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Huelga decir que soy consciente de que la mayor parte de la gente que vive bajo la égida del Estado español no se levanta todos los días con esa pregunta en mente. Difícilmente aparecerá está cuestión en el CIS entre los temas más acuciantes (ojo, tampoco aparece si queremos abolir el trabajo, redistribuir la riqueza, ni que decir tiene de la monarquía). Pero que no se exprese esta necesidad públicamente, que no se organice en torno a un enunciado explícito, no quiere decir que una significativa parte de la población del Estado muestre síntomas de que lo de abolir España tal vez le pudiera interesar. Antes que nada, conviene aclarar una cosa. Por abolir España no me refiero a cancelar la idea de la nación española (cosa que no existe) ni tampoco a plantear como fin último de todas las cosas la desaparición del Estado español (cosa que por otro lado sería un buen comienzo). Abolir España no entraña destruir el castellano ni que dejes de comer croquetas de cocido, tampoco que dejes de visitar a tu abuela en Medina del Campo o de ver un partido del equipo y el deporte que sea.
Por abolir España entiendo el cuestionamiento radical de una estructura de dominación capitalista, racista, colonial y patriarcal concebida para que una banda organizada, primero de nobles y más tarde de burgueses, pudiera explotar, esclavizar, asesinar y dominar a sus anchas a pueblos dentro y fuera de la península sin temor a represalia alguna.
La dominación ha sido la principal función histórica de España, rica tradición que aún hoy pervive como leitmotiv de la Villa y Corte (esto es algo que veremos en un momento). En otras palabras, la idea de abolir España se plantea no contra un territorio, un sentir nacional, o una administración concreta, sino contra una manera de entender el gobierno de los otros, una forma de comprender la política, la economía y la relación entre pueblos y territorios. Parafraseando al sociólogo Ignasi Bernat, el Estado Español es la institución que hoy día representa al imperio y al fascismo, ya que encarna en nuestros territorios el conjunto de saberes represivos acumulados durante siglos de despojo y de violencia organizada contra los pueblos.
Una pequeña advertencia, España no solo habita las mentes gobernantes de Madrid. Puebla con placidez las mentes de las colonizadas, vascas, gallegas, catalanas, andaluzas, castellanas, así como en muchas de aquellas que durante siglos han sido racializadas. Este proceso, bien conocido por autores anticoloniales como Aimé Cesaire y más recientemente señalado como colonialidad, es decir, la pervivencia de las estructuras coloniales e imperiales más allá de la existencia formal de los imperios y de las colonias, nos debería poner en guardia sobre el sentido que tiene el confiar al Buru Batzar de turno la organización de la(s) república(s) por venir.
Abolir España no implica sólo una ruptura con el Estado español, sino que requiere de la total cancelación de su horizonte ideológico. Al igual que es preciso “acabar con el policía que llevamos dentro” es preciso abolir nuestra propia España interior.
¿Pero, por qué abolir y no reformar, cambiar o deconstruir? La idea de abolición ha tenido históricamente una fuerte connotación revolucionaria. Pensemos en el significado de frases como abolir la esclavitud, la monarquía o la propiedad privada, ideas claras en tiempos confusos. Cómo dijo Saint-Just en el juicio a Luis XVI, “Un rey debe reinar o morir.”
Vivimos hoy en la era de la postverdad y de la apología de los fake argumentos maniqueos que navegan no ya la contradicción, sino el absurdo, cómo aquellos que dicen poder conciliar capitalismo y medioambiente, libertad y gestación subrogada o Policía y derechos humanos. Mientras el fascismo camina alegremente reivindicando su pasado de conquista mediante hechos consumados, las mil y una izquierdas buscan soluciones conciliadoras, en la enésima repetición de la infamia de Weimar. Por eso recuperar palabras como abolición o antifascismo no son solo un ejercicio de retórica, son en sí mismas una declaración política de principios y de límites. Seguramente haya mil y un argumentos para abolir a España, centenaria es la historia de la infamia de este sistema organizado de desposesión, pero ahora solo voy a centrarme en tres argumentos, apenas si tres pinceladas.
