Laboral
Trabajar como captador para una ONG
Están ahí. Forman parte del mobiliario urbano del centro de las grandes ciudades. Suelen tener veintipocos y llevan un chaleco. Deambulan en torno a una pequeña órbita espacial escudriñando a los peatones. Seleccionándolos. ¿Tiene dinero? ¿Me hará caso? ¿Estará interesado en donar a (inserte ONG)?

@Miguel_Gomez_
Elegido el barco, toca el abordaje. Miran, se acercan y te interpelan. La fórmula clásica parece exitosa: “¿Tienes un minuto?”. Pero hoy nadie lo tiene. Por ello se apuesta por otras como “¿cuánto le cuesta un café al día?”, “¿conoce el problema de los refugiados?”, “¿te gustaría mejorar el mundo?”. Incluso hay quien se apunta a la provocación directa: “Esto te va a interesar”, “te estaba buscando”, o, ya puestos, “eres el elegido, Frodo”.
El periodista que escribe este artículo vio la oferta en internet. El anuncio ofrecía un “sueldo base de entre 800 euros y 2.000 euros brutos al mes más incentivos, contrato indefinido, media jornada, en turno de mañana o tarde, de lunes a viernes (22,5 horas semanales), alta en la Seguridad Social, posibilidades de promoción, horarios flexibles y buen ambiente de trabajo”.
No parecían malas condiciones para un empleo que no exigía experiencia, así que envié el currículum a ACNUR. Me contestaron muy rápido, y me convocaron para una reunión a los pocos días. A las diez de la mañana de un día muy lluvioso, un grupo de jóvenes nos encontramos en la sala de espera de un edificio céntrico de oficinas. Se hace de rogar, pero finalmente aparece un treintañero seguro de sí mismo. Nos resume la labor de ACNUR en el mundo y sus intervenciones humanitarias, las cuales requieren de fondos para poder desarrollarse.
Hemos de tener claro “que todo el mundo puede hacerse socio”. Incluso nosotros, que estamos allí porque apenas tenemos ingresos. Alguien pregunta si el método sirve realmente, si la sobrepoblación de captadores no termina cansando al viandante y convierte en inútil su labor. Él responde que las estadísticas avalan lo contrario.
Nos enumera las condiciones del anuncio. A todo el mundo le gustan. Pero tienen letra pequeña. Dos meses de prueba. Un mínimo de tres socios por semana, 20 por mes. Los socios deben permanecer más de tres meses, si no el captador debe compensarlo con otro nuevo. Alguien sugiere que no son demasiado dignas. Él se enfada y afirma: “Yo empecé de captador”. La reunión termina con una convocatoria para una prueba in situ al día siguiente. En la habitación contigua aguarda otro numeroso grupo de precandidatos muy parecidos a nosotros.
LA CAZA
En la calle Preciados somos la mitad del grupo inicial, y eso que hace sol. Armados con un portafolios y unas pequeñas indicaciones previas, comenzamos la caza.
Prefiero tomármelo como un juego. Mi escaso bagaje se resume en malas caras, indiferencia y alguna parada amable. “Ya colaboro con una ONG”, “no me lo puedo permitir”, “me lo voy a pensar, pero gracias” me dijeron quienes me escucharon. Concluidas las dos horas, decido que no voy a volver. Al menos salgo tranquilo. Una compañera no puede contener las lágrimas.
¿Todo el mundo vive la experiencia de la misma manera? Para saberlo, entrevisto a varios captadores, actuales y antiguos, con el objeto de obtener una panorámica lo más amplia posible.
La Asociación Española de Fundraising anima a pensar que es un oficio “tan importante como el del educador que atiende a las familias o el que trabaja para la inclusión social o laboral”
Jacobo es un veterano. Tras cuatro años en el oficio, conoce sus entresijos. Es jefe de equipo de Plan Internacional. Defiende que es un buen trabajo. “Son cinco horas, te da tiempo para otras cosas”. Aun así, no niega algunos inconvenientes, como la sujeción del sueldo a objetivos medidos diariamente (un socio al día, 20 al mes) o la alta rotación. “En seis meses han podido salir y entrar unas 130 personas en Madrid”, reconoce.
