We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Javier Sádaba acaba de publicar su libro número 42. Lo ha titulado Una ética para el siglo XXI (Tecnos, 2020). Sádaba ha sido catedrático de Ética durante más de treinta años en la Universidad Autónoma de Madrid y a la reflexión sobre esta disciplina le ha dedicado gran parte de su vida. Por ello, lo primero que quiero decir es que este libro puede constituir un buen manual de la última ética decantada a lo largo del tiempo del filósofo Sádaba.
Pienso que ha elegido un título tan sugerente como necesario, dadas las coordenadas vitales en las que estamos viviendo. Coordenadas que han convertido nuestro presente, casi sin darnos cuenta, en un tiempo de incertidumbres y atravesado por el miedo, que se ha instalado en nuestras existencias como compañero de viaje. En la “antigua normalidad” comenzábamos a creernos invencibles. Gracias al desarrollo de la ciencia y tras haber superado ya la feroz crisis de 2008, solo teníamos en el horizonte buenos augurios… o por lo menos eso nos decían. Desde febrero hemos asistido al pronunciamiento de filósofos que intentaban componer un argumento y balbucear alguna respuesta en medio de su propia perplejidad. El libro de Sádaba no es así. No es un libro escrito desde la impaciencia para tratar de dar una respuesta a un hecho crítico coyuntural que, además, con alta probabilidad estaba ya presente en nuestro panorama. El libro de Sádaba es un libro pensado y madurado, tras haber estado observando pausadamente la realidad compleja en la que vivimos y todos los problemas graves que nos acucian en el orden social, político o económico. También está escrito después de un serio estudio que ha llevado a cabo durante años ―ahí está su biografía académica para mostrarlo― sobre los avances de la ciencia y los grandes retos a los que esta se enfrenta, y nosotros con ella. Es un libro pausado, destinado al sosiego y a la reflexión.
Sin embargo, sí es cierto que el libro responde a esas grandes preguntas que nos hacemos todos en este momento. Sádaba es uno con nosotros y así lo demuestra. En este trabajo el filósofo ha enfrentado la ética desde cada uno de esos grandes asuntos, destinándoles capítulos monográficos. Estos grandes asuntos que componen la estructura del libro son: la cultura, la política, la economía, el feminismo, la religión y la ciencia. Antes de adentrarme en cada uno de ellos quiero decir que Sádaba es fiel también en este libro a su método de investigación y de trabajo. Él tiene un cuidado sistema expositivo, que consiste en acercarse, en primer lugar, a los grandes conceptos sobre los que va a tratar y definir el marco. La filosofía analítica formó parte de sus orígenes, por lo que es muy cuidadoso con el lenguaje y parte siempre de definiciones o descripciones que nos hagan saber bien en qué terreno nos vamos a adentrar de su mano. Atiende a las objeciones que puedan hacérsele y se adelanta a responderlas, expone su reflexión y siempre acaba comprometiendo su palabra.
Política
Moderados y equidistantes
I. Ética y cultura
En la presentación de este capítulo nos dice que empieza por la cultura, terreno de la antropología por excelencia, porque “engloba toda la actividad del ser humano y, al mismo tiempo, describe el conjunto de nuestra realidad”. La cultura sería el concepto más abarcador del todo, aunque también afirma que es un “término denso donde los haya”. El capítulo lo estructura en tres partes. La primera define y realiza una síntesis de lo que es la ética. La segunda se centra en la cultura con el mismo esquema, pero para definirla destierra primero lo que llama “pseudoculturas”. Quiere rescatar la que le interesa a él como cultura de verdad para relacionarla con la ética. Repasa la historia del término a través de la antropología y la filosofía. Sin embargo, termina en la genética de poblaciones, con Cavalli-Sforza a la cabeza y el biólogo R. Dawkins y J. Mosterín como compañeros. Le interesa la genética y la epigenética para su definición. Acaba con esta importante afirmación: “Creo que, si el cerebro es el resultado de una gran parte de genes y que dicho cerebro es parte básica, que no única, de la cultura, no hay forma de entender lo cultural sin lo genético”. La última parte la reserva para confrontar los dos conceptos, centrándose en nuestro país y las tres ideas de cultura que cohabitan en él: “posesión de los mayores conocimientos y sabiduría”, “transmisión social de conocimientos” y cultura “cotidiana y democrática”. Esta última es la que le importa realmente y es en ella donde la ética puede actuar. Para él esa cultura consiste en “vivir el día a día con la mayor curiosidad posible y habitar en la posibilidad”. Y en cuanto a su relación con la democracia, afirma que “la ética cultural debería ayudarnos a que no nos engañen ni nos autoengañemos, a que sepamos aspirar a una manera política de vivir que nos haga convivir como iguales y con toda la libertad posible”.
