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Filosofía
Aceleracionismo: por un control proletario de las tecnologías de producción
En lugar de enfrentarnos al capitalismo desde un mítico exterior que ya no existe, el aceleracionismo de Alex Williams y Nick Srnicek apuesta por una apropiación común de la ciencia y la tecnología de plataforma como única forma de poder subvertir el sistema capitalista desde su interior.
Desde que Alex Williams y Nick Srnicek publicaron su Manifiesto por una Política Aceleracionista en 2013, la recepción del aceleracionismo por parte de los intelectuales y movimientos sociales de izquierda ha terminado por dividirse en dos posturas claramente divergentes. Por una parte están todos aquellos que lo consideran una propuesta excesivamente academicista que en realidad estaría jugando a favor del capitalismo. Entre otros, este sería el caso de filósofo y sociólogo alemán discípulo de Axel Honneth, Hartmut Rosa, según el cual la aceleración sería un fenómeno inherentemente capitalista, moderno y totalitario que únicamente puede alienarnos y desconectarnos de las experiencias vitales ligadas al mundo material.
Por la otra, existe una gran cantidad de autores y autoras que han intentado precisar y desarrollar algunas tesis aceleracionistas desde ámbitos tan variados como la estética, la teoría del conocimiento, el análisis del trabajo, la organización de clase o el feminismo, como por ejemplo son el Xenofeminismo de Laboria Cuboniks y Helen Hester, o el post-operaísmo de Bifo Berardi y Antonio Negri. Concretamente, para este último, el aceleracionismo propuesto por Williams y Srnicek mantiene afirmaciones propias del operaísmo como es la de “liberar la potencia del trabajo cognitivo dentro de la evolución del capital, [debido a que] la causa de las crisis está en la obstrucción de las capacidades productivas”. Mientras que en el caso de Hartmut Rosa, la aceleración es vinculada unilateralmente con una necesidad permanente de optimización y maximización de los procesos productivos que sería exclusivamente capitalista; aceleracionismo, post-operaísmo y xenofeminismo plantean, por el contrario, que la forma de producción capitalista no es una máquina perfecta que únicamente trabaja en su propio beneficio, sino que para obtener este último necesita liberar e implementar algunas fuerzas cruciales que pueden ser re-apropiadas por el proletariado y utilizadas en su contra. Estas fuerzas son la ciencia y la tecnología.
ACELERACIONISMO Y DESTERRITORIALIZACIÓN
Gran parte de la oposición a las propuestas de Williams y Srnicek derivan de una comprensión alterada de qué es exactamente lo que proponen con “acelerar”. Concretamente, la que ha terminado siendo la comprensión más habitual del aceleracionismo lo entiende como una exhortación a intensificar cualquier tipo de proceso capitalista existente, con la (ilusoria) esperanza de que esto llevará al sistema a un colapso definitivo que es necesario alcanzar para poder instaurar un nuevo sistema más justo y equitativo.
Frente a esta tergiversación y simplificación es necesario recordar que el origen y fundamento de la propuesta aceleracionista se encuentra en uno de los fragmentos más discutidos que Gilles Deleuze y Félix Guattari escribieron en el Anti-Edipo, cuando se preguntaron “entonces, ¿qué solución hay, qué vía revolucionaria? […] ¿Retirarse del mercado mundial como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la ‘solución económica’ fascista? ¿O bien ir en sentido contrario? Es decir, ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y la desterritorialización. Pues tal vez los flujos no están aún bastante desterritorializados, bastante descodificados […] No retirarse del proceso, sino ir más lejos, acelerar el proceso”.
El capitalismo y la modernidad promueven y desarrollan algunas fuerzas cruciales que pueden ser re-apropiadas y utilizadas en su contra, como son la ciencia y la tecnología.
