Opinión
Gratitud y reconocimiento por el último congreso de CNT

Soy uno de los miles de afiliados de CNT que estos días empieza a recibir noticias del congreso que el 6 de diciembre acabó en Canovelles. El trabajo de las personas que han formado parte de las delegaciones y de la organización les ha pasado factura y ahora les corresponde un merecido descanso. Pero que eso no nos impida empezar a valorar el escenario que se abre tras este congreso.
Lo primero es señalar que la importancia de este congreso de CNT trasciende a los contornos de su organización y, considero, es de interés para el resto del espacio sindical combativo, del movimiento libertario y, porqué no, del resto de las familias socialistas.
El congreso viene a reforzar esta línea de trabajo, abandonando posiciones defensivas y pasando a la ofensiva sindical
Empiezo por lo que es más específico de CNT: su apuesta por un modelo sindical propio. La práctica sindical de CNT es una rareza desde hace décadas. Pero de ser una rareza aparentemente maximalista, ideologizada y caprichosa hemos pasado a ser una propuesta original, independiente y proactiva. En resumen, la línea es desarrollar una lucha por la libertad sindical poniendo todo el protagonismo en las instituciones propias de la clase trabajadora: los sindicatos.

A ellos corresponde la iniciativa en la defensa de los derechos laborales y políticos de la clase trabajadora, no al legislador ni a las mesas de negociación y diálogo social. Esto, que puede ser una afirmación compartida por amplios sectores, tiene una traducción práctica en CNT que no tiene en otras organizaciones: poner nuestra fuerza militante a disposición de una ofensiva sindical para ampliar el alcance de lo posible desde la acción directa sindical. El ejemplo más reciente lo tenemos en Galicia, con la huelga del consorcio IeB en la que cientos de trabajadoras de la Xunta han retratado a la representación unitaria como una máscara hueca ante la organización independiente de la plantilla en el contexto generalizado de las estabilizaciones del sector público. También, claro, vemos ejemplos de esta lucha en los reveses como los que suponen las sentencias del Caso La Suiza, que pretende castigar penalmente la acción sindical de CNT.
Construir el nuevo sindicalismo
El congreso viene a reforzar esta línea de trabajo, abandonando posiciones defensivas y pasando a la ofensiva sindical. En este sentido, el congreso de CNT es de nuevo una rareza, pero porque lejos de limitarse a la lamentación o la queja, plantea mecanismos de lucha a la ofensiva para ampliar derechos y libertades políticas de la clase trabajadora. Frente a las narrativas del fin del mundo y de la impotencia política, este congreso trae imaginación y planes que llevar a cabo.
Una agenda propia
La trayectoria de CNT tras los pactos de Moncloa del 78 es relativamente conocida: de ser un sindicato de cientos de miles de afiliadas a quedarse reducido a la mínima expresión tras varias escisiones, rupturas y salidas masivas de militantes. La trayectoria cambia hace algo más de un década, en la que CNT retoma el crecimiento y la proyección que le permita convertirse de nuevo en un sindicato relevante.
Pero este cambio de trayectoria no ha cambiado la naturaleza independiente del sindicato. Que una organización marginal sea independiente es lo natural debido a su poca trascendencia. Pero que un sindicato con miles de afiliaciones sea una estructura autogestionada y autónoma es otra rareza. Y CNT está siendo capaz de mantener esa autonomía organizativa que, y esto es lo importante, le permite recoger los intereses de la clase en su seno sin la mediación de otro tipo de tendencias: la gente no está entrando por afinidad ideológica ni recomendación de un partido, sino por su puro interés de clase.
Agenda propia no significa aislamiento ni autorreferencialidad, aunque se puedan confundir
Esto no significa ni que CNT sea un faro de luz inmaculada, ni que sea el grial de una nueva fuerza proletaria. Tal vez, todo lo contrario. Tal vez esta impermeabilización ante otras tendencias hace que CNT sea especialmente sensible a la espontaneidad y la injerencia de las corrientes políticas que permean la sociedad. Pero es precisamente aquí donde está la importancia de esa soberanía organizativa de la que hablamos. Agenda propia no significa aislamiento ni autorreferencialidad, aunque se puedan confundir. Agenda propia se tiene cuando se actúa sobre una realidad que impone tendencias desde fuera. Ese es el verdadero mérito.
¿Qué significa todo esto? Que CNT es, hoy, una muestra de lo que significa mantener una agenda propia y capacidad de marcarla de forma autónoma. Una rareza. Por ejemplo: hace 7 años, en su anterior congreso, CNT optó por definirse como feminista y adopto una batería de acuerdos en materia de mujer trabajadora que se explican por el auge del movimiento feminista de la década pasada. Esta orientación fue clave para llegar a las huelgas feministas de 2018 y 2019 con los deberes hechos, a diferencia de otras organizaciones y corrientes políticas que tuvieron que debatirse entre el seguidismo y la indiferencia (o la rabieta impotente).
En esta época de volatilidad y dispersión, en la que cada día hay una noticia nueva y las posiciones políticas giran como veletas, CNT mantiene una sorprendente coherencia interna en con sus ejes fundamentales. Ahí, mantener una agenda propia independiente es la principal explicación.
Consensos, cohesión y cordialidad
Una organización es un avispero. Un congreso de una organización grande es una caja de bombas. Las situaciones no son cómodas. Hay camarillas, hay pasillo, hay aparato(s). Lo hay porque hay poderes en disputa, porque una organización de miles de afiliadas tiene recursos y capacidades que son en sí mismas un poder social, a su escala. Negarlo es necedad, ignorarlo es imprudente. Pero tampoco se puede afirmar la existencia de tensiones para regodearse en ellas: hay que encontrar la manera de convivir con las tensiones, de mediar los conflictos y de institucionalizar las instancias de poder interno para que los consensos sean posibles, la cohesión sobreviva y la cordialidad sea la condición de posibilidad de los cuidados.
El congreso de CNT no ha sido una balsa pero ha demostrado varias cosas de las que otras organizaciones y espacios políticos tal vez debieran tomar nota. Se han debatido cuestiones que hoy nos atraviesan a todo el mundo de manera visceral sin que eso haya hecho saltar por los aires la organización, como es el caso de la prostitución o los derechos trans. Consiguiendo consensos frente al ruido exterior: sí que se puede. Se han dejado de lado diferencias ideológicas en muchos casos profundas y decisivas para construir un mismo proyecto organizativo porque, frente a la demencia de las redes sociales, sí que se puede hacer esto. Se han abordado cuestiones espinosas que son crónicas de las organizaciones sindicales grandes, como el reparto de representatividad territorial o los mecanismos de contratación, y se ha hecho con calma, sensatez y sin dejar que las diferencias arrastran el resultado.

El futuro de la CNT depende de ella misma. Lo veremos estos años. Lo que está claro es que lo que demuestra CNT es que si se puede actuar con independencia, marcar nuestra propia agenda y levantar grandes organizaciones obreras desde esas coordenadas. No conformarnos con la marginalidad ni con la domesticación.
Por supuesto, no querría cerrar estas líneas sin la debida gratitud y reconocimiento a los centenares de personas que formaron delegaciones y representaron al resto de la afiliación. A quienes consiguieron los consensos. A quienes trabajaron en cuidados, mantenimiento, informática, técnica de sala, cocina o limpieza. A quienes organizaron el congreso. En definitiva, gracias a la clase trabajadora organizada por demostrar de lo que es capaz.
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