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Coronavirus
Marta Martínez: “La infancia es la gran ausente de la agenda política del confinamiento”
Entrevistamos a Marta Martínez, coautora del estudio Infancia Confinada, una encuesta a centenares de niños y niñas durante el confinamiento que nos aproxima las olvidadas voces de la infancia en la pandemia.
Los sociólogos Iván Rodríguez y Marta Martínez, junto a la abogada Gabriela Velásquez han presentado el estudio Infancia Confinada, producto de una encuesta a centenares de niños y niñas durante el confinamiento decretado tras la irrupción del COVID-19. Apoyado por el colectivo Enclave de Evaluación y Enfoque de Derechos Humanos y prologado por Luis Pedernera, presidente del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, el trabajo de campo se realizó a través de un cuestionario online, extendiéndose entre el 21 de marzo y el 7 de abril. En ese tiempo, recibieron más de varios cientos de respuestas con voces y vivencias de la infancia y la adolescencia, quizás las grandes ausentes en el debate político sobre la pandemia y la cuarentena. Charlando con Marta Martínez Muñoz intentamos tener, en la medida de lo posible, esa aproximación necesaria a un universo permanentemente fuera de la agenda política.
A grandes rasgos, en pocas palabras, ¿cómo han vivido el confinamiento las niñas, los niños, la adolescencia?
Somos conscientes del carácter exploratorio del estudio. No hemos podido fijar la muestra óptima de manera previa, pero creemos que se acerca bastante a una mirada exploratoria de cómo han vivido el confinamiento. Lo han hecho siendo muy conscientes de sus derechos y en modo resistente. Creemos que los niños y niñas han sido grandes sostenedores de esta pandemia, especialmente en el ámbito privado y, pese a ello, el mensaje que han recibido de forma casi permanente ha sido un llamado disciplinar y de control: “aguantar, resistir y portarse bien”. Se les ha pedido un sacrificio muy grande aportándoles muy poco a cambio (y aquí estoy hablando fundamentalmente de los poderes públicos). Además, han mostrado un amplísimo repertorio de formas de entender y procesar conceptos que para ellos -y para muchos de nosotros- eran nuevos. Y eran nuevos no sólo como experiencia de vida, sino también eran nuevos prácticamente para la sociedad. Ante una medida tan absolutamente radical como el confinamiento, han demostrado una manera bastante rica y diversa de definirlo; el confinamiento no ha detenido su capacidad de pensar.
¿Cómo lo han pasado? Que han hecho, qué han preferido hacer, con quiénes? ¿Han hecho virtud de alguna necesidad? Porque son el colectivo que más tiempo ha resistido...
Con respecto a las tareas escolares, las han vivido con mucha desazón y malestar, y es un reflejo de la falta de respuesta que ha habido por parte del Ministerio de Educación y de las Consejerías de Educación. Quienes han sostenido esta situación han sido los maestros y maestras, los niños y niñas y, desde luego, sus familias. Luego les preguntábamos, dentro de una opción de respuestas, si habían hecho dibujos para colgar en las ventanas, porque los primeros días estábamos un poco sorprendidas en relación con la cantidad de concursos de dibujos y, la verdad, esto no lo refleja, prácticamente, ni el 1% de los niños y niñas como actividad preferida; quizás para los más pequeños pudiera ser de interés, pero para el tramo de 10 a 14 años no ha sido así. Han practicado algún hobby y han hecho algún deporte. Han participado en las tareas domésticas (30%), que esto parece bastante interesante, con alguna diferencia entre chicas y chicos. También han sido parte de quienes hemos habitado los balcones, han salido a aplaudir con una clara diferencia de más de 9 puntos por parte de las niñas. De hecho, las niñas, en general han hecho actividades que tenían que ver más con un carácter relacional. Han llamado por teléfono a su familia, han chateado con sus amigos y sus amigas y, sobre todo han sobrevivido a las tareas escolares.
Creemos que los niños y niñas han sido grandes sostenedores de esta pandemia, especialmente en el ámbito privado y, pese a ello, el mensaje que han recibido de forma casi permanente ha sido un llamado disciplinar y de control
¿Ha sido importante en sus apreciaciones el aspecto material (vivienda, espacio, trabajo...)? ¿Hay otros discursos que han predominado sobre éste?