Razones Históricas
España debe ser abolida por principios de reparación, de memoria y de justicia histórica. España no nace movida por la razón popular que dibuja Maquiavelo, y que sitúa a la forma estado como instrumento de la plebe frente a la aristocracia. Sino como una extraordinaria maquinaria de represión y tortura. España nace como Estado entre los siglos XV y XVI con el fin de 1) someter a los pueblos de la Península Ibérica, llevando a extremo de practicar el genocidio contra poblaciones como la musulmana o la judía y 2) a fin de explotar a las poblaciones de “ultramar a fin de saquear sus recursos o convertir en mercancías sus cuerpos. A lo largo de toda su historia el Estado español no sólo no ha corregido su vocación represiva, sino que la ha multiplicado. Pensemos en el genocidio americano o los campos de concentración en Cuba o en el territorio peninsular. Recordemos la traición del Sahara y las torturas, violaciones y asesinatos del MVLN. Sin olvidar la brutal represión de un referéndum democrático en el 2017, o el asesinato extrajudicial de migrantes como en el tarajal. Por todo ello, por los siglos de historia manchada de sangre y crímenes de Estado, España debe ser abolida.
Razones Políticas
Para que los pueblos que hoy permanecen bajo su dominio existan libremente, España debe ser abolida. España impide a los pueblos a los que somete alcanzar algo tan fundamental como la libre determinación. Esto es algo que ha venido haciendo por las armas, desde su acto fundante criminal y conquistador (pensemos en la conquista de Navarra y de Granada), hasta las más recientes fechas del 2017 en Catalunya. Para ello ha diseñado una grotesca arquitectura política que atenta contra los principios más básicos de la democracia burguesa sobre las que dice erigirse, como son el respeto a las decisiones electorales, el Estado de derecho o el imperio de la ley. Este diseño político no solo impide a los pueblos reconocerse como tales frente al resto, sino que cancela la posibilidad de que estos puedan diseñar un horizonte alternativo, ya sea republicano, socialista o feminista. La línea política, económica y social, se gesta en Madrid, desde donde se impone y se defiende desde las altas instituciones del Estado, esto es órganos ausentes de cualquier legitimidad democrática como el Tribunal Constitucional, la Jefatura de Estado o el Consejo General del Poder Judicial. Cuando estas no son suficientes, lanza sus armas legales e ilegales desde órganos pseudojudiciales de excepción como la Audiencia Nacional.
Razones Económicas
España es un obstáculo material para el desarrollo económico y científico de los pueblos a los que domina. Tal y como ha destacado el historiador y sindicalista Javier Fernández, España es desde sus orígenes, un proyecto de extracción económica y explotación humana. Hoy día el régimen español mantiene esa misma lógica adaptada a los nuevos tiempos. Por un lado respalda la acción de las grandes corporaciones españolas en el exterior, cuyos megaproyectos energéticos, forestales y de comunicaciones siguen “en guerra contra la vida” en lugares como América Latina. Por otro lado, respalda un régimen neoliberal, rentista, tecnológicamente dependiente, de escaso valor añadido y altamente precarizado en los territorios peninsulares. España, plantea la politóloga Jule Goikoetxea, es un ejemplo de democracia privatizada. Es decir, un régimen neoliberal que busca la desmovilización de los sujetos, la extinción de lo común, y el desempoderamiento de las mujeres. Este proyecto de gubernamentalidad económica construido durante siglos ha encontrado las resistencias continuadas de millones de personas. Pensemos en la huelga de la Canadiense en la Barcelona de la dinamita, la Asturias del 34, la huelga del Granada de 1970, las tomas de tierras del SAT, las expropiaciones de los Comandos Autónomos Anticapitalistas. Todo ello hasta llegar al Sindicato de Inquilinos e Inquilinas o el de Manteros. El franquismo calificó a la disidencia como la anti-españa, tal vez sea buen momento para hacer de esa etiqueta un nuevo lema.
La idea de abolir España no se presenta como un argumentario (que de todas maneras nadie iba a utilizar). Se trata más bien de una apertura, que invita a pensar en la cancelación de lo español, no como un proyecto político diseñado desde “los nacionalismos periféricos” (la peor definición ever) sino como una necesidad compartida de aquellos sujetos que vivimos bajo el reinado de Felipe VI. Pensar en el fin de algo no entraña necesariamente el deseo de algo negativo, sino la aspiración y el anhelo por lo que vendrá después. En tiempos del mindfulness y del presentismo idiota que delega el horizonte revolucionario a las irrelevantes discusiones parlamentarias, se hace necesario de nuevo volver a creer en la utopía. En la posibilidad real de un cambio radical en las condiciones materiales de existencia. España no es un país, tampoco es un Estado. Es el muro que encarcela a los pueblos y a nuestras comunidades fijándoles a la impotencia, a la sujeción y la inmovilidad. Derribar el muro, abolir España.
