Educación
Así impacta el ciberacoso en la salud mental en adolescentes

El ciberacoso enferma y mata. Sus efectos y sus riesgos son aún mayores que los asociados al acoso tradicional: puede perpetrarse de forma anónima o mediante cuentas falsas, ocurrir fuera del horario escolar, llegar a una audiencia más amplia y permanecer almacenado en los oscuros recovecos de la red. Las víctimas incluso pueden no saber quién es el agresor —podría estar en cualquier parte del mundo, y puede ser tanto una persona adulta como un niño o un adolescente—. “El ciberacoso puede ser más insidioso y malicioso”, dice Jason Nagata, pediatra y profesor asociado en la División de Medicina para Adolescentes y Adultos Jóvenes de la Universidad de California en San Francisco (UCSF).

Nagata es el principal autor de un estudio reciente publicado en The Lancet que se ha llevado a cabo en Estados Unidos utilizando una muestra de casi diez mil adolescentes de entre once y doce años, y que ha encontrado que el ciberacoso en esta etapa se asocia con mayores problemas de salud mental —depresión, ansiedad, somatización, déficit de atención, problemas de conducta, comportamiento suicida— y riesgo temprano de consumo de sustancias (alcohol, nicotina, cannabis).

Según el investigador, existen muchos mecanismos potenciales que vinculan el ciberacoso con la depresión o la ansiedad: “El ciberacoso puede llevar a una disminución de la actividad física, de la calidad de la alimentación, del sueño, del rendimiento académico y de la autoestima, lo cual puede provocar o agravar síntomas de salud mental. También puede generar sentimientos de aislamiento y soledad, lo que podría aumentar los síntomas depresivos y llevar a algunas personas a recurrir al consumo de sustancias como forma de afrontamiento”.

El ciberacoso también puede estar relacionado con un uso problemático de pantallas, según el investigador Jason Nagata, autor de una investigación publicada recientemente en The Lancet

El ciberacoso también puede estar relacionado con un uso problemático de pantallas, según el investigador, que puede incluir elementos de adicción como el uso continuado a pesar de las consecuencias, la pérdida de control sobre el tiempo frente a las pantallas y el malestar al ser privado de ellas. “El uso problemático de pantallas está asociado con la depresión, una peor salud mental y el consumo de sustancias”, insiste. 

La relación entre problemas de salud mental y adicciones con y sin sustancia está ampliamente estudiada. Según datos de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), se estima que más del 50% de los pacientes de la red de salud mental presentan también una adicción, mientras que la totalidad de los pacientes en la red asistencial de adicciones presenta además otro trastorno mental. En el caso de los niños y adolescentes que sufren acoso escolar, muchos de ellos, ya con ansiedad o depresión, encuentran en la marihuana y el alcohol una vía de escape, una especie de fármacos al alcance de la mano, y aquellos que presentan determinadas vulnerabilidades predisponentes acaban desarrollando patología dual, ya que a la ansiedad y la depresión se une el trastorno por uso de estas sustancias. 

“Para ellos estas sustancias se convierten en medicamentos. Son personas que viven su vida como un maltrato y cuando entran en contacto con la marihuana, que es un antidepresivo, y el alcohol, que es un ansiolítico, se enganchan a ellos”, explicaba el doctor Miquel Casas, Catedrático Honorario de Psiquiatría y director del Programa SJD MIND Escoles, del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona, en una conferencia reciente en el marco del 27º Congreso de Patología Dual, celebrado en Madrid. Casas se refería a los adolescentes con altas capacidades y trastornos del neurodesarrollo, pero el argumento es igualmente válido para aquellos que sufren acoso escolar.

El impacto psicosocial del ciberacoso

Este tipo de acoso comienza a una edad muy temprana: alrededor de los ocho o nueve años muchos niños y niñas ya han sufrido acoso online, que puede tomar múltiples formas: desde insultos a difusión de rumores o imágenes, pasando por agresiones como la suplantación de identidad o la exclusión de grupos de aplicaciones como WhatsApp o Telegram. Los escenarios del acoso son variados: redes sociales, foros, aplicaciones de mensajería o videojuegos en línea son los más frecuentes.