Hay una preocupación clara por parte de las niñas y niños con lo que ocurre a su alrededor. Son conscientes de que la pandemia tiene consecuencias no sólo en lo sanitario y lo educativo sino en lo social. En lo emocional pero también en lo económico, y por ello les preocupan las personas que salen a trabajar, que en su casa pueda haber problemas económicos, que haya menos dinero para comida, que sus padres puedan perder el empleo. Hay una parte relacional muy evidente que refleja una solidaridad intergeneracional muy grande… ¡En qué situación estaban sus abuelos les ha preocupado muchísimo! Si se sentían solos, estaban aislados y podían enfermar... Pero no sólo sus abuelos, sino las personas mayores en su conjunto. Esto creo que es muy interesante porque personas mayores y niñas y niños se consideran que son improductivos, lo cual no puede estar más lejos de la realidad. Creo que ambos, niños y población mayor, han sido los grandes damnificados de esta pandemia, con consecuencias y por razones diferentes. La población mayor porque ha sido la más afectada y han vivido el confinamiento aislados y en soledad y las niñas y niños porque han vivido el confinamiento más estricto de España y de Europa. Y el panorama actual no parece que vaya a alterar esta situación. A eso se suma que casi todos han hablado por ellos. De hecho, así surge el estudio, con la idea de escucharlos ante un acontecimiento inédito, conocer sus propias lógicas, cuando generalmente son mudos y con relatos intrascendentes para el mundo adulto.
¿Hay identidad en su comprensión o en su explicación del porqué del confinamiento?
Sin duda. Son sujetos posicionados de manera muy activa, sujetos reflexivos con capacidad, desde su propio universo, para descodificar lo que está ocurriendo; lo que nos muestra, una vez más, que niños y niñas no son observadores pasivos ni inmaduros, tampoco en esta crisis pandémica. Muestran un pensamiento crítico conectado, son conscientes del sufrimiento de la población y, pese a que se muestran muy resistentes al confinamiento, también lo han acatado con mucha resignación y como una “medida necesaria” (el 94% lo apoya sin fisuras). Eso no quita para que, al mismo tiempo, sean conscientes de las numerosas limitaciones que implica, la sobrecarga que conlleva, la incertidumbre que acarrea porque ha supuesto una ruptura integral de su vida cotidiana y de sus vínculos más inmediatos. Decían: “no sólo quiero ver a mis abuelos, quiero ver a mis amigas, a mis amigos... ¡es que quiero abrazarles!” Y, bueno, a fecha de hoy siguen sin poder hacerlo.
En el capítulo de los sentimientos... ¿Cuáles han sido sus principales miedos?
El más evidente es no contagiarse ellos y que no se contagien otros; hay lógica de bienestar individual pero también de bienestar colectivo, y es muy interesante porque expresa que la disciplina impuesta en términos de confinamiento, la cesión de la libertad eran aras de un bien mayor o de un bien colectivo, ha estado muy presente. Los miedos han sido colonizados por la pandemia, los miedos infantiles que se encuentran habitualmente, aquí o no aparecen o están relacionados con la pandemia. Sucede lo mismo con los sueños. Era muy emotivo leer de forma reiterada una demanda que se ha repetido cientos y cientos de veces, reflejo grande de su hartazgo: “que se acabe todo esto, que todo esto termine, que se termine esta pesadilla, que se acabe ya, que se acabe ya…” Toda la crianza se ha confinado muros adentro y ha puesto en evidencia la fragilidad que significa que los cuidados se hayan dejado exclusivamente en manos de las familias. Es paradójico que hace apenas unos meses habláramos de cómo el pin parental nos hacía defender la necesidad de reconocer a la infancia como un asunto público, no como propiedad de los padres, y en esta ocasión se ha trasladado toda la responsabilidad a los mismos. La pandemia ha hecho que la infancia se haya vuelto de nuevo más “privada” que nunca y el Estado ha dejado todo el esfuerzo a las familias y ahí ha trasladado el conflicto.
los niños y niñas no son observadores pasivos ni inmaduros, tampoco en esta crisis pandémica. Muestran un pensamiento crítico conectado, son conscientes del sufrimiento de la población
¿Hay diferencia de género en la apreciación del confinamiento? ¿Principalmente, en qué aspectos o, incluso, con que segmentos de edad?
Los niños de menos de 12 son más precisos respondiendo que las chicas; sin embargo, las chicas adolescentes resultan más claras en la definición del confinamiento, en su significado y sus consecuencias. Sin embargo, en cuanto subimos de los 12 años, las chicas son más precisas. Un 50% (por encima del 34% de edades inferiores) se sienten encerradas, mientras los varones en esa franja dan valores del 38%. Lo atribuimos a esta lógica que comentábamos en la que las chicas han tenido un confinamiento más relacional, luego cuando estás más en contacto con otros, tu sensación de encierro es menor, pero sí expresan a la vez una mayor conciencia de las consecuencias privativas, especialmente en términos de cesión de libertades y de control social.