Según Deleuze y Guattari, el principal problema del capitalismo es que si bien aparenta ser una fuerza que desterritorializa y descodifica las relaciones sociales y económicas propias de las sociedades tradicionales, clasistas y heteropatriarcales, ello es debido a que únicamente lo hace con la intención de volver a re-territorializarlas y recodificarlas dentro de un sistema socioeconómico que se ajuste perfectamente a sus necesidades y objetivos. En este sentido, desterritorializa el régimen de propiedad de la tierra propio del feudalismo para reterritorializarlo bajo la primacía de la propiedad de los nuevos medios de producción, industriales y cognitivos. Del mismo modo, descodifica las relaciones sociales heteropatriarcales basadas en el parentesco para recodificarlas como relaciones laborales con asimetría de género.
Dado que este proceso de desterritorialización y posterior reterritorialización sigue funcionando de múltiples modos, lo que afirma el aceleracionismo es que hemos de incrementar o “acelerar” los procesos de desterritorialización y descodificación hasta un punto de no-retorno que impida su re-territorialización y recodificación capitalista. Desde este punto de vista, lo que hay que acelerar no es el capitalismo en sí, sino únicamente la descodificación que promueve antes de volver a recodificarla. Ahora bien, es precisamente en este punto donde el aceleracionismo se bifurca en una concepción marxista defendida por Williams y Srnicek, y otra (anarco)liberal mantenida por reconocidos antimarxistas como Nick Land, fundador en 1995 de la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética junto a la filósofa Sadie Plant.
Filosofía
Unabomber y la fragilidad de las sociedades sostenibles
ACELERACIONISMO Y MARXISMO POST-OPERAÍSTA
El aceleracionismo marxista mantiene que la tecnología promueve dos tipos de procesos dentro del capitalismo que, a diferencia de lo que mantiene Hartmut Rosa, no pueden considerarse ni idénticos, ni inseparables. La necesidad de reducir el trabajo humano necesario para realizar una tarea (el incremento de productividad) y la necesidad de incrementar continuamente la cantidad de producción total de mercancías (lo que Unabomber llamaba la auto-expansividad de un sistema). Derivado de ello, la otra gran distinción que separa al aceleracionismo marxista de la teoría crítica consiste en su consideración de la tecnología como una herramienta susceptible de incrementar exponencialmente la efectividad social del trabajo y el conocimiento con vistas al empoderamiento de sus productores frente al capital. Más específicamente, cibernética y plataformas digitales son identificadas como la infraestructura básica que posibilitaría una autogestión efectiva y común de las luchas contra el capitalismo, y cuya reapropiación debería considerarse como uno de los objetivos fundamentales de cualquier tipo de lucha anticapitalista.
El último libro de Hardt y Negri proponía reorganizar el funcionamiento de los movimientos sociales a partir de un “liderazgo emprendedor” aplicable a aquellas tareas de tipo “táctico” que no necesiten ser evaluadas por una Asamblea que se limita a tomar las decisiones estratégicas principales. El aceleracionismo de Williams y Srnicek va un poco más allá, y mantiene que una lucha realmente efectiva contra el actual capitalismo de plataforma requiere poner a jugar a nuestro favor todos los procesos de automatización, Deep Learning e Inteligencia Artificial que podamos, para que realicen un sinnúmero de tareas tácticas, logísticas y repetitivas que nos liberen de la enorme carga de gestión que requieren.
El aceleracionismo marxista no es tanto una pulsión irracional por incrementar la velocidad de un sistema que se cree condenado a su propia autodestrucción, como un proyecto orientado a la re-configuración de las principales fuerzas que dicho sistema ha desatado para emplearlas en su propia subversión y desmantelamiento.
