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Análisis
Las movilizaciones en Belgrado y Bratislava: defendiendo una democracia cada vez más incierta

La juventud serbia y la eslovaca llevan más de seis meses en las calles exigiendo el fin de la corrupción y el respeto a la Constitución. Operan en contextos diferentes, por lo que no se deben dibujar paralelismos; sin embargo sí que existe un factor común en estos dos países: ambos tienen gobiernos con tintes autocráticos. Tanto Aleksandar Vučić en Serbia, como Robert Fico en Eslovaquia, llevan años eliminando los contrapesos democráticos dentro de sus fronteras al tiempo que intentan centralizar el poder en sus personas. Son democracias iliberales.
Es fácilmente reconocible como este tipo de pseudo-democracia la Hungría de Viktor Orbán, uno de los principales socios de Vučić y de Fico y quien también lleva décadas concentrando los poderes constitucionales en su país.
En contra de las redes clientelistas y la corrupción
Aleksandar Vučić, presidente de Serbia, en el poder desde 2014 —primero como primer ministro y luego como presidente— ha basado su influencia en un férreo control de los medios de comunicación, la erosión de las instituciones democráticas y, sobre todo, la creación de redes clientelares. Esto, sumado a la falta de mecanismos de control ha hecho que “la transformación postsocialista de Serbia y la consolidación del capitalismo se hayan caracterizado por la persistencia de relaciones clientelistas entre las estructuras de poder y diferentes actores (élites económicas, electorado, actores institucionales), convirtiéndose en uno de los mecanismos clave de extracción de los recursos públicos”, escriben Jelena Pešić y Marko Milošević en el capítulo Clientelismo político y Sector de la seguridad privada en Serbia, del libro Clientelismo político en los Balcanes Occidentales . En 2023, en el ranking anual sobre el Estado de Derecho de The World Justice Project, Serbia aparecía en el puesto 94 de los 142 países de la lista.
En el actual régimen serbio, en el que el nepotismo y el clientelismo manejan los hilos, la sociedad parece haberse hartado. Desde mayo de 2023, tras el tiroteo en la escuela primaria Vladislav Ribnikar en Belgrado, la población serbia no ha dejado de salir a la calle; primero contra la violencia en el país; y después, en diciembre de 2023, contra el supuesto fraude electoral en Belgrado tras las elecciones de ese mismo mes. La población inundó las calles del país durante semanas, pero con el tiempo, el movimiento se fue apagando, aunque el malestar social persistió.
Serbia
Serbia La multitudinaria manifestación contra el presidente Vučić termina en Belgrado con 22 personas arrestadas
Tras el derrumbe de la marquesina de la estación de Novi Sad el 1 de noviembre de 2024, que acabó con la vida de 16 personas y del cual se culpa a la corrupción y la negligencia en el gobierno, las manifestaciones volvieron; y esta vez parece que no se van a diluir.
Buena muestra de ello es la multitudinaria manifestación del pasado 15 de marzo, una de las más importantes y multitudinarias en el país. Según el Archivo de Reuniones Públicas, un organismo que documenta y analiza las concentraciones públicas en el país, entre 275.000 y 325.000 personas salieron a las calles en Belgrado, con la posibilidad de que esta cifra fuera incluso mayor.
Una ola de indignación que el mismo Aleksandar Vučić catalogó como “un intento de Revolución de colores” y que, justo el domingo 13 de abril, decía “se había acabado” al celebrarse una concentración de apoyo a su Gobierno.
El espíritu de las revueltas en Macedonia del Norte de 2016
Cuando el presidente serbio cita la Revolución de colores, con el fin de desligitimarla, se refiere a las revueltas ocurridas en lugares como Georgia (2003) y Ucrania (2004-2005), que provocaron la destitución de los respectivos gobiernos y que, según Vučić, estuvieron alentadas, e incluso organizadas, por Occidente.
Pero si hay una Revolución de colores que se recuerda en los Balcanes es la que tuvo lugar durante las protestas de Macedonia del Norte en 2016, cuando el estudiantado se levantó contra la corrupción y el autoritarismo del gobierno de Nikola Gruevski y su partido VMRO-DPMNE, y que llevó a la caída de Gruevski, lo que propició las elecciones de diciembre de 2016.
“Es un movimiento que empezó siendo estudiantil, pero que ahora es más que eso, porque participan personas que proceden de todos los estratos sociales y de todas las generaciones"
Ahora, parece que el estudiantado serbio ha cogido el espíritu que pudieron dejar las protestas macedonias de 2016 y quiere que sus reclamos sean escuchados: los y las manifestantes reclaman que se publiquen todos los documentos relacionados con la reconstrucción de la estación. También se pide que los responsables sean procesados. Con el paso de las semanas, y la opresión vivida durante las protestas, los estudiantes exigen, además, la desestimación de los cargos contra los ciudadanos y ciudadanas detenidas durante las manifestaciones y un aumento del 20% en el presupuesto destinado a la educación superior.