¿Cómo juzgan la escuela, la institución a la que, por cuestiones evidentes, están más próximos?
Con respecto a las tareas del cole, la sensación de agobio es muy grande; de no llegar, de ser mucho más de lo que alcanza. De hecho, hay una frase muy gráfica que refleja bien cómo se han sentido y que dice que los profesores deberían darse cuenta de que “cuarentena no significa que nos manden 40 tareas al día”. Es un indicador de cómo lo han percibido.
Al finalizar el cuestionario, les hicimos una pregunta abierta en la lógica de si querían añadir algo más y tuvo una alta tasa de respuestas; todavía tenían ganas de compartirnos sus inquietudes, y esto es bien llamativo. Y ahí, en esa pregunta que ha funcionado a modo de un buzón de reclamaciones, han aprovechado para interpelar fundamentalmente a la institución educativa en lo relativo a la presión que han sentido y a qué va a ocurrir con la finalización del curso, con los exámenes (eso está muy presente). Pero no ha sido la única institución a la que dirigen sus demandas. Además aprovechan para reclamar al Gobierno. Le piden mejores medidas para atender a la sociedad, y aquí han sido muy conscientes porque han pedido actuaciones en temas de salud, de justicia, de pensiones y de educación.
Llama la atención la ausencia absoluta de ese modelo interpretativo, tan llamativo y potenciado desde las instituciones, que se asienta en la metáfora bélica... ¡Ese país en pie de guerra contra el virus! Tampoco aparece por ninguna parte un discurso especialmente securitarista (y lo digo en relación a esa figura del “policía de balcón”)
Ha sido muy interesante ya que, pese a que ha primado un discurso bélico, no está presente en los niños y niñas; en cientos y cientos de respuestas no lo observamos. Me parece reseñable porque ellos apelaban a un bien común, al cuidado colectivo, a una emergencia social, al cierre de plazas, de calles, de parques, a las limitaciones que suponía, pero en ningún momento para ellos ha estado presente el discurso de “esta guerra la vamos a parar”. Es llamativo y, pese a todo, por sus definiciones es obvio que son chicas y chicos que han estado conectados con la realidad y con las noticias. Yo creo que hay una esperanza porque de alguna forma es un gesto de solidaridad: hay que confinarse para protegerme yo y hay que confinarse para proteger a todos. Una lógica de confinarse para el bien común que no tiene que ver con “ganar esta guerra”.
hay una frase muy gráfica que refleja bien cómo se han sentido y que dice que “los profesores deberían darse cuenta de que cuarentena no significa que nos manden 40 tareas al día”
¿Han advertido los niños esa “patologización”, ese señalamiento como vectores de riesgo que se ha ido asentando como discurso? ¿Qué opinión te merece?
Ese discurso que podríamos llamar “niñofóbico” (como hemos defendido por aquí) ha sido muy preocupante. Se instaló un miedo colectivo de sospecha que apareció cuando ya habíamos cerrado el trabajo de campo y el cuestionario ya no estaba operativo, pero sí es verdad que ese discurso no lo hemos visto. Podría haber salido porque la idea de niñas y niños como vectores contagiadores apareció desde muy al principio, un hecho además que, como hemos ido viendo después, la mayor parte de los estudios científicos han demostrado falso. Ahora, sí que es verdad que, después de leer muchas respuestas, lo que sí hemos observado es que han sentido mucho peso... No sé si diría que se han resignado o que han acatado, es difícil la frontera entre resignarse y acatar, pero como generación es el episodio colectivo más severo y excepcional de sus biografías.
¿Esa patologización y señalamiento dice mucho del papel de la infancia en las agendas políticas?
