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Coronavirus
Ciclodextrina: la conexión entre ‘El Señor de los Anillos’ y la pandemia de covid-19
Científicos de la Universidad de Santiago de Compostela estudian y revisan el potencial de un ‘Anillo Único’ molecular contra el SARS-CoV-2.
“Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos. Un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas”.
El Señor de los Anillos, J.R.R. Tolkien
Pensará el lector que esta es una historia más —la enésima— sobre el fantástico mundo de J. R. R. Tolkien y su celebérrima novela. Pero no. Esta historia que le vamos a contar va de otro anillo, también poderoso y único, pero en el que la inscripción que se puede leer en él es otra, una sola palabra enigmática para la mayoría: ciclodextrina.
Esta historia no transcurre en la Tierra Media, sino en Santiago de Compostela y el mundo en el que se asienta, y sus personajes no son hobbits, elfos, orcos o magos, sino físicos y químicos. Aquí, los enemigos no son Sauron y sus hordas, sino el SARS-CoV-2 y su peste, la Covid-19.
Esta narración, como toda historia publicada, tiene título: El Señor de los NanoAnillos: ciclodextrinas y la batalla contra el SARS-CoV-2. Una obra colectiva firmada por científicos del Departamento de Física Aplicada y del Centro Singular de Investigación en Química Biológica y Materiales Moleculares (CiQUS) de la Universidad de Santiago de Compostela (USC).
Inspirada en la obra de Tolkien, El Señor de los NanoAnillos es una narración científica que se agarra a la ficción tolkiana para explicar el potencial de una solución molecular en forma de anillo contra la plaga que azota a la humanidad en 2020.
Pero antes de sumergirnos en este relato, es necesario introducir al lector en el misterioso mundo de las ciclodextrinas. Y para ello contamos con la colaboración de una de las creadoras de El Señor de los NanoAnillos, Rebeca García Fandiño, investigadora ‘Ramón y Cajal’ del CiQUS.
EL ORIGEN
La historia de El Señor de los NanoAnillos se remonta a tiempos pre-Covid-19, cuando la humanidad estaba libre de esta peste pero los magos de la ciencia ya conocían el poder de las ciclodextrinas. Y se conecta con uno de los miembros más destacados de la ‘Comunidad de los NanoAnillos’, el profesor Thorsteinn Loftsson, al que sus discípulos quisieron homenajear por su 70 aniversario.
“Antes de la pandemia por la covid-19 nos habían invitado a escribir un artículo para un número especial del International Journal of Pharmaceutics, dedicado al profesor Thorsteinn Loftsson en su 70 cumpleaños. A priori, no habíamos pensado en enviar un artículo de revisión, sino en publicar algo relacionado con la investigación que hacemos con las moléculas protagonistas del artículo, las ciclodextrinas. Sin embargo, a raíz de la pandemia, pensamos que un artículo en donde se hiciese una revisión del uso de estas moléculas en infecciones víricas como la covid-19 podría ser de mucha más ayuda en este momento para la comunidad científica”, explica Rebeca García Fandiño.
La aparición de una fuerza vírica maligna en el mundo —el SARS-CoV-2— mudó la idea original. El panegírico a Loftsson y el relato sobre la investigación que se realiza en el CiQUS sobre estas moléculas se transformó en un artículo actualizado a los tiempos de pandemia e inusitado en el mundo de la ciencia por su forma y estructura. Sus autores encontraron en Tolkien la inspiración para revisar la historia de las ciclodextrinas.
El Señor de los NanoAnillos tiene un final, y hacemos spoiler: el ejército de ciclodextrinas y de fármacos que transportan están avanzando en su lucha contra el covid-19
“Escribir artículos de revisión puede resultar a veces un poco tedioso, así que decidimos hacerlo de una manera un poco diferente a lo que estamos acostumbrados. Estas ciclodextrinas siempre se representan con forma de anillo, son muy versátiles, y tienen un ‘poder’ impresionante. La conexión con El Señor de los Anillos nos pareció inmediata”, recuerda García Fandiño.
La idea la tenían clara: hacer seductoras las ciclodextrinas. ¿Pero cómo?
