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Pesca
“No puede ser que el pescador pase hambre”: el covid-19 acentúa la crisis del sector
Tras una bajada generalizada en los precios del pescado, representantes y trabajadores del conjunto del Estado denuncian la insuficiencia de las ayudas en un sector ya precarizado. “Trabajar lo mismo y cobrar subordinados al precio de mercado”, aseguran, desestabiliza demasiado el salario de muchos marineros.
La actual crisis del covid-19 ha dejado entrever algunas de las deficiencias ya palpables en el sector de la pesca. La precarización del empleo o la excesiva dependencia del turismo y de la hostelería hace que se acentúe aún más la difícil etapa a la que se enfrenta este sector básico en la producción de alimentos en la economía española.
El sector de la pesca en 2019 facturó 2.043 millones de euros en España. Según un Informe Nielsen, seis de cada diez españoles consumen entre dos y tres raciones de pescado a la semana. Además, el Estado español es una de las principales potencias pesqueras dentro de la Unión Europea. El informe de 2019 de la Confederación Española de Pesca (Cepesca) revelaba que la flota española, que a finales del año pasado daba trabajo de forma directa a 31.473 personas, capturó en 2018 un total de 922.564 toneladas de pescados y mariscos, posicionándose en el primer lugar de la UE en volumen y en valor.
Cuando se tomaron las medidas de confinamiento, la gran mayoría de embarcaciones siguieron yendo al mar. Entonces, Cepesca solicitó al Gobierno que considerase a los pescadores como “colectivo sensible” y pidió material de protección. “Mantener la distancia de seguridad en un barco es muy complicado. Al final, los EPIs tuvimos que conseguirlos de forma individual”, cuenta a este medio Manuel Fernández, portavoz de la Cofradía de Pescadores de Andalucía y presidente de la de Huelva. Pese a ello, “ya se limpiaban a diario todos los mecanismos con disoluciones de lejía, la gente asume las medidas de desinfección y la seguridad es máxima”, asegura Juan José Besada, patrón mayor de Portonovo en declaraciones a los Grupos de Acción Local Pesqueiros (GALP) de la ría de Pontevedra.
Uno de los principales compradores de pescado son los restaurantes. Con el cierre de estos establecimientos se ha originado una reacción en cadena que ha afectado, sobre todo, a los mariscadores. Al tener un modelo de economía tan basado en el turismo, cuando este cae, lo hace también todo lo relacionado con este sector. "Si no abre la restauración en breve, tendremos una situación muy difícil que afrontar”, afirma Manuel Fernández.
Pese a la bajada de precios, “el producto llega al consumidor con un precio normal, pero no es la realidad”
En Galiza, los precios de la almeja, el percebe, el mejillón o la navaja han bajado exponencialmente. “Hay mariscadores que, ante la imposibilidad de vender a precios tan bajos, han tenido que parar su actividad. En el caso de la pesca de bajura, esta puede adaptarse mejor a los requerimientos del mercado”, explica Iago Soto, mariscador y patrón de la cofradía de pescadores de San Francisco de Vigo.
Muchos pescadores se cambiaron al pulpo o al choco, con precios más estables, “pero una vez que todo el mundo empieza a pescarlos bajan sus precios, el choco llegó a devaluarse en subasta un 50%”, advierte Soto. De hecho, el pulpo pequeño se está vendiendo más caro que el grande. “Al estar cerrados los restaurantes y las exportaciones, ha bajado hasta dos euros el kilo”, indica José Barreiro, secretario de la cofradía de Bueu. Para evitar el alza de la oferta de pescado en el mercado, han tenidos que organizarse para alternar los días de salida, detalla Iago Soto.
“Después de la jornada laboral y ver que nadie compraba en lonja, hubo días de devolver todo al mar", relata Iago Soto, de la Cofradía de Pescadores de San Francisco de Vigo
Desde Cepesca, recuerdan que hay flotas, como la marisquera congeladora de Huelva o la de palangre de superficie gallega, que llevan varias semanas sin apenas vender sus capturas, almacenándolas en frigoríficos ante la escasa demanda. Incluso, “después de la jornada laboral y ver que nadie compraba en lonja, hubo días de devolver todo al mar", relata Iago Soto.
En Andalucía, las flotas de Almería o Huelva apenas salieron a pescar, cosa que sí se hizo durante toda la pandemia en el golfo de Cádiz. Respecto a la bajada de precios, en los productos más populares, como el jurel, el boquerón, las sardinas o la caballa, se nota menos que en la dorada o el rodaballo, explica Manuel Fernández.
Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el consumo de pescado en los domicilios españoles había bajado sobre un 20% desde el 2007. En cambio, en las últimas semanas del confinamiento, el consumo de pescado fresco ha aumentado en un 33% y el congelado en un 40,9%. Aún así, “mientras no haya una normalidad, el mercado se ve gravemente afectado, el consumo domiciliario no va a compensar las pérdidas del canal horeca [acrónimo de hoteles, restaurantes y cafeterías]”, explica Miriam Armendia, secretaria de la federación de cofradías de Guipuzkoa. Además, “el producto llega al consumidor con un precio normal, pero no es la realidad”, subraya.
La campaña de la anchoa en Euskal Herria, según cuenta Miriam Armendia, se desarrolla con normalidad pese a la bajada de los precios. La situación es similar a la de Galiza, donde se sigue pescando anchoa, merluza, congrio o rape. "Se sale a pesar de ganar poco. Se ha notado mucho en el precio de la merluza. En junio veremos las pérdidas reales”, alerta Armendia, pero avisa que “en comparación con otros años, va a ser una campaña muy dura”.
