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Terminada la temporada futbolística, vuelve a abrirse el mercado de fichajes. El Real Madrid ya ha cerrado la contratación millonaria del inglés Bellingham. El Barcelona, inmerso en una profunda crisis económica, ha ajustado el gasto y su fichaje estrella, el turco Gundogan, ha llegado gratis procedente del Manchester City. Todo dentro de lo esperado y previsible. Lo extraordinario ha venido de la mano de los clubes saudíes, capaces de ofrecer cantidades desproporcionadas ante las que los clubes europeos difícilmente pueden competir.
El pasado diciembre, el club Al Nassr anunció el fichaje de Cristiano Ronaldo y lo convirtió en el futbolista mejor pagado de la historia. Ya entonces, desde Arabia Saudí anticiparon que seguirían nuevas contrataciones. A principios de junio, el club Al Ittihad presentó a Karim Benzema como su flamante nueva estrella. El Real Madrid no logró convencer al jugador de que aceptara su oferta de renovación y el francés decidió cambiar de equipo a cambio de un salario que se calcula en 200 millones de euros por temporada. Ambos fichajes se interpretan como retiros dorados, nada que no sea habitual entre los futbolistas que afrontan el final de sus carreras.
La pujanza del fútbol saudí empezó a preocupar cuando se anunció el fichaje de jugadores pretendidos por los grandes clubes europeos, cuando empezaron a competir con los más ricos de la industria del fútbol. El senegalés del Chelsea Kalidou Koulibaly estaba en la agenda de varios de los mejores clubes de Europa, pero terminó aceptando la oferta de Al Hilal. El mismo equipo que consiguió imponerse al Barcelona y cerró la contratación del delantero portugués Rubén Neves. En ambos casos, los jugadores han priorizado unos salarios fuera del alcance de los equipos más reconocidos del fútbol mundial, a pesar de que la liga saudí es mucho menos competitiva.
La entrada del PIF en el fútbol
Esta ofensiva sobre el oligopolio europeo del fútbol se hizo pública a principios de junio, cuando el gobierno saudí anunció el que se denomina Proyecto de Inversión y Privatización de los Clubes Deportivos. En un país en el que muchas veces no resulta fácil distinguir el dinero público del privado, se ha denominado privatización a la adquisición de los cuatro principales clubes de fútbol por parte del fondo soberano Public Investment Fund (PIF). De este modo, el fondo de inversión pasa a tener la propiedad del 75% de cada uno de estos clubes, quedando el 25% restante en manos de una fundación, con lo que el control, que hasta ahora estaba en manos de empresarios vinculados a la familia real, pasará a estar gestionado de manera más directa por el PIF. Un cambio leve que encierra un paso trascendental.
Igual que Qatar o los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí también tiene su propio plan Vision 2030, en el que el deporte tiene un papel estratégico para reducir la dependencia económica del petróleo
Porque, a quien siga la actualidad de los países árabes y sus vínculos con el fútbol, no le extrañará saber que, igual que Qatar o los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí también tiene su propio plan Vision 2030. Como tampoco le extrañará saber que el deporte tiene un papel estratégico en ese plan para reducir la dependencia económica del petróleo. Así se entiende la designación de Trojena como sede de los Juegos Asiáticos de Invierno de 2029, la disputa del rally Dakar en el país árabe y también este nuevo proyecto para convertir la liga saudí en una de las más importantes del mundo.
Hace años que el gobierno busca atraer capitales extranjeros al país y también quiere hacerlo a través del deporte. En el caso del fútbol, el objetivo es llevar al país a algunos de los mejores futbolistas del planeta, elevar el nivel de la competición y así captar a un mayor número de espectadores, hasta convertir la liga saudí en un producto mucho más atractivo para televisiones y patrocinadores. Sin olvidar el valor añadido que tiene el fútbol en el lavado de cara del Estado hacia el exterior y, fundamentalmente, hacia los inversores internacionales.
Un modelo repetido
Esta idea saudí no es nueva. Desde que, en los años 50, los principales clubes europeos empezaron a fichar a los mejores futbolistas de América, se abrió una brecha que se acrecentó en los 90 con el impulso de los ingresos procedentes de las televisiones. Desde entonces, han sido varios los países que han hecho fuertes inversiones con el objetivo de hacer crecer la liga local y sus ejemplos pueden servir para calibrar las posibilidades de éxito saudíes.
Ya en los años 70, la NASL estadounidense captó la atención de todo el mundo cuando el director de Warner Inc., Steve Ross, logró lo que no habían conseguido Real Madrid, Barcelona o Juventus: sacar a Pelé de Brasil y convencerlo para que fichara por su equipo, el New York Cosmos. Se trataba, sin embargo, de un Pelé ya con 34 años, atraído por el dinero procedente de una liga que se sostenía en la inversión privada de diferentes empresarios y que contaba con el apoyo de políticos como Henry Kissinger.
