Jodi Dean: “Sin organización, los movimientos surgen y desaparecen como setas”

La politóloga e historiadora Jodi Dean ha estado en Barcelona para reivindicar el poder de las organizaciones políticas y de la camaradería. En la actualidad trabaja sobre el neofeudalismo y la reconfiguración de la clase trabajadora.
Jodi Dean - 1
Victor Serri Jodi Dean es autora de, entre otros, Multitudes y Partido, que analiza movimientos como los de Plaza Syntagma, el 15M u Ocuppy Wall Street.
17 jul 2025 04:49

Jodi Dean (Nueva York, 1962) es una de las voces más influyentes del marxismo contemporáneo y una referente en el pensamiento crítico internacional. Profesora de Ciencias Políticas en Hobart and William Smith Colleges y autora de obras clave como Camarada (Verso, 2025) y Multitudes y partido (Katakrak, 2017), Dean visitó Barcelona en julio para participar en la Universitat Progressista d’Estiu de Catalunya (UPEC). Conversamos con ella sobre la situación política en Estados Unidos, la centralidad de la figura del camarada, el auge del neofeudalismo y los desafíos de la izquierda ante la ofensiva reaccionaria global.

Antes de empezar, el año pasado fuiste desacreditada públicamente por tu universidad tras mostrar solidaridad con Palestina. ¿Cuál es la situación actual del caso?
El año pasado fui suspendida de mi puesto tras la publicación de un artículo en el blog de Verso; me bloquearon el acceso al aula y fui investigada durante varios meses. Además, el rector de mi universidad me condenó públicamente, enviando una carta de condena a cada estudiante, empleado, profesor, padre y exalumno, es decir, miles de personas, declarando que lo que escribí era repugnante. Es terrible. Normalmente, los empleadores en EEUU dicen que todo es un asunto privado, pero claramente esto no lo fue. Al final, gané: no pudieron despedirme, pero tuve que contar con un abogado pro bono que hizo un trabajo increíble. Hubo varias peticiones y cartas de apoyo de exalumnos, estudiantes y otros académicos. Fue una auténtica lucha. ¿Qué gané? No pudieron despedirme, así que mantuve mi seguro médico, pero ahora trabajo en un lugar donde he sido condenada públicamente.

Nos encontramos en Barcelona para presentar tu libro Camarada: Ensayo sobre la pertenencia. ¿Por qué consideras que la figura del camarada es central para repensar la pertenencia política en la izquierda?
Es importante porque el concepto de camarada nos obliga a pensar en nuestra relación con los demás. A veces, cuando nos llamamos militantes, parece que queramos destacar como los más de izquierdas de la sala. Y si pensamos en la política de forma individualista, nos preocupamos por nuestro cansancio o por si podemos encajar la acción en nuestro día a día, etc. Pero como camaradas, pensamos en qué hacemos juntos para fortalecer nuestra organización y nuestra lucha. La camaradería implica expectativas mutuas, y eso es lo que debemos priorizar al construir grupos.

La camaradería no es una política liberal que incluya a todos, sino una política militante de lucha contra los enemigos, sean fascistas, capitalistas o etnicistas

¿Cuáles son las principales diferencias que estableces en el libro entre la relación de camaradería y el concepto de aliado en los movimientos sociales actuales?
Los aliados tienden a ver las luchas como propiedad, como si un grupo fuera dueño de una causa. Por ejemplo, como mujer, podría pensar que la lucha feminista me pertenece y que puedo decir a los demás qué hacer, pero eso es absurdo. Ninguna lucha pertenece a un solo grupo. Como camaradas, luchamos colectivamente contra la opresión y todos aportamos algo. No debemos tener una visión individualista o propietaria sobre las luchas. El concepto de aliado tiende a fragmentar las luchas en vez de unirlas.

