Procés
¿Es Catalunya una colonia? La administración colonial y el régimen de la colonialidad


Mapa del Principado de Cataluña
Mapa del Principado de Catauña Pensar Jondo
José Romero Losacco, intelectual e historiador venezolano, investigador del Centro Nacional de Historia de Venezuela
2 dic 2019 16:51

En días recientes se ha abierto un debate a partir de declaraciones como la de Ramón Cotarelo, quien sostiene que "La relación entre Catalunya i Espanya és una relació colonial", o la de Belén Murillo afirmando que "Catalunya es la última colonia que le queda a España". Afirmaciones como estas han sido respondidas por activistas como Daniela Ortiz, Sara Cuentas y Maria Dantas, para quienes “No se puede tratar de una relación colonial porque Catalunya nunca ha sido inscrita en el sur global y nunca ha tenido una economía extractivista” como afirma Daniela Ortiz, que por estos días presenta la exposición ESTA TIERRA JAMÁS SERÁ FÉRTIL POR HABER PARIDO COLONOS. Se trata de una debate que requiere de algunas matizaciones y precisiones de orden conceptual con profundas implicaciones políticas. En tal sentido, lo que intentaré a lo largo de las siguientes líneas será introducir algunas ideas dentro del mismo para, a partir de diferenciar entre las formas coloniales de gobierno y el régimen de la colonialidad, que en palabras de A. Quijano implica tratar la diferencia entre colonialismo y colonialidad, para aportar a la discusión.

Me detendré por algunos momentos en dos ejes fundamentales para esta discusión, el primero es el aporte que el análisis de los sistemas-mundo ha dado al posicionamiento decolonial, fundamentalmente las implicaciones geopolíticas de la división axial entre centro, semi-periferias y periferias, y en segundo lugar como dicha división está atravesada por una división racial que diferencia lo humano de lo no humano, y define lógicas diferenciales para el tratamiento de los conflictos.

1. Diferenciando colonialismo y colonialidad

Pronto serán tres décadas de la oprobiosa celebración del quinto centenario de la invasión de Abya-Yala, 1992 fue un año en que a los pueblos del sur global se nos volvía a recordar nuestro lugar dentro del sistema-mundo moderno, Expo Sevilla, los juegos olímpicos de verano, todo se hacía para celebrar el genocidio de nuestros pueblos, la fiesta sería coreada a gritos de Barcelona en las voces de Freddy Mecury y Montserrat Caballé. Mientras esto ocurría, pueblos del sur global se enfrentaban a la violencia del consenso neoliberal, son los años de la Tormenta del desierto, el Caracazo o el levantamiento del zapatismo. Hablo de un contexto en el que la resistencia a esta celebración dio entre sus frutos la actualización de herramientas conceptuales de lucha, herramientas que vienen de lejos, de la lucha contra el colonialismo, contra el eurocentrismo y el occidentalismo.

Allí se comienza a nombrar como colonialidad del poder una forma de organización global fundada en la clasificación etno-racial de los pueblos del mundo, me refiero a algo que era ya evidente para pensadores negros del Caribe, que el capitalismo se funda con el racismo, que la identidad de Europa y de la civilización Occidental se constituye a partir del colonialismo, que la modernidad y su retórica de salvación encubre su violencia constitutiva, la lógica de la colonialidad.

Un momento en el que se hace necesario diferenciar entre colonialismo y colonialidad, tal como lo hiciera A. Quijano, lo primero implica una forma de administración de un territorio en la que la autoridad es ejercida por quien tiene una identidad extranjera, una identidad diferente a la población que habita el territorio en cuestión, por otra parte la colonialidad es una lógica que opera a partir de la clasificación etno-racial de las poblaciones de estos territorios, el primero supone un orden administrativo, la segunda un orden mental, cognitivo, epistémico, existencial. La superación del colonialismo no implicó la superación de la colonialidad.

