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Llega la hora de pagar. Sentada en la terraza de un bar, una pareja dibuja en el aire el clásico gesto de pedir la cuenta. “No llevo suelto. ¿Se puede pagar con tarjeta?”, pregunta ella al camarero. “Claro que sí: ahora mismo te traigo el datáfono”. Con sólo acercar la tarjeta al aparato, éste se cobra las consumiciones: dos cervezas y una ración de patatas bravas.
Un gesto como este se ha convertido en habitual. Tanto, que cada vez son más los que funcionan habitualmente sin dinero en efectivo en el bolsillo. La ley está de su parte, al menos a partir de determinadas cantidades: el pasado mes de mayo, el Gobierno aprobó el Anteproyecto de Ley de Servicios de Pago, con el que se traspone la Directiva europea 2015/2366, que obliga a los comercios, sean del tipo que sean, a aceptar el pago con tarjeta por encima de los 30 euros.
La nueva ley no hace sino reflejar una realidad imparable: en 2016, los pagos con tarjeta superaron por primera vez a los realizados en efectivo en España. En 2017 la cifra siguió aumentando, con un incremento del 12,6%. Según los datos publicados el pasado mes de marzo por el Banco de España, en 2017 se realizaron 3.429 millones de operaciones con tarjetas en comercios, lo que se traduce en 135.246 millones de euros. En otras palabras, los pagos con tarjeta crecen casi tres veces más que los que se realizan en efectivo.
En muchos países europeos, la tendencia es aún más acusada. En Reino Unido, las transacciones con tarjeta de débito superaron en 2017 por primera vez a las realizadas en efectivo, según la asociación bancaria británica UK Finance. En otros, como Suecia, el fenómeno va más allá: dos tercios de los consumidores del país escandinavo aseguran manejarse únicamente pagando con tarjeta de crédito o a través del teléfono móvil. De hecho, más de la mitad de las sucursales bancarias del país ya no aceptan ni emiten efectivo, y son cada vez más las tiendas que, desde su escaparate, advierten a los clientes que sus billetes no son bienvenidos.“Más del 90% de las operaciones económicas que se realizan en el planeta hoy en día se basan en el uso de dinero electrónico”, dice Manuel Hidalgo
De madre sueca y padre español, Karolina nació en Madrid, aunque desde hace años vive a caballo entre Malmö (Suecia), donde trabaja, y Copenhague (Dinamarca), donde vive. Dos ciudades unidas por el Oresund Bridge, el flamante puente de casi medio kilómetro que conecta ambos países, y en las que el día a día pasa por vivir sin monedas ni billetes en el bolsillo. “Es lo normal. De hecho, en el autobús ni siquiera admiten monedas”, cuenta. “Llega un punto en el que vas viendo que se puede pagar cualquier cosa con tarjeta, vayas donde vayas. No es necesario ir a un cajero, y menos aún a un banco, que efectivamente ya no manejan efectivo exceptuando alguno. Sorprende, pero es cierto: se dedican a atender al cliente en otros aspectos, como abrir una cuenta o realizar gestiones”.
“Creo que España lleva el mismo camino, pero sinceramente me sorprende que se tarde tanto”, reflexiona Karolina. “En Dinamarca y Suecia el pago por móvil está muy establecido, y en España no. El español parece que está más cómodo teniendo el dinero en la mano, mientras que aquí se considera un engorro, sobre todo en el caso de las monedas”.
VIVIR SIN SUELTO
Más allá de la dimensión práctica, ¿es posible un mundo sin efectivo? Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, lo tiene claro. “Lo es. De hecho, podemos pensar que casi vivimos en él”, apunta. “Más del 90% de las operaciones económicas que se realizan en el planeta hoy en día se basan en el uso de dinero electrónico. Así que un mundo sin efectivo solo implicaría un pequeño paso más. Y el uso, cada vez más extendido, de las nuevas tecnologías como los móviles y los monederos electrónicos facilitan esta posibilidad”.En opinión de Hidalgo, un hipotético escenario en el que el billetes y monedas desaparecieran de nuestras vidas no implicaría un cambio radical en la forma de operar. “Al menos técnicamente”, explica. “Las consecuencias serían más de carácter financiero. Los bancos centrales podrían actuar de un modo más preciso en la creación de la base monetaria mediante la posibilidad de usar tipos de interés negativos. Los tipos de interés aplicados en créditos y depósitos no tienen mucho recorrido una vez bajan al 0%. Esto es así porque el efectivo es un sustituto perfecto de un depósito bancario a un tipo del 0%. Es decir, ¿quién va a querer o permitir que nos impongan un tipo de interés por nuestros ahorros del, por ejemplo, -2%, si tener el dinero en casa nos ofrece un 0%? En este sentido, los tipos negativos no son operativos y es por lo que no es posible llevarlos mucho más allá del 0%. Con el dinero 100% electrónico, esto cambiaría”.