La experiencia de Jaime fue breve (menos de un mes) pero también positiva. A través de la empresa de trabajo temporal Randstad entró a World Vision, con un salario fijo (independiente de las altas) y sin presión por objetivos. El cree que se debe a que “habían fichado a captadores buenos de otras ONG, con recorrido, que cumplían de sobra los objetivos y que llevaban viviendo un tiempo de eso”.
Iratxe tiene una opinión intermedia. Había sido voluntaria en Amnistía Internacional, y se decidió a trabajar para Médicos Sin Fronteras. Contenta con el salario y con la formación, no pudo con las condiciones físicas. “Por muy buen rollo que hubiera, cuatro horas de pie, en verano, son infernales. Además, por estar cara al público tienes prohibido llevar gafas de sol”.
Helena y Albert trabajaron para Wesser-Cruz Roja en Granada y Donosti. Wesser es una agencia especializada en captación de fondos solidarios, lo que en inglés se conoce como fundraising. En España trabaja con Cruz Roja, la Asociación Española Contra el Cáncer, la Fundación Josep Carreras o WWF. En su web presumen de ofrecer “un buen trabajo” con “contrato laboral indefinido y alta en la Seguridad Social desde el primer día”.
Helena no está tan convencida. “Tenía que llegar a 14 socios a cambio de 500 euros”. Dejó la empresa el día que vio a su jefe de equipo tratando de hacer socia a una señora sin dientes que pedía comida. Albert se marchó al Telepizza. “También era una mierda, pero con salario fijo”.
Territorio en conflicto
Helena continua con el face to face en Oxfam Madrid. Lleva menos de dos semanas, pero ha llegado a presenciar alguna pelea por el territorio con otra organización. A Albert no le sorprende: “Si uno de Acnur conseguía hacer socia a una persona en la misma calle, ya era imposible”.
Ella hace un balance muy negativo. “No estás buscando un bien social. Entramos en manada, te lanzan a la calle como pollo sin cabeza y hasta que dures. El captador no cuenta”. Albert comparte su sensación: “La jefa nos pedía que sonriésemos. ¿Pero qué sonrisa? Es la hora de comer y está lloviendo a mares”.
Una vez me hice daño en la pierna y nadie me cubría (no estaba dada de alta en la Seguridad Social). Fui a ver a mis jefes y me dijeron que descansara un día, que al día siguiente iba a estar mejor y que era una campeona”
Muchos critican que se les impulse a actuar con falta de escrúpulos. Iria atestigua con documentos internos que en Save the Children formaba parte del protocolo de captación enseñar una pulsera con la que se miden los grados de desnutrición. También afirma que le aconsejaban contar a los viandantes que “una contribución de tres meses” podía suponer “cinco años de subvención del Gobierno”.
Y es que la necesidad imperiosa de cumplir con los objetivos abre la puerta a que se abracen comportamientos éticamente dudosos. En esa línea, el machismo se mueve como pez en el agua. A Ainoa, sin haber cumplido 18 años, le pedían que fuera muy mona “por si había un tío que colaba”. Pablo, excaptador en Acnur y Cruz Roja, lamenta la tibieza con la que su jefa respondió a la situación de acoso que había denunciado una compañera. “Lo tenía naturalizado”, sostiene.

Este último también narra cómo en una formación impartida por “el captador con más socios de España”, el ponente se dedicó a ligar descaradamente con una de las asistentes, aprovechando su posición de superioridad. Jacobo pide que no se generalice. “Hay captadores que son muy pesados, otros que solo intentan ligar, pero no me gusta que solo se tenga esta versión de las cosas”, defiende.
Lo cierto es que la mayoría de las mujeres preguntadas confirman haber sufrido algún ataque machista. Iranzu, que aguantaba los comentarios “porque iba consiguiendo socios”, afirma que las mujeres también se paraban más con ella que con sus compañeros. “Les inspiraba más confianza”, asegura.
Flexibilidad horaria como norma
En lo que respecta al respeto a los derechos laborales también hay controversia. Todos están de acuerdo en la fuerte presencia de la flexibilidad horaria en la actividad. A Laia, por ejemplo, le beneficia, ya que puede compaginar sus estudios de Máster con un turno semanal en Aldeas Infantiles.
