Memoria histórica
La expropiación a la corona belga. Entre 400 y 800 millones de francos de botín

Saludos cuadrilla.

Ya de vuelta de mi intenso viaje a Cataluña. Entre otras cosas más festivas, me dio tiempo a conocer la historia del astrónomo libertario José Comas Solá, gracias a la charla que sobre él montaron en el Ate Llibertari de Gracia, a la revision con mis compas del censo y cronología de la guerrilla libertaria catalana (aún en construcción), visita a la sobrina de Manolo Huet (gracias por el regalazo en forma de libros, Paquita, y sobre todo por pensar que yo era merecedor de ellos), tres días enormes en forma de la XXª ofensiva contra l´oblit en Bellver junto a un montón de buena gente, y visitas a mi falsificador de cabecera y a sus amigos Isa y Paco. Si esto lo aderezamos con una buena dosis de autobuses, otra de sofoquina, paseos montañeros, buena compañía y unas cuantas birras fresquitas, pues te queda un viaje la mar de apañao.

Ya me estoy dispersando, a lo que iba, que para ir terminando esta sucesión de artículos sobre la clandestinidad libertaria en Francia, he decidido hacer un monográfico sobre una de las expropiaciones, y he elegido el golpe más espectacular, o por lo menos a mi me lo parece, que dieron los libertarios españoles en el país vecino. La cuantía del botín, que algunos de los del grupo no fueran descubiertos, que en el mismo, contaran con algunos de los irreductibles (participantes en la guerra civil, resistencia en Francia y guerrilla antifranquista), que la expropiada fuera a la corona belga, o que la gran mayoría de las joyas no fueran recuperadas, me han hecho decantarme por este caso en concreto. Además, es una historia, que por lo menos en sus principios, es de estas que los gringos de Hollywood podrían elegir para una de sus películas con aroma a bodrio.

Hace ya mucho tiempo escribí un artículo sobre el “atraco de la Resistencia”, otra expropiación de altos vuelos realizada contra los nazis y colaboracionistas (por si a alguien le interesa echarle un ojo, aquí os dejo el enlace: https://www.elsaltodiario.com/ni-cautivos-ni-desarmados/el-mayor-asalto-de-la-historia-el-atraco-de-la-resistencia#comentarios).

Esta de la que hablamos hoy, se realiza con Francia ya liberada en su gran mayoría del régimen alemán. Si la anterior la efectuaba una unidad francesa, aunque con maquis españoles entre sus filas, unos anarcos y otros no, esta vez es un grupo libertario hispano el que daba el palo. El primer atraco es en la primavera de 1944, y este, el 18 de diciembre del mismo año. El botín del golpe de la resistencia, 2280 millones de francos, y el del grupo anarquista, entre 400 y 800 millones de francos según quien te cuente la historia. ¿No está nada mal, verdad? El golpe de primavera fue gracias a la filtración de información por parte del prefecto del departamento de la Dordogne. En lo referente al que tratamos hoy, la información partió de Pedro Pérez, un exiliado económico que trabajaba de mayordomo en el lugar del asalto. ¿Qué cual era el lugar del asalto? Pues un garito, bueno no, más que un garito era un palacete, llamado villa Nathalia, localizado en la avenida de Tarbes, en un barrio residencial de la ciudad de Pau.

Al turrón.

Espero que no haga falta recordar que la mayoría de la pasta que salía de estas expropiaciones, iba para sufragar los gastos del enorme colectivo de presos de la época, al igual que a sus familias, también para apoyar la deficitaria prensa libertaria, y para el mantenimiento del aparato clandestino y sus grupos de combate contra el franquismo. Que los de “A las mariscadas” eran generalmente mucho menos ilegales.

Pues voy a empezar con el aroma a bodrio hollywoodense. He aquí que una princesa de esas de sangre azul, de cuyo nombre no quiero acordarme, belga de origen, que se había enrollado con un archiduque austriaco, clandestinamente, como estos artículos, y que acabó quedándose preñada. Allá por 1870, se pilló sus bártulos y se mudó a Pau, con su hijo no nato en la panza. Cuando llegó la hora de dar a luz, se fue a una clínica cercana, y allí nació su retoño, al que llamó Paul de Marthe. Poco después, la princesita en cuestión, decidió volverse a su país. ¿Qué hacer con su retoño ilegal? A casa no se lo iba a llevar. ¿A ver a quien podía enchufárselo? Mmmhhh, ah, este médico polaco es de confianza. Toma 50.000 francos (un pastizal para la época), una criatura, y me lo cuidas.

