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Coronavirus
Conte y la pulsión tecnócrata italiana
La extrema derecha lucha por la tercera posición con el Movimento 5 Stelle en Italia. Giuseppe Conte, presidente del gobierno italiano, podría crear un partido en torno a su figura, una posibilidad con la que la personalización y desideologización vuelven a resonar en Italia.
Más de 34.000 fallecidos por el coronavirus. Tras Grecia, y de acuerdo a la Comisión Europea, de las peores previsiones económicas para este 2020. Una extrema derecha que, según los últimos sondeos, estaría luchando por la tercera posición con el Movimento 5 Stelle. Ahora, las voces cada vez más numerosas sobre la posibilidad de que Giuseppe Conte, primer ministro de Italia, cree un partido en torno a su figura. Eppur si muove.
Las voces vienen acompañadas con varios datos encima de la mesa. Entre el 12 y el 14% podría obtener el partido de Conte, según los últimos sondeos. Los italianos no han sido miopes a la labor que el líder del ejecutivo ha llevado a cabo durante la pandemia y su figura, que venía acusando problemas de imagen al saltar de una coalición populista entre la Lega de Matteo Salvini y los grillini (M5S), a una de centro izquierda entre el M5S y el Partido Democrático en solo un mes, se ha visto reforzada por un efecto rally around the flag.
Esta recompensa ha tenido su concreción en la figura de Conte. No así tanto entre los partidos que componen la coalición actual. Ninguno de los cuatro partidos que gobiernan —PD, M5S, LeU e Italia Viva— han visto aumentar su intención de voto desde marzo. La labor de Conte y su Gobierno han sido los únicos premiados por la ciudadanía, pasando de unos porcentajes de valoración por debajo del 40% hasta llegar a un inaudito 60%.
El entorno del presidente Conte, así como los medios de comunicación, no ha hecho oídos sordos a estos datos, y rápidamente han lanzado globos sonda, filtraciones sobre la posibilidad de que se conforme una “Lista Conte”, que se distanciaría de las líneas políticas de los socios mayoritarios del Gobierno. La personalización y desideologización vuelven a resonar en Italia. No olvidemos que hace menos de un año un Matteo Renzi, de capa caída, abandonaba el Partido Democrático y creaba Italia Viva, una plataforma personalista que tiene por bandera el “liberalismo social”, la “Tercera Vía” y cuyo espejo en Europa es el partido de Emmanuel Macron. Mucha imagen, pero poca ideología.
Si Tony Blair fue el mayor logro de Margaret Thatcher, parece que estos hombres sedientos de poder son los principales éxitos de Silvio Berlusconi
Y la cuestión que se está debatiendo actualmente en los alrededores de Conte no es menor. Italia lleva años de ventaja a los demás países de su entorno en la cuestión de la solución tecnocrática y personalista. Tras claudicar Silvio Berlusconi, vino el Gobierno de Mario Monti. O la experiencia de los 90 con Lamberto Dini y su Renovación Italiana. A ninguno de estos dos últimos le fue bien —8,3 y 4,4% respectivamente—. Un hecho que sumado a la intención de voto de la Italia Viva de Renzi, un 3% actualmente, no preconfiguran un terreno fértil para estas opciones desideologizadas.
Si Tony Blair fue el mayor logro de Margaret Thatcher, parece que estos hombres sedientos de poder unipersonal, que crean y destruyen plataformas a su antojo, son los principales éxitos de Silvio Berlusconi. Desde que Il Cavaliere creara Forza Italia a su imagen y semejanza, no han sido pocos los hombres que han intentado copiar su fórmula. Lo que parecen olvidar estos emprendedores solitarios, y que el profesor Daniele Albertazzi ha sabido destacar, es que tras las bromas y la imagen macho alfa de Berlusconi existía una compleja red de mensajes que anidaron con profundas demandas de los italianos, instalándose eficazmente entre el imaginario colectivo de unas clases medias hartas de impuestos, Estado y burocracia. Conte no puede sino seguir la estela de Renzi: cara bonita y retórica pulida, pero sin ideología, mensaje y músculo organizativo detrás.
Pero, en caso de presentarse Conte, ¿de dónde procedería su apoyo? Mayoritariamente del centro izquierda y del, cada vez más menguante, electorado de los 5Stelle. No sin olvidar un porcentaje importante del centro derecha que, a tenor de las encuestas que tienen en cuenta la hipótesis “Conte”, podrían venir principalmente de una desgastada Forza Italia.
