Crisis climática
Organización frente al colapso

Ante el reto del cambio global se reproducen las iniciativas que, desde lo local, articulan medidas de transición ecosocial en barrios y pueblos.

Feria del Mercado Social de Sevilla
Feria del Mercado Social de Sevilla. Foto: Anna Elías.

En su libro Decir no no basta, Naomi Klein habla de la necesidad de articular un movimiento de movimientos, y de cómo la justicia climática está llamada a ser el hilo conector común de otras luchas. Porque realmente no se trata del clima, o no solo. El clima es la punta de un iceberg que se derrite por una subida de las temperaturas sin precedentes y que esconde bajo sus aguas un sistema económico y de producción cada vez más insostenible, debido a su empeño en persistir sobre la lógica del lucro y de la acumulación ilimitada del capital en un planeta finito y ampliamente extralimitado en la mayoría de sus indicadores ecológicos.

En este sentido, cada vez más voces se suman al grito que dice que ya no queda tiempo para seguir esperando al liderazgo político y que la situación de emergencia exige hoy un incremento de la autoorganización de la sociedad civil con el fin de desarrollar estrategias y prácticas que estén a la altura de los desafíos. Una ola mundial de movilizaciones sin precedentes que ya está señalando el camino con eslóganes como “El clima está cambiando, ¿por qué ustedes no? ¡Acción ya!”, “Donde muere la esperanza, comienza la acción”, “No hay futuro sin planeta. No hay planeta B”, “Ni un grado más ni una especie menos”, “Justicia climática Ya” o “Que no cambie el clima, que cambie el sistema”.

Estas proclamas toman cuerpo en iniciativas basadas en la autoorganización social para presionar y construir iniciativas desde los barrios y los pueblos. Y van calando en algunas instituciones. Un ejemplo de ello es la Mesa por la Transición Energética de Cádiz, espacio de participación ciudadana para la transición energética donde, tras cuatro años de trabajo, se percibe “la madurez del grupo que participa más regularmente, pero también su renovación con gente joven como Fridays For Future, que está formándose y a la vez aportando aire fresco y nuevas ideas”, según Alba del Campo, asesora de Transición Energética del Ayuntamiento de Cádiz y activista del sector en iniciativas como Som Energía.

Como esta, hay múltiples y diversas experiencias que desde hace décadas se están desarrollando, tanto en el plano teórico como en el práctico, en el marco de los grandes movimientos globales que persiguen un verdadero cambio de rumbo sistémico como el ecofeminismo, las luchas decoloniales, el decrecimiento o el buen vivir y que conviven con otros surgidos de respuestas sectoriales o locales como los movimientos antiextractivistas y antidesarrollistas, que tratan de frenar el deterioro ecológico y social de los territorios y defender una vida digna para las poblaciones que siguen arraigadas vitalmente a la tierra.

Una fuente de inspiración

A partir de la toma de conciencia de que las sociedades industriales y globalizadas se enfrentan a una fase de transformaciones radicales, debido a la convergencia y el efecto combinado de fenómenos como el cambio climático, el pico de extracción de las energías fósiles y el fin del crecimiento económico global, el Movimiento de Transición trata de impulsar la autoorganización de las comunidades locales con el fin de que sean ellas mismas, y no la alianza político-económica entre las corporaciones y los Estados, quienes lideren, ofrezcan y desarrollen las soluciones a los grandes desafíos de nuestro tiempo. Para ello, plantean la realización de múltiples y diversas iniciativas en los sectores de la alimentación, el transporte, la vivienda, la energía o la gestión de los residuos, con el fin crear nuevos ecosistemas locales con mayor capacidad de resiliencia, pero también más justos, en los barrios, pueblos y ciudades en los que se desarrolla.

Pero no hay recetas mágicas. Como reconoce Cristina Contreras, educadora ambiental y dinamizadora de la iniciativa cordobesa Barrios por el Clima, “cada barrio es un mundo”, y por ello también son diversas las formas en que estas experiencias surgen y cobran vida. En el caso de esta experiencia cordobesa, por ejemplo, hay una especial conciencia ecologista y preocupación por los efectos y consecuencias del cambio climático, pero todavía no están tan presentes otras variables importantes como las que forman parte del diagnóstico del Movimiento en Transición.

Otras, sin embargo, como el caso sevillano de Amor de Barrio, sí que se alinean de manera clara dentro de esta corriente —y de otras como el organizing—, como afirma Israel Sánchez, economista y promotor de esta iniciativa: “Es importante planificar el descenso energético para que no nos coja de sorpresa, ya que nuestras comunidades no están preparadas. Tenemos, por tanto, que actuar colectivamente y hacerlo ya, inspirándonos en las múltiples experiencias desarrolladas por el Movimiento en Transición y desatar el ingenio colectivo que nos permita pasar de la comprensión de los retos que nos marcan estos diagnósticos a la construcción de estrategias y prácticas, así como de acciones de denuncia, reivindicación y resistencia, para conformar otros relatos e imaginarios de vida”.

Dentro de su diversidad, se pueden entender estas iniciativas de transición como proyectos piloto que marcan el camino para la puesta en práctica de otras formas de construir sociedad y hacer políticas, como una muestra de la capacidad de autogestión de grupos y poblaciones organizadas, así como también del potencial de coordinación entre la vecindad, pequeños agentes económicos y la administración local para el desarrollo de políticas realmente transformadoras a la altura de los retos que encaran las sociedades actuales. Así lo afirma Irene Machuca, doctora en Arquitectura y experta en Ingeniería y Gestión Medioambiental, implicada en diversos proyectos de transición en barrios andaluces, como el de Parque Alcosa en Sevilla o El Caserío de Montijo en Granada: “El Plan de Acción resultante de estos procesos de transición, de la elaboración colectiva entre vecinos y el personal técnico, recoge actuaciones que podrían convertirlos en referentes de ecobarrio por su gestión responsable de la energía, democrática y participativa, su soberanía alimentaria y uso eficiente del espacio público y su apuesta por una economía colaborativa que genere empleo en los barrios y reactive la organización comunitaria”.

