Elecciones generales del 28 de abril
De los sueños del 15M a “la política del zasca”

Entre elección y elección, se cumplirá el octavo cumpleaños del 15M. La posibilidad de que un gobierno de derecha y extrema derecha ocupe la Moncloa se junta con el recuerdo de las plazas vibrando.

15M 2011
Momento de la manifestación convocada por Democracia Real Ya el 15 de mayo de 2011 que dio origen al 15M. Olmo Calvo
23 abr 2019 09:30

Bienvenidas sean al Gran Circo de la campaña electoral. Las elecciones generales, el 28 de abril. Europeas y municipales, el 26 de mayo. Y otras tantas comunidades que también pasarán por las urnas el mismo día. Las elecciones nos resitúan cada cuatro años en eso que se entiende como democracia. Somos libres, se dice, de elegir a quien nos gobierna. Por extensión, se dice, tenemos la posibilidad de trasladar nuestros deseos singulares en la arena de lo común; la suma de estos se trasladan en una pluralidad perfecta que sella el contrato entre representantes y representados. En este mundo de la democracia como representación, la fiesta dura un día, y es que votar tiene cierta similitud con tirar de la cadena: una vez cumplida la tarea, la responsabilidad desaparece. Lo que no quita que deba hacerse.

Entre elección y elección se cumple el octavo cumpleaños del 15M. Durante estos días, la posibilidad de que un gobierno de derecha y extrema derecha ocupe la Moncloa se junta con el recuerdo de las plazas vibrando. Si echamos la vista ocho años atrás para voltearla al día presente, resulta complicado comprender todos los cambios que han ido sucediéndose.

El 15M fue muchas cosas, tantas como gente que le dio vida. Fue el síntoma de un hartazgo que al principio no tenía nombre

Porque el 15M fue muchas cosas, tantas como gente que le dio vida. Fue el síntoma de un hartazgo que, al principio, no tenía nombre. Luego, con el paso de los días, tuvo muchos. Por ejemplo, que no, que no nos representan. Era un grito de cansancio, de rechazo y de esperanza. Éramos los indignados. Entre muchas otras cosas, se quería recortar esa distancia abismal que nos separa del político profesional que tanta vergüenza nos genera cuando se nos aparece con un brillo desmedido durante la campaña electoral. No, con el 15M se decía que ya no había confianza. Que el sistema del turno, el bipartidismo, era en el fondo una ratonera de la que no se podía escapar. Que lo de votar una vez al año no servía de nada, o servía de poco, o, en todo caso, no era suficiente. El 15M fue, sobre todo y ante todo, una reacción ante el sistema político que nos gobernaba. Esto pasó hace ocho años.

El movimiento no se instaló en nada, demanda que una y otra vez de repetía desde el poder por necesidad de encasillar algo que no podían controlar. Por eso algunos gobernantes, (por ejemplo, los mismos que hoy abanderan el camino de la libertad nacional catalana) mandaron a limpiar las plazas. Por limpiar se entiende vaciar, y esto se resuelve con una combinación de agua a presión, lanzamiento de pelotas de goma, swing de porra y otras técnicas de violencia legal-institucional. No se instaló en nada, pero mutó en muchas cosas. Transformó el árido terreno de lo político en un campo fértil para futuros movimientos y partidos políticos que acabarían con el bipartidismo. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y Podemos, por ejemplo. Los comicios electorales en estas fechas señaladas retoman el recuerdo de aquellos días con una serie de preguntas: ¿de qué sirvió todo aquello?¿Hemos cambiado en algo? ¿hasta qué punto lo que antes era que no, es ahora que sí? ¿estamos representados, al fin?

Cosas han cambiado. Sin duda. Otra cosa es que el sentimiento de cambio haya impregnado y colmado las aspiraciones de cambio. Eso ya es mucho más complicado. La otra, es que la dirección del cambio vaya en consonancia con lo que se quería. También difícil. A modo de conclusión anticipada, diríamos que hemos pasado del paradigma de la apatía política a los tiempo de la política del “zasca”. La política devino, en algún momento posterior al 15M y anterior al nacimiento de Podemos, en un fenómeno de masas. Si los primeros tres años de crisis los expertos economistas acaparaban todos los focos, después del 15M hubo un cambio de lo que se consideraba importante. Nunca antes había sido concebible que cadenas privadas de televisión emitieran tertulias políticas en horario de prime time.

La política está en los bares, como antes lo estaba el fútbol. Pero, sin embargo, no la ha ensanchado

Esto, podemos decir, cumplió a medias un deseo del 15M, en el sentido que ha intensificado la importancia de la política. La política está en los bares, como antes lo estaba el fútbol. Pero, sin embargo, no la ha ensanchado. Que la difusión general dependa del interés particular de una empresa privada te hace rehén de las dinámicas de poder que las vehiculan. Eso nunca ha sido una buena noticia. La tertulialización de la política es el primero de los elementos de la nueva política del “zasca”.

Otro cambio que podemos identificar es la tuiterización del lenguaje político. Si en el punto anterior sí que podemos imaginar cierta relación causal, aquí ya parece más complicado. Twitter ha impuesto un nuevo código de comunicación alrededor del globo.