La pregunta parece inevitable: ¿existe un interés por parte de gobiernos y entidades bancarias en un cambio de paradigma de esta dimensión? “Hay razones para pensar que así es”, opina Hidalgo. Los primeros, para controlar mejor el fraude fiscal; los segundos, para manejar mejor la política monetaria. Además, en el caso de los gobiernos, sería más fácil controlar operaciones ilícitas y así fiscalizar mejor la economía ilegal.
En el caso de los bancos comerciales son quizás los mejor preparados, pues ya operan en su inmensa mayoría con dinero electrónico. Es más, el uso de efectivo supone un coste para estos bancos que desaparecería. Diferente sería su reacción ante la posibilidad de un mundo con tipos negativos que este dinero totalmente electrónico permitiría”.
“Antes de lanzarnos a perseguir ese objetivo, es imprescindible que garanticemos que todas las personas tienen asegurada su existencia material”, explica Eduardo Garzón
Eduardo Garzón, economista del Consejo Científico de ATTAC España, pone énfasis en un aspecto concreto. Quizá, el que todo el mundo tiene en mente. “Hoy en día, mucha gente utiliza el dinero en efectivo como forma de evadir impuestos”, asevera. “Pero en ese grupo se pueden diferenciar dos subgrupos: el que lo hace para sobrevivir y el que, sin tener problemas económicos, lo hace para incrementar su riqueza. La desaparición del dinero en efectivo sería un problema importante para ese primer subgrupo. Por eso, antes de lanzarnos a perseguir ese objetivo, es imprescindible que garanticemos que todas las personas tienen asegurada su existencia material”.
¿Cómo conseguirlo? Garzón señala las recetas. “Medidas como el Trabajo Garantizado, el pleno empleo convencional o las rentas mínimas son pasos imprescindibles”. Y pone un ejemplo. “En buena parte de la India las limitaciones de dinero en efectivo están resultando muy perjudiciales para determinadas capas de la población, que se han visto obligadas a acudir al trueque, incluso a monedas alternativas, con tal de salir adelante. Por eso estas medidas tienen más éxito en países más ricos, en los que los niveles de pobreza son más reducidos”.
“Por otro lado”, continúa Garzón, “habría que ver cómo se articularía el sistema de pagos digital. Si se sigue dando prioridad y privilegios a la banca privada como ocurre ahora, seguiríamos supeditados a sus abusos. Si, en cambio, se articulan nuevos sistemas de pago digitales, la subordinación sería menor. En cualquier caso, la mejor opción es que ese sistema de pagos sea público para que el Estado no pierda el control. Eso podría hacerse nacionalizando la mayor parte de la banca actual o creando una nueva plataforma de pago, que podría gestionarse desde los teléfonos móviles”, propone.
Sea como fuere, Garzón lo tiene claro: “No creo que éste sea un escenario cercano, ni en España ni en la Unión Europea. Por un lado, porque el primer subgrupo al que me refería es voluminoso y el malestar social que provocaría sería muy elevado; por otro lado, porque el segundo subgrupo también es grande y, además, muy poderoso. Y quiere seguir disfrutando de sus triquiñuelas para evadir el fisco”.
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Si el BCE le presta a la banca privada al 1% y esta a su vez lo presta a la gente al 5% ¿No es eso privatizar la emision de moneda de facto?
Yo no confío en los bancos, utilizan mi dinero para sacar beneficios y a mí me dan sus rescates, viva el efectivo. Por cierto las TPV cobran al empresario comisión sobre la venta, la banca siempre gana.
Pensad así: yo como banco tengo control sobre la producción, distribución y ahorro dinerario de la gente.
Tú como sindicato no subvencionado consigues mejores condiciones económicas para los trabajadores.
Yo como banco reduzco los intereses de tus cuentas, aumento oas comisiones, te dificulto el acceso a los productos financieros... Y a cambio se lo facilito a las empresas.
Tu negociación colectiva de 8 meses ha sido anulada con un click.
Desde luego, en una sociedad así el fraude fiscal sería poco más que una broma.
Eduardo Garzón, ya que se identifica como economista del Consejo Científico de Attac España debería al menos proponer alguna de las medidas que propugna Atrtac para que todas las personas tengan asegurada su existencia material, por ejemplo, la Renta Básica Universal. Pero siempre se le olvida y en cambio vuelve a proponernos el empleo obligatorio. Qué miedo le tienen algunos a que seamos minimamente libres y que podamos decidir qué vida llevar.
El anonimato de tu dinero en efectivo es tu libertad....Yo tengo todo el derecho del mundo a hacer con mi dinero, ganado honradamente, lo que me de la gana.... sin que nadie me controle a quien se lo doy...El fin del efectivo, supondría el fin de esa libertad...Una vez desapareciera la posibilidad de sacar el efectivo de un banco...los bancos serían los dueños absolutos del cotarro...nos cobrarían intereses negativos por tener ahí el dinero y nos quedaríamos indefensos y a su merced...ya que no lo podríamos sacar...por tanto...sin no hay efectivo...el dinero deja de ser nuestro....
y si los sistemas se caen se crearía un caos total...ademàs de la protección de los datos y los hackers harían de las suyas