Sin duda, este señalamiento que han vivido dice mucho de las agendas políticas, y hay aquí varios elementos que me gustaría transmitir. El primero es que nosotros hemos hecho esta investigación no solo por curiosidad científica sino también por un compromiso con sus derechos civiles y políticos y porque consideramos la necesidad de acercarnos a su universo vivencial, de saber qué les está pasando. Hasta la salida de nuestra investigación no ha habido otro esfuerzo similar, ha habido consultas puntuales, hubo una rueda de prensa oficial con preguntas realizadas por adolescentes... En ese sentido nos vuelve a aparecer lo que ya vimos en su momento: que a la infancia no la entendemos en su contexto, no entendemos a las niñas y niños como sujetos históricos y de alguna forma tratamos de acercarnos a su universo desvelando lo que aparentemente es natural sin serlo. De hecho, uno de los objetivos de la sociología debiera ser desnaturalizar esas imágenes simplistas. Este señalamiento con respecto a los niños, de haber ocurrido con cualquier otro colectivo habría llevado a muchos a llevarse las manos a la cabeza. Creo que han sido utilizados antes como territorio de disputa que como lo que son: sujetos de derecho, de interlocución, cuyas construcciones de sentido también permiten entender esta pandemia. Para quienes creemos firmemente en sus derechos fueron días de enorme asombro y enojo. No sé qué tanto ha calado en las niñas y niños, pero esa primera decisión errónea que se informó de que los niños en su primera salida iban a ir a la farmacia, al supermercado y al banco, creo que fue uno de los mayores errores que ha tenido el Gobierno en términos de comunicación hacia esta población. Es verdad que, unas horas más tarde, rectificaron, pero creo que da cuenta del nivel subsidiario de la población infantil, porque además ¡eran salidas a tres lugares de consumo! ¿Consumidores antes que ciudadanos? La infancia es la gran ausente de la agenda política del confinamiento.
Infancia
José María Paricio: “No pongáis mascarillas a los niños, que se las pongan los adultos que les tengan miedo”
¿Se están respetando los derechos de la infancia durante la cuarentena? Defensor de la lactancia y la crianza, el pediatra José María Paricio explica cómo las niñas y niños han sido los grandes olvidados durante esta crisis sanitaria.
¿Cómo podría definirse la política del Estado para afrontar la pandemia desde el punto de vista de la protección de la infancia? ¿Ha podido haber una carencia en asesoría sobre la infancia en el estado gestionando la cuarentena?
El gobierno se dirigió a los niños muy tarde, han sido los grandes ausentes en términos comunicativos. En los primeros días tuvo mucho eco un artículo de César Rendueles que apelaba a lo adultocéntrico del confinamiento. Yo creo que no es que el confinamiento sea adultocéntrico, es que lo es la sociedad. El confinamiento ha agudizado las brechas existentes (también las generacionales), no sólo en términos de cuidado, de cómo sostener la vida cotidiana, sino en el debate entre lo productivo y lo reproductivo. En ese sentido, es un gran episodio donde se evidencia lo difuso de las fronteras entre las responsabilidades sobre los derechos de la infancia, entre lo público y lo privado; siguen sin estar resueltas y ha evidenciado la fragilidad de la subsistencia.
Es llamativo que fuerais vosotros y no una institución o una organización de atención a la infancia (que las hay, y potentes en audiencia y recursos) quien realizara el estudio. ¿Puede obedecer a algo en concreto?
Al séptimo día ya teníamos el estudio listo para circular, arrancando con una cuenta de Twitter para lanzar el cuestionario en la plataforma de consulta. Hablábamos: “esto es un hecho social total (en términos de Simmel) y deberíamos aprovechar para que los niños que conocemos hagan un diario de lo que esto les está suponiendo…” A partir de ahí, vino el “¿por qué no se lo preguntamos a los niños y niñas?, ¡hagamos una investigación!” Y la hemos sacado a pulso, más allá de Enclave de Evaluación no hemos tenido otros apoyos. En términos de políticas públicas, necesitamos escuchar lo que tienen que decir los niños y niñas y los profesionales debemos poner nuestra curiosidad al servicio de desvelarlo, pero no siempre está presente como prioridad. Nos hubiera encantado haber encontrado aliados (tampoco hemos salido a buscarlos, nos centramos en sacarla adelante). Generalmente, pese a que los derechos humanos no tienen jerarquía y son indivisibles e interdependientes, han estado más presentes medidas enfocadas al derecho a la educación, desde luego que al derecho a una comida sana (especialmente por las decisiones del Gobierno de la Comunidad de Madrid...). Pero hay más resistencia con los derechos civiles y políticos, están menos presentes porque son considerados pre-ciudadanos, personas de menor entidad y, entonces, salvo a quienes realmente nos dedicamos a investigar no sólo sobre la infancia sino con la infancia no le suelen resultar prioritarios.
De hecho, los primeros relatos eran fundamentalmente sanitarios, posteriormente aparecieron aportes a la pandemia desde la filosofía, desde la economía o desde la antropología y por eso apostamos por una sociología de urgencia. Al inicio nos parecía inabarcable sacar adelante una investigación en 45 días, pero lo hemos conseguido: para nosotras esta investigación ha sido el confinamiento del confinamiento, con una dedicación casi exclusiva.
El confinamiento ha agudizado las brechas existentes (también las generacionales), no sólo en términos de cuidado, de cómo sostener la vida cotidiana, sino en el debate entre lo productivo y lo reproductivo.