España no es diferente de los demás países en cuanto a la incidencia que las nuevas tecnologías y las redes sociales han tenido sobre la gestión de la política. Aquí, si nos atendemos a las reivindicaciones del 15M, otra vez nos encontramos a medio camino entre el deseo y la realidad. En 2011 Twitter aún no era nada. En pocos años ha distorsionado lo que se entendía como periodismo, en cuanto a un trabajo de recabar, contrastar y traducir la información. Los cambios en la comunicación han arrastrado la política hacia derroteros impensables hace poco menos de una década. Lo más sorprendente de este giro es que Podemos, un partido de izquierdas nacido después del 15M a causa del 15M, ha sido quien ha abanderado este giro tecnológico. Es curioso, ya la izquierda anterior del 15M aún cargaba con la tradición nostálgica tan dañina y característica de su tradición, cuya moral recta le impedía luchar con las herramientas que se consideraban impuras.

La tuiterización de la política implica la simplificación del lenguaje a su partícula más elemental. Huelga decir que, si se gana en capacidad de expandir un mensaje, se pierde en contenido. También ha incorporado un nuevo modo de lucha política, que va acorde con la lógica capitalista elemental de la acumulación desmedida: gana quien tenga más likes. No importan el contenido ni la razón del mismo, simplemente la acumulación progresiva. A su vez, sin embargo, la existencia de ese tipo de redes sociales crea una sensación de proximidad que antes no había. Vemos a políticos colgando stories de Instagram y respondiendo por Twitter de forma desacomplejada, casi, diríamos, humana. Ahora bien, las comparencias delante de los medios de comunicación siguen siendo escasas. Por eso, si nos referimos a los sueños del 15M, seguramente no era eso lo que se entendía por reducir la distancia entre gobernantes y gobernados. La tuiterización de la política es el segundo elemento de la política del zasca.

El tercer y último elemento de la política del zasca es la política de fichajes. El 15M atacaba a la figura del político profesional, profesión que ni se estudia ni es profesión. Una figura que vincula el partido partido con la corrupción y el político con las puertas giratorias. Esto sigue más o menos igual. No se han hecho las leyes adecuadas, y esa puerta que tan bien simboliza el dominio del poder empresarial sobre el poder político sigue vigente. Eso no quita que después del 15M ha habido un cambio respecto del ideal de político perfecto, en el que precisamente se castiga al político de “carrera”. Colau y Carmena en el centro como el camino a seguir. Cuanto más alejados estén del mundo de la política, mejor. Como Trump, Beppe Grillo, o el nuevo presidente de Ucrania, el cómico Volodymyr Zelensky.

Sin embargo, y a propósito de estos últimos comicios, estamos viviendo una mutación de la misma que entrona con el espíritu de la política del zasca, donde importa más el ser capaz de herir el rival ajeno que de curar la herida propia. Se trata de fichar a políticos que jugaran en otro equipo. Ejemplos: Celestino Corbacho, exministro de Trabajo e Inmigración con Zapatero, ficha por Ciudadanos. O Toni Comín, que deja ERC y se une a la lista de Puigdemont. O Errejón, que deja el proyecto padre para unirse al proyecto madre. La figura del tránsfuga ha existido toda la vida. La diferencia es que, si bien antes se consideraba como un acto de deslealtad movido por el interés personal, ahora se vitorea como la victoria de un equipo sobre el otro.

Lo que consiguió el 15M fue finalizar con ese sentimiento de apatía y desazón, a la vez que dio voz a un pensamiento sencillo pero con tremendo potencial: que sí se puede

Estas tres dimensiones (tertulización de la política, tuiterización del lenguaje y política de fichajes) marcan los tiempos actuales de la política del zasca. Si lo analizamos punto por punto, es difícil afirmar que los deseos del 15M se hayan materializado durante estos años. Es cierto que el bipartidismo ha muerto, aunque parece que avanzamos hacia una versión descafeinada (y sin duda mejorada) de la misma, la política de bloques.

Sin embargo, lo que consiguió el 15M fue finalizar con ese sentimiento de apatía y desazón, a la vez que dio voz a un pensamiento sencillo pero con tremendo potencial: que sí, que sí se puede. Que no debemos conformarnos con el bienestar del alma que otorga la marginalidad. Porque el grito del 15M no apuntaba tanto a la política como lo Político con mayúscula. Lo político tiene que ver con las formas en las que nos relacionamos en sociedad, cómo nos cuidamos, cómo construimos dimensiones y campos de actuación que vayan más allá de la esfera de la representación política. En el octavo cumpleaños del 15M, merece la pena recordarlo. Ah, y que aunque no nos lleve a la tierra prometida, es mejor tirar de la cadena que no hacerlo.

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#33429
24/4/2019 21:30

Muy buen análisis de los cambios en estos últimos 8 años. Me quedo con la frase final "Ah, y que aunque no nos lleve a la tierra prometida, es mejor tirar de la cadena que no hacerlo."

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