La investigadora del CiQUS lo explica así: “Vivimos en un mundo en el que estamos sobresaturados de información y faltos de tiempo. Decidimos qué película ver, qué libro leer o la atención que ponemos en una charla durante los primeros segundos, y lo que no nos engancha de alguna manera en seguida lo desechamos porque existen múltiples alternativas que nos están esperando a golpe de clic. Los artículos de revisión suelen ser aburridos, tanto para el que los escribe, como para el que los lee. No tratan de descubrimientos nuevos, sino de reunir la información existente sobre un determinado tema. En este caso, quisimos hacer un artículo que nosotros disfrutásemos escribiendo, pensando además que muchos de los posibles lectores también podrían hacerlo leyéndolo. La ciencia ha de ser exhaustiva y rigurosa, pero no tiene por qué dejar de ser divertida, sino todo lo contrario”.
Y así fue cómo se les ocurrió escribir esta fantástica historia sobre unos anillos moleculares que podrían salvar miles de vidas en el mundo. Sus autores: Pablo F. Garrido, Martín Calvelo, Alexandre Blanco González, Uxía Veleiro, Fabián Suárez, Daniel Conde, Alfonso Cabezón, Ángel Piñeiro y Rebeca García Fandiño.
EL ANILLO ÚNICO
¿Por qué son equiparables las ciclodextrinas y el Anillo Único de Tolkien? Rebeca García Fandiño justifica esta comparación tanto por la estructura cíclica de estas moléculas como por el “gran poder que presentan”.
Para que el lector lo entienda mejor, la científica nos ilustra en las propiedades y uso de estas: “Las ciclodextrinas son moléculas cíclicas, siempre se representan con forma de anillo, donuts, o conos truncados. Están compuestas por unidades de glucopiranósido, por lo que son sencillamente azúcares con unas propiedades químicas y físicas muy especiales. Como azúcares que son, no son tóxicos, por lo que se usan en una infinidad de aplicaciones, desde alimentación, farmacia, hasta cosmética, pinturas, agricultura, etcétera. Su naturaleza de azúcares las hace solubles en agua, igual que un terrón que se disuelve en el café, pero esa solubilidad proviene básicamente del exterior del anillo. El interior, sin embargo, es hidrofóbico (lo contrario a soluble), y permite encapsular otras moléculas a las que no les gusta el agua, y que serían muy difíciles de disolver. De este modo, usados como caballos de Troya, pueden utilizarse, por ejemplo, para facilitar la introducción de fármacos insolubles en el organismo, permitiendo su liberación controlada”.
Esta es la explicación científica. Ahora se une la fantástica, el por qué las ciclodextrinas son comparables al objeto mágico de la obra de Tolkien: “Las ciclodextrinas, como el Anillo Único de Tolkien, son capaces de ‘volver invisibles’ a otras moléculas a las que encapsulan, controlándolas o incluso a veces aumentando su poder. Otra de sus cualidades, también relacionada con el Anillo de Poder (que era capaz de adaptar su tamaño con voluntad propia ajustándose al del dedo de su portador o deslizándose de él), es que las ciclodextrinas en disolución son completamente flexibles y se adaptan al huésped al que acomodan. Puede decirse, además, que provocan el irresistible deseo de poseerlas: el descubrimiento de ciclodextrinas específicas para determinados fármacos o componentes es algo muy codiciado por muchas empresas, hasta el punto de que algunas de ellas (que incluso cotizan en Nasdaq) basan todo su negocio en la explotación de una única ciclodextrina determinada”.
‘LOS SEÑORES DE LOS NANOANILLOS’
Antes de meternos en la historia, necesitamos saber también quiénes son ‘Los Señores de los NanoAnillos’ y quién forma la ‘Comunidad del Anillo’.
García Fandiño responde: “La comunidad científica que está investigando en el campo de las ciclodextrinas no es pequeña. Además de investigación en el ámbito académico, con nombres tan conocidos como Fraser Stoddart, premio Nobel de Química en 2016, existen un gran número de empresas relacionadas con la investigación y la explotación de estas moléculas. El profesor Thorsteinn Loftsson, homenajeado en este número del International Journal of Pharmaceutics, es uno de ‘Los Señores del Anillo’ más conocidos, pero no es el único”.
