Educación
¡Que sigan los trabajos y los exámenes!
No les importa que aprendamos o no. Sólo cuenta que aprobemos. Que saquemos nota. Que dediquemos nuestro tiempo a lo que nos manden. Que la maquinaria siga funcionando (no vaya a ser que la juventud se dedique a otras cosas…). Dicen que el mundo está cambiando radicalmente, sí, pero que nosotros sigamos haciendo trabajos y exámenes. ¿Cómo iban a mantener el control social, si no?
Hoy mi hermano me ha dicho que en la asignatura de matemáticas les han dado un aprobado general. Los últimos días habían tenido movida con el profesor, que era un completo gilipollas con delirios de grandeza. Básicamente, quería poner la nota sólo por la participación en clase que tenía anotada. Que, también, es una forma de aprobar a quienes le caen bien y de suspender a quienes le caen mal. “A mí nadie me tiene que decir cómo evaluar en mi asignatura”, les decía a los alumnos durante la video-llamada mientras éstos se debatían entre la rebeldía o la sumisión más absoluta, proponiéndole otras formas de evaluación menos arbitrarias.
A mi hermano, como era de esperar, le vino su típico “instinto asesino”, como siempre que tiene movidas injustas con alguien. Ha estado dos semanas queriendo matar “al de matemáticas”, y también de paso a alguno de sus compañeros de clase que estaban de acuerdo con ese método de evaluación. Ellos sí se llevaban bien con el profesor. Ellos sí estaban anotados en su lista de participación. Al final mi hermano decidió mandar una queja escrita al decano de la facultad, aunque mi padre, también profesor, le dijese luego que “seguramente el decano le enseñe la queja, con nombres y apellidos incluídos, al profesor en cuestión”. No sabemos si le enseñó la queja pero al final mi hermano ha conseguido algo. Y no sé quién está más contento: o él por conseguir la evaluación justa (con aprobado general incluido) o la familia por no soportar sus instintos asesinos y tener una prueba de que también se puede ganar a profesores sin pincharles las ruedas del coche o cogerles del cuello en su despacho.
Seguramente el decano le enseñe la queja, con nombres y apellidos incluidos, al profesor en cuestión
Un día ha pasado de la victoria, y ya vuelven las movidas. Esta vez no es el de matemáticas, ni el decano. Ni tampoco los alumnos pelotas de clase. Es la otra clase que da también el de matemáticas. Resulta que no están de acuerdo con el aprobado general. Ellos quieren sacar más de un cinco. Quieren sacar la mejor nota posible. “Hay que ser gilipollas” le digo a mi hermano. “Ya están los gilipollas gilipolleando”. ¿Por qué coño les importa tanto la nota? ¿Son masocas?
En cuanto mi hermano me dijo lo del aprobado general, no dudé en pasarlo por los dos grupos de clase en los que estoy este año. Las reacciones no se hicieron esperar. “Me parece justo y coherente”, dice uno. Otros más piensan lo mismo. “Me parece una tontería pedir el aprobado general” dice otra. “Ya sabemos que es imposible que nos lo den, y además en Derecho sí es posible estudiar y evaluar online”, añade. Se montó rápidamente un debate de la ostia. Los que estaban a favor de hacer sindicalismo, por un lado. Y los que, movidos por el miedo, defendían el típico inmovilismo del esquirol. Ya veremos en qué queda… pero se montó buen revuelo en el grupo.
Se montó rápidamente un debate de la ostia por el grupo de wa. Los que estaban a favor de hacer sindicalismo, por un lado. Y por el otro los que, movidos por el miedo, defendían el típico inmovilismo del esquirol
Los argumentos del esquirolaje partían de la derrota. Decían, básicamente, que es imposible que nos concediesen eso. Y que además varias instituciones ya habían declarado que eso iba a ser imposible. Por seriedad y por dignidad institucional, tenía que haber evaluaciones, había dicho el Ministerio. “Es absurdo que pidáis cosas imposibles. Es preferible pedir cosas más realistas”, decía siempre una chica.
¿Qué es el realismo?, me pregunto yo. ¿Aceptar lo que digan las instituciones y autoridades de turno? ¿Vamos a depender siempre de lo que digan? ¿Quién cojones está estudiando aquí? ¿Para qué sirve la educación entonces? ¿Para sacar nota o para aprender con salud y motivación?

Esta tarde he salido con David a aplaudir al balcón. No me convence mucho lo de aplaudir pero a veces salgo. Menos me convence no hacerlo. En la conversación que hemos tenido, hablábamos justo de eso. “Estos vecinos echan la persiana y se dejan de conocer. Son vecinos sólo durante el aplauso”, comentaba David. “¿Has visto lo de las cartas?”, me pregunta. “Lo de algunos vecinos que piden a sus vecinos sanitarios o trabajadores de supermercados que se vayan de ese edificio…”. “Sí… la gente está gilipollas… pero es normal… han fomentado el miedo… y cuando la gente tiene miedo se vuelve egoísta… sólo se mueven por el instinto de supervivencia…”, le respondo. “Justo eso estaba hablando con Sergio… es que pensar así es muy egoísta...” me dice David.