Si bien Antonio Negri tiene razón cuando afirma que “el nombre de aceleracionismo es ciertamente infeliz” debido a la ingente cantidad de confusiones a las que ha dado lugar, ello no le impidió entender la propuesta de Williams y Srnicek como “un complemento postobrerista” que renueva la consigna “no al trabajo”. Aunque los actuales repuntes de un anarco-primitivismo radical como el propuesto por John Zerzan o Theodore Kaczynski nos han acostumbrado a aceptar que todos los males provienen de la tecnología, no por ello deberíamos identificar unilateralmente a esta última con el sistema industrial capitalista tan rápidamente como hacen ellos. Nos guste o no reconocerlo, la verdad es que tal y como afirman Williams y Srnicek, desde comienzos del siglo XXI los movimientos sociales han aglutinado y articulado la acción de una cantidad cada vez mayor de personas y sin embargo, aparte de frenar algunos procesos a nivel local y en lugares concretos, la triste realidad es que la precariedad y la redistribución desigual de la renta continúan incrementándose exponencialmente a nivel global. Debido a ello, tal vez sea el momento de plantearnos seriamente la necesidad de una reapropiación profunda y de masas de aquellas tecnologías que nos empoderen lo suficiente como para poder desarticular definitivamente las relaciones sociales de producción en las que se basa el capitalismo.
En este sentido, el aceleracionismo marxista no es tanto una pulsión irracional por incrementar la velocidad de un sistema que se cree condenado a su propia autodestrucción, como un proyecto orientado a la re-configuración de las principales fuerzas que dicho sistema ha desatado para emplearlas en su propia subversión y desmantelamiento. El problema al que esto nos enfrenta y que muchas veces no nos gusta, es que mientras que la mera resistencia exterior a un sistema opresor siempre es moralmente loable aun en los casos en los que conduce inexorablemente a la derrota, la decisión de utilizar sus propios recursos como única forma viable para destruirlo siempre está abierta a la traición, voluntariamente asumida o no, de los objetivos por los que fue iniciada la lucha. La apertura a la corrupción y/o tergiversación de los fines perseguidos es algo que siempre está presente en cualquier tipo de lucha por (o empleo de) el poder. A este respecto, lo que el aceleracionismo marxista nos está pidiendo es que salgamos de nuestra cómoda esfera de seguridad moral, y no temamos utilizar aquellas fuerzas que son necesarias para poder tener siquiera la oportunidad de hacer algo efectivo y duradero a escala global.
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Desde que en mi juventud leí psicología, con toda esa carga de transferencia y contratrasferencia proyectándose y reflejándose, comencé a entender que el lenguaje tecnicista y los metaconceptos por el desarrollados, no sirven más que para hacerse zumo de neuronas.
Intuición, empatía y comprensión profunda del yo y del otro, pisar la calle, el campo, observar la realidad y desarrollar nuestra mente sensible no hay más revolución posible frente al saboteador que llevamos dentro.
Dejarse de pajillas ciberneticas
Es curioso que saques la psicología a relucir, precisamente cuando la psicología constructivista es pura cibernética aplicada a las relaciones sociales y la interacción con el medio, Piaget incluido. Tal vez te interese echar un vistazo a alguno de los cientos de libros publicados sobre el tema... Heinz von Foerster, uno de los fundadores de la cibernética de segundo orden, ha sido más comentado por los psicólogos y las psicólogas de las últimas cinco décadas que por toda la historia de la ingeniería informática. Con esto quiero decir que yo no lo llamaría "pajillas cibernéticas", especialmente si pretendes basarte en la psicología para hacerlo... La cibernética no es ni tecnocracia, ni mecanicismo. Eso son tópicos obsoletos con los que despreciarla y eludir cómodamente la necesidad de analizar su potencial y capacidad de impacto sobre el mundo material. Si hay algo en este mundo que no son paja mentales, eso es precisamente la tecnología, pues a diferencia de la ciencia y la filosofía, la tecnología jamás ha pretendido legitimarse a sí misma con discursos, sino únicamente con la fuerza (impuesta) de los hechos consumados. Si la tecnología domina, es porque puede hacerlo. Esa es su única justificación. La tecnología es el mayor dispositivo de control del mundo material que existe. Quien controla la tecnología, controla el mundo material. Y al menos según Marx, quien controla el mundo material, controla la ideología derivada de los hábitos de vida que permite desarrollar...