La experta aclara que “existen un gran número de investigadores trabajando en el área, principalmente en el campo de la industria farmacéutica, pero también en otros campos diferentes, como la alimentación, materiales, pinturas, cosmética, etcétera”.
La idea la tenían clara: hacer seductoras las ciclodextrinas. ¿Pero cómo?
“Nosotros mismos llevamos varios años estudiando estos sistemas desde una aproximación totalmente diferente, utilizando simulaciones computacionales para entender las ciclodextrinas y poder ayudar al diseño de nuevas estructuras con aplicaciones específicas”, añade.
Ahora que ya conocemos las ciclodextrinas y su conexión con ‘El Señor de los Anillos’, podemos introducirnos en esta historia en siete capítulos a los que precede una introducción al legendarium de El Señor de los NanoAnillos.
PREFACIO
En la introducción a este fantástico mundo, los autores nos presentan el objeto mágico, la ciclodextrina, un anillo molecular con poderes extraordinarios descubierto por los moradores del Reino de la Ciencia.
“Las ciclodextrinas se encuentran entre las estructuras de anillo más potentes y versátiles jamás conocidas. Podrían considerarse como el equivalente a nivel molecular del mítico Anillo Único creado en la Tierra Media”, introducen los autores.
La historia de las ciclodextrinas comienza en Francia en 1891, cuando el farmacéutico y químico Antoine Villiers descubrió este anillo molecular mediante la fermentación bacteriana del almidón. Villiers es el primer personaje que se nos presenta en El Señor de los NanoAnillos. El francés, dicen los autores, “desempeñó el papel del Señor Oscuro Sauron”, al aislar estos oligosacáridos cíclicos y forjar un anillo molecular con un extraordinario poder.
Fueron muchos los hombres y mujeres de ciencia, desde entonces, que se dejaron cautivar por él, conformando la Comunidad del Anillo en laboratorios de todo el planeta. Entre estos, citan al químico y bacteriólogo austriaco Franz Schardinger, quien en la primera década del siglo XX dio una descripción detalla de la preparación, separación y purificación del Anillo Único; o las “contribuciones relevantes a la Comunidad del Anillo” —dicen— que han hecho más recientemente Sergey V. Kurkov y Thorsteinn Loftsson en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Islandia.
“Creo que la situación provocada por la covid-19 ha servido de catalizador para que por primera vez haya tanta gente trabajando en el mismo tema al mismo tiempo, y de manera bastante coordinada”
Sin embargo, durante casi un siglo, el poder de las ciclodextrinas fue apenas explorado, hasta que “despegaron en la década de 1980, cuando la producción a escala industrial condujo a sus primeras aplicaciones en las industrias farmacéutica y alimentaria”.
“Desde entonces, estos anillos se encuentran entre las moléculas más versátiles y multifuncionales utilizadas en la investigación molecular y las aplicaciones químicas, desempeñando un papel relevante en diferentes campos como la farmacia, la medicina, la química, el diseño de materiales, la alimentación o la ciencia agrícola”, recuerdan los científicos de la USC, que en su introducción enumeran y describen las propiedades fisicoquímicas específicas de la ciclodextrina —considerada la reina de la encapsulación molecular—, incluida su potencial para mejorar la solubilidad acuosa de los fármacos y la biodisponibilidad de estos, o su capacidad para encapsular en su cavidad, transportar y liberar en nuestro sistema biológico fármacos hidrófobos (insolubles).
“Aunque podría parecer, a priori, que en una guerra de tal magnitud contra enemigos virales altamente letales para los humanos las pequeñas moléculas cíclicas y azucaradas podrían ser de poca utilidad, se revelan como extremadamente poderosas y versátiles”, ensalzan los científicos de la USC.
Llegados a este punto, es hora de adentrarnos en el camino y explorar el mundo de El Señor de los NanoAnillos con las sinopsis de cada capítulo de esta aventura.
