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Memoria histórica
Las amenazas de muerte reverdecen en cada caso el estigma de la barbarie
A propósito de la masacre en la localidad de Fernán Núñez (Córdoba) y una reciente amenaza de ese tipo de un concejal de la extrema derecha a Pablo Iglesias.
Tanto como se mató y apenas tenemos imágenes de las víctimas antes de ser abatidas. La que vemos es una de esas contadas y excepcionales fotografías que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica logró encontrar a través de una llamada en las redes sociales.
Está fechada el 25 de julio de 1936, una semana después del inicio de la sublevación militar contra el gobierno democrático del Frente Popular como resultado de las elecciones celebradas en el mes de febrero de ese mismo año. La mala calidad de la imagen no permite advertir todo el dramatismo que sin dudo tuvo. Unas decenas de campesinos están alineados con los brazos en alto a la espera de ser fusilados en una más de aquellas jornadas terribles del que se dio en llamar “verano sangriento”, porque lo fue en extremo.
Como escribe el profesor Arcángel Bedmar en un extenso reportaje histórico, ese día una columna de voluntarios y falangistas apoyados por militares partió de Córdoba. El golpe faccioso había triunfado en la capital andaluza pero no así en los pueblos de la provincia. El municipio más cercano a la ciudad por la antigua carretera de Málaga (hoy la N-331, que sigue teniendo el mismo trazado que entonces) era Fernán Núñez, una localidad con una gran tradición anarcosindicalista. En los comicios celebrados cinco meses antes, la candidatura del Frente Popular había logrado una rotunda victoria, con más de tres mil votos a su favor por solo 700 de los partidos conservadores.
Hasta Fernán Núñez llegó una columna que en unas horas venció la escasa resistencia armada que se registró en el pueblo y acometió una durísima represión. Al menos 53 personas fueron fusiladas ese mismo 25 de julio (incluidas mujeres embarazadas). También fue ejecutado el alcalde, Antonio Romero Romero, militante de Izquierda Republicana. Hubo un centenar de detenidos y encarcelados, que también serían asesinados poco después. En su libro La campiña roja. La represión franquista en Fernán Núñez, Bedmar estima que 73 personas más fueron asesinadas en los meses siguientes hasta finalizar el año.
Cada vez que alguien amenaza de muerte a una persona (en este caso, al vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias), como hizo anteayer un tal Pérez, concejal de la extrema derecha en un pueblo de Murcia -aunque luego haya borrado su mensaje-, convendría que a las jóvenes generaciones se les explicase lo que eso comporta teniendo como fondo histórico el que nuestros padres y abuelos vivieron y se describe en imágenes como la de Fernán Núñez.
Eso serviría, entre otras cosas, para identificar la amenaza de muerte con el estigma de la barbarie. Por esta razón debería ser penalizada con el máximo rigor, porque esa gentuza cebada en el resentimiento sobra en la vida política de un país que aspire a la convivencia en libertad y en contra de su más infausto pasado.
Ni los medios de comunicación de muladar tan al uso, con sus columnistas corrompidos por la inquina, ni los amotinados, necios e iletrados políticos de la derecha bipartita deberían olvidar lo que la ensayista Clara Valverde señalaba el otro día en el diario La Vanguardia: “Arrastramos el trauma soterrado de la violencia política padecida en el pasado”. Deberíamos enterrarlo haciendo memoria de lo que aquello supuso.