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Opinión socias
La izquierda cainita

Qué error es aquel que consiste en reducir un todo a sólo una de sus partes. La simplicidad de la psique humana tiende a usar atajos para facilitar el entendimiento y la comprensión de los hechos. Reducir el árbol a una de sus ramas. Y con la política pasa. Porque mencionar la ‘política’ es asociar en nuestras mentes la ‘política institucional’. Y esta última es sólo constituyente a un grano de arena en la inmensa playa de la política. Todo aquello que se encuentra a la luz pública, cada cotidianeidad que parece normal y ajena a todo ente institucional y cada expresión que sale de nuestros labios, es política. Porque la política es el arte de dignificar la vida.
En el debate abierto y democrático es en donde lo político avanza. Donde se construyen nuestras subjetividades y se planifica el espacio común de convivencia de nuestros pueblos. Las diferencias existen, son sanas y se debaten. Pero en ocasiones se combaten, porque son radicalmente opuestas y contrarias al propio proceso de tolerancia y debate. Porque no es lo mismo defender los Derechos Humanos que pedir la deportación de personas negras. En otras ocasiones esas diferencias son simples nimiedades que a ojos de quienes lo padecen parecen un mundo. Y es aquí donde más se enroca la política progresista. Cuando entre compañeras nos pegamos tiros en las rodillas.
En todos los lugares la izquierda siempre está a machete con la izquierda. Pero España es un país en donde se hacen horas extras. Obviamente de esta ecuación sacamos a partidos socioliberales, léase PSOE. Hace muchos años que lo único de socialistas y de obreros que les queda es el nombre. Para la izquierda no debe ser suficiente con ser una bisagra oxidada para evitar que el PSOE se escore a la derecha. La izquierda debe ser alternativa.
El genocidio en Palestina, el auge ultraderechista en Europa y la pinza imperialista entre Putin y Trump debería recordarnos lo que está en juego. Cuando perdamos todo, cuando no haya derechos que defender porque los Abascales y los Trumpistas los hayan evaporado, en ese momento nos preguntaremos qué hicimos para evitarlo. Y algunas y algunos se acordarán de que lo que hicieron fue pegarse con la compañera de al lado por ver cuál de las dos tenía el carnet más rojo.
La izquierda española debe mirar más a la izquierda francesa, al Frente Amplio uruguayo y a las movilizaciones masivas de Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders en Estados Unidos
Mientras la izquierda se mata como deporte olímpico, Trump se carga agendas públicas básicas, los alquileres continúan desorbitados en un mercado sin control y la justicia española sigue sentando a humoristas de izquierdas en el banquillo mientras deja libres a violadores. La izquierda española debe mirar más a la izquierda francesa, al Frente Amplio uruguayo y a las movilizaciones masivas de Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders en Estados Unidos.
¿Qué tiene de constructivo el hacer hincapié en las residuales diferencias de una compañera o compañero de la misma cuerda para odiarle más que a un ultra de derechas? ¿Por qué algunos y algunas combaten más con el que tienen al lado que con los que pregonan odio de extrema derecha?
Son lamentables los ataques que reciben aquellos y aquellas que simplemente quieren construir un frente amplio contra el odio y por el cambio social. Ataques e insultos por parte de individuos que se deberían de llamar compañeros, pero que se toman la política como si de un encuentro de fútbol se tratara. Es triste verlos hacer patriotismo de partido y no Política. Algunos sólo juegan a ser hooligans y no entienden que los partidos políticos - y análogos - son solamente medios, no fines. Sin unidad política en la izquierda jamás habrá alternativa. Y sólo se pueden permitir estas luchas personalistas de egos quienes viven en la burbuja del privilegio.
Ahora mismo no existe ninguna sigla en el panorama político de izquierdas que sea catalizador de unidad ni ninguna figura de liderazgo esperanzador
No hay un liderazgo ni un proyecto que ilusione a la izquierda del PSOE. Las siglas de Sumar o Podemos están desgastadas y sus militantes no quieren reconocerlo. Recientemente, la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, postuló a Irene Montero para que sea la próxima candidata de Podemos a las Elecciones Generales. Sin esperar a ver qué dicen las primarias. Es muy triste ver como una formación que fue tercera fuerza política con más de 5 millones de votos se escora cada vez más a la irrelevancia política. Irene Montero, lamentablemente, es una figura pública quemada que ni ilusiona ni aúna. Ser candidata sólo servirá para asegurarse tres escaños y varios sueldos públicos. Una pena que se hayan quedado sólo para abrir crowdfunding y financiar una empresa privada de hostelería. Ahora mismo no existe ninguna sigla en el panorama político de izquierdas que sea catalizador de unidad ni ninguna figura de liderazgo esperanzador. Y yo no tengo ninguna receta mágica al respecto, sólo resignación.
La izquierda es plural. Y debe ser fiel a sus principios por los cuales el interés general siempre está por encima de cualquier interés de carácter individual o personalista. Con rencores pasados o usando eufemismos para golpear no se gana. Ojalá nos demos la oportunidad de dejar de mutilarnos. Pero eso exige pensar en términos de personas y no de partidos. Exige madurez en la militancia. Sin embargo, me temo, tristemente, que a algunos y algunas les preocupan más las siglas que las personas.
Mientras la extrema derecha escala en la pirámide de la estimación de voto y se catapulta entre la juventud varonil, la izquierda prepara candidaturas divididas para pelearse entre ella y se centra más en remover la mierda de su propio ombligo. Me gustaría ver en qué realidad paralela viven. Porque no es la realidad de la gente que se parte la espalda todos los días para sacar adelante sus vidas cada final de mes. Hagamos esto un poco más sencillo.