Explotación laboral
Llamadme XX, XY o como queráis, porque lo importante es que trabajo 12 horas
Qué bien se lo ha montado esta sociedad capitalista, porque tengo tan metido en mi cabeza el eslogan de “querer es poder” que cuando no soy capaz de cumplir con mi trabajo, socializar, aprender y hacer las responsabilidades varias del día a día, me siento culpable y miserable.

En la aventura social que nos hemos montado de “trabaja para lograr el éxito, ser mejor persona y que te beatifiquen por explotación y vivir para el objetivo que más realiza: trabajar” yo trabajo doce horas, más o más.
No tengo dos trabajos, solo uno; uno con horario partido, y además vivo a las afueras, en un barrio obrero o, como se dice ahora, de “clase media baja” de una gran provincia.
Trabajo doce horas, diez en realidad, aunque se alargan cuando hay exceso de trabajo. Al tiempo de trabajo también hay que añadirle el trayecto de ida y vuelta. Vale, puede que le dedique al trabajo más de doce horas.
En mi aventura vital estoy intentando, aún, dar con el placer de trabajar más de doce horas, regresar a casa a las mil para simplemente ducharme, cenar y dormir. Estoy investigando el placer de que mi cerebro aspire cada vez más a ser un encefalograma plano que solo siente alivio con programas de telebasura y con un encierro en casa.
He entrado en el agujero negro de no poder quedar con mis amigas porque estoy más cansada que la bella durmiente, y de no tener fuerzas para poder seguir formándome. ¡Ah! Y, por supuesto, no me puedo olvidar del foso del descuido, de mi descuido.
En serio, qué bien se lo ha montado esta sociedad capitalista, porque tengo tan metido en mi cabeza el eslogan de “querer es poder” que cuando no soy capaz de cumplir con mi trabajo, socializar, aprender y hacer las responsabilidades varias del día a día, me siento tan culpable, miserable, ser humano de medio pelo que no cumple con el estándar de ser humano capaz de vivir en esta sociedad, que la frustración va en aumento.
Además de tener la impresión de que lo que me pasa es un capricho de un ser humano neoliberal, hay gente que está peor que yo, así que me quejo por vicio.
Está muy bien hecho, de verdad, aplaudo, porque con todo eso habéis conseguido que, estando metidos en un hoyo, nos creamos que no somos más que unos caprichosos que nos quejamos por gusto, que siempre hay que pensar que hay alguien que vive en peores condiciones y, así, desaparece cualquier atisbo de darnos cuenta de que nuestro sistema está evolucionando a prácticas más abusivas, que convierte nuestros días en ciclos, en días de la marmota. Estamos cayendo en el “al menos tengo algo”, al menos tengo doce horas durante las cuales mi altruista forma de ser se olvida de su propia existencia y solo está para un trabajo mal remunerado y que se lleva por delante cualquier forma de crecer.
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