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Poesía
Es el mercado de la poesía, amigos
Acaba de aparecer una antología poética en homenaje al inmortal Antonio Machado. Publicar 1000 números de una colección de poesía en España es un logro editorial de primer orden, algo que hay que celebrar, pero también abre un espacio para no pocas reflexiones y preguntas.
Supongo que todos los que desempeñamos una función o trabajo más o menos público, o simplemente aquellos que opinamos en abierto, estamos sometidos y comprometidos con el inevitable juicio ajeno. Sea. Y en este escaparate desordenado de hoy, todos, incluso los que se sienten intocables, deben escuchar a aquellos que están, o no, de acuerdo con lo que se defiende y afirma. Yo cada vez asimilo menos certezas y más dudas, será esto la famosa madurez.
La historia de las polémicas que acompañan a Chus Visor, el editor de la ineludible colección negra de poesía en español, es vieja y prolija. No obstante, la colección de poesía publicó su primer libro en 1968, nada menos que Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud que, dicho sea de paso, escribió este poema fundamental con apenas 19 años. Desde entonces la presencia de los poemarios Visor en las librerías españolas (y más tarde latinoamericanas) ha sido una constante, en una expansión admirable que para muchos tiene sus reversos oscuros y sospechosos.
Resulta curioso leer en el prólogo del reciente número 1000 de la colección Visor de poesía, la oportuna compilación titulada Estos días azules y este sol de la infancia. Poemas para Antonio Machado, la siguiente aseveración de Jesús García Sánchez (Chus Visor), escribe: el editor no deja de ser más que un simple eslabón entre el autor y el público, y sin el librero y el distribuidor no sería más que un “editor independiente”, una figura brumosa y con dudoso futuro. Un dudoso y romántico futuro que Visor da por hecho haber dejado atrás, pero cuya lectura me genera algunas dudas que querría compartir en voz alta. ¿Por qué renuncia o sesga Visor el adjetivo “independiente”? ¿De qué depende Visor? ¿Tiene consecuencias dicha dependencia, cuáles? Me viene a la cabeza esta apostilla de Miguel Sánchez-Ostiz: lo que cuenta es ganar la partida, el cómo y sus reparos son cosa de otra época y motivo de risa entre los listos y las fieras, ¿qué insinúas Cabezón? Nada, estoy seguro de que el gran novelista y diarista navarro no estaba pensando en el editor que protagoniza estas líneas.
¿Por qué renuncia o sesga Visor el adjetivo “independiente”? ¿De qué depende Visor? ¿Tiene consecuencias dicha dependencia, cuáles?
Superada esta insinuación y volviendo a la cuestión que nos ocupa, en un principio la afirmación de Visor podría considerarse una muestra de humildad, sobre todo si el propio Chus se apartase de los jurados de los polémicos premios relacionados a su casa editorial o, tal vez, incluyese en los mismos a libreros o distribuidores que él mismo, con toda razón, reivindica como agentes vitales para la pervivencia del sector. Pero está claro que, como habrá deducido el lector, Chus Visor no habla de poesía --tan alejada por definición de la compraventa-- Visor habla del negocio y comercio de la poesía; es el mercado, amigos, y ahí no se pueden dar pasos en falso por riesgo a perderse en la bruma. Entre escribir de lo que tienes delante de las narices y de lo que quiere oír el público está el aplauso… y la patraña, de nuevo me viene a la cabeza el compromiso crítico de Sánchez-Ostiz, siempre certero en sus pedradas, ahora sospecho que habla de todos nosotros. Comercio, canto de sirenas, el del dinero asociado a la poesía, que tan esquivo resulta siempre al autor concentrado siempre en nada que no sea más que el rigor de su obra, tan torpe en las cuestiones de sustento vital. Tentado en caer en el elogio fácil a las figuras brumosas, humilde clan al que seguramente perteneció el propio Visor en los orígenes de su longeva aventura editorial, miro mi propio bagaje y me refreno, ¿no escribiré todo esto para tratar de justificar mi hipotético fracaso? ¿No es más sensata la postura de Jesús García Sánchez a la hora de ganarse las habichuelas? Pero, ¿cómo afectaría a la publicación de textos con concretas exigencias formales, de apuesta de vanguardia o directamente polémicos el hecho de ceñirse a las reglas uniformes dictadas por el mercado? ¿Avanzaría de alguna manera la Lengua con la repetición mimética de aquellas fórmulas que funcionan al albur del consumo? ¿No conforma un canon castrado algo que sólo se guía por el espacio despejado por los escaparates? ¿Lo quiere el lector ya masticado o asumirá el esfuerzo de masticar por sí mismo y escarbar si hiciese falta? ¿Qué pensaría Machado de algunos de estos poemas que parecen redacciones escolares llenas de enumeraciones, limoneros y mares, de la abundante presunta y tibia hondura? Lo viable, el lugar por donde se puede transitar, el mundo de lo improbable y la lucha por la persistencia de la vida.
Visor no habla de poesía --tan alejada por definición de la compraventa-- Visor habla del negocio y comercio de la poesía; es el mercado, amigos
De todo esto me hace pensar esa simple frase. Garantizar las necesidades vitales de aquel que escribe o edita poesía es un fin lícito, incluso deseable y de justicia, como lo es la apuesta del que asume riesgos. Porque entiendo que Visor no hace juicios de valor sobre el resto, ¿o sí? Sólo va a la suya, entiendo, tratando de huir de la confusión aparejada a la niebla. Un estudio de viabilidad parece algo mucho más complejo, al fin y al cabo, de qué tipo de viabilidad hablamos, guiados por Chus Visor nos hemos centrado únicamente en la viabilidad económica, a la que parece referirse, pero ¿qué hay de la financiera, la comercial, la técnica, la legal o la medioambiental? ¿A qué clase de debilidades o fortalezas se somete una apuesta así? ¿Qué las amenaza? ¿Qué oportunidades encuentra? ¿Y cómo se legitima ese acceso al dinero público? ¿Por antigüedad? No sé, ¿publicar autores de poesía más compleja, oscura u heterodoxa deslegitima de alguna manera? Es el mercado de la poesía, de un tiempo hasta aquí las generaciones, las escuelas…, han sido laminadas por las modas. Siempre me repito un mantra: lo difícil no es publicar, es escribir algo que merezca la pena.
No tengo ni idea de si este texto sirve de algo. En cualquier caso, felicidades, a por otros 1000. De la primera lectura del libro, que por otro lado creo que no tiene más relevancia que la propia ocasión que celebramos, he subrayado imágenes y versos de Marcos-Ricardo Barnatán, Luis García Montero, Almudena Guzmán, Jon Juaristi, Carlos Marzal, Nancy Morejón, Lorenzo Oliván, Manuel Rivas, Javier Rodríguez Marcos, Andrés Sánchez Robayna, Manuel Vilas y Raúl Zurita.