Xanax, Robaxin, Diazepam, Ibuprofeno: así se soporta el trabajo de camarera de piso

Un estudio de CC OO concluye que la precarización de las empleadas que se dedican a la limpieza de habitaciones en los hoteles está directamente relacionada con el mayor consumo de fármacos entre las trabajadoras de este sector.

Hotel de Benidorm
David F. Sabadell Fachada de un hotel en Benidorm.

Ibuprofeno para los dolores musculares, Xanax para la ansiedad, Robaxin para la espalda o Diazepam para poder dormir. Son algunos de los fármacos que han consumido Florina Surdu y Mónica Torres, dos camareras de piso con quince años de experiencia en el sector, para sobrellevar los dolores y el estrés de su trabajo.

—¿Que qué nos duele? —se miran—. ¡Nos duele todo!

A Mónica Torres le duelen, sobre todo, las cervicales, dice. A veces, también las manos, explica mostrando unas grietas que le han salido en la base de los dedos. “Han cambiado uno de los productos de limpieza y, mira, este me provoca irritaciones”. Las sábanas de un hotel, cuentan, se lavan con productos muy fuertes y con blanqueantes que pueden irritarles la cara, además de las manos.

Los dolores musculoesqueléticos se los provoca la manipulación de objetos de peso, una constante en un trabajo en el que deben transportar durante toda la jornada un carro con productos y ropa de cambio para las habitaciones, además de mover muebles pesados para limpiar o hacer las camas, siempre bajo la presión del reloj. 

Según Mónica, cuando empezó a trabajar como camarera de piso tenía que hacer unas 14 habitaciones al día y se le permitían unos 25 minutos para hacer una habitación de un cliente y hasta 40 para hacer una de “salida” (para arreglar una habitación que se desocupa y debe quedar preparada para el siguiente cliente). Hoy, su parte de trabajo diario contempla que debe hacer 19 habitaciones, empleando para una habitación 14 o 15 minutos y un máximo de 27 si se trata de una salida. Tiene 49 años y cuando llega a su casa después de su jornada laboral y se sienta en el sofá, a veces le cuesta volver a levantarse.

Monica
Mónica tras la entrevista con El Salto en Madrid Álvaro Minguito

Según un análisis de CC OO, el policonsumo de analgésicos y otros medicamentos entre las camareras de piso tiene sus causas en la organización del trabajo y en la precarización de sus condiciones laborales. Algunos datos de la Encuesta sobre consumo de sustancias psicoactivas en el ámbito laboral en España del Ministerio de Sanidad puso en la pista al sindicato para llevar a cabo un análisis cualitativo con trabajadoras del sector a través de 15 entrevistas y seis grupos de discusión.

Según esta encuesta, las mujeres consumen el doble de psicosedantes que los hombres (10,3% frente a 4,7%). Por sectores de actividad, la hostelería está entre los tres sectores con mayor consumo de estas sustancias, con un 8,2%, según Pedro J. Linares, secretario de Salud Laboral de la Confederación Sindical de CC OO. Linares recuerda que el 71% de las camareras de piso se medican para poder trabajar a diario, como reveló una encuesta del sindicato hecha en 2016 que también indica que todas ellas refieren dolores en entre cuatro y siete zonas de su cuerpo al finalizar la jornada laboral.

José María Martínez, secretario general de la Federación de Servicios de CC OO, cree que ahora que el análisis ha puesto negro sobre blanco este consumo “inadecuado y no reglado” de fármacos, hay que pasar a la acción. Por el momento, explica, la mesa de negociación para el empleo en la hostelería ha conseguido lo que el sindicato considera un primer avance, el reconocimiento como enfermedades laborales algunas de las dolencias propias del sector. La lista de enfermedades profesionales de las camareras de piso incluye afectaciones en la zona de la mano y muñeca (síndrome del túnel carpiano, tenosinovitis, dedo en resorte), en el codo (epocondilitis, epitrocleitis) y en el hombro (bursitis). 

Otras dolencias que CC OO relaciona con el trabajo que realizan las camareras de piso, y que pide que se reconozcan como enfermedades profesionales, son las cervialgias, dorsalgias y hernias discales.

“Queremos que se avance en una guía de salud laboral para hostelería, se establezcan pautas de medición de carga de trabajo y permita unas cargas con las que las personas no enfermen”, explica Martínez, que cree que aun queda trabajo por delante, como el reconocimiento de enfermedades que tienen que ver con dolencias psíquicas.

La jornada La salud laboral de las camareras de piso, que se celebró este jueves en la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, dio a conocer estos datos en un acto que también sirvió para presentar la campaña Tus derechos, la mejor medicina

CONDICIONES LABORALES

“Las condiciones laborales han empeorado muchísimo”, coinciden Florina y Mónica. “Una sabe en lo que se metía cuando empieza en este trabajo, pero es que desde 2012 nos hemos visto muy perjudicadas”, explica.

En la cadena para la que trabajan, pocas son ya las “privilegiadas” (Florina opina que esta palabra debe ir entre comillas, Mónica que no) que tienen un contrato indefinido y firmado directamente con la empresa. El modus operandi actual es contratar a través de otras empresas y siempre de forma temporal.

A veces, dice Florina, una persona está un solo día en el puesto y no vuelve más. Además de obligar a las trabajadoras a vivir pendientes del teléfono por si las llaman para trabajar, las contratan con categorías inferiores y por salarios sensiblemente más bajos, que rondan los 700 euros frente a los 1.250 que cobran las fijas como ellas.

Florina
Florina tras la entrevista con El Salto Álvaro Minguito

“Antes se respetaba el convenio al pie de la letra, pero eso ya no ocurre y llega un momento en el que tienes que organizarte”, dice para explicar por qué ambas se convirtieron en delegadas sindicales en sus hoteles, una organización que ha llegado a hoteles de Alicante, Sevilla o Madrid ante unas cargas de trabajo que no han parado de incrementarse. “En el mío, el director consiguió que subieran la categoría del hotel, y eso para nosotras ha significado que haya colchones más pesados y cafeteras en todas las habitaciones, que tenemos que limpiar junto a sus correspondientes tazas en el mismo tiempo que teníamos antes”, dice Florina, que comparte con su compañera otra queja: la ansiedad que supone el no tener absolutamente ningún control sobre tus tareas y tus tiempos de trabajo.

Florina prefiere no pensar en el futuro. “Pienso en el día a día, porque no sé cuándo nos vamos a poder jubilar”, dice. Tiene 46 años y dos hernias discales, aunque nunca se ha cogido una baja. Toma habitualmente Ibuprofeno para poder trabajar. Como Mónica, empezó muy joven. “Al principio no duele nada, pero este trabajo pasa factura”. 

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