DIY: hazlo tú mismo

¿Entra el DIY musical en el mismo saco que el bricolaje casero y los trucos de cocina? ¿Hay que gritar mucho y vestir de negro para ser parte de eso del DIY? ¿De qué hablamos cuando hablamos de hacérnoslo nosotros mismos? Pasión por el ruido, ingenio y capacidad de supervivencia para mantener una comunidad subterránea en la que se grita alto son algunas notas que ayudan a dar respuesta a esas preguntas.

Do it yourself
26 may 2019 06:00

¿Qué es eso del DIY? Una búsqueda superficial en internet conduce a vídeos y blogs que dan instrucciones sobre arreglar o transformar nuestra propia ropa o construir cualquier cosa con cuatro trastos que tengamos por casa.

Sin embargo, lo del DIY también es una expresión habitual en el mundo musical. Sí, evidentemente tiene que ver con hacerlo tú mismo sin depender de terceros, pero ¿entra en el mismo saco que el bricolaje casero y los trucos de cocina? ¿Hay que gritar mucho y vestir de negro para ser parte de eso del DIY? ¿Hay que venerar a Dischord Records por encima de todas las cosas? ¿De qué hablamos cuando hablamos de hacérnoslo nosotros mismos?

De la necesidad, virtud

Aritz Aranburu, integrante de bandas como Oki Moki o Arrotzak, distingue entre homemade y DIY, dos anglicismos que utiliza en la entrevista que le hicieron en el semanario vasco Argia. Básicamente, dice que una cosa es que grabes tus temas en tu propio local porque no tienes otra cosa al alcance y, otra muy distinta, renunciar a una determinada concepción del éxito ligada al logro comercial. Cuenta que el DIY es “una forma de entender la música y la manera de hacerla de forma integral”.

El colectivo Andalucia Über Alles, a su vez, más allá de llevar a su terreno el chiste de Jello Biafra y los Dead Kennedys en su nombre, intenta concretar la filosofía DIY en su tierra, Andalucía. Con raíces principalmente en Sevilla, organizan conciertos de hardcore y punk en un lugar en el que, según nos cuentan, “el punk siempre ha sido una cosa bastante marginal”. Tras tomar el testigo del colectivo Menos Folklore Más Hardcore, empezaron a montar conciertos y a editar y distribuir fanzines y discos. “Es lo bonito del DIY, cuando ves que tus amigas, gente como tú, pueden hacer todas esas cosas por sus propios medios y fuera de la lógica de la competición”, cuentan.

Para ellos, el Hazlo Tú Mismo ha sido “la única alternativa” aunque, más allá de la mera supervivencia, dicen que se sienten muy cómodos con esta filosofía, “ya que creemos que es la manera más directa y humana que existe para llevar a cabo cualquier actividad”. Intentan que todas las partes se sientan cómodas, el ambiente sea familiar y las condiciones, justas.

Para Andalucía Über Alles, el DIY funciona y no es ninguna tontería, ellos mismos ya llevan unos cuantos años demostrándolo. “De lo que se trata, al final, es de crear redes de apoyo dentro del mundillo. Hay bandas que no tienen nada que ver con el punk pero que expresan su rechazo al capitalismo con la misma contundencia”. Parece ser que cualquier sonido viene a ser válido para, tal como lo expresan en su manifiesto, “no tener ánimo de lucro y escupir al fordismo”.

Solo no puedes, con amigos sí

Balty Albiol lleva décadas montando bolos donde puede. Él mismo ha necesitado que le ayudasen a conseguir sitios en los que poder tocar con sus bandas durante todos estos años (KLS, The Happiness Project, ACP) y algo sabe de todo esto. Actualmente participa en dar vida a Plug In The Gear (PITG), local ubicado en Benicarló, donde organiza conciertos de forma continua. Es tajante: “Bandas como las nuestras no podrían tocar en ningún sitio sin espacios como el PITG”. Su banda es cruda, tocan lo más rápido y alto que pueden y no tienen ningún interés en ser digeribles para el público mayoritario. Pero no hay que ser extremo para estar en su misma situación: la suya es la realidad de la mayoría de las bandas de este país.