Por eso la mento. Leeros a Roger penrose un físico teórico que ya desmonto el tremendo reduccionismo de la cibernética en su "mente del emperador" al demostrar que hay infinidades de realidades en el tejido natural que no pueden ser reducidas a algoritmos ni por ello computables en tiempo real, como ya demostraron matemáticamente, church y godel.
El trashumanismo es un evidente síntoma de decadencia cultural, el lenguaje tecnicista, enrevesado y verborreico no son más que síntomas de ese mal, como ya anticipo Herman hesse en su "juego de los abalarios"
A ver, me parece muy acertada la crítica al transhumanismo, pero el problema aquí es que la cibernética no puede reducirse a las propuestas transhumanistas, que de hecho son completamente criticadas por la mayor parte de los cibernéticos. La cibernética no es lo que dicen Ray Kurzweil o Marvin Minski. El propio von Foerster comentó en multitud de ocasiones que la complejidad del cerebro humano no puede ser reducida a algoritmos matemáticos, a la vez que afirmaba que la finalidad de la cibernética no es reproducir el cerebro humano. Es más, tanto su principio del orden a partir del ruido como su análisis de las máquinas no-triviales iba precisamente en la línea de los grandes principios antideterministas como el de Heisenberg o el de Gödel. La Inteligencia Artificial no pretende ser una copia del cerebro humano. Por supuesto que uno puede estar a favor o en contra tanto de la cibernética como del aceleracionismo, pero lo que no puede hacerse de ningún modo es reducir sus planteamientos a los delirios de ciencia ficción propios del transhumanismo. La cibernética es logística y organización automática de sistemas. Y como tal, es una de las principales fuerzas que influyen en los modos y relaciones de producción de nuestras sociedades. El transhumanismo podrá ser una "paja mental". Pero la cibernética no es eso. Desde mi punto de vista, necesitamos analizar nuestras modos de producción si queremos poder desarrollar propuestas anticapitalistas efectivas.
Fantastico, el problema es que la cibernética nutre a su hermano oscuro el trashumanismo. Del mismo modo que el comunismo (la megamaquina estatalizada) nutrió al fascismo eugenésico.
La tecnología siempre ha juegado a favor de los poderosos desde la edad de los metales, tanto más cuanto más dependientes nos hacemos de ella.
La historia está para demostrarlo
Ya... yo no lo veo así. Para mi el comunismo no es necesariamente una megamáquina estatalizada, ni la cibernética nutre necesariamente al transhumanismo. También existen teólogos transhumanistas y cibernéticos humanistas. Como yo lo veo, la tecnología juega a favor de quien la usa y la desarrolla. Por eso creo que es un arma que habría que utilizar. Tomar la tecnología es tomar el poder. Un poder que no coincide necesariamente con una megamáquina estatalizada.
Sí, esa es la premisa bien intencionada, la tecnología y la industria en manos del pueblo nos hará mejores y libres.
Es una quimera, la tecnología y la industria nos han traído hasta aquí, de aquellos barros estos lodos. El calentamiento global, el consumo desaforado de recursos no renovables, la destrucción ecosistemica, la eugenesia social... Todo ya en marcha nos aboca a un trashumanismo decadente, no a una toma de conciencia
y tecnologia colectiva y catarquica, como seguro que persigue la cibernética.
Por otro lado la tecnología siempre la ha generado el pueblo y siempre los poderosos se han acabado apropiando de ella para sus fines degenerados y mesiánicos.
En fin pronto lo veremos con la emergencia climatica y la destrucción de culturas milenarias y una tecnología cada vez más redundantemente innecesaria, acomodada y decadente llamando a las puertas