CAPÍTULO 1: EL EJÉRCITO ENCAPSULANTE
Como el Anillo Único de Tolkien, las ciclodextrinas son capaces de “volver invisibles” a otras moléculas a las que encapsulan, formando un “ejército” para controlarlas y llevarlas al lugar en donde deben ejercer su acción.
García Fandiño recuerda que uno de los problemas más grandes de muchos de los fármacos disponibles en el mercado, entre ellos los antivirales usados para el covid-19, es su baja solubilidad en agua y, por tanto, su dificultad para ser introducidos en el organismo. Un problema que se puede solventar con el uso de excipientes, entre ellos las ciclodextrinas, que “facilitan mucho esta labor”.
“Estos excipientes son azúcares (por lo tanto, inofensivos para el organismo), y solubles (solo hace falta echar un par de cucharadas de azúcar a un café para comprobarlo), pero además tienen forma de anillo. Y justamente en el interior de ese anillo es donde el fármaco se acomoda, porque está protegido del agua”, describe la investigadora.
Usadas como “caballos de Troya”, las ciclodextrinas se cargan con fármacos antivirales, facilitando la introducción y liberación controlada de ese ‘ejército’ de moléculas en el organismo.
CAPÍTULO 2: ARMAS COLABORATIVAS
“Como se demostró con la Última Alianza entre los elfos y los hombres en respuesta a la amenaza de conquista por parte del Señor Oscuro Sauron, la unión hace la fuerza, y eso debe tenerse en cuenta en cualquier batalla”.
Con estas palabras, García Fandiño y sus colaboradores nos sumergen en el segundo episodio de El Señor de los NanoAnillos, en el que se nos descubre que “la sinergia entre diferentes moléculas a menudo resulta ser mucho más poderosa que el efecto aditivo de las mismas aplicadas por separado”.
En el caso de las ciclodextrinas, recuerdan que se ha demostrado que pueden potenciar el efecto de otras moléculas, incluidos los anticuerpos monoclonales (como el Tocilizumab o el Sarilumab), así como otras proteínas (como interferones), péptidos o incluso nucleótidos que se usan o pueden usarse en la covid-19, para mejorar su estabilidad y potenciar así su actividad en el combate contra la infección provocada por el SARS-CoV-2”.
CAPÍTULO 3: USANDO EL ANILLO COMO ARMA DIRECTA
Cada ciclodextrina es única y tiene propiedades que la hacen diferente a las demás, “al igual que el Anillo codiciado por el trastornado Gollum”, comparan los científicos de Santiago.
En este capítulo, los investigadores resaltan que las ciclodextrinas pueden utilizarse para encapsular o potenciar el efecto de otras moléculas, pero también pueden modificarse químicamente para crear fármacos específicos que pueden usarse por sí mismos en determinados tratamientos.
“Se ha demostrado que las ciclodextrinas modificadas pueden actuar directamente como antivirales de amplio espectro y, por tanto, pueden ser armas potentes para combatir infecciones virales como la covid-19”, añade García Fandiño.
CAPÍTULO 4: CENTINELAS PARA PREVENIR INVASIONES
Este episodio aborda el uso de las ciclodextrinas en vacunas, comparándolas con agentes de vigilancia y prevención. García Fandiño nos recuerda que “la producción de vacunas estables para covid-19 es una urgencia global, con una gran cantidad de iniciativas en progreso” en todo el mundo.
La mayoría de estos proyectos, aclara, “se basan en subunidades no vivas y tecnologías de RNAm, [ARN mensajero] que requieren componentes adyuvantes eficientes, estables y seguros para estimular la inmunidad”.
En este sentido, enfatiza que las ciclodextrinas se han utilizado y se pueden usar en la fabricación de vacunas, “por ejemplo reduciendo la posibilidad de sufrir reacciones alérgicas, o minimizando la degradación del virus inactivado que se introduce en algunas de las vacunas que se están desarrollando”.
CAPÍTULO 5: TRATANDO DE ROMPER LAS FRONTERAS DEL ENEMIGO
El SARS-CoV-2 es un virus que tiene capacidad de protegerse de elementos amenazantes.