El asesor Principal para Europa Occidental, Sudoriental y Europa Central del Instituto Rosa-Luxemburg-Stiftung, Krunoslav Stojaković, explica que: “Es un movimiento que empezó siendo estudiantil, pero que ahora es más que eso, porque participan personas que proceden de todos los estratos sociales y de todas las generaciones [...] El Estado de Derecho y la anticorrupción están en el centro de todo. Esa es una de las razones de su éxito; no es realmente político, está dentro del marco del sistema. Está demandando algo escrito en la Constitución.”
Una ola de indignación transfronteriza
El espíritu de las movilizaciones en Serbia se ha contagiado fuera de sus fronteras. En Macedonia del Norte, tras el incidente en la discoteca Pulse en Kočani en el que murieron 59 personas y otras 150 resultaron heridas, los jóvenes salieron a la calle en ese mismo municipio y en Skopje pidiendo que se haga justicia y que se sancionen las prácticas corruptas: el local de ocio operaba bajo una licencia falsa y en el momento del accidente había más gente da permitida. Además, solo contaba con una salida de emergencia, que se mantuvo cerrada durante el evento.
Stojaković asegura que: “En Serbia y en Macedonia del Norte, las protestas estuvieron relacionadas con la corrupción del sistema. Murieron personas porque el sistema está corrupto. Y no es la primera vez que muere gente por culpa de la corrupción. Y después de decenas de casos en los que murieron personas porque el sistema es corrupto, la gente salió a la calle”.
Fico ha suprimido la Fiscalía Especial, encargada de casos de corrupción de alto perfil; ha reformado el Código Penal para suavizar las penas por corrupción y ha transformado la radiodifusión pública
De manera simultánea, a unos 500 kilómetros de Belgrado, en Bratislava, la juventud eslovaca también lleva semanas en las calles denunciando la deriva autocrática de su primer ministro, Robert Fico. Desde su reelección en 2023, Fico ha suprimido la Fiscalía Especial, encargada de casos de corrupción de alto perfil; ha reformado el Código Penal para suavizar las penas por corrupción y ha transformado la radiodifusión pública en lo que ya se considera ampliamente una operación controlada por el Estado.
En el caso de Eslovaquia, las protestas se iniciaron tras la reunión del primer ministro eslovaco con Vladimir Putin en Moscú en diciembre de 2024, lo que, según los manifestantes, muestra la intención de Fico de acercarse cada vez más a Rusia, y alejarse así de la Unión Europea. Además, critican las acciones del gobierno de Fico que, según denuncian, están debilitando las instituciones democráticas y la libertad de prensa en el país.
Stojaković explica cómo Fico, “un tipo que llegó al poder, sobre todo, controlando los medios y cuya prioridad es el gas ruso, aplica una política cada vez más represiva. Ha suprimido las garantías de igualdad en la sociedad eslovaca, cuyos afectados son, especialmente, la comunidad LGTBIQA+; y es por este cambio autoritario que la gente está resistiendo”. En este contexto, tanto Vučić como Fico han centrado sus esfuerzos en acabar con los contrapesos democráticos en sus respectivos países, donde la corrupción, el manejo de los medios y, sobre todo, la falta de mecanismos de control han sido imprescindibles para poder afianzarse en el poder.
Las protestas actuales en la región están organizadas por una generación Z que solo conoce el pasado a través de las historias de sus familiares, pero ni lo sienten cercano, ni les evoca ningún sentimiento
Por otra parte, se ha producido un cierto laissez-faire por parte de sus poblaciones durante décadas que tiene su explicación en el pasado reciente: estos países estuvieron bajo regímenes socialistas durante gran parte del siglo XX y, cuando colapsaron, dejaron en su ciudadanía una concepción de la izquierda pesimista y autodestructiva. Las protestas actuales en la región están organizadas por una generación Z que solo conoce el pasado a través de las historias de sus familiares, pero ni lo sienten cercano, ni les evoca ningún sentimiento.
Como señala la periodista experta en política Gresa Hasa, “Serbia es una sociedad profundamente nacionalista, con una historia caracterizada por la violenta disolución de Yugoslavia, marcada por sentimientos étnicos y ultranacionalistas extremos que siguen persistiendo hoy en día. Sin embargo, los pocos símbolos o banderas nacionalistas que se han visto aquí y allá no son representativos del conjunto de la protesta. Son casos aislados que no reflejan los principios del movimiento”. Se trata de una juventud que ha crecido viendo como las medidas neoliberales han traído la corrupción y han facilitado la implementación de gobiernos autocráticos.
