Opinión
Pregúntale a una puta

El pasado 17 de diciembre, Día Internacional para eliminar la violencia contra las personas que ejercen trabajo sexual, decidimos organizar en Madrid el encuentro feminista Pregúntale a una puta.

Preguntale a una puta
Ana Barbudo Charla con motivo del Día Internacional para Eliminar la Violencia contra las Personas que Ejercen el Trabajo Sexual.
Liga Feminista Pro Derechos
27 dic 2019 10:44

En las líneas que siguen nos gustaría compartir algunas de las cuestiones surgidas en el encuentro Pregúntale a una puta, empezando por una breve genealogía del joven espacio desde el que este se organizó, un colectivo que estrenó nombre, precisamente, con dicha convocatoria: la Liga feminista pro derechos (La Liga).

La Liga feminista pro derechos

Esta inciciativa surgió en Madrid, en octubre de 2018, con el propósito de interpelar a la sociedad en general, y al movimiento feminista en particular, para pedir la retirada de la demanda judicial interpuesta contra el Sindicato OTRAS. Con esta intención, publicamos un manifiesto, Nunca sin nosotras, con el que logramos recoger más de 3000 firmas en un tiempo récord. Esto nos animó a seguir reuniéndonos con regularidad.

Nuestras primeras citas colectivas tuvieron lugar en el CSO La Ingobernable, al que tanto debemos (nosotrxs y cientos de otras iniciativas autoorganizadas) y añoramos. En estas reuniones acordamos apuntar a dos objetivos principales. Por un lado nos parecía fundamental hacernos capaces de generar un espacio de confianza, discusión y cruce entre feministas con muy diferentes sensibilidades respecto a la cuestión de la prostitución. Por otro, decidimos que era así mismo importante tanto responder a nuevas iniciativas de discriminación hacia las personas dedicadas a la prostitución, como recolocar en la arena pública la prioridad feminista de defender los derechos y condiciones materiales de vida de todas las mujeres.

En relación a lo primero, nos vimos tristemente obligadas a lanzar un nuevo manifiesto, Por el derecho a debatir en la universidad y en todas partes, a fin de evitar la cancelación de unas “Jornadas sobre trabajo sexual” en La Universidad de la Coruña. Respecto a lo segundo, estamos actualmente ocupadas y encantadas con la organización de unas jornadas públicas sobre trabajo sexual, que se presentarán próximamente.

En este andar tramando juntxs se ha ido componiendo un hogar político diverso (putas remuneradas y no remuneradas, personas con y sin papeles, jóvenes y talluditas, bellxs estándar y bellxs sin estandarizar…), que se reconoce colectivamente en el feminismo, pero en un feminismo abierto, inclusivo, interseccional. Y así fue cómo urdimos el conversatorio del #17D, cuyas reflexiones siguen aún bullendo en nuestras cabezas.

Pregúntale a una puta

Recogemos tan solo algunas de las preguntas y respuestas. En el acto nos acompañaron mujeres dedicadas a la prostitución en locales de alterne, en la calle y en pisos (de forma independiente u autoorganizada de forma cooperativa), algunas de ellas miembros del sindicato OTRAS, de AFEMTRAS (coorganizadora del encuentro), y/o de La Liga.

De las violencias sufridas en el desempeño de la prostitución

Se destacó, sobre todo, la violencia institucional. Esto es, la maraña de leyes (desde la Ley Mordaza a la Ley de extranjería, pasando por las múltiples ordenanzas municipales) que hacen que cuando trabajas, sobre todo si lo haces en la calle, te veas sometida a un continuo acoso policial: amenazas, abusos de poder y asfixia económica vía imposición de multas.

Otra violencia bien afilada y que hiere en cada aspecto de la vida es el estigma: un estigma que puede llevarte a ocultar tu fuente de ingresos al entorno más próximo y querido (amigxs, familiares, hijxs), que te fuerza a invisibilizarte y que, en consecuencia, también dificulta tu capacidad de luchar por tus derechos, tu politización.

El rechazo, desprecio y ataque desde el entorno feminista se reveló, así mismo, como una de las violencias que duelen más hondo, por lo difícil de entender y encajar cuando de un movimiento que lucha por mejorar la vida de las mujeres (y, en ese camino, de la sociedad toda) cabía esperarse todo lo contrario, es decir, alianza y apoyo.

De lo mejor del trabajo de prostitución

Enseñanzas, descubrimientos insospechados, aprendizajes y ventajas de los que nunca se habla.

Para empezar, la experiencia unánimemente compartida de sentirse más valoradas, por fin valoradxs en muchos casos, en un curro remunerado. Y no estamos hablando solo de dinero, aunque, por supuesto, el dinero siempre cuenta.

