Fronteras
            
            
           
           
Huellas de la Caravana abriendo fronteras
           
        
         
I
La humanidad siempre ha tenido la necesidad de  preservar sus historias. Lo ha hecho de distintas maneras desde sus orígenes:  con lenguaje oral sentadas alrededor del fuego, con imágenes dibujadas, con palabras.
Los relatos son una manera de conservar y generar  memoria. Por eso pueden ayudar a comprender que hay otro orden posible. Que hay  muchas formas para no rendirse.
Pero ¿cuáles son las historias que quedan, las que  permanecen en las huellas? ¿Son las que cuentan formas de no rendirse? ¿Las que  hablan de otro orden posible?
Las historias que se conservan y las que no son un espacio de disputa. Y lo son porque la memoria genera lo que somos, nuestra identidad. En ese espacio de disputa, de las huellas y la memoria, los movimientos sociales, las personas que creen que se puede organizar el mundo de otra manera, que hay otras formas posibles, tienen que dejar también sus historias. Visibilizarlas. Contarlas. Hacerlo es también una forma de actuar, de no rendirse.
Esas historias que hablan de que el futuro tiene que  dejar de ser el lujo de las que pueden atravesar fronteras. Que hablan de que  el miedo solo paraliza si no sabes hacia dónde correr. De esos lugares donde el  bienestar individual pasa, necesariamente, porque el resto de la comunidad esté  bien.
Es necesario contar las historias de las luchas que  vencen, de las cosas que sí se consiguen cambiar, de lo que sí es posible.  Historias pegadas a la tierra y a la vida. Porque no somos solo destruir. Somos  también sembrar, transformar, imaginar, crear, colectivizar, desear…
Contarlas es una manera de proteger, cuidar y  conservar estas historias. Sus huellas. Pero también es una forma de generar  otra memoria distinta. Historias que dan voz a relatos colectivos, a personas  que cuando se juntan pueden romper esas dinámicas de opresión, injusticia y  destrucción. Historias que forman parte de las rebeldías posibles, que ayudan a  imaginar otras vidas posibles.
Recolectar estas historias es también un ejercicio político  de resistencia, de cuestionamiento de las lógicas hegemónicas. Huellas y  registros que también están en las fronteras, en los relatos que ponemos sobre  ellas. Relatos que dejan las huellas de quienes no tenían nombre ni voz para  narrar una historia que no parte del punto de vista de las narrativas de poder.
Mujeres migrantes. Hombres migrantes. Niñas. Niños.  Personas.
Nuestro paso por el mundo tiene consecuencias. Deja  huellas. A cada territorio le toca pensar qué quiere que permanezca y qué  intenta que desaparezca. Es una forma de construir su identidad y memoria. Por  eso es importante construir otra narrativa que no sea la de las fronteras, la  de la guerra. Tratar que no se destruya la memoria de quienes piensan que la  violencia no se para con más violencia. De quienes no se rinden hasta conseguir  llegar al otro lado. Tratar que no se destruya la memoria de cómo construir una  paz que solo es posible si hay justicia.
Los ríos que dividen países y a los que se lanzan  personas que no están seguras de poder llegar al otro lado, las alambradas  donde se tiende la ropa al sol en los campos de refugiadas, las casas que abren  sus puertas a las personas que tratan de atravesar las fronteras por montañas  nevadas, los muros altos de los CIEs, los cementerios donde se trae al presente  la memoria histórica… Son lugares también desde donde construir una memoria que  permanezca.
Una memoria y una identidad que se construyen cuando  las personas que viven en las fronteras alzan la voz, cuando creamos redes que  son las que nos rescatan del abismo, cuando buscamos la manera de que los  humanos y el resto de seres vivos tengan derecho a la palabra futuro.
Esa es una de las cosas que la Caravana Abriendo  Fronteras ha estado haciendo. Visibilizar las fronteras de ayer y de hoy. Crear  memoria. Mostrar redes que consiguen romper con la dinámica de destrucción y  muerte de los las alambradas y los muros y los mares.
II
¿Dónde están ellas? ¿Dónde están las que resisten,  inventan, crean maneras de sobrevivir a la barbarie? ¿Dónde están las que  desobedecen? ¿Sobre qué cuerpos caen las tareas de reconstrucción cuando se  llega a un lugar sin nada en las manos? ¿Dónde está la memoria de cómo  construir la paz? ¿Dónde se guardan las voces de las mujeres que dicen que más  muros y armas no van a servir? ¿Dónde las que dicen que los relatos  securitarios que refuerzan más lógicas autoritarias y de militarización son  incompatibles con la vida? ¿Dónde las que hablan de las resistencias que sí son  posibles? ¿Cómo sería la historia de lo que ocurre en las fronteras si la  narrasen ellas?
III
Dos mujeres. Sujetan con las manos la Manta de la memoria. Está llena de nombres bordados con hilo rojo. Nombres de personas muertas o desaparecidas tratando de atravesar fronteras.
Junto a la manta guardan un cuaderno. Hojas blancas.  Letras rojas. El cuaderno tiene escritas las historias de los nombres que están  bordados en la manta.
Ninguna madre borda el nombre de su hijo. Cuentan.  Borda el nombre del hijo de otra mujer, así se construyen redes de cariño. En  la manta puede coser quien quiera, también personas que no perdieron a ningún  familiar.
Después de haber enhebrado el hilo rojo, antes de dar  la primera puntada, se cuenta lo que se sabe de esa persona. Por eso en las  puntadas están bordadas todas las historias. Hay muchas. Algunas están  entrelazadas.
Se borda en grupo. Dicen. Bordar un nombre requiere  tiempo. En cada puntada piensas en esa persona, te vinculas con ella. Te  vinculas también con las otras personas que bordan, se crea una red de cuidado,  de resistencia, de cariño.
La manta es un símbolo de lucha. Es un acto de memoria porque estas personas siguen presentes. Lleva todas las vidas bordadas.
Bordar puede ser, también, un acto político.
Bordar como una forma de tejer prendas contra el frío.
La manta tiene pájaros. Las aves sí pueden atravesar  fronteras sin pedir permiso.
IV
Mujeres que son madres. Mujeres que han elegido no  serlo. Mujeres que debaten. Mujeres que crean discurso político. Mujeres que  toman la palabra en las asambleas. Mujeres que dudan. Mujeres que se desesperan  ante tanto sinsentido. Mujeres fuertes. Mujeres que cuidan. Mujeres que  reflexionan. Mujeres que gritan consiguiendo atravesar los muros. Mujeres que  no se rinden. Mujeres que tienen la convicción, tenaz, de que hay muchas formas  de conseguir derribar las fronteras.
Mujeres que gritan como si fueran una sola: Ellos  vienen con la muerte, nosotras respondemos con la vida.
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