En tu libro argumentas que cualquiera, pero no todo el mundo, puede ser camarada. ¿Podrías explicar esta idea?
En el libro uso una escena de la película Ninotchka de Ernst Lubitsch, donde unos funcionarios rusos esperan en una estación de tren a un camarada que no conocen. Ven a alguien que parece un camarada, pero hace un saludo nazi y se dan cuenta de que no es él. La idea es que, aunque cualquiera puede ser camarada, no todos lo son: hay enemigos. La camaradería no es una política liberal que incluya a todos, sino una política militante de lucha contra los enemigos, sean fascistas, capitalistas o etnicistas. Podemos acoger a quien comparta nuestra política, pero no la cambiamos solo para ser inclusivos. En los últimos 30 o 40 años, el giro liberal intentó convencer a la izquierda de que debía ser siempre accesible a todos, pero no, hay personas a las que no queremos incluir.

¿Cómo responde tu teoría del camarada a las críticas que asocian el término con prácticas autoritarias o excluyentes del siglo XX, como el estalinismo?
Engels decía que lo más autoritario que existe es una revolución. Hay que dejar atrás algunas de estas críticas. La exclusividad, como mencioné antes, no es necesariamente un problema si se trata de construir confianza y militancia, y de asegurarse de que quienes están en la organización harán el trabajo necesario. ¿Significa esto que hay que hacer una asamblea masiva para cada decisión? No, eso sería ineficaz. Sobre el autoritarismo, podemos aprender de las experiencias del siglo XX para mejorar nuestras organizaciones. Se puede tener liderazgo responsable sin que una organización estricta sea siempre negativa. Hay que aprender, y creo que lo estamos haciendo.

Como dijo el Che Guevara: ser revolucionario a veces es duro, pero miramos al futuro con alegría impaciente, deseando que la revolución y el futuro igualitario lleguen cuanto antes

En el libro hablas del papel de la disciplina, la alegría y el entusiasmo. ¿Qué papel juegan en la construcción de la camaradería?
La disciplina es absolutamente necesaria para la camaradería. Esa es otra diferencia con los aliados: no se puede esperar mucho de un aliado, pero a un camarada le puedes pedir algo y lo hará. Esa disciplina nos da alegría porque logramos más de lo que creíamos posible. Además, los camaradas aportan entusiasmo al trabajo, incluso en tareas simples como preparar una sala. Si construyes algo juntos, la combinación de disciplina, entusiasmo y alegría también genera coraje. He visto jóvenes camaradas que, gracias al apoyo del grupo, han superado su ansiedad y han hecho cosas que nunca imaginaron.

En tu conferencia de hoy nos has hablado de la “camaradería alegre”. ¿Podrías explicar este concepto?
Lo relaciono con algo que dijo el Che Guevara: ser revolucionario a veces es duro, duermes mal, los caminos son terribles, pero miramos al futuro con alegría impaciente, deseando que la revolución y el futuro igualitario lleguen cuanto antes. Creo que la izquierda debe recuperar y ampliar esa alegría, especialmente frente al colapsismo y el pesimismo actuales. Debemos decir: no, camaradas, juntos podemos hacer más y mejor.

¿Cómo puede la figura del camarada ayudar a superar las fragmentaciones basadas en la identidad que afectan a la izquierda actual?
Esto está relacionado con que cualquiera puede ser camarada. El camarada no está anclado en una identidad particular; es un espacio para todas las identidades. A través de la camaradería, me libero de mi especificidad. No tengo que hablar solo como mujer o ser la cuota femenina en un panel. Como camaradas, somos iguales y formamos parte de una lucha mayor.

En estos tiempos de división en la izquierda, hay espacios donde camaradas de diferentes partidos se reúnen colectivamente. ¿Son aliados o camaradas?
Es una pregunta difícil. Quizá podemos pensarlo en términos de círculos concéntricos: alguien de mi partido es sin duda mi camarada. Gente en la periferia, fuera del partido, pueden ser camaradas, pero no siempre sabes cuánto puedes confiar en ellos o qué expectativas comparten. Hay ambigüedad, como en la familia: ¿es solo la familia nuclear, los primos, los terceros primos? No hay que obsesionarse con si los camaradas solo están en tu partido; a veces también están en otros partidos.