“Como muchos otros virus, está compuesto por una membrana formada por lípidos. Esta barrera es lo que protege el ARN que contiene en su interior y con el que infecta las células a las que ataca”, describe García Fandiño, resaltando que “las células de nuestro organismo también poseen una membrana similar”.
Lo que sucede en el proceso de infección es que “ambas membranas se fusionan, y es así como el virus puede introducir dentro de nuestras células su material genético para replicarse”, comenta.
En el Reino de la Ciencia se sabe que la presencia de colesterol en las membranas juega un papel muy importante en varias enfermedades, como el alzhéimer, el cáncer, la aterosclerosis, y también en la Covid-19. Pues bien, el Anillo Único molecular —las ciclodextrinas— tienen la capacidad de atrapar colesterol y extraerlo de las membranas, pudiendo afectar así al proceso de fusión entre nuestras células y las del virus y reduciendo la infectividad del SARS-CoV-2.
CAPÍTULO 6: INTERCEPTANDO MENSAJES DEL ENEMIGO
La información es poder y, en una guerra, interceptar y controlar las comunicaciones del enemigo es clave para la victoria final. En la guerra que nos ocupa, contra el SARS-CoV-2 y la peste que causa, hay una herramienta fundamental para ganar la batalla de la información, el ARN interferente (ARNi).
“El ARNi se propuso a fines de la década de 1990 como un método para silenciar los genes de agentes patógenos, incluido el ARN de los virus. Esta técnica consiste en utilizar pequeños trozos de ARN complementarios para neutralizar moléculas de ARNm del virus e inhibir así específicamente su expresión o traducción genética”, detallan los autores de El Señor de los NanoAnillos.
La idea es sencilla: se trataría de interceptar el mensaje que contiene el virus, y que pretende expandir por nuestras células, y anularlo silenciándolo e impidiendo que lo transmita.
“Una de las limitaciones más importantes de esta tecnología es cómo llevar a cabo el transporte del fármaco basado en ARNi hasta el citoplasma de la célula diana manteniendo su integridad, puesto que se trata de una molécula altamente inestable”, expresa García Fandiño.
Ese problema se soluciona con las ciclodextrinas, que “pueden ayudar a mantener estable el ARNi y ‘acompañarlo’ hasta permitir la intercepción del mensaje”, concluye la investigadora.
CAPÍTULO 7: SANGRE EN EL CAMPO DE BATALLA
Llegamos al último y más sangriento episodio de esta historia, en el que el Anillo Único muestra su poder para evitar los estragos que la infección por coronavirus SARS-CoV-2 puede causar por la coagulación de la sangre y la manifestación de trombos.
Los científicos nos recuerdan que además de síntomas que afectan al aparato respiratorio, el covid-19 también se ha relacionado con problemas en la coagulación sanguínea, “siendo la coagulopatía y la coagulación intravascular diseminada un signo característico en la mayoría de las muertes”.
“Se han recomendado factores anticoagulantes o diluyentes de la sangre, como la heparina, para pacientes críticos, aunque su eficacia aún no ha sido validada”, comentan los investigadores.
En esta sanguinolenta batalla, las ciclodextrinas también juegan un papel importante en tratamientos relacionados con la coagulación: “Se ha demostrado que algunas ciclodextrinas son agentes restauradores de la coagulación altamente eficientes, por lo que hemos incluido también una recopilación de trabajos al respecto en este capítulo”, clarifica García Fandiño.
EPÍLOGO 1: AYUDANDO DESDE COMPOSTELA
Santiago de Compostela alberga uno de los laboratorios donde se está librando esta guerra molecular. Allí, en el CiQUS, el grupo de Química Computacional dirigido por Rebeca García Fandiño trabaja en el estudio de agentes antimicrobianos involucrados en cáncer e infección. Además, a través de la spin off MD.USE Innovations, se está investigando en el campo de fármacos antivirales con la empresa americana Ligand Pharmaceuticals Incorporated.
Lo que están viendo mediante química computacional es, a través de estudios computacionales, cómo el Captisol —una ciclodextrina incluida en la formulación del ya popular remdesivir que comercializa esta compañía (primer tratamiento antiviral terapéutico para tratar covid-19)— encapsula el fármaco en el tratamiento del covid-19.