II. Ética y política
Este capítulo se centra en la política, pero en su sentido amplio aristotélico tan vinculado al interés por el bien común. Empieza hablando de la confusión entre ambos conceptos: a veces considerados equivalentes y otras entremezclados sin clara distinción, pero para él la política es una cosa y la ética otra: “lo político es la disposición que todos tenemos de no ser robinsones, sino de estar dentro de un mundo en el que los demás cuentan como nosotros”. Recorre la historia de la filosofía política y su praxis, desde los griegos, pero centrándose en el periodo entre el siglo XVII, con Locke, y la actualidad: liberalismo, socialismo, socialdemocracia y anarquismo tienen su desarrollo. Expone bien su descreimiento absoluto sobre la socialdemocracia y su sistema de partidos. Muestra nuestra realidad plagada de desigualdades y miserias. Además está el fascismo, del que habla en el epígrafe “Ética, democracia, ideologías totalitarias y derechos humanos”, que se presenta cada tanto en un bucle sin fin. En el apartado “Ética, Identidad local y globalización” es muy crítico con el proceso de globalización que nos uniformiza. Habla de amar y conocer lo nuestro para, en círculos, ir abriéndonos al resto del mundo, sin perder identidad. Acaba definiéndose a sí mismo: aboga por una democracia real y defiende el socialismo libertario, cuya columna vertebral es la libertad y el bien común, como la mejor alternativa ante una realidad despiadada y de locos. Sádaba es un socialista libertario convencido, como bien lo ha expuesto en su último libro manifiesto Porque soy libertario.
No es un libro escrito desde la impaciencia para tratar de dar una respuesta a un hecho crítico coyuntural que, además, con alta probabilidad estaba ya presente en nuestro panorama.
III. Ética y economía
Lo que nos sucede no es fruto de un instante perverso de la historia, Sádaba lo sabe bien y por eso demuestra en su libro que lo que nos ocurre no es una mala jugada del azar. Lo que nos pasa es efecto de un proceso en el que el ultraliberalismo ha arrasado con todo. La economía lo ha invadido todo y deja claro cómo la política mantiene una relación de vasallaje con el gran capital. No es más que su mismo rostro pasado por una operación de marketing, que permite, así, ocultar al feroz capitalismo financiero que gobierna. Es ahí donde se asienta la ética de la empresa (o RSE, Responsabilidad Social de la Empresa), nacida en los setenta en EEUU y que se vende como el antídoto contra esta realidad. Él la define así: “La ética de la empresa consistiría en no centrarse de modo exclusivo en el beneficio y en las ganancias, sino en una conducta moral y responsable respecto a lo que ofrece en el competitivo marco del mercado”. Repasa su historia vinculada al concepto de beneficio, ético o no: Aristóteles, Adam Smith, Leon Walras, hasta llegar al premio nobel Amartya Sen, uno de los mayores defensores de la RSE. Se centra también en el concepto de responsabilidad. Concluye recogiendo a los críticos de la RSE y de nuevo compromete su juicio con este final: “No estoy en contra del libre mercado, pero sí de que todo se mercantilice. Ni en contra de la competencia, pero sí de que dé lugar a unas relaciones sociales que se asemejan más a una jungla que a una armonizada humanidad. Y añoro un socialismo libertario”.
IV. Ética y feminismo
Comienza este capítulo hablando de la lacra de la violencia de género y de cómo, debido a ella, consideró necesario incluir este apartado. Confiesa que es difícil decir una palabra original sobre el tema de la igualdad. Revisa la historia de la “desigualdad” de la mujer y, a continuación, mira a la biología, para constatar las diferencias biológicas y rechazar el biologismo sexista. Habla de la enorme revolución que ha supuesto el feminismo, recordando a pensadoras como Carol Gilligan y la ética femenina del cuidado (care). No hace concesiones fáciles, contempla el largo proceso del feminismo y, convencido del potencial de la mujer, no se recrea en el victimismo. Acaba con una propuesta muy singular, que revela su apuesta por la mujer y que resume en esta frase: “que la mujer nos enseñe a ser hombres”.
