Opinión
Proyecto H2Med: el nuevo MidCat del hidrógeno verde

Ingeniero ambiental del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (IIDMA)
En un contexto de grave crisis energética y climática como el actual, la tendencia de considerar el hidrógeno verde como una de las opciones más apropiadas para contribuir a la descarbonización de la economía y alcanzar la neutralidad climática en 2050 va in crescendo. La Unión Europea, que lleva años liderando numerosas iniciativas en materia de reducción de emisiones y transición energética, lo ha incorporado entre sus prioridades y planes de inversión, haciendo que las iniciativas relacionadas con el hidrógeno verde se multipliquen. Eso ha dado pie al comienzo de una descabezada carrera para el desarrollo de numerosos proyectos, algunos de los cuales corren el riesgo de no ser necesarios en el futuro, quedando sobredimensionados y no respondiendo a las necesidades de la transición energética.
Es el caso del proyecto del H2Med, presentado por los operadores de los sistemas gasistas de España (Enagás), Portugal (REN) y Francia (GRTgaz y Teréga) a la última convocatoria para Proyectos de Interés Común de la UE en diciembre de 2022, con el fin de recibir financiación europea y beneficiarse de procesos administrativos simplificados para la obtención de permisos.
Si bien el H2Med se presenta como una de las grandes soluciones para que la UE acelere su avance en la senda de la descarbonización, el proyecto no está exento de críticas y hay muchos interrogantes
El H2Med se presenta como el primer corredor de hidrógeno verde de la UE que haría posible el transporte desde España de 2 millones de toneladas al año, gracias a sus dos interconexiones transfronterizas. La primera de ellas (H2Med-CelZa) conectaría vía tierra Celorico da Beira, en Portugal, y Zamora, mientras que la segunda (H2Med-BarMar) sería una interconexión submarina entre Barcelona y Marsella, en Francia. Si bien el H2Med se presenta como una de las grandes soluciones previstas para que la UE acelere su avance en la senda de la descarbonización, el proyecto no está exento de críticas y hay muchos interrogantes sobre su utilidad y necesidad.
En primer lugar, cabe subrayar la gran incertidumbre sobre las previsiones de producción futura de hidrógeno verde. El H2Med está planteando transportar 2 millones de toneladas en 2030, un nivel de producción muy poco realista si se tiene en cuenta que España produce actualmente unas 50 toneladas anuales y que la Hoja de Ruta del Hidrógeno nacional prevé para 2030 una producción de tan solo 125.000 toneladas. A pesar de que esta Hoja de Ruta se tenga que revisar a lo largo de este 2023, todavía se desconoce su nuevo contenido, por lo que a la luz de las previsiones actuales de producción y ante la falta de un estudio previo sobre las perspectivas de demanda de consumo de hidrógeno verde, cabe cuestionar fuertemente la idoneidad del proyecto.
Otro aspecto clave es la importancia de priorizar la producción y el consumo local de hidrógeno verde, vistas las dificultades asociadas a su transporte a larga distancia desde una perspectiva económica, técnica y de eficiencia energética. El desarrollo e introducción del hidrógeno verde debería tener como objetivo la sustitución del hidrógeno de origen fósil actual, priorizando así la descarbonización de aquellos sectores que tradicionalmente consumen hidrógeno y que ya cuentan con infraestructuras adaptadas para su uso, como es el caso del sector de la refinería de petróleo y la industria química. Bajo esta óptica, proyectos de infraestructuras para el transporte de hidrógeno verde a larga distancia como el H2Med serían del todo innecesarios.
La viabilidad técnica del H2Med-BarMar aún no está demostrada, pues no existe hoy en día una guía de recomendaciones técnicas para el diseño de hidroductos submarinos que garanticen la eficiencia y la seguridad
En lo que respecta a los posibles nuevos usos finales del hidrógeno verde, estos deberían dirigirse únicamente a aquellos sectores difíciles de electrificar, es decir, aquellos para los que la energía eléctrica procedente de fuentes renovables no pueda sustituir por sí sola a la energía fósil, como la aviación, el transporte pesado por carretera o el marítimo.
A todo lo anterior hay que añadir que la viabilidad técnica del H2Med-BarMar aún no está demostrada, pues no existe hoy en día una guía de recomendaciones técnicas para el diseño de hidroductos submarinos que garanticen la eficiencia y la seguridad de la infraestructura, lo que abre muchas incógnitas también sobre su coste real.
Por último, no hay que olvidar que una producción de hidrógeno verde a larga escala demanda grandes cantidades de electricidad y agua para su uso en los electrolizadores. La electricidad sería generada mediante la implantación de proyectos de energía renovable a gran escala —el H2Med supondría la necesidad de instalar unos 40 GW de nueva potencia renovable— que no solo puede conllevar impactos adversos para el medioambiente y la biodiversidad, sino que podría enfrentarse a la escasa aceptación social en el medio rural, debido principalmente a la falta de diálogo previo con las diferentes comunidades afectadas.
Estamos frente a una tecnología que se encuentra en una fase temprana de desarrollo, con una evidente inmadurez en términos de producción a gran escala, así como de transporte
En cuanto a la necesidad de agua, la producción de hidrógeno verde con fuentes naturales de agua dulce agravaría los problemas de escasez hídrica, afectando a la población local y destruyendo ecosistemas. Según un reciente estudio de la Agencia Estatal de Meteorología, el incremento de las temperaturas y la disminución de las lluvias ha hecho que el clima árido en España se haya duplicado desde los años 50 del siglo pasado, avanzando a un ritmo de 1.500 km2 al año. Este clima implica una menor disponibilidad de recursos hídricos, por lo que el consumo de agua para proyectos de hidrógeno verde podría entrar en competencia con el consumo agrícola en algunas regiones de España en época de sequía.
Resumiendo, la fiebre del hidrógeno verde recorre Europa y España quiere hacerse con el liderazgo europeo de su producción. Sin embargo, no se puede pretender ampliar su uso de forma generalizada sin que se haga una reflexión objetiva sobre el entorno en el que nos encontramos.
Pese a su futuro prometedor, hay que reconocer que estamos frente a una tecnología que se encuentra en una fase temprana de desarrollo, con una evidente inmadurez en términos de producción a gran escala, así como de transporte. Se necesitan importantes avances en términos tecnológicos, de eficiencia y abaratamiento de los costes de producción, ya que estamos muy lejos de poderlo considerar económicamente competitivo.
Su utilización debe reservarse como input en ciertos procesos industriales o para dar cobertura a demandas energéticas específicas que no pueden resolverse recurriendo a la electricidad. Hace falta una adecuada planificación donde se delimite muy claramente dónde y qué usos son viables, sin relegar a un segundo plano otras medidas como la electrificación, el autoconsumo, las comunidades energéticas y mejoras en la eficiencia energética de los hogares, entre otras. De no ser así, se terminaría retrasando aún más la tan necesaria y deseada transición energética.
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