Yo lo que cada vez tengo más claro es que todo este percal de la pandemia está siendo un campo de ensayos cojonudo para quienes nos gobiernan
Son tiempos de excepción. Y en tiempos de excepción se ven las cosas más claramente. Tanto las buenas como las malas. Estos tiempos nos ponen a prueba como personas y como sociedad, sacando nuestras peores miserias y nuestras mejores virtudes. Esto de la cuarentena está siendo una prueba muy fina para conocer el sistema educativo, la cultura y psicología social, la política que nos gobierna…
El otro día leí un artículo de Isaac Rosa que decía algo así como que “el mundo se viene a la mierda, sí, pero que las chavales sigan estudiando…”. También leí un artículo de Tonucci que decía que lo peor que se puede hacer con los niños es meterlos en casa, aislarlos y disciplinarlos con más deberes. Ellos necesitan libertad, movimiento, autonomía, sorpresas y creatividad. Yo lo que cada vez tengo más claro es que todo este percal de la pandemia está siendo un campo de ensayos cojonudo para quienes nos gobiernan. Nos están metiendo por el culo el tele-trabajo, la tele-educación, la mediatización de la vida, la manipulación mediática, el control social, el miedo y el egoísmo… ¡Menudo pack!
¿Dónde está la consideración hacia quienes pueden estar teniendo problemas familiares, mal acceso a internet o una psicología inestable, ansiosa o depresiva por estas circunstancias? ¿Qué importa más “sacar adelante el curso” o cuidar de las personas?
Pero volviendo al tema de la ecuación en tiempos de cuarentena… si el gobierno no para de vendernos que estamos en guerra, si no paran de decir que es una situación excepcional, que si hay que hacer un esfuerzo para volver a la normalidad próximamente… ¿Por qué, entonces, el sistema educativo trata de seguir como si nada pasase? ¿Cómo va a ser igual estudiar en medio de este caos, aislados en casa y a través de una puta pantalla? ¿Dónde está la consideración hacia quienes pueden estar teniendo problemas familiares, mal acceso a internet o una psicología inestable, ansiosa o depresiva por estas circunstancias? ¿Qué importa más “sacar adelante el curso” o cuidar de las personas?
Y yo me pregunto: ¿quieren sacar adelante el curso? Pretenden que los aprendizajes y las evaluaciones sean igual. Vale. ¿Para qué? ¿Para qué sirve sacar adelante todo eso si ni siquiera sabemos cómo va a ser el mundo en los próximos meses? Ya lo dicen todos ellos: el FMI, la UE, políticos, expertos en geopolítica, expertos en economía, expertos en lo que sea. Todos dicen que el mundo va a cambiar mucho. Que todo es una incertidumbre. Que vendrá una enorme crisis. ¿Y el sistema educativo trata de aparentar que todo sigue igual y nada pasa? ¿No es preferible pararse a descansar, reflexionar y cuidarse?
El cinismo es la forma habitual de actuar de la política y sus instituciones… Es la fría actuación de la burocracia que sólo piensa en mantener el orden, en aparentar que “se están haciendo cosas”. En tratar de que la gente dependa de las instituciones. Que se someta a su poder obedientemente. Que no desobedezcan y no hagan otras cosas que “se salgan de los planes y normas establecidas”. ¿Cómo se puede ser tan hipócrita? La política que nos gobierna sólo nos quiere como piezas sumisas de usar y tirar en su puzzle social. No nos consideran verdaderamente como personas. Por eso no les importa que aprendamos o no. Sólo quieren que aprobemos. Que saquemos nota. Que dediquemos nuestro tiempo a nuestras tareitas, a lo que nos manden. Que la maquinaria siga funcionando (no vaya a ser que la juventud se dedique a otras cosas…). [El pasado viernes, el ministro Marlaska anunció que preparan una ley específica de control sobre los jóvenes con la excusa de la delincuencia juvenil]. Y ni siquiera quieren que todos lo hagamos, porque no hay trabajo para todos. Al fin y al cabo, la nota también consiste en eso: en hacer criba de “los mejores”, para que la inmensa mayoría acepte su lugar en la sociedad porque ellos no son tan buenos.
Es la fría actuación de la burocracia que sólo piensa en mantener el orden, en aparentar que “se están haciendo cosas”. En tratar de que la gente dependa de las instituciones. Que se someta a su poder obedientemente. Que no desobedezcan y no hagan otras cosas que se salgan de los planes y normas establecidas
Cada vez que los alumnos sólo piensan en su nota, los poderes han conseguido su objetivo de control social. Cada vez que unos alumnos se quejan de que dar un aprobado general es injusto o fomenta la “vaguería”, también lo han conseguido. Cada vez que sigamos creyendo que la evaluación es lo más importante de la educación, lo han conseguido. Cada vez que nos creamos que la educación consiste en méritos, títulos y competitividad con el resto de compañeros, lo han conseguido. Cada vez que nos importe más nuestro culo limpio que el culo manchado del resto, lo han conseguido. “Divide y vencerás”, dice el refrán. Nos tienen entretenidos en sus normas y juegos, peleando entre nosotros. Y mientras, hacen y deshacen sobre nuestras vidas a su antojo.
Venga, ahora la pregunta de verdad importante: ¿Hacer tantos trabajos, deberes y exámenes online nos está ayudando durante esta cuarentena? Yo veo a colegas y familia que viven muy estresados tratando de enviar todo lo que les piden, o siquiera tratando de seguir la sucesión de video-clases o video-reuniones. No creo que aprendan mucho. No creo que estén disfrutando mucho con lo que hacen. No creo que psicológicamente les venga bien tanto machaque escolar mientras están confinados con sus familias. Algunos seguramente pendiente de su salud y las de sus mayores. Muchos, todos, preocupados por el futuro que se viene.
El mundo cambia radicalmente, sí, pero que sigan los trabajos y exámenes. ¿Cómo iban a mantener el control social, si no?
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