La diferenciación entre uno y otra permite sostener que los procesos de independencia durante el siglo XIX, y los de liberación nacional en el XX, no derivaron hacia procesos de descolonización, sino que terminaron siendo solo una ruptura administrativa, un cambio de manos con el cual las estructuras de la colonialidad quedaron intactas.
A partir de estas definiciones encuadramos la pregunta ¿Es Catalunya una colonia? Siguiendo lo dicho habría que caracterizar al colonialismo castellano como fundador de la lógica de la colonialidad, y cómo la idea de España es central para el sostenimiento de dicha lógica tanto en la península, como allende el mar océano. Podríamos, pues, realizar otra pregunta ¿fue la relación entre Catalunya y Castilla una relación colonial?

La primera pregunta nos lleva a una discusión fundamentalmente administrativa, útil para armar el expediente de la autodeterminación, en tanto ésta, en definición ONU significa que el pueblo de una colonia o Territorio dependiente decide sobre la futura condición de su país, cuestión que resulta tácticamente fundamental para replicar, en sus términos, a una Castilla que se rehúsa a reconocer tal derecho, esgrimiendo que Catalunya nunca ha sido una colonial. La segunda pregunta, por su parte, permite complejizar la respuesta saliendo de los marcos impuestos desde Castilla y avanzar, por ejemplo, hacía la caracterización de Catalunya como territorio dependiente.

2. España una nación colonial

Para continuar la presente exposición habría primero que aclarar algunas cuestiones que suelen portarse desde el sentido común impuesto a través de la lógica de la colonialidad, en este punto me concentraré en aquello necesario para afirmar que España como comunidad imaginada es un proyecto colonial-imperial. Según la RAE una colonia es un “territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales”, el problema con esta definición no es tanto la definición en sí, sino la idea que de nación se tiene a la hora de poner en contexto cómo se define la comunidad imaginada. Esta es la gran limitación a la hora de plantear que Catalunya es una colonia, porque para esta discusión hay que entrar en el debate sobre la condición histórica de la nación española y su relato fundacional en lo que usualmente se define como “la reconquista”
La idea de “reconquista” supone que existe una España inmanente, cuyo vínculo con Europa será la identidad Cristiano-Católica, que la introduce en la esfera del Imperio Romano, y por tanto de la idea de Europa. Esto es fundamental para que España se defina como una nación europea, un ejercicio central para mirar hacia un norte que desde 1648 la mira con aires de superioridad. La “reconquista” es una noción con la que se pretende superar el complejo de inferioridad ibérico frente al norte de Europa. Un relato para el que 1492 es un año fundacional.
Usualmente lo que ocurre con esta fecha es que opera como un marcador temporal para separar a España de sus territorios conquistados en el “nuevo mundo”, la noción de reconquista resulta no solo un anacronismo, sino un dispositivo que impone una lectura particular de lo ocurrido antes y después de 1492. Hablamos del año de las Capitulaciones de Santa Fe, del fin de eso que llaman “reconquista” y que para ser más precisos habría que llamar la conquista de al-Andalus, es el año de la gramática del castellano de Nebrija y de la invasión a Abya-Yala. Habría que añadir que al decir “reconquista” se construye un relato con el cual la conquista de al-Andalus queda escindida, como proceso histórico, de la conquista de Abya-Yala, produciéndose un criterio de periodización con el cual se analizarán cada una de forma distinta.

Por otro lado, lecturas, como las que viene realizando Javier Garcia Fernandez, en las que la expansión de Castilla implicó un proceso de acumulación por desposesión y por despojo a modo de acumulación originaria, permiten dar cuenta de cómo el viaje de Colón fue la continuación de esa expansión, un proyecto aprobado a pocos días de la rendición de Boabdil y la entrega de Granada, es decir, un proyecto que recibe la aprobación de Castilla para continuar aquello que “concluía” con la conquista de al-Andalus, el proyecto de crear un imperio universal (Católico).

Visto con ojos posteriores el viaje de Colón significó la transformación, a la larga, del orden vigente, pero desde el propio 1492 se trata de la extensión de las lógicas de conquista usadas para la captura y administración de los territorios de al-Andalus. De modo que el proceso de conquista y colonización de Abya-Yala se llevará a cabo trasladando instituciones que fueron creadas durante este tiempo, entre ellas la encomienda, mientras otras serán creadas en las dos orillas en la medida en la que el imperio requería reformas en sus instrumentos de administración.