Albiol friega, diseña los carteles, los pega y lo que surja. Ha perdido dinero en esto pero no le importa. “La gente que viene la primera vez alucina. Solo ha visto algo así en las películas”. Dice que hay gente que conduce una hora para llegar, pero que cuando lo hace se siente libre. “La gente se siente como si estuviera en su casa. Que la gente venga de otra ciudad por estar en el sitio que has creado, eso es lo que te llena. Tienes que limpiar los baños, llenar la nevera, llevarte la peña a casa. ¿Cuál es la recompensa? Que la gente te diga que lo ha flipado. Yo estoy viviendo el mejor momento de mi vida. Yo puse pasta de mi bolsillo para el garito sin pensármelo. Trabajo porque tengo que comer, pero esto te llena la mente, el corazón. La clave es que todo el mundo se sienta parte de esto. Intentamos que esto llegue a la gente, ya que lo bueno del DIY se genera al compartirlo. Esto no es de nadie y es de todos”.

Se podría tocar la puerta de otros sitios de referencia en los que las vivencias son similares. Esfuerzo, cooperación e incluso sufrimiento. Pero, sobre todo, satisfacción. Es lo que sucede en decenas de centros sociales autogestionados y también lo que se respira en La Faena II (Madrid), Liceo Mutante (Pontevedra), Ojalá Esté Mi Bicicleta (Barcelona), Arrebato (Zaragoza), Bonberenea (Tolosa) o The Rincón Pio Sound (Don Benito), por nombrar solo algunos colectivos que organizan conciertos ininterrumpidamente. Lugares que se encuentran por debajo del radar pero que resultan imprescindibles.

A Jose Guerrero le son familiares todos estos nombres. Ha tocado en ellos bajo el paraguas de Betunizer, Cuello, Jupiter Lion, Chaval o con sus proyectos personales Rastrejo y Segunda Persona. Coincide con Balty Albiol: “Para las bandas en las que he tocado hubiese sido imposible hacer tantas giras como hemos hecho sin estos espacios, ya sea en Europa o en España”. Él mismo organiza conciertos de sus bandas amigas y ha tejido redes de amistad por todo el continente. “Estos espacios generan una cultura que nunca se valorará como es debido. Son un hervidero de cultura e ideas altamente relacionado con la colaboración entre personas y eso, indiscutiblemente, es positivo para cualquier ciudad”.

Balty Albiol cree que, en comparación con otras partes de Europa, nuestro tejido autogestionado goza de muy buena salud. Reflejo de ello es la situación de su espacio, el PITG, que actualmente vive su mejor momento. Si bien comparte parte del relato, Jose Guerrero señala algunas carencias. “En Francia, casi cada ciudad tiene uno o varios espacios así. En España, por desgracia, eso no ocurre”. Menciona el recientemente desalojado 13 Monos, de Salamanca, a la hora de hablar sobre las dificultades que sufren todos estos recintos. “En otros países europeos es algo más fácil encontrar estos lugares, ya que la cultura está mejor vista, el público general tiene más interés y muchos gobiernos dejan que este tipo de actividades se desarrollen, y no los criminalizan como a veces ocurre en nuestro país. Por favor, apoyen estos espacios”, remata Guerrero.

Trabajo y autogestión

Si bien Balty Albiol conoce a gente que “más que vivir, malvive” girando continuamente en el circuito autogestionado, le parece que “no se puede comer de esto. A lo mejor si la peña pagara 10 euros por bolo y si girásemos seis meses. Todos necesitamos un curro aparte”.

Con todo, Jose Guerrero sí que está logrando vivir únicamente de girar de forma constante. “Yo llevo ocho años viviendo exclusivamente de este modo y se puede vivir perfectamente si no tienes muchas pretensiones económicas. Se puede hacer, aunque en nuestro caso estemos viviendo en un país que no ayuda precisamente a este tipo de actividad”. Según el valenciano, solo hay que administrar bien los escasos beneficios y planear bien los movimientos.