El proyecto funcionó mientras el atractivo de figuras del calibre de George Best, Beckenbauer, Cruyff o el propio Pelé fue suficiente para mantener altas asistencias a los estadios y notables audiencias por televisión. Pero la NASL no fue capaz de consolidarse por si misma y terminó por desaparecer cuando bajó el interés de los aficionados, cayeron las inversiones y desaparecieron las grandes estrellas. Estados Unidos necesitó del estímulo de organizar un Mundial en 1994 para volver a contar con una liga profesional de fútbol.
A principios de los años 90 fue Japón quien sedujo a futbolistas del calibre de Zico o Laudrup y utilizó su reclamo para hacer crecer la recién nacida J-League y ser nombrados organizadores del Mundial 2002 junto a Corea del Sur. Desde entonces, la liga japonesa se ha consolidado con un público fiel y el reclamo de alguna estrella internacional, como Andrés Iniesta, David Villa o Fernando Torres.
Qatar fue el siguiente destino preferido por los futbolistas que encaran el retiro, y la generación de los Romario, Batistuta o Guardiola pasó alguno de sus últimos años en activo a orillas del golfo pérsico. El objetivo de los qataríes no era ningún secreto: organizar un Mundial. Una vez conseguido, la liga local sigue atrayendo a algún veterano futbolista, aunque no ha despertado demasiado interés entre la población local.
Y el ejemplo más reciente ha sido el de la Superliga china. Un caso en el que desde los poderes públicos se estimuló a los clubes, de propiedad privada, a endeudarse, confiando en el aumento futuro de los ingresos y confiando también, en lograr a medio plazo la organización de un Mundial. En poco más de una década, la aventura se demostró insostenible y buena parte de los mejores clubes de la Superliga china terminaron quebrando o descendiendo de categoría.
El patrón saudí
En el horizonte de este proyecto saudí está el mismo objetivo que ya lograron japoneses y qataríes: la organización del Mundial de la FIFA, la joya de la corona del sportwashing junto a los Juegos Olímpicos. En un principio iban a presentarse para la elección de la sede en 2030, el Mundial del centenario, dentro de una candidatura conjunta con Grecia y Egipto, aunque, finalmente, han pesado demasiado las dificultades que rodeaban a esta candidatura y Arabia Saudí decidió retirarse y esperar. No sería extraño que volvieran a intentarlo de cara a la edición de 2034. Mientras tanto, se centrarán en elevar el nivel de la selección saudí y, sobre todo, el de su liga nacional.
Para esto último cuentan con los fondos del PIF y la ausencia de un Fair Play Financiero, con el que la UEFA limita el endeudamiento de los clubes europeos. Así es como los equipos saudíes se permiten ofrecer salarios fuera del alcance de los grandes de Europa. Así, también, generarán una inflación que obligará al resto de ligas a elevar sus costes salariales.
Este modelo, sin embargo, ya se ha encontrado con sus primeras trabas. En octubre de 2021, el PIF se convirtió en propietario del Newcastle United de la Premier inglesa. Ya la adquisición del club despertó mucha suspicacias en el Reino Unido y han vuelto a aflorar ahora que los clubes saudíes han fichado a Mendy, Koulibaly y Kanté, todos procedentes del Chelsea. Unas ventas que no despertarían dudas de no ser porque el fondo de inversión Clearlake Capital tiene participación en la propiedad del club londinense y a su vez, el PIF tiene participación en el propio fondo. No queda clara, por tanto, la relación entre el Chelsea, Newcastle, los clubes saudíes y el propio PIF, lo que ha propiciado la apertura de una investigación por parte de la Premier.
La apuesta de Arabia Saudí por el fútbol es decidida y se prevé una fuerte inversión con la que podrían atraer a algunas de las estrellas del fútbol europeo
En cualquier caso, la apuesta de Arabia Saudí por el fútbol es decidida y se prevé una fuerte inversión con la que podrían atraer a algunas de las estrellas del fútbol europeo. Ya lo han logrado con algunos nombres importantes, aunque la negativa de Messi o Modric pone en evidencia que el atractivo de sumas incomparables de dinero no va a ser suficiente. Porque, igual que le ocurrió a la NASL estadounidense o a la Superliga china, el proyecto saudí debe convertirse en rentable a largo plazo y para ello deberá competir con el prestigio de la Champions League, la Premier o La Liga. El valor incalculable de estas competiciones es el que hace del fútbol europeo el más atractivo del mundo; el que ha permitido crear un oligopolio alrededor de los grandes clubes del continente, que exige a cualquiera que quiera desafiarlo una inversión tan elevada que, en la práctica, se convierte en inviable a largo plazo.
A favor del sueño saudí está el éxito obtenido por el circuito LIV golf, financiado por el PIF y que hizo su aparición en 2022, ofreciendo a los jugadores sumas muy por encima de lo habitual en este deporte. La amenaza para el tradicional PGA Tour ha sido tan importante que el pasado 6 de junio se anunció una fusión entre ambos circuitos.
Hasta ahora, las inversiones de Arabia Saudí en la industria del deporte han logrado sus objetivos, pero el fútbol es otro nivel. Exige mucha más inversión y enfrentarse a una oposición mucho más grande. Por ahora la ambición saudí parece no frenarles.
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