Sádaba aboga por una democracia real y defiende el socialismo libertario, cuya columna vertebral es la libertad y el bien común, como la mejor alternativa ante una realidad despiadada y de locos.
V. Ética y religión
Creo que Sádaba comienza este capítulo de una forma sorprendente e inesperada, ya que lo hace afirmando que sobre la muerte y el sentido de la vida la ética no puede decir ni dice nada. Es ahí donde hace su aparición la religión en sentido amplio, con fuerte contenido antropológico, y el motivo por el que se decanta por creer que esa religión, de carácter expresivo ante el asombro y la perplejidad que nos generan la vida y la muerte, no va a desaparecer. Dice que la ética y la religión nacieron juntas, porque enseguida los dioses nos impusieron reglas morales para regir la convivencia. Pero recuerda el dilema irresoluble de Eutifrón sobre la bondad y los dioses. Su juicio de los grandes monoteísmos es muy negativo y su persistente injerencia en las cuestiones éticas que afectan a la sociedad, más negativo aún. Es especialmente crítico con la presencia de los credos en los comités de bioética. Finaliza regresando al principio, a la unión ética-religión frente a la cuestión de la muerte y lo hace de la mano de su amigo Manuel Fraijó, recogiendo sus palabras: “La ética y la religión anhelan una especie de imposible necesario: que, como decía Bloch, la última música que escuchemos no sean las paletadas de tierra que alguien arrojará sobre nuestro ataúd”.
VI. La ética ante la ciencia
Sádaba es también un filósofo de la ciencia y a la bioética le ha dedicado una larga reflexión. La primera parte de este capítulo es una puesta al día del sentido de la bioética, ya que es muy crítico con el desarrollo sufrido por esta a lo largo de los años, pues se ha visto casi reducida a los cuatro principios: autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia. También denuncia la utilización espuria que se ha hecho de ella. Para Sádaba, el cometido esencial de la bioética es dar respuesta a los grandes avances en biología, un escenario donde la ciencia está jugando la partida del futuro del ser humano. Nuestro autor es uno de los grandes defensores de la eutanasia en nuestro país, desde hace décadas. En un tiempo en el que se recupera el debate sobre su legalización, actualiza su postura y la presenta. Acaba el capítulo con dos grandes cuestiones de nuestro tiempo: la inteligencia artificial, que ya convive con nosotros, pero que debe ser delimitada por la ética y eso hace, y el transhumanismo. Antes del Covid19 estábamos casi convirtiendo en realidad nuestro sueño eterno de la conquista de la inmortalidad y Sádaba expone este largo proceso y sus avances. Habla del transhumanismo como una nueva religión, porque coincide con ella en el intento de “cruzar la frontera que separa la vida de la muerte”. La pandemia nos ha mostrado de nuevo nuestra fragilidad, sin que por ello renunciemos a ese sueño.
Creo, para concluir, que lo mejor que puedo decir de este libro, abarcador de la realidad completa, es que sirve para acompañarnos a lo largo de todo el siglo XXI. Y es así porque en él Sádaba consigue transformar la crisis de este tiempo nuestro, convirtiéndola en una oportunidad para lograr el reto perpetuo de hacer un mundo más ético, más comprometido con el bien común en el siglo que nos espera. Toda una sugestiva invitación.
María del Olmo Ibáñez es autora, entre otros títulos, de: El Universo Sádaba. Javier Sádaba ante el espejo o el otro Sádaba; Tomás Pollán y Javier Sádaba. Perpendiculares y paralelos; Manuel Fraijó y Javier Sádaba. Un diálogo entre dos filósofos de la religión y Jesús Mosterín y Javier Sádaba. Una última conversación.
Relacionadas
Opinión
Opinión Oasis en directo y la melancolía
Opinión
Opinión Razones para leer a Fredric Jameson
Filosofía
Transmodernidad El último Dussel y el futuro de la Historia
No conozco personalmente a Sádaba o a Savater. Solo he leído sus libros y artículos.
Sádaba es un plasta y un coñazo como escritor; sus ideas son sustanciosas, pero como no sabe redactar para hacerse entender de forma amena y con ritmo, leerle es un sufrimiento.
Puede que Savater sea “flojo” filosóficamente, pero escribe mucho mejor.
(Esto podéis comprobarlo fácilmente con cualesquiera textos de ambos. Pero claro: es mi crítica literaria -no filosófica- a un ensayista).