Serbia
Balcanes Dimite el primer ministro serbio, Miloš Vučević, por las protestas estudiantiles contra la corrupción
Es por ello que estas protestas han podido alejarse del tono nacionalista de otras ocasiones, así como, posicionarse en el espacio a la izquierda de sus gobiernos. Una perspectiva que sus predecesores, debido al contexto histórico al que se enfrentaron, no consideraron. Como se explica en el libro The New Balkan Left: “El espíritu de la década de 1990, que en general despreciaba los ideales socialistas, rozó la histeria anticomunista en Europa Central, Oriental y Sudoriental. La idea de una sociedad basada en la solidaridad y la igualdad social y económica, y la crítica del capitalismo, no tenía ningún papel que desempeñar en este nuevo orden mundial. La proclamación neoliberal de que el capitalismo era ‘el único juego en la ciudad’ y el delirio liberal del ‘fin de la historia’ resonaron al instante en algunas partes de los Balcanes, en Rumanía, Bulgaria y Albania; y en los países que una vez formaron Yugoslavia”.
El éxito de estas movilizaciones, aunque el resultado aún esté por verse, es fruto de su neutralidad: los manifestantes se niegan a ser relacionados con ningún partido político
Los movimientos actuales desestigmatizan y adaptan al contexto del momento conceptos y discursos que no se veían desde principios de los 90. Hasa sostiene: “[los estudiantes] ondean las banderas representativas de sus facultades específicas, junto a la bandera serbia u otro tipo de banderas, como la jamaicana o una bandera de Ferrari, símbolos apropiados de las protestas estudiantiles de los años 90 y 2000, cuando estas banderas se utilizaron para burlarse de las acusaciones del régimen de ser ‘agentes extranjeros’”. Stojaković añade que: “Están copiando de otros movimientos estudiantiles de los dos primeros años de la década de 2000 en Croacia y Serbia. Están jugando con muchas cosas que conocen y ahora están creando algo propio”.
Movimientos apolíticos
En este sentido, se puede observar que el éxito de estas movilizaciones, aunque el resultado aún esté por verse, es fruto de su neutralidad: los manifestantes se niegan a ser relacionados con ningún partido político.
Como explican tanto el experto del Instituto Rosa-Luxemburg-Stiftung como Hasa, parte del éxito del movimiento es que se mantenga “descentralizado y sin líderes”. Para Hasa, “en el régimen semiautoritario de Serbia esto es muy importante para evitar la cooptación y las presiones desde arriba. Un movimiento sin líder dificulta al régimen la identificación de los principales organizadores y, por tanto, su intimidación o corrupción”. Por su parte, Stojaković no olvida que “fueron los partidos que ahora están en la oposición los que les prepararon el terreno a Alexander Vučić y al SNS privatizando el sector público en los 2000. Y por eso cuando la gente odia a Alexander Vučić y al SNS, odia de la misma manera a la oposición [...] El hecho de que no haya vínculo con ningún partido es la clave de su éxito”.
Macedonia
Macedonia del Norte Macedonia del Norte pide justicia tras la muerte de 59 personas en una discoteca
En Serbia no piden el fin de ningún partido concreto, sino que se rindan cuentas y se acabe con la corrupción; en Macedonia del Norte, los manifestantes no consideran que la corrupción provenga de un solo partido, sino de un sistema del cual también forma parte la oposición; y en Eslovaquia, aunque los manifestantes sí culpan a Fico de las corruptelas y la deriva autocrática, así como de acercarse a Rusia, la oposición también cuenta con un largo historial de incompetencias en la lucha contra la corrupción.
¿Dónde está la comunidad internacional?
Con todo esto no se puede dejar de poner el foco en la falta de pronunciamiento internacional. Ante las movilizaciones más grandes de la historia reciente de Serbia, del incidente más trágico de Macedonia del Norte y del claro posicionamiento pro europeísta por parte de los jóvenes eslovacos, la UE no se ha pronunciado ni ha hecho comentario al respecto. Un mirar hacía otro lado que solo puede traducirse en el apoyo a estos gobiernos con el fin de alejarlos de la influencia rusa. Irónico, cuando los tres gobiernos son más cercanos al Kremlin que al grupo Euroatlántico.
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt aseguran que la democracia, hoy en día, muere a manos de líderes electos que usan las propias instituciones democráticas para liquidarla. Pero ante estos líderes, generaciones que se lo han permitido y una Unión Europea cada vez más cómoda con ellos, la juventud en Belgrado y Bratislava sale a la calle a defender unos derechos que parecen, cada vez, más inciertos.
Krunoslav Stojaković tiene claro que “[estas movilizaciones] están preparando una forma diferente de hacer política en el futuro. El dualismo entre una oposición liberal que estuvo durante mucho tiempo en el gobierno pero que ahora se opone a él y un gobierno que no escucha porque el poder absoluto no escucha dejará de funcionar. La única pregunta abierta es de qué manera. Cómo estos estudiantes que ahora están impulsando estas protestas terminarán en la vida política. Es difícil prever cómo será, pero, definitivamente, la situación política no volverá a ser la que era antes de las protestas”, concluye.