Migración
¿Por qué los menores migrantes huyen de Marruecos?
Varios jóvenes que llegaron al Estado español siendo menores de edad no acompañados responden al el teniente alcalde de Seguridad de Barcelona, Albert Batlle, sobre su propuesta de “retorno asistido”: “El retorno asistido no frenará a los chicos que migran para tener un futuro mejor, con o sin su familia. Además, hará más vulnerables los derechos de los que viven en Barcelona”.

“Si lo hubiera sabido antes, no hubiera venido. Es muy arriesgado”. Así de contundente es Mbark Elalaoui, quien hace once años se escondió dentro de un camión en Tánger para poder llegar hasta la península ibérica. Este joven marroquí, que ahora tiene 26 años y vive en Barcelona, vino en busca de una vida mejor cuando era menor de edad. Relata que, después de tanto tiempo, cuando ve un camión aún tiene malos recuerdos.
Como Elalaoui, Annas Kalid, de 21 años, también huyó de su país de origen escondido en un camión. Todos sus amigos del colegio habían partido hacia Europa. Aunque tenía familia, sentía que se había quedado solo en Marruecos, por lo que a los 13 años emprendió su travesía hacia Barcelona desde su ciudad natal, Tánger.
Esta semana, el teniente alcalde de Seguridad de Barcelona, Albert Batlle, propuso el “retorno asistido” de los menores extranjeros no acompañados (Menas) que viven en Barcelona. Argumentó que un menor siempre estará mejor en su entorno familiar, por conflictivo que sea, que viviendo en la calle. Sin embargo, la Generalitat de Cataluña se desmarcó de las palabras de Batlle. El conseller de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia, Chakir el Homrani, recordó que la legislación internacional tan solo permite el retorno voluntario de un menor a su país de origen. Por su parte, la portavoz del Gobierno, Maritxell Budó, apostó por la “protección” e “integración” de los menores.
El retorno asistido no frenará a los chicos que migran para tener un futuro mejor, con o sin su familia
Las palabras de Batlle tampoco fueron bien recibidas por entidades como la Asociación de Exmenas de Barcelona, desde la que declararon en su cuenta de Twitter: “Dar soluciones inmediatas a situaciones complejas es irresponsable. El retorno asistido no frenará a los chicos que migran para tener un futuro mejor, con o sin su familia. Además, hará más vulnerables los derechos de los que viven en Barcelona”. En esta misma red social, SOS Racismo también contestó al teniente alcalde: “Aunque la expulsión no forma parte de su vocabulario, Albert Batlle, el retorno asistido se refiere a la deportación enmarcada en el racismo institucional”.
La realidad es que en sus países de origen no es tan obvio que puedan tener una vida mejor, tal como cuentan Elalaoui y Kalid. Elalaoui proviene de un pequeño pueblo agrícola del Sáhara, Taghbalt Zagora. Ahí, asegura, no hay trabajo. De hecho, volvió cuando era mayor de edad y lo volvió a vivir en sus propias carnes: estuvo un año y medio sin trabajar. “Los gobiernos roban mucho; por eso, los jóvenes quieren venir aquí”, matiza Kalid, quien añade que los servicios sociales, como la sanidad, son muy deficientes. Además, ambos manifiestan que los sueldos son muy bajos. De hecho, el salario mínimo en Marruecos es de 230 euros, mientras que la mayoría de los habitantes, un 74,5%, cobra unos 360 euros, según datos de la Caja Nacional de la Seguridad Social marroquí (CNSS).
La vida en los centros
Tanto a Elalaoui como a Kalid los detuvo la Policía cuando llegaron a Andalucía y estuvieron en centros de esta comunidad autónoma antes de llegar a Barcelona, donde también residieron en instalaciones públicas. Relatan que las condiciones de vida en estos sitios son complicadas.“Era casi como una cárcel, te chequeaban al entrar y al salir”, cuenta Elalaoui sobre uno de los centros por los que pasó
“Es como una cárcel libre”, destaca Elalaoui. Este joven estuvo en uno que se llama El Bosc, en el Baixador de Vallvidrera, en Barcelona. Este centro, que cerró sus puertas en 2010, estaba muy masificado. “Era casi como una cárcel, te chequeaban al entrar y al salir”. En estos centros, cuenta, había normas y si las incumplías te castigaban sin salir. Finalmente, lo trasladaron a un centro en Santa Perpetua de Mogoda y, por su buen comportamiento, antes de ser mayor de edad lo trasladaron a un piso tutelado.