“Si en el mar ya te juegas la vida cada día, imagínate hacerlo por menos de 900 euros”, lamenta Manuel Fernández, de la Cofradía de Pescadores de Andalucía
Debido a la precaria situación del sector y el mercado, muchos trabajadores están yendo al mar y ganando menos del Salario Mínimo Interprofesional. “Quien sale es para cubrir los gastos fijos y comer”, destaca Soto. “Si en el mar ya te juegas la vida cada día, imagínate hacerlo por menos de 900 euros”, lamenta Manuel Fernández. “La mala remuneración en este empleo hace que se precarice y que lo acepte quien más necesitado está”, dice Pepe Andreu, responsable de la lonja de la Cofradía de Santa Pola, en Alacant.
En el Paìs Valencià la situación se prevé algo más optimista. “En mayo se realiza el paro biológico, por lo que salimos menos a pescar. Han bajado los precios, pero sigue compensando salir a pescar, la bajada del gasoil nos ha beneficiado”, cuenta Pepe Andreu. “Aunque sí que pescamos menos marisco en Alacant, se está yendo a la dorada, lubina o al salmonete”.
LAS AYUDAS SON INSUFICIENTES Y NO LLEGAN
Ante esta situación, muchos trabajadores se han visto obligados a solicitar las ayudas que ha puesto a disposición el Gobierno español. “El 90% de las ventas de la lonja proceden del marisqueo y no vendemos una almeja desde el 13 de marzo, por lo que tuvimos que solicitar las prestaciones por la bajada de la productividad”, indica la patrona mayor de Lourizán (Pontevedra), María del Carmen Vázquez.
El principal problema de las ayudas es que solo las pueden solicitar quiénes acrediten un 75% de las pérdidas mensuales. Además, al haber trabajado en marzo, muchos ya superaban ese 25% de ingresos mensuales. En cuanto a los ERTEs, según las fuentes consultadas, muchos de ellos no han sido aceptados y tardan en llegar. “No todos lo consiguen y la burocracia complica el proceso. No ha quedado otra vía que seguir trabajando”, asegura Soto. “Con un 75% de pérdidas como indica el Gobierno, ir al mar ya nos hubiese salido a pagar, que es diferente a ganar poco”, se queja Manuel Fernández.
Las ayudas actuales “son un poco complejas y de poco están sirviendo, veremos si ahora, o en el futuro, las hay que sirven para paliar todas estas dificultades”, señala Miriam Armendia. “Los precios no se estabilizarán hasta diciembre. Los apoyos deben ser 'de fondo', es decir, una vez que dejemos de cobrar ERTEs o ceses de actividad, deben abordar problemas futuros”, señala Soto.
FIJACIÓN DE PRECIOS y VENTA DIRECTA COMO ALTERNATIVAS
El trabajo de los marineros es siempre el mismo, pero su salario depende del precio estipulado en el mercado una vez llegado a puerto. “El modelo de venta es igual desde hace siglos, basado en la subasta en lonja”, señala Manuel Fernández. Es por ello que, hay quien aboga por la fijación de precios en el mercado y estabilizar el sueldo del trabajador. En algunas especies, “ya se está fijando el precio para regular que no se desestabilicen demasiado con la crisis, ya que con las ayudas no tenemos ninguna garantía de subsistir”, destaca Armendia.
En cambio, hay quien ve en los comercializadores intermediarios el “cuello de botella” que limita las ganancias de los pescadores. “Se ve reflejado sobre todo en las depuradoras del marisco, que acaban siendo quienes fijan los precios”. Como alternativa, Iago Soto propone la creación de plataformas de venta directa. “Nos falta la infraestructura para poder vender, pero creo que puede servir para que las pequeñas cofradías no se vean limitadas por los grandes comerciales y se autogestionen”, explica.
En Andalucía ya hay iniciativas de venta online, asegura Manuel Fernández. Pero lo mejor sería “bajar el salario de los intermediarios“, dice. ”Su labor es importante, pero creo que ganan demasiado para la labor de distribución y comercialización que realizan”, añade. Reduciendo este coste en el proceso productivo, “la captura podría venderse a un precio mayor y venderla al consumidor a un precio menor, dignificando el empleo del pescador y evitando destruir el puesto del intermediario”.
“No puede ser que el pescador pase hambre, el consumidor pague un precio elevadísimo comparado con el de la lonja y, a su costa, haya otro amasando grandes cantidades de dinero por ser solo un eslabón más en la cadena productiva”, defiende Fernández. Sobre la repartición de salarios, Pepe Andreu destaca que “una vez obtenidos los beneficios de la venta, casi un 50% va para el armador o propietario y el otro 50% se reparte a modo desigual entre la tripulación, dependiendo del empleo que desempeñe cada trabajador”.
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Muy buen artículo, ya que muchas veces dejamos de lado sectores como el de la pesca con tantas desigualdades de clase.
Esta claro que en todo esto los culpables son dos, por un lado, el libre mercado, y por otro los intermediarios comerciales y supermercados. Estos últimos, se aprovechan del primero, para oscilar el beneficio a su lado.
Es injustificable el defender un sistema en el cual quién produce la riqueza y más esfuerzo somete en el proceso, sea quien menos recibe de todo ello. Por ello, salario mínimo garantizado, intervención de precios, y tambien, pecios máximos para los consumidores (que a fin de cuentan son trabajadores como los pescadores) y así evitaremos el chantaje de capitalistas