Opinión
No pudimos

Frustración, cansancio de tanto barro e idiotez, de continuar con las mismas formas del resto de partidos y que tanto criticábamos. Carta de una extrabajadora de Podemos.

Investidura de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid
Álvaro Minguito Investidura de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid el 13 de junio de 2015.
30 jul 2019 06:05

Llevo meses queriendo escribir sobre Podemos, pero no me atrevía. No me atrevía porque trabajar en el partido durante tres años me ha dejado la autoestima peor de lo que la tenía. Sentía (y siento) que no voy a saber encontrar las palabras adecuadas, ni ordenarlas. Que no voy a ser capaz de contar lo que quiero. Ni siquiera sabía bien qué es lo que quiero contar. Tras más de medio año de tratamiento con antidepresivos y de haber tenido por primera vez ansiedad a mis 33 años, he tenido mucho tiempo para reflexionar y sé qué es lo quiero contar. Es la Frustración mayúscula, tanta que me dejó dos meses en casa sin poder hacer nada, sin querer ver a nadie. Y tantas otras como yo. Entre colegas decimos mucho que Podemos es una máquina de destruir personas, de destruir vidas. Cuánta frustración. Cuánto enfado. Pero la cuestión es cómo escribir esto sin enfangar, sin señalar.

Estamos hartas de guerras internas, que si pablistas, errejonistas o anticapis. Que si Pablo e Irene. Que si Juanma del Olmo. Que si la camarilla. Que si el chalet de Galapagar. Que si ahora otro partido en Madrid. Qué aburrimiento. Resulta agotador. Por eso finalmente me he decidido a escribir. Porque quiero explicarme. Quiero que las que estáis fuera me entendáis, que sepáis por qué estamos tan dolidas. Porque estoy cansada de tanto barro y de tanta idiotez, pero a la vez siento que la gente debería saber qué nos ha pasado, qué nos está pasando. Por qué tanta gente desilusionada. Y no encuentro mejor manera que contar mi experiencia humildemente, una experiencia muy parecida a las de tantos otros podemitas. Y como solo soy una más, y por supuesto también por cobardía, por qué no reconocerlo, he decidido firmar este artículo con seudónimo.

Frustrar. Según la primera acepción de la RAE, privar a alguien de lo que esperaba. Nosotras esperábamos cambiar el sistema, queríamos hacer las cosas de otra manera. Quizás era demasiado ambicioso. Pero no importaba, creíamos que podíamos. Cuando me contrataron en Podemos no me cabía la ilusión y la motivación en el pecho. ¿Te imaginas? De estar currando en un bar cualquiera a la Puerta de los Leones. Guau. Durante mucho tiempo me sentía entre las puertas del Congreso como una intrusa. ¿Qué pinto yo aquí?

Pusimos nuestras vidas al servicio de lo que queríamos hacer, de cambiar todo eso por lo que nos levantamos aquel mayo de 2011

En ese momento todo era nuevo y, además, lo era para todas. Fueron meses de mucho trabajo, de mucho caos: ahora ponte a trabajar en este pasillo, ahora están haciendo obras, ahora vete a esta comisión, ahora a no sé qué otra cosa. Un no parar, 24 horas al día pegada al teléfono. No nos separábamos del Telegram ni para ir al baño. Pusimos nuestras vidas al servicio de lo que queríamos hacer, de cambiar todo eso por lo que nos levantamos aquel mayo de 2011.

Al poco tiempo empecé a ver conflicto a mi alrededor. Eran los tiempos del pre-Vistalegre. No entendía nada y me di cuenta (ahora comprendo que muy inteligentemente) de que lo mejor era seguir sin enterarse de nada. Pero eso se acabó. Comencé a saber, aunque seguía sin entender. ¿Por qué los compañeros y compañeras no paraban de putearse entre sí? ¿no veníamos a cambiar las cosas? ¿cómo íbamos a cambiar nada espiándonos, filtrando cosas del otro, mintiendo, jodiéndonos? Muchas preguntas sin respuesta.

El motivo no eran las batallas internas, lo que pasaba es que no estábamos haciendo las cosas de otra manera

Después llegó Vistalegre II. Este cuento ya se lo sabe todo el mundo: pierden los errejoners y todos a la calle salvo los veinte que se quedan trabajando para él (¿trabajando en qué? yo no lo sé). Creíamos que comenzaban nuevos tiempos, que asomaba de nuevo el sol. Ahora sí, ahora podíamos trabajar para cambiar las cosas. Pensábamos que lo que estaba paralizando todo eran las traiciones, las batallas internas. Pero la guerra había terminado. ¿Entonces? Entonces te das cuenta de que eso fue lo que creímos porque no teníamos otra manera de soportarlo. Y ahí empiezas a entender. El motivo no eran las batallas internas, lo que pasaba es que no estábamos haciendo las cosas de otra manera. Las estábamos haciendo igual que siempre. Frustración. Otra vez frustración. Otra vez enfado.

