Migración
Ahora sí, ¡bienvenidos a Madrid!

Seis chavales que estuvieron presos en Archidona fueron dejados en las inmediaciones de la Estación de Atocha este fin de semana con lo puesto. Una llamada desde las redes de Málaga empieza a mover algo. El Telegram explota y empiezan a llegar alternativas. 

Tras Archidona, Madrid
Los seis de los internos procedentes de la cárcel de Archidona, a su llegada a Madrid. Pablo 'Pampa' Sainz

Son las 9h del sábado 13 en Madrid. Aprieta el frío y las radios dan la alerta por posibles nevadas incluso en la ciudad. Seis chicos son dejados en las inmediaciones de la Estación de Atocha. Con lo puesto, sin dinero, sin donde guarecerse más que el jardín de invierno de la estación de trenes. “Refugees welcome”. Bienvenidos a Madrid.

Son seis chavales que estuvieron presos en Archidona, la cárcel inacabada que el Ministerio de Interior usó, de improviso, como Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y en la que juzgados de Murcia y Almería ordenaron encerrar a casi 600 personas recién llegadas en patera. Según la nomenclatura estuvieron “internadas” y aquel lugar para el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, cumplía bien las funciones de CIE. Menores de edad, personas con heridas y enfermedades con deficiente atención médica, inexistencia de juzgados de vigilancia, antidisturbios a cada paso: postales de la impune chapuza institucional. “¿En qué piensa cuando firma, señor juez?”, dice un viejo rap. Más de uno debería escucharlo.

La Ley de Extranjería dice que son espacios de carácter no penitenciario. Pero para eso están las leyes, a veces para interpretarlas y, casi siempre, para interpretarlas a gusto del Gobierno.

Un día despertaron entre rejas y un compañero de ruta estaba muerto. Muertes dudosas, como demasiado a menudo ocurre tras las rejas. La noche anterior vivieron en sus cuerpos la actuación de los antidisturbios con su habitual proporcionalidad. Vamos, lo que se pudo observar en vídeos por las redes sociales. Ellos lo vieron allí, lo sintieron en la piel, y lo cuentan. Sangre, palos, patadas, insultos. En celdas que el gobierno se permite llamar habitaciones. A ver si cuela.

El 10 de enero Archidona quedó vacío. A la mayoría de los encerrados los expulsaron con nocturnidad y alevosía. Como siempre. Si hablan, que chillen lejos. Los primeros que no pudieron expulsar los mandaron a los CIE de Tarifa y Algeciras. Otros a Barcelona. A ellos les tocó Madrid, el CIE de Aluche. Dos noches. Repartirlos, que no se conecten, que no hablen. Silencio. Bienvenidos a Madrid.

Recién llegados y presos. El miedo. ¿Cómo contar a las familias que quedaron allá, a lo lejos, que el sueño europeo se convirtió en esto? De España solo conocen tres cosas: Archidona –la cárcel que aún no lo era, la de la improvisación–, un CIE –el de Aluche, el mismo donde hace cinco años dejaron morir a Samba Martine– y un albergue de la Campaña Municipal contra el Frío, donde se protegieron el viernes por la noche. No, no durmieron. Seguro que tú tampoco podrías.

El recurso destinado a esas vidas desamparadas, excluidas. Personas en situación de calle con todos los dramas que arrastra la exclusión social. Víctimas de esta sociedad putrefacta ¡Al menos no fueron deportados, chavales! El estúpido consuelo para quienes nada tienen.

¿Formarán parte de los 82 millones de turistas que han invadido nuestras calles? Lo sentimos, si no tienen dinero para comprarse un piso, o no juegan demasiado bien al fútbol, la cosa va a estar difícil. Para la hipócrita modernidad lingüística son migrantes económicos de una economía que no tienen, que les han robado. Seguro por su situación pueden solicitar asilo, pero otra vez la ley que el gobierno interpreta a su gusto, y no se les informa. ¿Para qué hablarle de sus derechos?

