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Tribuna
Regar con un agua que no tenemos ni tendremos

Coordinadora de Alianza Verde Andalucía.
Catedrático de Fisiología Vegetal en la UMA.
No solo el cambio climático es responsable de que los procesos de desertificación escalen en el territorio (hasta un 75% en peligro de desertificación). Tiene que ver mucho con esta situación la especializada, aunque imprudente, agroindustria exportadora, que logra disminuir el consumo de agua por peso de producto cosechado. Aumentar la eficiencia en el consumo de agua conduce a una intensificación de los cultivos. Hay dos paradojas que considerar en esta ecuación: la de Jevons y la del riego tecnificado. La primera se refiere al hecho de que cuando un proceso técnico conduce a un aumento de eficiencia en el uso de un recurso con fines productivos, esa eficiencia no se traduce en una disminución de la presión sobre el recurso, sino en un incremento de su demanda.
Es un hecho que hay una gran presión sobre el “recurso” agua, aunque es discutible admitir la aplicación de este término productivista para un componente básico de la vida. Esta presión es evidente sobre las aguas superficiales, pero también lo es especialmente sobre las aguas subterráneas, que, ocultas bajo el suelo, no se controlan con la debida diligencia ni hay gobernanza efectiva sobre ellas. Y forma parte del mismo ciclo junto al agua superficial, la que vemos. La desecación de manantiales y cauces de ríos tienen que ver con ese sacar agua del sistema sin que haya manera de reponerla a la velocidad a la que se extrae.
A pesar de la menor eficiencia productiva del riego a manta, esta forma de suministrar agua compensa en parte con servicios ecosistémicos
Se suele pensar que una práctica tradicional como el riego a manta desperdicia agua, pero, a pesar de su menor eficiencia productiva a nivel de parcela, compensa en parte con servicios ecosistémicos relacionados con las acequias y la diversidad que albergan. El hecho de que el agua empape la tierra e infiltre hasta el freático tiene un efecto positivo cuenca abajo ya que permite mantener una mayor disponibilidad de agua, cierta recarga de acuíferos y mantenimiento de manantiales.
Las vegas tradicionales que se mantienen con sistemas de regadíos históricos, mediante canales, acequias y albercas benefician a agricultores y territorios. Además de ser un patrimonio histórico, generan hábitats de gran biodiversidad, fertilizan las tierras, producen sombra y frescor, y mejoran el entorno, al tiempo que producen alimentos. La mayoría de estas vegas tradicionales que se situaban rodeando pueblos y ciudades, se han perdido o están en proceso de perderse. Con ello también se está perdiendo la capacidad de producir y consumir localmente aquellos alimentos que cada territorio puede proveer.
La paradoja de Jevons y la del riego tecnificado
Es sabido que el riego localizado es más eficiente en el uso de agua. Sin embargo, puede llevar a mayores consumos de agua de las cuencas si no se gestiona adecuadamente. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2024, de los 3,71 millones de hectáreas en regadío actuales, el 80,57 % cuenta con sistemas de riego localizado. Sin embargo, su implementación ha venido de la mano de un incremento muy significativo en el consumo de agua, una parte importante de origen subterráneo. Una de las razones ha sido un incremento de la demanda ya que se ha triplicado la superficie regada desde 1970 hasta la actualidad. Es decir, se ha cumplido la paradoja de Jevons.
Por otro lado, la paradoja del riego tecnificado pone de manifiesto que hay que distinguir entre usar agua y consumir agua. Cuando se riega por goteo, la mayor parte del agua utilizada acaba siendo transpirada por la planta y vuelve a la atmósfera. Sale del sistema y se pierde. El uso de agua con el goteo se ajusta a lo que la planta requiere. Siendo así, al modernizar una hectárea de riego a manta y transformarla a riego por goteo, con menos agua se produce lo mismo. Esto supone un ahorro. Sin embargo, hay que saber que casi toda el agua usada en riego por goteo se pierde de la cuenca, mientras que, en el riego a manta, menos eficiente a nivel de parcela, una parte queda disponible para su uso cuenca abajo.