García Fandiño detalla los pormenores de este trabajo: “Cuando nos imaginamos a un científico haciendo experimentos, lo visualizamos enfundado en una bata blanca y gafas, rodeado de matraces, tubos de ensayo y probablemente mirando a través de un microscopio. La escena está justificada en una gran parte de los casos, pero dista mucho de la realidad cuando hablamos de científicos que trabajan en campos como la química o la biofísica computacional. Ser un científico computacional no es muy diferente de ser un científico ‘clásico’, te pasas el día haciendo experimentos, analizando resultados y contrastando hipótesis, pero en lugar de hacer mezclas en un tubo de ensayo debajo de una campana extractora, solo necesitas un ordenador, una red de datos, y una conexión a un centro de cálculo (como el CESGA, el Centro de Supercomputación de Galicia)”.
La investigadora considera que “esto supone una gran ventaja en la situación que nos está tocando vivir y, por suerte, nos permite trabajar y hacer ciencia sin ninguna de las limitaciones que sí existen en otras áreas”, comenta en relación con las restricciones de movilidad y distancias impuestas por la pandemia.
Su grupo utiliza las herramientas computacionales para investigar procesos clave en la infección y el cáncer a nivel de la membrana celular. Además, una parte de su investigación, tanto a nivel académico, como a través de la spin-off universitaria MD.USE Innovations, se centra ahora en el estudio computacional de las ciclodextrinas.
“Cuando empezó la pandemia por covid-19, continuamos con nuestras líneas de investigación, pero decidimos, además, aprovechar estas herramientas para estudiar determinados aspectos de la infección por SARS-CoV-2 en los que creíamos que podíamos contribuir. En colaboración con la empresa americana Ligand Ltd, proveedora del principal excipiente del remdesivir (Captisol), estamos utilizando la simulación computacional para intentar comprender y mejorar el proceso de encapsulación de este fármaco”, explica García Fandiño.
La científica nos comenta que “a día de hoy, el proceso de solubilización del remdesivir a nivel molecular es un terreno inexplorado, y es necesario utilizar una gran cantidad de excipiente en relación con la cantidad de fármaco que se quiere introducir en el organismo”.
Su misión investigadora es profundizar en el conocimiento de las interacciones entre el fármaco y el excipiente, permitiendo así optimizar la formulación farmacéutica y reducir las dosis de medicamento que deberían administrarse.
Otro de los proyectos en el que están trabajando relacionado con estas moléculas, en colaboración con la empresa farmacéutica americana Underdog Pharmaceuticals, se basa en el empleo de ciclodextrinas específicas para eliminar esteroles tóxicos de las membranas celulares, una de las causas que provoca el envejecimiento.
Sin embargo, reconocen que aún les queda “mucho” por hacer, “como a toda la humanidad”.
“Falta mucho por hacer, mucho por entender y mucho por mejorar. Pero tenemos mucha motivación y nos gusta mucho lo que hacemos, así que intentamos hacerlo cada día lo mejor posible”, comenta García Fandiño, quien no se muestra especialmente optimista sobre una vacuna para la covid-19, “sobre todo por las grandes presiones políticas y económicas y los tiempos tan cortos a los que está sometido su desarrollo”.
La historia de las ciclodextrinas comienza en Francia en 1891, cuando el farmacéutico y químico Antoine Villiers descubrió este anillo molecular mediante la fermentación bacteriana del almidón.
Sin embargo, confía en que “el nivel excepcional de coordinación y colaboración que está teniendo lugar a nivel mundial entre científicos de distintos ámbitos, provocado por la situación actual, conduzca a avances significativos en el desarrollo de fármacos antivirales, como en el conocimiento de esta y otras enfermedades”.
