dice Ana De Miguel, “nos jugamos el concepto de lo que es un ser humano y de lo que como pueblo vamos a tolerar que se pueda hacer con unos seres humanos legítimamente por dinero”. “El consentimiento es que ni me lo planteo, en un planeta tan absolutamente desigual yo puedo encontrar a un ser humano que haga cualquier cosa, todo lo que yo quiero”.

“Lo que más me duele de cuando no podemos ni sentarnos a debatir sobre prostitución es cuando yo siento, y es una percepción individual y subjetiva, que desde el otro lado no se está empatizando con la posición de una mujer que ha sufrido violencia extrema”, dice Graciela Atencio. “Me duele cuando Silvia Federici dice que puede ser peor la explotación del cerebro que del cuerpo”, dice en referencia a la entrevista a la historiadora feminista Silvia Federici en Ctxt. “¿Cómo le dices eso a una mujer que ha pasado años como víctima de trata o prostituída por voluntad propia como parte del sistema prostitucional y ha vivido la experiencia terrible de tener que ser penetrada por hombres por la boca, por la vagina y por el ano. ¿Es eso comparable con la explotación intelectual? A mí me parece que no”. 

De momento, la decisión de la Audiencia Nacional frena el sindicato promovido por Conxa Borrel y Aprosex. Pero no contiene las diferencias entre sectores feministas ¿irreconciliables?

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