Lo que está ocurriendo es que el ahorro de agua posibilitado por el riego tecnificado se usa para incrementar la superficie regada, consumiendo así más agua
Si el ahorro de agua conseguido con el riego por goteo se usa para aumentar la superficie regada, se acaba consumiendo más agua de la cuenca. Y es lo que está ocurriendo: el ahorro se dedica a incrementar la superficie, consumiendo así más agua, que se detrae de la cuenca. No es lo mismo usar agua para regar que consumirla.
Déficit hidrológico
Si nuestras cuencas se mantienen en déficit año tras año y no hay gestión adecuada, se acaba consumiendo más agua de la que repondrán las lluvias, generando mayores déficits anuales. Los déficits actuales son el resultado de la extracción y consumo constante en nuestro país desde hace más de 70 años. Cuestión añadida es que el modelo de riego requiere de un uso intensivo de energía.
Hemos consumido más agua de la que tenemos y las reservas han decaído hasta niveles alarmantes y difíciles de recuperar en poco tiempo. Hemos generado un déficit estructural en la mayor parte de nuestras cuencas hidrológicas. Es por esto por lo que hablar de más trasvases tampoco es sensato.
Somos un país estructuralmente deficitario en el balance hídrico anual, por lo que las cuentas no salen ni saldrán si no cambiamos nuestro modo de actuar
La superficie de riego no puede crecer indefinidamente. Somos un país de clima mediterráneo y estructuralmente deficitario en nuestro balance hídrico anual. Esto quiere decir que el agua que ingresamos anualmente (lo que llueve) es menos de lo que potencialmente podemos evaporar cada año en la mayor parte del territorio. Cuando extraemos agua de nuestros acuíferos para regar por encima de la capacidad de recarga anual, las cuentas sencillamente no salen, ni saldrán si no tomamos conciencia de ello y cambiamos nuestro modo de actuar con pedagogía, valentía y rigor. De no hacerlo, acabaremos con campos yermos y con territorios donde desaparecerán los suelos vivos y aparecerá el desierto.
La agricultura intensiva, las subvenciones y la especulación con el agua
En el modelo de agricultura intensiva para exportación, sabemos que la presión de comunidades de regantes es intensa. Exigen desaladoras bien mantenidas y de gran capacidad, construidas con fondos públicos, o el uso a bajo coste de desaladoras privadas, para lo que solicitan ser subvencionados. El representante de la Comunidad de Regantes del Campo de Níjar, en Almería, que representa a más de 3.000 “agricultores” pide que la desaladora de Carboneras, una instalación pública gestionada por la empresa estatal Acuamed, se renueve y amplíe para garantizarles agua abundante y barata.
Acuamed ampliará la capacidad de desalado de agua, pendiente desde hace varios años, para mejorar su eficiencia energética. Pero la situación no solo afecta a los 3.000 regantes del Campo de Níjar, sino a los más de 100.000 habitantes que viven en el Levante de Almería y cuyo abastecimiento humano depende en gran medida de esa desaladora después de que la agricultura intensiva agote los acuíferos.
Un apagón como el que sufrimos a finales de abril dejó fuera de servicio durante nueve días la desaladora. “En ese tiempo no entró ni una gota al campo”, se lamentaban los regantes. Por eso, se quejan de la ausencia de inversiones y piden que se reactiven los proyectos de nuevas desaladoras para evitar un colapso de su intensiva producción de mercancías agrícolas para la exportación, que, de hecho, es la que está poniendo en peligro la soberanía alimentaria de los territorios, en este caso, del levante almeriense.
El ciclo del agua de una de las zonas más secas e intensamente cultivadas de Europa lo quiebran las empresas agrícolas con sus prácticas abusivas en el uso del agua
El ciclo del agua de una de las zonas más secas e intensamente cultivadas de Europa lo quiebran las empresas agrícolas con sus prácticas abusivas en el uso del agua. Y es llamativo, ante esta situación, que el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, diga que la región será la que mayor volumen de agua regenerada produzca de toda España. El volumen de agua susceptible de ser regenerada es porcentualmente muy inferior al total de agua que se emplea en agricultura.