El pobre (ya no tan pobre) médico lo cuidó hasta que el chaval cumplió tres años. Y entonces, a su vez, se lo enchufó a una familia de paisanos bearneses. Estos lo cuidaron y el mozalbete creció. Cuando rondaba los 35 años, y trabajaba en una farmacia, un buen día volvió a aparecer una dama de alta alcurnia por la zona. Bajo el nombre de madame de Wautelet, y supuestamente casada con un hombre de negocios belga, preguntó por el mozo en cuestión. Para gran satisfacción de las hordas de Hollywood, no era otra que la princesa en cuestión, que venía buscando a su hijo, ahora que ya estaba criado, con la intención no solo de legalizarlo, si no de hacerlo su heredero, ya que ella estaba enferma. Y la herencia de aquel farmacéutico, resulta que no estaba mal del todo: cinco hoteles y villas en Pau y alrededores, dos propiedades en Morlaas, dos hoteles en Bruselas, una colección de marfiles, cuadros de grandes artistas, entre ellos tres Rembrandts, inversiones en la banca belga, y sobre todo, la mayor colección de joyas de Europa.

¿Y sabéis donde fue a instalarse el nuevo multimillonario? Pues sí, al garito que antes hemos mencionado, Villa Nathalia. Para no hacer la típica película de tres horas y pico, iré acortando. Pero no termina aquí el empalague. El ricachón toma como secretario a Paul Sarthou, tras unas cuantas coincidencias, relacionadas con un accidente de tráfico en su flamante cochazo. Y como no podía ser de otra manera en estas historias, deja la mayor parte de la herencia a su secretario, de quien ya se había hecho amigo. Y ahora por fin vamos acercándonos a nuestra historia. En 1927, Paul Sarthou contrata como mayordomo a un emigrado económico español, llamado Pedro Pérez “Pierrot”. Y la peli sigue igual de moña hasta diciembre de 1944, aunque haya pasado por medio otra guerra mundial y la ocupación de Francia.

Llegamos al día 18 de diciembre, y a Paul Sarthou, se le ocurrió darse una vuelta a pie, pues sus cuatro coches estaban casualmente en el dique seco. Poco después fue interceptado por un hombre. A su vuelta a la mansión se encontró a las personas a su servicio encañonadas por tres desconocidos armados de pistolas y metralletas. Mientras él paseaba, cinco hombres, uno de ellos portando uniforme de capitán, habían llamado al timbre de la villa. El servicio, confiando en dicho uniforme, había abierto la puerta. En ese momento habían aparecido las armas. Cuando volvió el dueño del garito, empezó el interrogatorio y la búsqueda del botín, que duró unas dos horas. Apareció algo de pasta, pero los asaltantes estaban bien informados.

-¿Dónde están las joyas?

Un rato de silencio, discusiones y amenazas, y después...

-Tras la chimenea.

Efectivamente la chimenea era falsa, y tras ella, un cofre de verdad. Y lleno, muy lleno. ¿Su contenido? Collares y cadenas de diamantes, de perlas, e incluso uno valiosísimo de coral, pero también esmeraldas, rubís, zafiros, oro. Y 600 acciones del banco de Bélgica, y varios cientos de miles de francos en metálico. Un tesoro valorado entre 400 y 800 millones de francos según a quien le preguntases. Una jodida barbaridad. Después, encerraron al señor Sarthou y la gente que para él trabajaba en una de sus bodegas, y el grupo asaltante desapareció.

Paul Sarthou denunció el asalto y pidió confidencialidad. De hecho, no apareció nada en la prensa. Y el tema parece que pasó al olvido. Sin noticias de los asaltantes, sin noticias de las joyas y el dinero. Y mira que se había controlado a joyeros y peristas por si aparecía alguno de los productos robados. Y así siguió todo hasta 1949. Tras cinco años de interrogatorios, búsquedas infructuosas, con las colaboraciones de la policía de Toulouse, Marseille, París, Bourdeaux y Lyon, o la policía española, e incluso la Interpol. Y por fin, apareció algo. Bueno, apareció más que algo, apareció el informante, que no era otro que Pedro Pérez, el mayordomo de Villa Nathalia, con más de 20 años de servicio en la misma. Y se supo que en noviembre de 1944, lo que venía a ser un mes y pico antes del golpe, se había ido a Toulouse, y allí, casualmente, se había encontrado con un compatriota. Había tomado unos chismes en el café Paul, y le había contado para quien trabajaba, y algunas de las “cosas” que se guardaban en la villa. Le prometieron un millón de francos si daba información y colaboraba. La realidad posterior se redujo a unos pocos miles de francos.

