Derecho al agua
Frenar el río, parar la vida
Somos el país del mundo con más embalses por habitante, un número sobredimensionado a todas luces. En un contexto de escasez, la mera construcción de pantanos no va a llamar a la lluvia.

Los ríos son sistemas que se caracterizan por fluir, por el constante paso del agua. Un obstáculo en su circulación rompe ese equilibrio y causa innumerables impactos no sólo en el lugar en el que se encuentra, su alcance es mucho mayor. A lo largo de nuestro territorio se han levantado más de 1.200 grandes presas. Somos el país del mundo con más embalses por habitante, un número sobredimensionado a todas luces. En un contexto de escasez, la mera construcción de pantanos no va a llamar a la lluvia.
Las presas interrumpen el curso del agua, cambiando las dinámicas fluviales, impidiendo el paso de sedimentos, de flora y fauna. El impacto sobre el medio es indudable, pero va más allá. La presencia de un dique en el río provoca la inundación del territorio circundante, que puede alojar núcleos de población, cultivos, bosques o terrenos dedicados a ganadería. Tierra que corre el riesgo de quedar bajo las aguas del pantano suponiendo la expulsión de una población de su lugar de origen.
Esta situación es un problema global y la celebración del Día de Acción contra los Grandes Embalses quiere llamar a la actuación contra estas infraestructuras tan dañinas para el medio: se debería paralizar la planificación de nuevas presas además de reducir el número de las existentes. Suponen una agresión de gran envergadura para el medio y las personas que lo habitan.
Esta lucha contra las represas no es nueva en el estado español. En Aragón, por ejemplo, con la llegada del Pacto del Agua en 1992, se inició la planificación de varios embalses contra los que los pueblos se levantaron, lucharon en la calle y en los juzgados. El proyecto de Biscarrués, en Huesca, lleva treinta años siendo una batalla, que de momento los oscenses están ganando. Una victoria, aunque no se puede bajar la guardía.
En Zaragoza se encuentra la presa de Mularroya sobre el río Grio. A pesar de la sentencia de la Audiencia Nacional en contra de su construcción las obras han continuado: fue declarado de interés público de “primer orden” por el gobierno, pues el agua embalsada sería destinada a abastecer a parte de las miles de hectáreas de regadío planificadas en esta cuenca. Se ha continuado con esta infraestructura a pesar de las amenazas para el entorno que supone, incluyendo peligro sísmico cuando se llene el pantano.
Los diques, como las fronteras, se extienden a lo largo del mundo y siempre están vinculadas al enriquecimiento de grandes empresas y estados cómplices
Los diques, como las fronteras, se extienden a lo largo del mundo y siempre están vinculadas al enriquecimiento de grandes empresas y estados cómplices. La presa de Belo Monte frenó el río Xingú en la Amazonia brasileña, un proyecto que puso en evidencia las relaciones fraternales entre empresas y gobiernos al revelarse una trama de sobornos de 41 millones de dólares entre constructoras y partidos políticos.
En Guatemala, el río Cahabón que nutre la supervivencia de miles de personas en todo su recorrido también se vio afectado por esta lacra. La constructora ACS/Cobra, presidida por Florentino Pérez, paralizó su circulación y unas 50.000 personas (en su gran mayoría indígenas maya quekchí) se vieron forzadas a pasar controles de seguridad para poder acceder al agua, como si para beber se necesitaran pasaportes.
Un río es algo que se gestiona desde el común, como un bosque o como un lago y por lo tanto, las poblaciones cercanas a estos recursos se ven en la necesidad de defenderlo de las lógicas del mercado, aunque les vaya la vida el ello, luchando y organizándose juntas. Lo hacen las mujeres del pueblo lenca, al que pertenecía Berta Cáceres, consideradas a si mismas "Guardianas del agua".
Lo viven también día a día los protectores de los ríos en Turquía cuando denuncian la represa de Ilisu, en el río Tigris (y que el BBVA financia a través de su entidad subsidiaria Garanti Bank). El embalse turco desplazaría a unas 80.000 personas, en su mayoría kurdos. Además, inundará la ciudad histórica de Hasankyef así como numerosos enterramientos y lugares sagrados para el pueblo kurdo. La construcción de esta infraestructura no hace más que agravar el conflicto político-militar existente en el Kurdistán turco y supone un aumento de la militarización de la zona.
Los esfuerzos para mejorar la gestión de la escasez del agua deberían enfocarse en otros ámbitos, como reducir las hectáreas dedicadas a cultivos de regadío o perseguir los pozos ilegales, en lugar de planificar infraestructuras poco útiles para enfrentarse a la sequía, que enriquecen a unos pocos. El no dejar fluir el agua limita la vida en todos los sentidos.
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