El pueblo italiano lo expresa claramente: no le gustan los bandazos ideológicos y, aunque en ocasiones defenestre a sus hombres fuertes, desde Mussolini hasta Renzi, siempre recompensan la rigidez y coherencia política. Y, ahora, Salvini está siendo presa de sus constantes cambios de velocidad. El lunes puede estar en el bloque populista con el 5Stelle y señalar al establishment, el martes aliarse con el bloque de la derecha y criticar el comunismo o el robo de soberanía por parte de la Unión Europea y, el fin de semana, salir en Instagram con un crucifijo a sus espaldas y enarbolar valores cristianos que se están perdiendo.
Esta ambivalencia ideológica se puede mantener un tiempo, sobre todo si estás en el poder, pero cuando tus dos últimas jugadas maestras —adelanto de elecciones en agosto del 2019 y regionales de Emilia-Romagna en enero— te salen mal, el auditorio huele sangre. Giorgia Meloni, capitana de Fratelli d’Italia, empieza a aprovechar el rebufo que ha obtenido estos últimos años y está, según la media de sondeos, en el 15%.
Meloni, romana, cristiana y de derechas —el orden aquí es importante—, lleva aguantando con un apoyo menor del 5% la friolera de siete años. Se fue de la coalición de Berlusconi en 2013 y siempre ha defendido y afirmado lo mismo. Los italianos lo saben. Nunca ha tenido prisas, y todavía hoy lo repite. Su ascenso meteórico no sería posible sin los errores de Salvini, percibidos por muchos como la oportunidad que el PD ha aprovechado para volver al poder. Salvini escenifica nerviosismo. Meloni templanza y congruencia.
Tras un pequeño colchón económico este verano, Italia hibernará en los derroteros de un otoño caliente en lo social y en lo económico, con un invierno posterior con pronóstico helado
Aun con todos estos elementos encima del tablero, la pregunta fundamental es saber si habrá elecciones en un plazo corto de tiempo, y atendiendo al futuro inmediato de Italia. La respuesta es cristalinamente negativa. En primer lugar, porque las consecuencias de la pandemia abrirán a la ciudadanía, a los partidos y a los políticos en canal. Tras un pequeño colchón económico este verano, Italia hibernará en los derroteros de un otoño caliente en lo social y en lo económico, con un invierno posterior con pronóstico helado. Los principales actores en el poder lo saben. La alternativa es a todas luces peor. Aguantar o perecer.
Sin embargo, el motivo principal está en los intereses personales de los componentes de la coalición. Un Partido Democrático que no levanta el vuelo por encima del 21%, un Movimento 5 Stelle que puede seguir perdiendo votos, un Renzi en la ignominia y una izquierda —Liberi e Uguali/Sinistra Italiana— desorientada tiempo ha. Los cuatro partidos suman más de 350 escaños, la mayoría absoluta, y los cuatro partidos participan de forma activa en el gobierno. Ninguno tiene nada que ganar con elecciones. Ninguno pulsará el botón. Conte en esta situación no puede correr el riesgo de ser el cardenal que convoque el cónclave en esta situación, y sin elecciones venideras, la “Lista Conte” es solo un espejismo.
La realidad, no obstante, está en las sombras del poder. Vittorio Colao, exconsejero delegado de Vodafone, fue reclamado por las altas instancias del Gobierno italiano —los medios hablan del Primer Ministro Conte o del Presidente de la República Mattarella como artífices— para diseñar un plan de reconstrucción postcoronavirus. El programa de Colao y sus compañeros está puesto en cuestión no por su contenido per se, sino por sus tintes y orígenes tecnocráticos. La coalición ha teatralizado disenso en torno a la cuestión Colao, pero todo es apariencia. El fantasma de Monti vuelve a sonar en los palacios italianos, mirando a Conte de reojo. El destino político no sonríe dos veces, y si Monti alimentó a un estrafalario y cómico Beppe Grillo, quizás la apuesta por un nuevo Gobierno tecnocrático dé el impulso necesario a Meloni y Salvini. El d.C. (después del Coronavirus) puede convertirse en d.D. (después de la Democracia).
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Un trabajo destacable, compañero. Añadiría que a los ruidos del gobierno tecnócrata se le suman los rumores que hubo sobre la figura de Mario Draghi al principio de la pandemia, que ahora se han visto acallados. Por otro lado, es curioso ver como personajes como Renzi, Salvini y ahora quién sabe Conte son devorados políticamente por la arrogancia y las ansias de poder. Tristemente, Italia no tiene mucho remedio en lo político y económico. Esperemos que esto les sirva para resarcirse. Adelante!