Ahora están en Atocha sin saber qué hacer, a dónde ir. Los recursos que hay son los que son, y ya los han utilizado. Lo sentimos mucho, ahí los deja la institución, en los buses que cada día, a primera hora de la mañana, los deposita (use aquí el verbo que mejor se aplique) en Atocha. Por la noche, a las 21.15h y a las 22h podrán esperar el mismo bus que los lleve al recurso.

¿Y el Ministerio de Interior? ¿Y la Comunidad de Madrid? Difícilmente puedan –ni quieran– dar respuestas humanitarias siendo los mismos que te dan la bienvenida enviándote a una cárcel. En honor a la verdad, los hombres de Zoido no tardan en acercarse a los chavales. “¿Documentos?”. Rápido accionar policial pidiendo papeles a seis cuerpos cansados, al borde del agotamiento, con apenas un par de bolsas negras de basura en la mano en la que llevan algunas ropas. Sospechosos de algo en sus primeras horas en libertad. Esas prácticas de identificación por perfiles raciales, las que el Comité de Derechos Humanos de la ONU condenó en 2009 por el caso Rosalind Williams.

Una llamada desde las redes de Málaga empieza a mover algo. Siempre se mueve algo cuando el paquidermo institucional aún descansa. A veces casi es mejor que este no se mueva. Hay recursos que no merecen ser vividos.

Rubén es amigo de una chica que participa en un colectivo al que han llamado para ver cómo se puede ayudar a estos chicos. Un hilo de conexiones de gentes anónimas. “Te llamo de parte de”, “Me dijeron que vives cerca…”. Habría que armar un decálogo de expresiones solidarias, esas que nacen cuando la necesidad obliga a wasapear a un desconocido.

Apura el café y sale hacia Atocha. Los acompaña a desayunar y espera a que alguien acuda a abrir La Ingobernable, el centro social okupado en el corazón de la bestia. Y se abre, y los chavales pueden darse una ducha y estar en un lugar cálido. Arropados por esas gentes anónimas que se desbordan por estar, por acompañar toda vez que la ocasión lo requiere.

Sin paternalismos. Chavales, aquí estamos, esta es vuestra casa. Hay que buscar alternativas de alojamiento urgente. No es fácil, los recursos institucionales –dicen– están desbordados. Otra vez toca llegar donde el paquidermo no llega. Es sábado, la institución descansa; la gente, no.

Y surgen las ideas, alternativas. El Telegram explota. Se cruzan llamadas. “Yo tengo lugar para uno”, dice Raquel, de la Red Solidaria de Acogida. Y Teresa cuenta que ella, por un par de días, podría alojar a tres (hace poco tiempo tuvo a varios más; vive teniendo, vive acompañando). Belén y Faustino son otros que han hecho de su casa fuera de Madrid un refugio abierto. Y Pepa, y Maite. Y las buenas gentes de la parroquia de Entrevías. La cosa marcha, aunque se sostiene la idea de mantenerlos juntos.

Desde el Encuentro de Mujeres en Zaragoza llegan propuestas, alternativas. Siempre mujeres. Enormes. Se valora la posibilidad de hostales. La Red de Acogida de Leganés puede aportar en ello, y están atentos si hay que bajar a Madrid para acompañar. Desde Huelva alguien llama, si hay que poner dinero, ellos podrían sumar. Y desde Murcia. El Centro Social La Villana también se ofrece. Y desde la Plataforma contra el CIE de Archidona abren una cuenta para apoyar.

Archidona remueve por su impunidad, y emociona por las redes que genera.

Al parecer hay ONG que podrían tener plaza para algunos de ellos, o para todos, a partir del lunes. La urgencia de alojamiento a conseguir se reduce, entonces, a solo dos noches. ¡Vamos, que es posible!

Mientras todo eso se mueve hay quien se pone a la cocina y empieza a preparar una rica comida vegetariana. Una crema de calabaza de esas que remueven los sentidos y de segundo una lasaña también de verduras. Para los seis chavales, y para una veintena de personas que demuestran que Madrid los quiere.