Con más temor habla Kalid, quien no quiere decir el nombre de los centros donde estuvo. Explica que las condiciones eran severas y, por eso, se escapaba e iba a dormir a la calle, en el barrio del Raval. Confiesa que, con solo 13 años, cayó en el mundo de las drogas. “Tomaba de todo: pastillas, fumaba chocolate... no sabía nada, no sabía que estaba haciendo”, lamenta el joven. Era 2012 y asegura que en esa época, si estabas en la calle, la Policía te llevaba a Fiscalía y te volvían a ingresar en el centro. Un día, precisamente, estando en el centro, vinieron unos agentes para trasladarlo e internarlo en otro cerrado donde no podía salir en ningún momento del día. Aquí, según expone, los castigos eran inhumanos. “Si hacías el tonto o algo, te llevaban a una silla que tiene unas cuerdas y te ataban hasta que te calmabas”. Otro castigo era encerrar el menor durante un día o varios solo en una habitación.

Finalmente, Kalid pidió a las autoridades volver a su país de origen. En su casa, se arrepintió de la vida que había llevado y dejó de consumir drogas. Después de estar dos años en Marruecos, se dio cuenta de que no podría vivir ahí: “Había venido de menor a Barcelona y ya me había acostumbrado a esto”.
“Vas a una empresa y te pide el permiso de trabajo, y vas a la delegación del Gobierno y te pide contrato”, resalta este joven
Elalaoui también volvió al Sáhara, pero su motivo fue muy diferente. Pese a que había realizado diferentes cursos y tenía la residencia, no encontraba empleo porque no poseía el permiso de trabajo. “Vas a una empresa y te pide el permiso de trabajo, y vas a la delegación del Gobierno y te pide contrato”, resalta este joven. Así pues, la burocracia es un pez que se muerde la cola que complica que estos jóvenes encuentren una salida laboral, ya que es muy difícil que una empresa, si no los conoce, les haga un contrato para obtener el permiso de trabajo. Esta situación a Elalaoui le causó tal ansiedad que decidió volver a su pueblo: “Casi tiro la toalla”.
La vuelta a Barcelona
El regreso a la capital catalana no fue un camino de rosas para ninguno de los dos. Elalaoui vivió durante un mes y medio en la calle, en el distrito de Nou Barris. “Duermes y no duermes porque hay gente que duerme en la calle y roba de los que duermen en la calle también. ¿Qué es lo que distingue a uno de otro?”, se pregunta y añade: “Te das cuentas que hay alguien que está peor que tú y das las gracias. La calle es un nivel”.Durante este período, trabajó de chatarrero, recogiendo de la basura hierro, cobre, metal, acero, para luego venderla en chatarrerías donde los reciclaban. “Es como si trabajaras gratis para la ciudad”, matiza.
Finalmente, Elalaoui estudió un curso de restauración que incluía prácticas de camarero en un restaurante. En esta ocasión, cuando terminó el curso, su jefe sí le hizo contrato y ahora lleva dos años trabajando en sus establecimientos. Alquila una habitación en el Raval y, en este mismo barrio, es donde está su empleo. Ahora tiene la vida que tanto ha deseado, es solvente y no necesita de ninguna institución ni de nadie para poder vivir dignamente.
Por su parte, Kalid también tuvo que volver a vivir en la calle cuando regresó a Barcelona. Durante este período durmió en Montjuic y en la Zona Franca. Empezó a asistir a un centro de día donde le daban comida y podía estudiar. Uno de los asistentes sociales le consiguió un habitación en un albergue y dejó la calle definitivamente. Después de estar ahí dos años, lo trasladaron a un piso tutelado, donde reside actualmente. El joven busca trabajo de lo que sea y espera encontrarlo pronto.
Si ayudaran a los menores, los menores no saldrían a la calle, pero hay centros que no ayudan mucho a los menores
Si volviera para atrás, Kalid no lo duda, volvería a hacer la travesía hasta Barcelona, pero habría elegido otro camino. “Era bueno, no era mal chico”, asegura. Bajo su punto de vista, se debería atender mejor a los menores migrantes en los centros. “Si ayudaran a los menores, los menores no saldrían a la calle, pero hay centros que no ayudan mucho a los menores”, argumenta. Ahora bien, pese ello, recomienda a los jóvenes que no vayan a vivir a la calle, que se queden en las instalaciones que les han asignado, donde estarán cuidados. “Si vas a la calle, vas a pasarlo peor y eso duele”, sentencia.
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