Entre estas instituciones encontramos los virreinatos y las capitanías generales, por ejemplo, en 1520 Catalunya adquiere el carácter de virreinato, en un poco más de una década será creado el Virreinato de Nueva España, esto nos habla de una continuidad administrativa entre la península y Abya-Yala. Luego de 1648, tras la paz de Westfalia y la independencia del Reino de los Países Bajos, un momento en el que Sevilla comienza a ser desplazada como centro del comercio, siendo sustituida por Amsterdam, es decir, del inicio de la periferialización de la península con respecto a al norte de Europa, el imperio afrontará la nueva realidad geopolítica transformando la administración política su territorio, con ello y tras el fin de la guerra de sucesión vendrán las llamadas reformas borbónicas.

Durante el siglo XVIII estas reformas darán pie, en 1716, a la transformación de Catalunya en una Capitanía General, un año más tarde, en 1717, se crea el Virreinato de Nueva Granada y sesenta años después estas reformas darán pie a la creación en 1776 de la Capitanía General de Venezuela y del Virreinato del Río de la Plata. La recentralización del control administrativo imperial no solo no sirvió para enfrentar la periferialización, sino que precipitó procesos de ruptura territorial, las independencias y la creación de nuevos Estados-nacionales en lo que ya era América, todo ello aderezado con las invasiones napoleónicas y la posterior firma de la Paz de Viena, lo que abre el siglo XIX al control imperial inglés.

La inestabilidad de la unidad territorial que produjo la nueva realidad geopolítica en manos de Gran Bretaña no acabaría en 1830 tras las primeras independencias americanas, las réplicas de este sismo, se verán a fines de siglo, cuando se pierda Filipinas, Puerto Rico y con la Independencia de Cuba, un momento en el que conferencia de Berlín y la Gran Depresión marcan el inicio del declive del siglo Británico, una coyuntura sistémica que abre un ciclo de inestabilidad política que atravesará las dos grandes guerras inter-imperiales (1914-1918, 1939-1945), la revolución de octubre (1917) y la guerra civil española (1936-1939).

Lo que se trata de señalar con esto es que, como en la transición geopolítica de Sevilla a Amsterdam y la transición de Amsterdam a Londres, el paso de Londres a Nueva York produjo inestabilidades territoriales asociadas a la cada vez más clara y profunda periferialización de la península ibérica. Transformaciones de un sistema social, el sistema-mundo moderno-colonial, cuyo desequilibrios globales resultan en disputas inter-imperiales de las que el Reino de España no solo no ha logrado escapar, sino que ha resultado en procesos de fractura y pérdida de los territorios que quedaron subordinados a Castilla durante sus años de expansión.
Esta interpretación nos permite afirmar que la guerra civil se inscribe dentro de un proceso de larga duración iniciado con el ciclo de independencias del primer siglo XIX, se trata de una historia que rompe la manera tradicional de pensar lo español como algo que acontece solo en territorio peninsular, permitiendo así comprender que la llamada cuestión territorial no debe tomarse fuera del marco de la voluntad imperial de castilla y como esta constituye aquello que viene a llamarse España.

Así, se comprende que el golpe de estado en 1939 pone en pausa la inestabilidad territorial y con ello al largo siglo XIX español, y que cuando en el siglo XXI la economía-mundo capitalista enfrenta un nuevo ciclo de inestabilidad, esta vez anunciando un cambio de timonel que supone el desplazamiento de Nueva York por Shanghai, lo que vemos en Catalunya es la reactivación de tendencias profundas que han puesto históricamente en tensión la unidad territorial del Imperio castellano.

3. Catalunya un territorio dependiente

No resulta tan evidente, por lo expuesto hasta ahora, que Catalunya pueda calificar administrativamente como una colonial, pero si nos quedamos en el debate administrativo va a resultar que tampoco quedaría claro que los territorios en Abya-Yala eran territorios coloniales, siendo que nominalmente estos territorios contaron con estatus administrativos similares al territorio catalán, siendo virreinatos y capitanías generales. La clave, sin embargo, para esta discusión estaría en la diferencia entre colonialismo y colonialidad. Aunque Catalunya compartió estatus administrativo con los territorios conquistados y anexados a Castilla tras la invasión de Abya-Yala, la gran diferencia estaría en la aplicación de las leyes de indias a un lado del Atlántico.