El hombre con el que habló Pedro Pérez resultó ser José Bañón, luego hablaremos más detenidamente sobre él. Bañón era miembro del MLE, y bien relacionado con la sección de Coordinación, pues a esta llegó rápidamente la información, y para el mes siguiente, ya estaba montado el asunto. Se preparó un grupo, formado por las siguientes personas: José Bañón, Amador Prada Blanco, que era el que iba vestido de capitán, Miguel Maldonado, Antonio Pérez, Manuel Sola y Manuel Santos.

A finales de 1949, como hemos dicho, el comisario Reillac dio con la primera pista. Y a principios del 50 encontraron al indicador. Y tras los interrogatorios de costumbre, fueron saliendo los demás nombres. Poco después, los gendarmes detuvieron en París a José Bañón y Antonio Pérez, mientras que Miguel Maldonado era arrestado en Saint Etienne. Comentar que José Bañón había regresado hacía pocos meses de una expedición fallida del maquis por tierras de Aragón, con varios encontronazos con la guardia civil, que él mismo había dirigido. Bañón era oriundo de Valencia. Tras exiliarse había combatido a los nazis en los maquis del Ariege. Tras la liberación del departamento se había integrado en el Batallón Libertad. De hecho, las fechas del golpe concuerdan con la estancia en dicha unidad. Desde el 46 lo encontramos en diversos grupos expropiadores libertarios de los que actuaban en Francia. También se encontró información del resto de los miembros del grupo asaltante de diciembre de 1944. Manuel Sola y Manuel Santos habían cruzado los Pirineos y se encontraban ocultos en el estado español. Todos ellos habían formado parte de la Resistencia en Francia. Respecto a Amador Prada “el Capitán”, también había cruzado la muga en 1946, actuando con un grupo en la capital franquista. Tras cobrar una extorsión a un empresario, fue asaltado por la policía, lanzó una bomba que hirió a tres agentes, y tras un forcejeo, había sido detenido, juzgado y ejecutado por el franquismo.

Respecto al botín, he leído que algunas joyas fueron recuperadas, concretamente tres, pero que a la mayoría no se les volvió a ver el pelo. Por otro lado, hay que decir que el MLE contaba con algunos joyeros especializados entre sus filas. El nombre más conocido es el de Martí Borrás “el Marras”, procedente de Barcelona y que siempre estaba dispuesto a poner sus artes a disposición de la organización. ¿Pasaron por sus manos las joyas provenientes de Villa Nathalia? Pues no podemos asegurarlo, pero es más que posible. Era uno de los hombres de Laureano. Según la prensa, las joyas habían sido desmontadas y fraccionadas por un joyero español en Toulouse. De hecho, la policía detuvo a ocho joyeros españoles de la zona y los acusó de ocultación y malas artes, aunque no pudieron probar nada y fueron puestos en libertad condicional.

Los cuatro acusados fueron juzgados en Pau en noviembre de 1953. Decir que Pedro Pérez fue perdonado por el atracado, y fue condenado por el tribunal a tres años de cárcel, aunque recuperó su viejo trabajo en Villa Nathalia. Los demás acusados optaron por la estrategia de cargar con todas las culpas a Antonio Prada, ejecutado por Franco años atrás, lo que consiguió disminuir su condena gracias al famoso abogado de los anarquistas, que no era otro que Henry Torres. Por su parte, a Bañón le cayeron 15 años de trabajos forzados, mientras que a Antonio Pérez y Miguel Maldonado los condenaron a ocho cada uno. Y condenados en rebeldía a 20 años de trabajos forzados y a otros 20 de prohibición de residencia en Francia fueron Manuel Sola y Manuel Santos. Los libertarios fueron defendidos por los abogados Henry Torres, venido de París y el abogado local Boudou.

Pues esto es todo, cuadrilla. Que bien se queda uno después de saber que no se recuperaron las joyas, ¿verdad? Además, se me abre un hilo nuevo, ¿quienes eran aquellos joyeros? Habrá que arrugar la frente y rascar profundo, pero con un poco de suerte, también llegaremos a saber parte de sus historias.

Salud y memoria.

Fuentes: Archivo propio, Diversas publicaciones y prensa sacadas del archivo digital Gallica https://gallica.bnf.fr/services/engine/search/advancedSearch/