Durante 2019, la explosión de los nuevos movimientos sociales por la justicia climática ha provocado un aumento de la conciencia acerca del cambio de época, así como de la necesidad de realizar “transiciones rápidas y de gran alcance en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades” con el fin de evitar las peores consecuencias del cambio climático, tal y como advirtió el IPCC en su informe publicado en octubre de 2018.

Sin embargo, esta transición energética y ecológica, como advierten estos movimientos, es un campo de disputa entre quienes tratan de mantener la lógica del sistema con el fin de conservar sus privilegios a toda costa y aquellas que empujan hacia un verdadero cambio sistémico, explorando y ensayando nuevos modelos, políticas, estrategias, prácticas y modos de vida que permitan llevar a cabo un decrecimiento energético, económico y material que sea ordenado, democrático, resiliente y justo con las mayorías sociales y las personas y pueblos más vulnerables.

Algunas propuestas
Amor de barrio
Esta iniciativa del casco norte de Sevilla inicia su andadura en 2018. Está inspirada en los movimientos en transición y comparte el diagnóstico de la necesidad de actuar de manera urgente frente al cambio climático y los escenarios de escasez que planean en el horizonte. Con este panorama, las acciones están orientadas entendiendo este descenso energético y el cambio sustancial en la forma de producir y consumir, de moverse y, en definitiva, de vida y relaciones que ello implica, como una oportunidad, la excusa infranqueable, para cambiar el rumbo de un barrio que, como casi el mundo entero, está colonizado por el imaginario capitalista del individualismo y consumismo.

El germen de Amor de Barrio se encuentra en algunas organizaciones sociales de la ciudad y en la comunidad que han ido generando. Se trata de una experiencia de corto recorrido, precaria como la mayoría de estas propuestas y, por tanto, aún con un impacto limitado. De momento, se ha presentado ante su comunidad, ha promovido un diagnóstico colectivo del que partir, ha realizado jornadas y sesiones de trabajo para generar debate y hacer barrio y acaba de concluir un primer plan de acción en torno a cuatro ejes temáticos: energía y movilidad sostenible; economía local; espacio público, vivienda y turismo y educación y cultura.

Barrios por el clima
Se trata de un proceso participativo desarrollado por las vecinas y vecinos y otros colectivos presentes en Córdoba: asociaciones vecinales, de mujeres, juveniles, culturales, AMPA. La iniciativa la dinamiza Ecologistas en Acción de Córdoba y de la misma convocatoria marco de financiación que Amor de Barrio —No Planet B, promovida por el Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad internacional— aunque presentada dos años antes con diagnósticos y objetivos comunes, sin haber mediado un conocimiento previo entre ambas iniciativas. A diferencia de la iniciativa hispalense, esta se ha extendido ampliamente, estando presente actualmente en 12 puntos entre barrios de la capital y otros municipios de la provincia como Baena, Montilla o Puente Genil. Entre las medidas que demanda Barrios por el Clima están la plantación de arbolado, la sustitución de superficies impermeables por superficies permeables y praderas, la instalación de sombras naturales o artificiales y la reivindicación de medidas de adaptación para el aislamiento térmico de viviendas.

Mesa de transición energética de Cádiz
Tras las I Jornadas sobre Transición Energética organizadas a finales del año 2015 por el Ayuntamiento de Cádiz, Ecologistas en Acción y la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, se creó este espacio de participación ciudadana permanente donde la ciudadanía, las organizaciones y el Ayuntamiento pueden colaborar en la definición del futuro energético de la ciudad. Sus propuestas son trasladadas al Ayuntamiento y a la empresa de energía semipública Eléctrica de Cádiz para su realización y acciones que se realizan directamente por sus participantes.

En esta línea, la mesa ha impulsado iniciativas como la celebración del Día Mundial de la Eficiencia Energética (año 2016), la Semana de la Energía Sostenible (2017 y 2018), el cambio de certificación energética de Eléctrica de Cádiz y la promoción del ahorro y las energías renovables en la ciudad.

Y mucho más...
Como estas, son muchas otras las iniciativas andaluzas que han iniciado procesos de transición. Algunas pueden considerarse ya concluidas y otras se encuentran dando sus primeros pasos. Almócita en la provincia de Almería; en la de Málaga Álora, Alozaina, la comarca de Axarquía-Vélez, Fuengirola, Mijas, Marbella, Coín y la propia capital malagueña; Granada, Jaén… Con mayor o menor recorrido o impacto, todas ellas han seguido de algún modo en Andalucía la estela de este proceso con proyección mundial. Alcosa en Transición, Caserío de Montijo o Remedios por el Clima son algunas de estas iniciativas que, en palabras de Esteban de Manuel, profesor universitario e integrante del Grupo de Investigación Aula Digital de la Ciudad, implicado en varios de estos proyectos, “surgen para crear resiliencia en las comunidades y hacer frente al tránsito hacia sociedades postcarbono. Ello implica ganar en autosuficiencia alimentaria, energética y productiva, reforzando la economía local”.

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