Ya son las 16h y se siguen buscando alternativas. Desde el restaurante El Fogón Verde avisan que los chavales están invitados a cenar. ¡Bravo! La solidaridad que fluye en ropas, cosas de aseo, en ofrecimientos, en gente que está para lo que sea. Es sábado frío y lluvioso, ni siquiera da para salir a caminar demasiado, justo cuando lo que necesitan es aire tras tantas rejas y maltrato.

Para alguien improvisado puede que esto resulte una emergencia, una excepción. Nada más alejado de la triste realidad de esta supuesta ciudad refugio. Desde la Red de Acogida llevan no menos de dos semanas buscando alojamiento para una quincena de chicos dejados en libertad del CIE y que no tienen lugar en los recursos institucionales, más que pernoctar en los albergues de frío. O son –¡otra vez!– migrantes económicos para quienes poco hay, ni siquiera los mínimos derechos, o solicitantes de asilo que deben esperar durante largos meses para formalizar su solicitud.

Hay funcionarios que, en privado, temen el efecto llamada. De nuevo el paquidermo con sus excusas para desgastar y castigar a quienes menos tienen. Sin las redes, sin esta gente, a más de un político se le caerían las banderas y quemarían los discursos.

Una exclusión que se retroalimenta y termina justificando los relatos xenófobos. Son muchos los chicos en esta situación, que durante la noche acuden a esos recursos para personas sin hogar, y por el día pululan por las calles de la ciudad. La inclemente calle. Y más requerimientos de papeles. Y miedo.

Entonces ¿por qué a estos seis sí y a los otros no? Las contradicciones aprietan justo cuando menos se las necesita. Pero están ahí, siempre están ahí. La realidad encierra al discurso político militante. Son personas, compañeros. ¿Qué hacer entonces? Difícil respuesta que es necesario repensar, pero que no detiene el compromiso ni la acción.

Vanesa, “una compa de la Ingo”, dice que en su casa se pueden quedar durante el fin de semana. No son mucho más de las 18h y los chavales se quieren ir a dormir. Llevan dos días sin pegar ojo, agotados. Se nota en sus miradas, en ese andar de pies que se arrastran. Repiten “muy cansados” tanto como “gracias”.

Sonia les acompaña hasta La Latina. Van en bus. Clara presta su tarjeta de transporte público. “Creo que quedan viajes para todos”. La necesidad suele colarse en esas pequeñas cosas. La solidaridad, también.

Hogar. Al fin una cama en condiciones, un lugar caliente. Sin miedos, sin rejas. Y gente que recibe con un abrazo y una sonrisa. A las 21h, Ana, que estuvo a primera hora con ellos y luego se fue a una asamblea de Yo Si Sanidad Universal, se pasa con la cena. Demasiado cansancio para ir al Fogón.

Se acaba el día. Cuerpos cansados, todos, pero esto recién empieza. Es la gente, la que nos gusta, la que late y transforma. Ahora sí, ¡bienvenidos a Madrid!

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Maríam Leganés
18/1/2018 0:34

Gracias Pampa por contar bonito, lo que nos pasa, y nos entristece el alma. Bienvenidas, por que si estas en Madrid eres madrileña

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0
Noureddine
17/1/2018 15:40

Humanism will always prevail, and the good is eternal, thank you all the brave citizens who helped these children and comforted them during these icy nights of a winter not tender for them

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0
Pituskaya
16/1/2018 18:48

Gracias desde Málaga a toda esa buena gente de Madrid, a la gente humanitaria que no espera que resuelvan los que roban derechos y ponen fronteras cada vez mas altas con nuestro dinero. Gracias a esa red de acogida que sin publicidad, sin intereses pone todo lo que tiene para los que tienen poco mas que su vida a lo que nuestro gobierno criminal abandona y condena a la muerte en carceles como Archidona o en el Mediterraneo. Gracias por dar calor y sonrisas a quienes tanto han sufrido por las asquerosas politicas de la Europa fortaleza.

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0
#6762
16/1/2018 10:55

Y nuestros parlamentarios durmiendo a gusto. Muchos de ellos en viviendas que pagan con sus dietas de desplazados mientras tienen sus pisos propios alquilados para sacarse un sobresueldo que ahora lo de los "sobres" a secas se ha puesto muy difícil. Qué vida tan dura!

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