Televisión pública
OT: la nueva España se abre paso en TVE
El fenómeno Operación Triunfo ha conseguido abrir las ventanas de una Televisión Española entregada al pasado.

Es indudable que la España joven del año 2001 no es la de finales de 2017, pero es que nuestro país también ha cambiado radicalmente en estos dieciséis años de transformaciones sociales sin pausa, y todo ello a pesar de que, curiosamente, nos gobierna el mismo partido. El formato talent parecía ir muriendo conforme la burbuja del progreso se fue pinchando en nuestro país (la última edición de OT fue la decadente entrega de 2011). Empezamos a detestar los relatos de sueños, como el de la humilde y temblorosa Rosa López, para ser cada vez más haters de todo. Los años de la crisis nos han hecho encumbrar a Chenoa como la verdadera mujer de España, la sufridora, la empoderada, la que está de mal humor porque le da la gana y ahora, después de Ferreras y de que Rato ya no sea el yerno perfecto, volvemos curiosamente al show de jóvenes estrellas cubiertas de purpurina y, sorprendentemente, de ideología. Parece que este país quiere construirse de nuevo, volver a la alegría, abrir uno de esos momentos históricos en positivo.
En las tesis de Laclau la palabra recuperar tiene una impronta peculiar. Las naciones destruidas, que han alcanzado su momento doloroso, quieren volver a ser grandes, recomponerse y mirar al futuro con orgullo tras la degradación. Mientras en la Argentina de 2001 lloraban, en España reíamos a golpe de préstamo y vuelta de Bisbal. Luego nosotros caímos y ahora parece que estamos decididos a ser lo que siempre debimos ser a pesar de que esta coyuntura tipo tierra de nadie nos haga sentirnos desconfiados sobre el triunfo de la Nueva España. El éxito de un formato que lo tenía todo para fracasar reside en que ha puesto en escena a la mejor España posible, la diversa y valiente, la patria joven que está llamando a la puerta. No es un programa musical más, de los que ya hay demasiados, el programa nos cuenta una serie de historias personales que juntas generan un relato de ruptura, con verdadero contenido, y lo hace en la televisión pública más gris de la última década.
Para superar el estallido de la cohesión social tenemos que creernos realmente que nuestro país es mejor que los que lo gobiernan, la confianza en el pueblo es un elemento de incuestionable valor transformador respecto al statu quo y OT nos hace volver a confiar. Y no solo porque reivindican aspectos relacionados con la visibilidad del colectivo transexual, la lucha contra el sexismo o la educación en los géneros como elementos de opresión, sino también porque sus creadores, los Javis, critican abiertamente al Partido Popular a cuenta de su oposición al matrimonio gay y otros avances en materia de diversidad sexual. La España plural ha vuelto a ganar y lo seguirá haciendo. Por eso, hay que incluir en las nuevas dialécticas políticas la confianza en las capacidades de nuestro país. Un país donde la simple sospecha de que se censuraba un momento de crítica al partido de gobierno en la Academia generó una difusión aún mayor del mensaje.
La victoria social de la mejor España, el triunfo de la Revolución Sexual, es solo un elemento cohesionador de mayorías para poder ganar las otras revoluciones pendientes de este país, donde no esperamos contar con el cierto agrado de los washings. Parafraseando de nuevo una letra de La Casa Azul, a los que destrozaron nuestro talento arrollador, sin imaginar que algunos conservarían su corazón, solo les queda observar pasivamente cómo las generaciones que vienen se levantan. Es tremendamente difícil poder decirlo, pero este es uno de esos momentos en los que uno debe ser positivo con su país y OT es una oportunidad para recordarnos la necesidad de empoderamiento de las clases llamadas a construir país, la patria joven, cuyo grito por la diversidad y la igualdad está siendo objetivamente imparable. Se inicia una nueva década
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