De repente te ves rodeada de necios inútiles a los mandos. Y sigues viendo lo que llevas viendo desde el primer día: gente absolutamente excepcional a la que alejan, o que se aleja porque no lo soporta más (entiéndase, no estoy hablando de familias, son simplemente personas). Y también cómo te alejan a ti, y cómo te alejas tú, porque ya no lo soportas. Te tratan mal. Tratan mal a tus compañeras. Te tratan mal incluso algunas de tus compañeras. Más frustración.

¿Cómo es posible que en un proyecto en el que la media de edad debe ser de unos 30 años prácticamente todo el mundo esté al límite? Ansiedades, depresiones, orfidales, bajas.

Y, de repente, te das cuenta de que los que mandan siguen en lógica de guerra. Que si no matas por ellos no eres fiel, que no vales la pena. Que no sirves para nada. Y la rueda sigue. Y te das cuenta de que tú estás reproduciendo esas lógicas, que estás inmerso en esas dinámicas sucias basadas en desconfianzas, traiciones, odios. Esta hace esto para clavármela por la espalda, y mira aquél, que no ha aparecido en no sé qué acto, este nos la está jugando. Y al otro hablando con aquella, están maquinando seguro. Y eso te hunde, no te recuerdas siendo así. Nadas en un mar de contradicciones.

Y sigue. Han convocado elecciones. Otra campaña no, por favor. No tenemos fuerzas. No tenemos ilusión. No tenemos ganas. Y un día te convocan a una reunión para explicarte en qué condiciones te van a echar (“extinción por fin de obra”, para ser precisos). “Hemos estado estudiando todas las fórmulas posibles. La mejor manera que hemos encontrado es daros el preaviso el 5, coincidiendo con la disolución de las Cortes, y el 20 finalizan vuestros contratos”. ¿Y qué indemnización nos vais a dar? “12 días por año trabajado, es lo que dice la ley”. ¿Y no se ha contemplado ningún otro tipo de compensación? “No, eso es lo que marca la ley”. Ah, espera. Que la ley es la del Partido Popular. Esa con la que se llenan la boca los de Podemos diciendo que tanto ha perjudicado a los trabajadores. Y mientras tanto recibes un mensaje de Telegram: es del canal de Prensa de Podemos convocando a los periodistas a unas declaraciones porque el grupo parlamentario va a registrar una iniciativa para poder eliminar, por fin, la reforma laboral del Partido Popular. Qué paradójico. Más frustración.

No quería que mientras nos cuentan que es necesario entrar en el Gobierno porque si no a ver qué hace el PSOE siguieran despreciando a los suyos, siguieran despidiendo a gente en más que dudosas condiciones

Ahora, después de mucho circo y mucho “es que con Iglesias no, mejor con Irene Montero o con Echenique” (¿es que acaso es distinto?), de muchas idas y venidas, seguimos sin Gobierno y sin acuerdos. Ya desde la lejanía, sigues en una contradicción constante. ¿Esto era lo que queríamos? No sé. No creo. Yo no quería esto. No quería que mientras nos cuentan que es necesario entrar en el Gobierno porque si no a ver qué hace el PSOE siguieran despreciando a los suyos, siguieran despidiendo a gente en más que dudosas condiciones. Eso sí, esto ya son rumores porque yo ya me entero de poco.

Quizás nos ilusionamos demasiado. Quizás la forma partido no sirve porque las lógicas de partido son lógicas de combate, de suspicacias, de hacerlo todo por debajo de la mesa. He aprendido muchas cosas estos tres años y una de ellas es que la política institucional es sucia. Es una guerra. El poder de la institución es, para mí, demasiado limitado. No merece la pena. Fuimos miles las que creímos que se podía, pero no pudimos. Ahí deben estar los millones de votos que ha perdido Podemos. Quizás nos equivocamos pensando que teníamos que pasar de la calle a la institución.

Ahora ya he vuelto al otro lado. Me ha costado mucho colocar ciertas cosas, sacar toda esa frustración que me estaba ahogando. Nos han privado de lo que esperábamos. Nos hemos privado de lo que deseábamos. Todo lo que motivó aquel 15M tan lejano ahora. Pero estar en la calle sirvió, vaya que sirvió. Y si no que nos lo digan a las mujeres. Y de nuevo vuelvo a tener ganas, vuelvo a tener ilusión. Hoy más que nunca creo firmemente que el poder está en la calle. El poder de cambiar las cosas lo tenemos todas.

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