Sin embargo, la historia de Catalunya, al ser leída en este encuadre permite evidenciar su subordinación colonial (en el sentido de la colonialidad) a los intereses de Castilla desde el mismo momento en el que Fernando el Católico aceptó su condición de Rey Consorte y depositó los intereses del norte de la península a los intereses expansivos de Isabel de Castilla, la Católica. En la medida en la que Castilla quedaba subordinada al norte de Europa, se aplicaron formas de exterminio que fueron importadas de aquellos territorios donde opera la colonialidad con todo su brutal despliegue, lógicas como aquellas usadas durante la guerra civil y la dictadura franquista, que implican lógicas de colonialismo interno.

En este sentido, Catalunya se transformó en una suerte de semi-periferia peninsular, gozando por ende de los beneficios y privilegios de cualquier semi-periferia. Por ello, si bien su economía no fue del tipo extractiva o de plantación, ésta fue dependiente de los intereses de Castilla, en tanto fue una semi-colonia, un territorio dependiente y subordinado a la identidad española y sus intereses geopolíticos.

Si nuevamente nos remitimos a la definición de la RAE, una colonial es territorio dominado y administrado por una potencia extranjera, de modo que Catalunya no sería administrativamente una colonial si se reproduce el relato españolista sobre la conquista de al-Andalus, la llamada “reconquista”, que como hemos dicho, invita pensar en una España inmanente cuya identidad coincide con la población de todo el territorio peninsular, un relato funcional para ocultar las lógicas coloniales con las que se unifica el territorio.

Sin embargo, si miramos la pretendida inmanencia de esta España peninsular, propia del nacional catolicismo, ya no desde la noción de “reconquista” aparece como ésta siembra sus raíces, entre otras, en la cuestión lingüística, se trata del relato que justifica la pertenencia de España a una Europa que se piensa desde el norte y que la desprecia, un relato en el que la identidad religiosa su junta con la identidad lingüística produciendo la imagen de continuidad entre el Imperio Romano y Castilla.

La cuestión lingüística es fundamentalmente una cuestión colonial, la identificación del castellano con lo español deviene de la relación entre lengua y religión, un debate que surgirá al calor de la conquista de Abya-Yala. El castellano, asociado al latín, emparenta Castilla a la Roma Católica, se establece una relación entre la identidad del Estado y la identidad religiosa de la población que habita los territorios bajo control del Estado. Pero será la diversidad lingüística de Abya-Yala lo que informará la unificación lingüística de España.

Bernardo José de Aldrete será clave en una historia en la que se reclamará la lentitud con la que avanza el Imperio, para esto se argumenta que, como el Imperio Romano, Castilla debe avanzar con su lengua. En tal sentido, todos los territorios subordinados debían ser colonizados lingüísticamente. En su obra la cuestión se presenta desde el propio título de uno de los capítulos “Los conquistados reciben la lengua de los conquistadores, rindiendo la suya junto con su tierra y su gente(1)”. 

En tal sentido, Walter Mignolo explica lo siguiente:

“En ese capítulo Aldrete se ocupó de los ejemplos de la Península Ibérica y de las Indias (Occidentales). En la Península Ibérica el núcleo de su argumento fue proporcionado por las diferencias entre los romanos y los árabes (o los moros). El árabe fue, obviamente, la lengua utilizada en los territorios que los moros tenían bajo su control: los castellanos bajo los moros no solo perdieron su lengua sino, a veces, su religión y, con frecuencia, sus vidas (Aldrete 1975:139). Pero los árabes dejaron partes significativas de la península en las que las personas fueron capaces de preservar su sentido de territorialidad mediante la preservación de su religión, el cristianismo, y su lengua, el castellano” (2).