Según datos del plan hidrológico 2022-2027, en el sistema V de las cuencas mediterráneas andaluzas, que incluye la zona de la que hablamos, la demanda anual del regadío el año 2022 era de 110,5 hm³ y el total de la demanda es de 132,8 hm³. Esto supone que el regadío en una de las zonas más áridas de la península ibérica se apropia del 83.2 % del recurso un año tras otro. Está bien regenerar, pero no es la solución al problema; habría que centrarse en gestionar bien la superficie cultivada regada y no incrementar el uso de agua en estas cuencas tan deficitarias estructuralmente y menos en el escenario de cambio climático que ya enfrentamos y que conduce irremediablemente a una disminución de la disponibilidad de agua.
De hecho, el plan hidrológico vigente prevé un uso consuntivo para el regadío el año 2027 de 102,9 hm³ anuales (el 77,3% de la demanda del año 2022). Esto viene a dar cuenta de la irresponsabilidad del gobierno andaluz, el cual se empeña en recordar que la responsabilidad, tanto de construir desaladoras y otras infraestructuras hidráulicas, como de posibles trasvases de agua corresponde al Ejecutivo central, al tiempo que presume de la solución que él ofrece: las aguas regeneradas que obtendrá instalando en las depuradoras el tratamiento terciario, que es costoso y ofrece una cantidad insuficiente de agua para las expectativas del sector.
La desalación en instalaciones privadas, como la del Mar de Alborán, gestionada por Aqualia, cuesta más del doble que la pública de Carboneras: unos 70 céntimos el m³ frente a los 30 céntimos del agua pública. Esto es así porque ya se hizo la trampa hace unos años —gobernado aún Susana Díaz en Andalucía— de subvencionar esa agua pagando con dinero público el coste real. Los regantes dicen confiar en que se llegue a un acuerdo para rebajar o subvencionar el precio si al final tienen que echar mano de la desaladora privada. O sea, seguir pagando con dinero de todas el beneficio privado de las empresas agrícolas que nos están dejando los territorios hechos un erial.
La labor de las administraciones es garantizar el agua de consumo humano para todas las poblaciones en riesgo de desabastecimiento por el abuso de un sector agrícola sobredimensionado
Es muy importante que se deje de especular con el agua y que se deje de asumir que es obligación del Gobierno central garantizar el agua necesaria para los cultivos. Lo que deben garantizar las administraciones es el agua de consumo humano para todas las poblaciones que quedan en riesgo de desabastecimiento debido al abuso de un sector agrícola sobredimensionado que produce principalmente para la exportación a costa de desertizar y amenazar la existencia de las gentes que habitan los territorios sobreexplotados. En relación a esto, el Tribunal Internacional por los Derechos de la Naturaleza dictó y publicó sentencia contra la sobreexplotación del acuífero Aguas y el expolio de tierras y recursos hídricos en el río Aguas (Almería). Una sentencia no vinculante, pero que ayudaría a que la dramática situación de la comarca llegara al Parlamento Europeo a través de la denuncia de las asociaciones y localidades afectadas.
Exigencia de trasvases y sobreexplotación
Los regantes también exigen el trasvase Tajo-Segura, con el cinismo de proclamar que es para garantizar el consumo humano porque, según ellos, no habría problema si se hicieran las “infraestructuras necesarias” para asegurar los trasvases y se abriesen nuevas desaladoras. Sin embargo, el Gobierno central prevé disminuir el agua trasvasada en los próximos años para asegurar el caudal ecológico del Tajo con el fin de combatir el cambio climático asociado a la sequía prolongada.
El problema real no es solo la escasez de agua, sino la especulación: algunas empresas compran derechos de agua para asegurarse el suministro y acaparar terreno
La conclusión más evidente, es que el problema real no es solo la escasez de agua, sino la especulación: algunas empresas compran derechos de agua para asegurarse el suministro. Y lo hacen para acaparar terreno y seguir creciendo.
En el Campo de Níjar se siguen sobreexplotando las tierras áridas con un agua que no hay y con unos recursos humanos que también se explotan en condiciones indignas. Y, mientras se recrudece la disputa por el control del agua, se van destruyendo ecosistemas valiosos que se habían mantenido durante milenios y ahora perdemos a gran velocidad.
Lo mismo que en los campos de Níjar está sucediendo en otros muchos lugares de nuestra geografía, como en toda la franja costera del poniente almeriense, la costa tropical granadina, la Axarquía malagueña, las zonas freseras de Huelva, o el enorme monocultivo que se extiende por toda Andalucía del olivar en superintensivo.