Tenéis algunas reflexiones a modo de balance, previas a esas conclusiones no publicadas. ¿Algo que no hayamos comentado?
Los sentimientos más perturbadores han sido la preocupación y tristeza, muy presentes también en la población adulta. Ahora llevamos ya dos meses de confinamiento, pero si pensamos cuáles eran nuestros sentimientos al comenzar todo, la perplejidad, el asombro, la sorpresa ante una situación que se avecina(ba) devastadora estaba instalada en todos y todas.
Ha habido también motivos para la alegría, que creo es interesante, y es la que les ha producido estar más tiempo con sus familias y, pese a las tareas escolares, gestionar su agenda (que en el fondo demuestra una capacidad de autogestión pese al desborde que han tenido). Tener más horas de sueño, levantarse más tarde y no tener que salir corriendo, han estado muy presentes en sus respuestas; en general están satisfechos con su calidad de vida pero, claro, su entorno cuenta. Los horarios escolares no necesariamente responden a las necesidades de los niños, responden a las necesidades productivas de la sociedad...
“Ese entorno cuenta”, dices. Ha habido, entonces, confinamientos y confinamientos...
Hay un perfil de chicos y chicas para los que el confinamiento ha supuesto una prueba de esfuerzo más evidente, y son aquellos que valoran peor su estado de salud y se han sentido más miedosos, más temerosos y a quienes más les preocupa la fragilidad económica de sus familias. Es evidente que los niños y niñas de familias con mayores dificultades económicas han vivido otros confinamientos y son perfectamente conscientes de los desafíos que van a enfrentar. Infancia y clase social aparece de nuevo como un elemento que influye en el bienestar y en sus vidas cotidianas. Hay confinamientos en privilegio como extensión de privilegios anteriores.
¿Y una mirada en clave de futuro inmediato?
Hace unos días un colega aportaba una expresión que me pareció muy acertada, niñas y niños son vertebradores de la convivencia, y lo son también los abuelos y todo apunta a que una de las brechas que se va a abrir en los próximos meses va a ser cómo afrontar el cuidado y la crianza considerando nuestra interdependencia y vulnerabilidad. Hablamos siempre de “los asuntos que afectan a la infancia…” ¡Como si sólo fueran el cole, la familia, la salud o el tiempo libre! Ellas y ellos están inquietos por la fragilidad de sus familias y por los desafíos económicos. No son ajenos a lo que ocurre en el mundo, son sujetos posicionados. Tenemos que conseguir que se superen las visiones simplistas en las que impera más el deber ser que el ser; niñas y niños no son solo receptores de acciones, no los pensemos como sujetos de análisis social. Esta investigación, después de muchos años investigando, nos confirma una vez más que las fronteras habituales de las vidas de las infancias no son las fronteras de los temas que piensan las personas adultas. Los niños y niñas han sido los grandes olvidados de la agenda política en el confinamiento.
las fronteras habituales de las vidas de las infancias no son las fronteras de los temas que piensan las personas adultas
¿Se va a replicar el estudio, se va a profundizar en él?
Nos encantaría continuar, estamos abiertos a cualquier colaboración. Es necesario hacer un informe amigable, que pueda estar más dirigido a los niños y niñas. Además, con las adaptaciones culturales lógicas, el cuestionario se está replicando por el Observatorio Derechos de la Infancia de Uruguay y nos han solicitado asesoría desde diversos equipos de investigación de Ecuador, México, Argentina y Chile, porque además el confinamiento en España fue previo al de América Latina, nos llegó antes la pandemia y hemos abierto un poco el camino a la hora de escuchar a los niños niñas. Hemos tenido diversas reuniones con colegas investigadores y en los próximos días van a salir infancias en cuarentena (allí el término confinamiento no se usa) que permitirán establecer algunos elementos comparativos que pueden ser muy ricos. De hecho, el Comité de los Derechos del Niño de NNUU recuerda en el comunicado que emitieron a primeros de abril que se deben brindar oportunidades para que las opiniones de niñas y niños sean escuchadas y tomadas en cuenta en las decisiones sobre la pandemia. No puedes hacer una política pública sin saber en qué situación está la población a la que te quieres dirigir. Y sus opiniones nos han enseñado que cavilan, observan, recogen, construyen, se relacionan y tienen voluntad y capacidad de interpretar el mundo. Nuestra obligación ética es aproximarnos a ello.
Para seguir a Marta Martínez e Infancia Confinada: infanciaconfinada.com Tw: @MMM_DDHH y @Iconfinada
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Gracias por traer la voz de los niños. Ahora, la de los mayores.
¿Vas a hacer una investigación sobre los mayores confinados? Qué bueno, la esperamos.