No existe en España una investigación similar a la realizada en Estados Unidos que haya analizado de forma integral la relación entre ciberacoso, salud mental y consumo de sustancias en adolescentes tempranos, ni que hayan contado con una muestra tan amplia, pero sí hay muchos algunos estudios transversales nacionales que pueden dibujar un mapa de la situación aportando datos clave: la encuesta ESTUDES, del Plan Nacional sobre Drogas, analiza bianualmente el consumo de sustancias y factores asociados en jóvenes desde los 14 años, incluyendo en 2021 algunas preguntas sobre salud mental aunque sin profundizar en el ciberacoso; el estudio de Save the Children para la iniciativa “Si pasa, no pases” combina encuestas, entrevistas y talleres para explorar la violencia online en adolescentes de 14 a 17 años; y el proyecto “Riesgos en Internet: adicción y ciberacoso” forma parte de la educación para la salud impulsada por el Servicio Madrileño de Salud. 

Según explica Cecilia Ruiz-Esteban, profesora e investigadora de la Universidad de Murcia, en España existen importantes limitaciones en el estudio del bienestar adolescente: “Faltan cohortes nacionales que sigan a jóvenes desde los 11-12 años con enfoques integrales como el estudio estadounidense; además, las encuestas oficiales como ESTUDES solo incluyen a jóvenes a partir de los 14 años, dejando fuera datos clave sobre el inicio del consumo en la preadolescencia, y la fragmentación autonómica de muchos estudios impide obtener una visión generalizable a nivel nacional”. Ruiz-Esteban, que es una de las investigadoras del estudio Ciberacoso y comportamientos psicopatológicos en estudiantes de educación secundaria en España, publicado en diciembre de 2023, destaca la importancia de contar con datos concretos, ya que el ciberacoso es un grave problema de salud pública a nivel mundial.

En España existen importantes limitaciones en el estudio del bienestar adolescente, pero la experta Cecilia Ruiz-Esteban señala que existe una clara asociación entre sufrir ciberacoso y un mayor riesgo de desarrollar depresión

Señala que existe una clara asociación entre sufrir ciberacoso y un mayor riesgo de desarrollar depresión, ansiedad e incluso conductas suicidas, especialmente entre adolescentes y jóvenes, porque desencadena varios procesos psicológicos y sociales dañinos. “La víctima siente desamparo y pérdida de control al ser atacada en cualquier momento y lugar, a menudo sin poder identificar al agresor, lo que genera impotencia y síntomas depresivos”, explica Ruiz-Esteban. Además, añade que la humillación pública y la difusión masiva de contenido dañino afectan gravemente la autoestima y la reputación, intensificando el estrés. El aislamiento social completa un combo terrorífico porque la víctima carece del apoyo necesario para manejar el sufrimiento, al mismo tiempo que la rumiación mental perpetúan la ansiedad y el estrés. “Estos mecanismos explican por qué el ciberacoso está vinculado a niveles elevados de depresión y ansiedad, y en los casos más graves, a ideación y conductas suicidas, especialmente cuando las víctimas sienten que no reciben ayuda y perciben la situación como incontrolable”, señala.

Para Ildefonso Álvarez-Marín, Doctor por la Universidad de La Rioja con una tesis sobre y ciberacoso escolar, y actualmente profesor de la Universidad de Burgos, es importante destacar que, aunque cualquier adolescente con acceso a internet puede ser víctima de ciberacoso, puede ser más probable en determinados casos. “Lamentablemente, en el ámbito escolar, todavía se producen las burlas sobre el niño o la niña con determinadas cualidades físicas. Los y las adolescentes que se perciben o son percibidos como diferentes por su cuerpo, su orientación sexual, identidad de género, religión o etnia tienen más probabilidad de sufrir ciberacoso”, explica.