Queda claro la complicidad entre identidad religiosa e identidad lingüística, asumiendo esta como preexistente a la conformación histórica de al-Alandalus, definiendo el sentido de la territorialidad atado a la lengua castellano, complicidad que luego será pretendidamente secular cuando entre en juego la idea de nación, una comunidad imaginada que hablará castellano, y será propietaria natural de toda la península y de los territorios del Abya-Yala.

4. Catalunya, entre la Regulación/Emancipación - Dominación/Violencia

En sus 16 Tesis de Economía Política (3), Enrique Dussel, inicia con una reflexión sobre aquello que la emancipación es. Nos dice el filósofo latinoamericano que se emancipa el hijo del padre para ser lo que ya es, mientras que el esclavo se libera para ser lo que aún no ha podido ser, con esto se intenta decir que aquellos para quienes la condición humana ha sido negada la emancipación no es la primera opción, se debe primero liberarse, quebrar el orden vigente que lo deshumaniza para luego poder ser, ,mientras que aquel cuya opción es la emancipación se encuentra en una posición en la que ya siendo no requiere liberarse, la emancipación es solo posible para el ser, la liberación es el único camino para el no-ser.

Catalunya en su condición semi-colonial se debate entre ser Europa o ser otra cosa, su europeidad pasa por la subordinación a Castilla, en tal sentido, una futura república debe comenzar por liberarse de Europa, salir de la condición semi-colonial/semi-periférica será un proceso de liberación si es un proceso de descolonial.
En la construcción de una futura república se deberán asumir los costes de enfrentar las dinámicas que operan fuera de la zona del ser, me refiero a aquello que Boaventura de Sousa Santos describe cómo las lógicas de regulación/emancipación y las lógicas de dominación/violencia.

Se trata de lógicas diferenciadas de gestionar el conflicto, por un lado en los territorios que habitan en la zona del no ser aplican las lógicas de dominación/violencia, en estos territorios se gestiona la violencia más brutal y descarnada, cuyos ejemplos vemos hoy en Chile, Ecuador y Colombia, una violencia que por otro lado es justificada por los grandes medios de desinformación global, lo contrario ocurre en casos como el de Venezuela, donde los medios de comunicación ofrecen una cobertura humanizante de la violencia paramilitar ejercida por grupos de oposición al gobierno, mientras justifican la actuación policial del 1 de octubre en Catalunya.
El camino hacia la república también significa asumir sus privilegios, Catalunya no es Bolivia ni la estelada es la whipala, la historia de la subordinación relativa a Castilla permite explicar las cunetas aún lado del Atlántico y los golpes de estado al otro, pero también explica las diferencias entre ser una colonia y ser una semi-colonia. Catalunya se debate entre emanciparse y ser lo que ya es: Europa, o liberarse/descolonizarse y ser aquello que no ha podido ser.

Catalunya no es una colonia si nos restringimos la definición a la forma de gobierno, pero el régimen de la colonialidad sí que opera, de manera relativa cuando se trata de la relación de Castilla con el territorio y su población, lo que no desacredita que desde Catalunya se reproduzca este régimen con respecto a la población migrante.

Notas:
(1) y (2)Walter Mignolo (2016) El lado más oscuro del renacimiento. Alfabetización, territorialidad y colonización. Universidad del Cauca, Colombia. Pág. 66
(3) Enrique Dussel (2014) 16 Tesis de Economía Política. Siglo XXI Editores, México.

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#44981
21/12/2019 12:43

Mis Queridos mentirosos arrogantes y corderos del sistema.El imperialismo existió desdes los siglos,este imperialismo también se acabará así es nuestra historia,otra cosa vendrá y está por ver quizás no la conozcamos,nosotros,mis hay muchas palabras que no están en el diccionario,hoy en día Catalunya no es más que la escobilla del váter del imperialismo.

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#44008
2/12/2019 21:32

Abya-Yala: Un poco arrogante llamar a todo un continente con ese nombre cuando había cientos, si acaso miles de tribus con sinnúmero de idiomas distintos que no tenían el concepto del continente ni le adjudicaban nombre, desconozco el origen pero de paso se aprecia un unilateralismo e imposición del criterio de la cultura que "originó" ese término por encima del de las demás. Este escrito es un encargo.

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