“Creo que la situación provocada por la covid-19 ha servido de catalizador para que por primera vez haya tanta gente trabajando en el mismo tema al mismo tiempo, y de manera bastante coordinada. Esta situación se está dando a nivel mundial, no de manera aislada, y esto, obligatoriamente, ha de provocar avances más rápidos que los esperados en condiciones normales. Cada día se saben más cosas sobre el mecanismo de la enfermedad y sus síntomas, y se publican nuevos descubrimientos que pueden hacer avanzar hacia encontrar un tratamiento efectivo. Yo espero que sí tengamos pronto tratamientos efectivos que puedan reducir el impacto de la covid-19 y también espero que aprendamos a trabajar de esta forma para avanzar en el impacto de otras enfermedades, como el cáncer, o el envejecimiento, igual o más importantes que las infecciones víricas”, expresa.
Esta historia, por tanto, no concluye aquí. Seguirá escribiéndose en laboratorios de todo el mundo y tal vez, solo tal vez, alguien algún día se atreva a adaptarla al cine. Lo merece. Mientras, ellos —los científicos— seguirán intentando hacer su trabajo más accesible.
EPÍLOGO 2: AYUDANDO A COMUNICAR CIENCIA
García Fandiño reconoce que fue “arriesgado salirse de los esquemas convencionales” que se usan en las publicaciones científicas para contar la historia de las ciclodextrinas, y confiesa que pensaron que podían encontrarse “con que el artículo no fuese aceptado en su forma original”. Pero decidieron intentarlo.
“Cuidamos la exhaustividad y la seriedad de los datos presentados, para que no pudiesen disponer de ese argumento en nuestra contra y lo redactamos haciendo el paralelismo con la novela de J. R. R. Tolkien. La recepción por parte del editor y los revisores no fue mala, al menos así lo entendimos de los comentarios que nos enviaron”, recuerda.
Tras decidirse su publicación en el especial dedicado al profesor Thorsteinn Loftsson, “la recepción está siendo sorprendentemente buena”. “Nosotros no hicimos apenas difusión y nos están llegando comentarios muy positivos”, celebra García Fandiño, que lamenta algunos tabús sobre la ciencia y los científicos: “Para la mayor parte de la población, la ciencia no forma parte de lo que se entiende por cultura. Se considera arte la pintura, la escultura, la poesía, la literatura, la música clásica…, pero no las leyes de Newton, la replicación del ADN o la teoría de la relatividad de Einstein. En general, se cree que el artista puede ver lo hermoso de las cosas, mientras que los científicos lo desarman y lo vuelven aburrido, convirtiendo a la ciencia en un compartimento estanco en donde sólo algunos ‘elegidos’ son capaces de entrar y en donde se habla un idioma que sólo unos cuantos eruditos entienden. Incluso una gran parte de los científicos tienen esa opinión generalizada. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así”.
Y es que esta científica cree que “manteniendo la rigurosidad y la seriedad en las investigaciones y presentación de resultados, la ciencia puede comunicarse de forma más amena a lo que estamos acostumbrados”.
CONTINUARÁ…
El Señor de los NanoAnillos tiene un final, y hacemos spoiler: el ejército de ciclodextrinas y de fármacos que transportan están avanzando en su lucha contra el covid-19.
García Fandiño y sus colaboradores lo tienen claro: “Más que nunca, estamos en situación de suscribir mil veces las palabras del personaje dual Gollum-Sméagol: 'Mi tesoro'”.
“Las ciclodextrinas tienen unas propiedades que las hacen únicas y sí pueden considerarse un tesoro para la humanidad. Son cruciales en una gran cantidad de campos y, de manera muy especial, en el de la salud. Son también nuestro pequeño tesoro, porque una parte importante de nuestra investigación está basada en estas moléculas. Las estudiamos, desde el punto de vista computacional, para ser aplicadas en diferentes campos, desde su uso como excipientes, a agentes que pueden ser utilizados para ayudar a detener el envejecimiento”, justifica la investigadora gallega.
Pero la guerra aún no se ha ganado, así que esperamos impacientes una nueva entrega en la que desde el Reino de la Ciencia nos anuncien la victoria final contra el SARS-CoV-2 y su peste.
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Un grandísimo ejemplo a seguir. La divulgación científica es hoy más importante que nunca e historias como esta sirven de inspiración.
¡Gracias por el artículo!