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Foucault, en GENEALOGÍA DEL RACISMO, hace un recorrido por la formación o conformación de los reinos europeos, cierto es que se centra en Francia, pero en general, llega a la conclusión de que los reinos y consiguientes estados- nacion (desde el romanticismo) europeos, nacen de la violencia y la dominación y como tal es su esencia. yo opino que las múltiples manifestaciones de violencia y desordenes que surgen en los individuos a nivel interno, es la interiorización de esa violencia, que se ve en la forma en que nuestros padres( especialmente) fueron educados y que esa violencia se transmite a través de las generaciones. es solo mi opinión pero pienso que tu idea de abolir espanha pasa por una educación más orientada a lo emocional y a la salud que no al mundo laboral (neoliberal). queda así, mucho por hacer.
buen artículo, muy interesante, enhorabuena y gracias
Muchas gracias.
Sí, abolirla y emanciparnos de Madrid es lo que queremos.
https://hojasmonfies.com.es/
"Una pequeña advertencia, España no solo habita las mentes gobernantes de Madrid. Puebla con placidez las mentes de las colonizadas, vascas, gallegas, catalanas, andaluzas, castellanas, así como en muchas de aquellas que durante siglos han sido racializadas." Por favor, ¿pero qué despropósito es esto?
La jartá de chorradas que dice en un momento. Odio puro a todo lo que huela español. Coo el que odia a todo lo que huela a Islam o todo lo que huela a feminismo. Odio...odio...odio...y nada más que odio. Hispanofobia, endofobia...Racismo es cualquier caso. La nación entera hay que destruir. Como si los nacionalistas no fueran a hacer una Cataluña o Pais Vasco INDIVISIBLE.
«Todos los países de Europa, sin excepción, son el agregado de múltiples territorios que fueron reinos, principados, cantones, condados o señoríos. Todos multilingües con la excepción de Islandia»
No entiendo tu comentario.
¿Llamas "cierto y real" a qué una opinión esté dada de una forma en concreto o llamas "cierto y real" a una forma de poner el acento al revés?
Quizá es que mole poner el acento al revés. Yo, como debo ser sumisx, me gusta escribir bien.
Qué no, Arcoiris, qué no. Qué no me convence tu ideario vacío e incompleto.
Por cierto: ¿sabes que ese fue tu primer gesto de ceder a la ultraderecha? ¿El poner el acento al revés?
Tú de cabeza segunda para el nazional-socialismo y tus compañeros cada vez más aprisionados entre barrotes.
Quizá nos encontremos en el infierno pero, sino te prometo que en esta vida no te voy a dejar soñar.
Halcón Milenario
Muy certero eso de pensar en un horizonte común emancipador, pero entiendo que no se usaría una narrativa anti-España, porque creo que pecaría de infravalorar el sentimiento nacionalista de la población y sobrevalora el anhelo de un cambio radical en este sentido. Tampoco hay que usar evidentemente una narrativa pro-España, pero un proyecto de cambio radical debe aglutinar mayorías suficientes que ponerse de frente (por ahora) al concepto España no ayudaría a generar oincluso serían contraproducentes y llevarían a la minorización y reclusión de un posible movimiento narrativo. Creo que se pueden generar herramientas narrativas potentes que vayan desmontando "España" por detrás mientras la transformación mayoritaria va por delante, y una vez esta narrativa transformadora conforme una mayoría suficiente, sí que se podría desafiar definitivamente a España, porque habría más afecto por un futuro que promete que por un concepto que se puede "vender" como algo indeseable y pasado.
La hispanofobia, lo mismo que la catalanofobia, son una lacra. En España, se combatió al fascismo y través de la lucha de clases se consiguieron conquistas sociales y politicas contra las formas de dominación burguesa. La clase obrera debe de combatir el socialchovinismo españolista, lo mismo que cualquier otro nacionalismo, la clase obrera no es nacionalista, es internacionalista. La España imperial, de los reyes católicos y colonialista es una anacronia del pasado, lo mismo que lo es el imperio británico. Mientras no luchemos por el socialismo, empezando por cuestionar las cadenas de las estructuras imperialistas, de la UE, la OTAN y la subordinación al imperialismo yanqui, planteando una ruptura democrática con el régimen monárquico, que reconozca el derecho de autodeterminacion, no solo dentro de España, sino en Latinoamérica acosada por el imperialismo yanqui, y con pueblos como el palestino, sirio y el saharahui, hoy agredidos, todo lo demás será hacerle el juego al imperialismo, al nacionalismo y al neocolonialismo para dividir y enfrentar a la clase obrera, tal y como hace este artículo. Romper si, rompamos las cadenas que nos unen al imperialismo, y las cadenas explotadoras y opresoras del capitalismo.