Según la bibliografía en torno al ciberacoso existen también otras características que comparten las víctimas de ciberacoso como: baja autoestima, habilidades sociales limitadas, aislamiento social, falta de apoyo familiar o tener una presencia excesiva en las redes sociales unida a una falta de supervisión por parte de la familia. Álvarez-Marín considera que es necesario ser conscientes de que cada caso particular implica un elevado grado de sufrimiento a todos los niveles para el niño o la niña que lo experimenta, inconcebible en una sociedad que se considera avanzada.

Y a lo lejos, la meta de la prevención

Los tentáculos del ciberacoso se extienden a través de una fina pantalla, muchas veces sin que nadie alrededor de la víctima lo note. ¿Qué señales de advertencia deberían alertar a las familias o a los docentes? Jason Nagata responde que hay algunas señales de advertencia: “Cuando los niños se ponen nerviosos durante o después de usar pantallas; cuando son muy protectores o reservados con respecto a su vida digital; o cuando se aíslan de los miembros de la familia, amigos o actividades que antes disfrutaban, hay que valorar la posibilidad de que el niño o el adolescente esté sufriendo acoso online”. Esto exige que todas las personas que se relacionan con las personas adolescentes estén pendientes de cambios bruscos en su comportamiento y generen un clima de confianza que favorezca la comunicación.

A pesar de que el ciberacoso es una preocupación real en el ámbito educativo y familiar, Ildefonso Álvarez-Marín recuerda que gran parte de los centros educativos no disponen de preparación y, sobre todo, de medios suficientes para su prevención y tratamiento. “En el ámbito preventivo, en los centros existen planes de convivencia y son relativamente frecuentes las charlas y talleres que se llevan a cabo por especialistas en acoso escolar o en el uso correcto de internet, pero su repercusión es puntual”, señala el experto. En cuanto a la intervención, también flojea la capacidad de acción: “Los centros escolares cuentan con protocolos que se ponen en marcha cuando se descubre un caso de ciberacoso.

A pesar de que el ciberacoso es una preocupación real en el ámbito educativo y familiar gran parte de los centros educativos no disponen de preparación ni de medios para prevenirlo

Pero no resulta sencillo para el personal educativo detectar estos casos en aulas con ratios tan elevadas. En algunas ocasiones, la intervención se limita a castigar al agresor o a cambiar de centro a la víctima. Además, no todos los responsables de colegios están dispuestos a realizar estudios de prevalencia de conductas de ciberacoso”. 

Sobre las medidas concretas que podrían prevenir y reducir el impacto del ciberacoso en la adolescencia, Álvarez-Marín recuerda que el ciberacoso incluye dos vertientes: el uso inadecuado de las tecnologías de la información y comunicación, y el perfil psicológico y el contexto social de quienes lo ejercen y lo sufren. Es por esto que considera que la prevención del ciberacoso ha de centrase, por un lado, en “intentar crear una cultura digital saludable y aumentar la seguridad y el control en las plataformas digitales”, y por otro, en “formar al cuerpo docente, a las familias y al alumnado mediante técnicas psicológicas que fomenten la empatía, las habilidades sociales o el aprendizaje de técnicas de resolución de conflictos”. Por último, las estrategias deben ser integrales: que no solo respondan a los casos ya ocurridos, sino que también fomenten la prevención y la creación de un entorno escolar seguro y respetuoso en el ámbito digital.

El profesor de la Universidad de Burgos destaca la importancia de iniciativas como “AseguraTIC”, una plataforma de la Agencia Española de Protección de Datos y el Ministerio de Educación que ofrece recursos para una navegación segura; el programa finlandés KiVa, que interviene también con los espectadores del acoso; y el Cyberprogram 2.0, diseñado por Maite Garaigordobil y Vanesa Martínez Valderrey para prevenir y reducir el ciberacoso. “Dado el impacto psicológico que puede tener el ciberacoso, a veces muy grave, es urgente actuar, especialmente mediante la incorporación de psicólogos y psicólogas educativas en los centros escolares, una propuesta respaldada por el proyecto PsiCE, iniciado por la Universidad de La Rioja y expandido a otras regiones”, concluye.