Desde la oficina-tienda que tiene el sello BCore en el barrio barcelonés de Gràcia, Jordi Llansamá coincide. “Sí, se puede tener una línea DIY y profesionalizarse. Para mí ,es la manera con la que empecé trabajando en el sello y como continúo haciéndolo hoy en día, aunque esté profesionalizado”. BCore es el sello en el que Jose Guerrero ha publicado la mayoría de sus discos, de la misma forma que lo han hecho infinidad de bandas desde que empezara su andadura en 1990. Si bien es cierto que su sonido se ha diversificado en todos estos años y ya no todo se reduce al hardcore punk, la raíz se mantiene. “Un sello con una filosofía DIY en su ADN no quiere que haya terceras opiniones y quiere que el proyecto se haga como él lo ha pensado y decidido. Nosotros controlamos todo el proceso del disco”.

Aun así, no faltan sellos que funcionan con dinero proveniente del salario de otros empleos. Llansamá dice que “los proyectos siempre han estado impulsados por francotiradores. Gente con iniciativa que crea proyectos y los lleva adelante, aunque no sean viables económicamente. Creo que eso sigue sucediendo y que es parte de la escena musical actual”. Sellos como Humo, Repetidor, BideHuts o tantos otros son muestra de ello.

Músicas contra el poder

Recapitulemos: por lo visto hasta ahora, el DIY es hacerlo por tus propios medios, la alternativa más humana y enriquecedora para crear una escena y también una salida profesional viable. Pero aún hay más, ya que para Markel Ormazabal, es importante “subrayar el carácter anticapitalista del concepto”. Ormazabal es músico y sociólogo, y suya es la investigación La(s) escena(s) hardcore en Gipuzkoa, probablemente el lugar en el que más hondo ha calado esta filosofía en todo el Estado. Señal de ello es la nutrida red de gaztetxes y espacios autogestionados diversos: pocos sitios hay en Europa donde se puedan encontrar tantos escenarios a los que subirse a tan pocos kilómetros de distancia.

Dice Ormazabal que “la creatividad transformadora del DIY se apoya en conceptos como la autonomía o la autogestión, y su hacer está enfocado a la destrucción del sistema mercantil, como medio a su vez de construir nuevas formas de vida”. En la misma dirección, recuerda que “donde el Estado invierte cada vez menos recursos, nos venden la filosofía DIY como sustitutivo de la responsabilidad pública. Hazlo tú misma, pero no para crear algo nuevo, sino para sustituir aquello que nuestro tiempo de trabajo e impuestos deberían de cubrir de facto. Esto impregna el DIY con las lógicas del mercado. Es por ello que la práctica DIY es inseparable de la crítica y el cuestionamiento radical de los modelos de consumo imperantes”.

El cambio de paradigma que trajo internet a la industria musical llevó a muchos artistas a autoeditar sus trabajos debido, principalmente, a la precariedad imperante en el sector. Sin ánimo de menospreciar la conducta de dichos músicos o de establecer barreras absurdas, la suya no sería una práctica que pudiéramos catalogar como DIY. Al menos, si siguiéramos el esquema propuesto por Markel Ormazabal.

Lo político de la música no se reduce a las letras, las prácticas son esenciales. Es por ello que resulta fútil fetichizar estilos y géneros musicales, a los que se otorga un valor rebelde intrínseco. Asimismo, músicas que nunca se catalogarían como contestatarias pueden ser perfectamente válidas para una práctica emancipatoria. Según Ormazabal, “estamos presenciando como infinidad de estilos populares se están reproblematizando y repolitizando. La música es un hecho social y, en este sentido, no tiene un lugar sustancialmente fijado en la sociedad. El origen cultural de un estilo musical o su contenido, por ejemplo, no bastan para adscribirlo en un sentido o en otro. La pregunta a contestar no es el qué o quién, sino el cómo. Es decir, lo decisivo será examinar su uso, la relación con los dispositivos de poder actuantes en cada coyuntura”.

Hacerlo tú mismo es algo intuitivo. Las dificultades avivan el ingenio y la pasión hace el resto. La música algo sabe de pasión e intuición y también de construir comunidad. Es por ello que, aun con una estructura administrativa nada adecuada para una práctica musical estable y saludable, son muchos quienes arriman el hombro para que esto siga adelante. Con conciencia anticapitalista o sin ella, el DIY plantea una alternativa y un camino por el que es difícil vislumbrar hasta dónde se podría llegar. Descubrirlo queda en manos de personas que, como las que han hablado en este reportaje, tengan ganas de intentar construirlo y de los impedimentos y la ceguera de las instituciones.

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