Por otro lado, el desempeño de un trabajo que se realiza con bastante libertad y pocas rutinas siembra todo un campo de conocimiento sobre lo que las relaciones sociales habitualmente ocultan. Hallazgos desvelados por la intimidad con la gente y sus historias. Ensanchamientos de la comprensión, la empatía y las generosidades, que llevan incluso a reconciliarse con los hombres: de los esperados seres repugnantes, los clientes se convierten en personas de carne y hueso, con sus miserias, necesidades y ternuras, en una relación en la que la prostituta es la parte empoderada. “La puta diosa”.

Una puta diosa que disfruta así mismo de la oportunidad de redefinir el deseo y sus múltiples hilos, que desmadeja límites sexuales, que amplía su capacidad de entender los ajenos y desarrolla más y mejores herramientas (seguridad, saber) para pedir, ofrecer y acordar en todas las relaciones afectivas y sexuales, también en el afuera del ámbito retribuido.

De las clientas

Como ante cualquier otra demanda de servicio, como puta decides a quién se lo ofreces y a quién no. En este sentido, hay prostitutas que trabajan con mujeres, algunas incluso exclusivamente con mujeres, y otras que no.

En general, las mujeres son un porcentaje muy menor entre lxs usuarixs de servivios sexuales, en comparación con los hombres. Una demanda bastante más extendida es la de las parejas heterosexuales.

Del racismo

Como en cualquier otro sector laboral, en los servicios de prostitución pueden darse (y de hecho, se dan) comportamientos racistas (comentarios, selecciones decantadas por prejuicios racistas, etc.). Pero lo más sorprendente sea quizá descubrir que una actitud muy extendida y que a primera vista cabría calificar como racista es, en realidad, un efecto del racismo institucional. Así pues, muchos de los clientes que expresan su preferencia por ser atendidos por “españolas” no lo hacen tanto por una sexualidad atravesada de sentimientos patrios, sino más bien porque creen que, Ley de extranjería mediante, las prostitutas “nacionales” tienen más posibilidades de haber elegido más libremente su trabajo que personas extranjeras sin papeles, cuyo estatus jurídico limita radicalmente sus opciones en el mundo laboral.

De las herramientas frente al estigma

De cara a pensar como difuminar la frontera patriarcal entre putas y no putas, recogemos esta respuesta: “Recuerda la primera vez que te llamaron puta y todo lo que has hecho desde entonces para alejarte de esa palabra”.

Una idea vivida como especialmente peligrosa es la que define el trabajo de prostitución como una violación pagada. Pensar y decir esto, que es lo que hace alguna corriente del feminismo, es algo muy grave y nocivo para las personas que ejercen la prostitución porque no permite denunciar las verdaderas violaciones.

Para luchar contra el estigma da mucho calor y protección poder contar al entorno propio lo que una hace. Así, si una tarda en regresar a casa, por ejemplo, las personas cercanas tendrán la posibilidad de reaccionar más rápido: al fin y al cabo, el trabajo sexual en un contexto de violencia institucional es una profesión de riesgo.

De las herramientas de lucha en general

Por encima de todo, la autoorganización. Tomar la palabra y exigir que esa palabra sea tomada en cuenta en cualquier ámbito en el que se hable, discuta o legisle sobre prostitución y/o sobre trabajo sexual en sentido amplio.

Tejer alianzas: dado que el estigma condena a muchas prostitutxs y trabajadorxs sexuales a no poder dar la cara, resulta vital componer complicidades con otrxs, crear, sostener y consolidar espacios mixtos de apoyo y de lucha por los derechos sociales, laborales y económicos de las personas dedicadas al trabajo sexual.

Agrietar las fronteras que el patriarcado levanta entre las mujeres (las buenas, las malas…) y entre las personas (identidades sexuales y de género reconocidas y discriminadas, prácticas sexuales consagradas y perseguidas, personas racializadas y blancas, con y sin papeles, etc.). Seguir construyendo un feminismo que ponga las condiciones materiales y simbólicas de vida en el centro, pero de las vidas de todxs porque todas, todas, todas las vidas valen lo mismo.

De las principales reivindicaciones

Las principales exigencias giran en torno a las demandas de derechos: derechos laborales, humanos, de ciudadanía. La posibilidad de autoorganizarse se presenta como crucial en un país en el que la patronal del trabajo sexual sí existe, pero donde se niega el derecho de sindicación a las putas.

Destruir el estigma entre todxs (desde el feminismo, la escuela, etc.) es otra de las demandas fundamentales. “Dejar de sentirse una mala mujer”, “no avergonzarse hasta cuando se está en el médico”.

¿Seremos capaces de borrar algún día esa línea dibujada por el patriarcado para disfrazarnos de buenas o malas, de honestas o deshonestas, esa frontera que nos divide y debilita?

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