¿Qué desafíos ves para reconstruir formas de organización política que recuperen la fuerza de la camaradería en el contexto global actual?
Veo dos grandes problemas. El primero es que, aunque la gente esté de acuerdo con todo lo que digo, preguntan: ¿a qué partido debo unirme? Eso no lo puede responder ningún libro o manual teórico; depende de los partidos existentes y de que estos sean atractivos y abiertos a la militancia. El segundo problema es la cultura de lo inmediato y el individualismo: la gente quiere soluciones rápidas y poco esfuerzo. Pero creo que eso está cambiando, porque los problemas son tan graves que si no luchamos, la sociedad se desmoronará. La gente reconoce la necesidad, pero la pregunta es: ¿a qué organización unirse?

No olvidemos que la forma partido no está obsoleta ni es inadecuada; simplemente, tras 40 años de neoliberalismo, la izquierda ha debilitado sus partidos

A veces, desde la izquierda autónoma, se critica la forma leninista porque necesitamos respuestas más rápidas ante la emergencia climática. ¿Qué responderías?
Creo que esa suposición es errónea. Sin organización, no hay memoria institucional ni lazos generacionales ni formación de nuevos miembros. Los movimientos surgen y desaparecen como setas. Un grupo de individuos tiene que decidir siempre qué hacer, pero no tienen una base para aprender y continuar. La continuidad del partido es crucial, y la izquierda autónoma no puede ofrecerla porque la gente entra y sale rápidamente. Además, siempre recuerdo que la organización política más fuerte del mundo es el Partido Comunista de China. No olvidemos que la forma partido no está obsoleta ni es inadecuada; simplemente, tras 40 años de neoliberalismo, la izquierda ha debilitado sus partidos.

Tu último libro trata sobre el tecno-feudalismo. Para muchos de nosotros ese concepto suena extraño, ya que se entiende que no ha habido un cambio en el modo de producción capitalista. ¿Cuáles son las ideas que planteas?
La mayoría de los trabajadores en Europa y en los países desarrollados están en el sector servicios. Sin embargo, mucha de la teoría socialista y marxista sigue actuando como si todos fuéramos obreros industriales. Los servicios son un sector estancado. Si reconocemos esto como causa de la caída de la tasa de ganancia y vemos la creciente desigualdad con los “señores de los activos” o “tecnolords”, no estamos ante la vieja estructura de burguesía y proletariado, sino ante nuevos señores y nuevos siervos: una especie de neofeudalismo. Mi contribución al debate sobre el tecno-feudalismo es que, a diferencia de Yanis Varoufakis, no me centro solo en la tecnología, sino en lo que hace la mayoría de los trabajadores. Los servicios, en su mayoría, no son productivos en términos marxistas, no generan valor. Debemos reflexionar sobre ello.


Pero esto parece similar a los argumentos de Negri y Hardt de principios de los 2000, ¿no?
La diferencia es que Hardt y Negri pensaban en los servicios como economía del conocimiento o sector creativo, con la idea de que podríamos prescindir del trabajo material. Era la tesis del trabajo inmaterial. Pero 20 o 30 años después, vemos que el auge de los servicios ha creado una gran subclase precaria, muchos trabajadores informales, y no una multitud creativa y próspera. Cada vez más personas en servicios tienen una posición económica precaria, no ganan lo suficiente para mantener su nivel de vida, y muchos trabajan por debajo del mínimo vital. Uso a Robert Brenner para analizar la redistribución ascendente de la riqueza, lo que es crucial y diferente al enfoque de Hardt y Negri.