Esta laxitud con respecto a los horarios es defendida por parte de las organizaciones implicadas como una ventaja para el trabajador. Sin embargo, el 90% de los preguntados cree que en realidad es una excusa para obtener horas extra no remuneradas. “Y si decías que no, te miraban mal”, cuenta Iranzu. “Después de patearte la calle durante cuatro horas, te aconsejaban quedarte para llegar al mínimo. Si no lo hacías, tenías la presión de que al día siguiente tenías que hacer dos o tres. Era bastante agotador”, relata Sonia.
Mantras del 'fundraiser'
El perfil buscado para el empleo es el de personas activistas y sensibilizadas con las causas para las que están pidiendo financiación. En el documento 10 mantras que un fundraiser no debe olvidar, elaborado por la Asociación Española de Fundraising, se anima a pensar que es un oficio “tan importante como el del educador que atiende a las familias o el que trabaja para la inclusión social o laboral”. Dicha labor ayuda, según la asociación, a mejorar el mundo y ser un vehículo de solidaridad.
Este discurso es reforzado de manera permanente con numerosas formaciones que combinan técnicas de marketing, nociones de política internacional y propaganda de los proyectos desarrollados en el territorio. "Te venden lo de “imposible es solo una palabra”, los ocho pasos del éxito o sus cinco reglas. Puro coaching neoliberal. “Lo peor es que mis compañeros de trabajo se lo creían, y te lo repetían tal cual”, lamenta Pablo, estudiante de Ciencias Políticas y Filosofía.
“Querían que sangráramos a la gente. Al cabo del tiempo vi El Lobo de Wall Street y me vi reflejada en ese mundo”
A veces, los fines a priori loables que informan la actividad de estas organizaciones se vuelven en contra de las propias organizaciones. Muchos de los fundraisers se han mostrado muy decepcionados por las contradicciones que han percibido entre los medios y los fines.
Ainoa, que trabajó hace diez años como falsa autónoma en una ETT de puerta fría para Médicos del Mundo y Unicef, confiesa que “lo que más me sorprendía era el ambiente. Si un día hacías dos socios tocaban una campana, todo el rato con actitudes de refuerzo positivo. Querían que sangráramos a la gente. Al cabo del tiempo vi El Lobo de Wall Street y me vi reflejada en ese mundo”, afirma.
Un ideario llevado hasta las últimas consecuencias. “Una vez me hice daño en la pierna y nadie me cubría (no estaba dada de alta en la Seguridad Social). Fui a ver a mis jefes y me dijeron que descansara un día, que al día siguiente iba a estar mejor y que era una campeona”.
Sector en auge
En los últimos años ha multiplicado su actividad, pero el sector de la recaudación solidaria lleva años implantado en España. Montse asegura que en 2007 trabajaba como falsa autónoma, con la obligación de conseguir 11 socios a la semana. Según explica, la reducción de la cifra mínima era obligada con el aumento de la competencia.
Según el informe ¿Somos o no somos?, la cifra de socios de organizaciones del tercer sector no alcanza los cuatro millones en España. A la dificultad que supone obtener un nuevo socio hay que sumarle la incertidumbre respecto a su permanencia. El Salto ha accedido a un contrato de Albireo Marketing, agencia que presta sus servicios a Save The Children, Acción Contra el Hambre o Unicef. En él se aprecia la existencia de una clausula que permite el despido unilateral por la “calidad de las ventas”, o, lo que es lo mismo, que el 20% de las nuevas altas reclutadas por el representante opten por darse de baja.
Las ONG que han decidido responder insisten en que sus prácticas laborales son éticas. Aldeas Infantiles se enorgullece de “ofrecerles las mejores condiciones económicas y de estabilidad” y de ser “los que más captadores indefinidos tenemos”. Oxfam Intermón, a su vez, entiende que “el salario base y las bonificaciones aseguran unas condiciones laborales ventajosas” y se remite a los códigos y manuales de buenas prácticas de la ya mencionada Asociación Española de Fundraising.
Estas respuestas contrastan de pleno con la opinión de la mayoría de los antiguos y actuales fundraisers. A pesar de que Jacobo sostiene que realizan “una buena labor”, Laia reconoce que “no es el trabajo de sus sueños”. Pablo intenta encontrarle algo bueno, pero “no se le ocurre”. Aún así, la más tajante es Sonia: “Es el peor trabajo que he tenido, y mira que he tenido trabajos de mierda”.
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