Y, en general, ¿cómo ves la situación política después de la victoria de Trump? ¿Está cambiando?
Creo que se está intensificando. Ya era mala para los académicos bajo Biden, y no debemos subestimarlo. Las universidades sometían a profesores y administradores a investigaciones bajo el Título VI, y reprimían duramente cualquier acción de solidaridad con Palestina. El año pasado vimos universidades llamando a la policía contra sus propios estudiantes. Era grave. Con Trump, ha usado toda la fuerza del gobierno federal para atacar la financiación de la investigación universitaria, obligando a las instituciones a modificar sus programas y administración. Además, ha habido detenciones y deportaciones de organizadores estudiantiles. Era malo antes y ahora es peor.

Zhoran Mandani en Nueva York, ha vencido en las elecciones internas del Partido Demócrata. ¿Cuál es tu análisis de esta situación y de la figura de Mandami?
Es excelente. Su política conectó claramente con casi la mayoría de los neoyorquinos en cuestiones como la crisis de la vivienda. Demostró que se puede ser un político solidario con Palestina sin ser acusado de antisemitismo, un argumento que se ha manipulado de manera terrible para bloquear la solidaridad con Palestina. Es muy importante, y la clase financiera está perdiendo la cabeza. Trump incluso lo llamó comunista. Todo Wall Street está en contra, lo que demuestra que algo está haciendo bien.

¿Cuál es el momento político actual en EEUU y qué posibilidades ves para romper la situación?
Hay muchas cosas muy negativas en EEUU ahora mismo. Lo más sorprendente ha sido la capitulación de las instituciones liberales tradicionales: universidades, bufetes, grandes medios, todos cediendo ante las exigencias de Trump y llegando a acuerdos. Trump exige algo, y acceden sin luchar en los tribunales, hacen donaciones, resuelven demandas, las universidades eliminan programas de diversidad, aceptan cláusulas sionistas, cierran estudios de Oriente Medio y África. Esta capitulación demuestra que las instituciones no nos salvarán. Los tribunales han fallado completamente a favor de Trump. Ante esto, la lucha dependerá de la movilización en las calles, de cientos de miles, si no millones, dispuestos a manifestarse. El movimiento 50-50-1 ha movilizado a miles que nunca antes fueron activistas. Hay más apoyo a Palestina que nunca en la historia de EEUU, pero aún no hemos conseguido frenar el envío de armas.

¿Y los disturbios en Los Ángeles? ¿Son una nueva esperanza para el movimiento?
Son ambas cosas. Fue esperanzador ver la movilización, pero también fue impactante la disposición de Trump a llamar a los marines y a la Guardia Nacional, incluso contra la voluntad del alcalde y el gobernador. Todo es una prueba: el movimiento presiona y él responde de forma inesperada. Hubo manifestaciones solidarias en todo el país, pero parece que en las últimas semanas han disminuido. Donde vivo, hay buen movimiento en apoyo a trabajadores sin papeles y contra las deportaciones, pero eso no impedirá que Trump siga haciéndolo, y los tribunales lo apoyan.

Cada día hay una nueva idea disparatada de Trump. ¿Cómo podemos luchar contra esta política tan rápida? Nosotros necesitamos reunirnos, discutir, consensuar, pero ellos hacen política a toda velocidad a través de las redes sociales.
Por eso creo que un partido revolucionario marxista-leninista nacional es importante. Soy miembro del Partido por el Socialismo y la Liberación, y una de las fortalezas de una organización así es tener gente en todo el país. Puede que no seamos enormes, pero hay presencia en todas partes y una línea política clara. Hemos trabajado estrechamente con el movimiento juvenil palestino, apoyando protestas en todo el país durante casi dos años. También tenemos gente en Luisiana, lo que permitió solidarizarnos con Mahmoud Khalil cuando estuvo preso allí, y en Florida. Es difícil para una sola persona responder a todo, pero para eso está el partido.

Pensamiento
“La respuesta a Trump no debe ser volver a la normalidad”
Pensador estadounidense y colaborador de Antonio Negri en algunas de sus mejores páginas, el filósofo Michael Hardt ha seguido dedicando su trabajo a la idea y a las prácticas del común.
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