Contigo empezó todo
Fanelli, el apóstol que no hablaba castellano
Así se hizo, reuniéndonos todos el día convenido, menos Morago, que también tuvo sueño y no pudo recobrar la voluntad de despertarse.
El mundo se divide entre las personas que se esfuerzan en pasar a la posteridad y las que prefieren quedarse en la cama. Otros, como Tomás González Morago, son capaces de ambas cosas. El 24 de enero de 1869 se tomaba en Madrid una fotografía que refleja un acontecimiento trascendental en la historia del movimiento obrero español y, por lo tanto, en la historia de España: la fundación del núcleo provisional de la Internacional.
Fueron 21 los fundadores, todos hombres, jóvenes y obreros: cinco pintores de la construcción, cuatro tipógrafos, dos grabadores, dos zapateros, dos sastres, un carpintero, un periodista, un dorador, un litógrafo, un cordelero y un equitador. Sin embargo, en la foto, sin contar a Giuseppe Fanelli, el italiano que había venido con la misión de constituir el grupo, solo vemos a 20. ¿Qué hay del número 21? Para descubrir el misterio, debemos retroceder un par de meses.
Según cuenta uno de los miembros del grupo, Anselmo Lorenzo, en su obra El proletariado militante, una noche de domingo de noviembre de 1868 se encontraba en un café con su amigo Manuel Cano. Allí se presentó Tomás González Morago, que les anunció la necesidad de celebrar una reunión con Fanelli, presente en Madrid para expandir la Internacional: “Se trata de organizar a los trabajadores del mundo civilizado para destruir la explotación capitalista a la que se halla sometido el trabajo”. Cano y Lorenzo se mostraron escépticos, básicamente la cosa les sonaba bien pero perfectamente podría ser el lema grandilocuente de cualquier político mediocre. Fue entonces cuando a Morago le dio uno de sus “arrebatos sublimes”, en palabras de Lorenzo, y les lanzó un discurso que “si se conservara escrito, tendríamos uno de los mejores en pro de la emancipación obrera”. La cita con Fanelli quedó concertada y Morago se marchó en busca de más interesados.
Al día siguiente, en la casa del veterano republicano catalán, pero residente en Madrid, Robau Donadeu, Fanelli observa con satisfacción a los 20 trabajadores que habían acudido a la cita. Un buen comienzo para llevar a cabo la misión que le había encargado su compañero ruso Mijail Bakunin desde su exilio en Suiza y que para el italiano es más sencilla gracias a los privilegios en términos de desplazamiento que le garantiza su estatus de diputado del Parlamento italiano (curiosamente, la participación en los órganos del Estado será unos años después una de las grandes razones del cisma en la Internacional). Sin embargo, Fanelli, igual que los otros 20, se pregunta dónde diablos está el joven grabador que ha hecho posible la cita y tenía la responsabilidad de presentarles. Poco después alguien informa: Morago se ha quedado en su casa durmiendo.
Veterano de la libertad europea
Napolitano de 41 años, Giuseppe Fanelli llevaba casi toda la vida dedicado a transformar Europa. Con 18 años se unió a Joven Italia, el movimiento del republicano Giuseppe Mazzini, y combatirá en las guerras de entonces. Derrotado y exiliado, el nuevo fracaso insurgente en Génova le enviará hasta Londres en 1857, pero solo tres años después será coronel en la expedición de los Mil Camisas Rojas de Garibaldi. Decepcionado por el resultado moderado, también luchó en la revolución polaca y en 1866 conoció a Bakunin, adoptando el socialismo antiautoritario del ruso y acompañándole en sus diversos proyectos organizativos.Lorenzo lo describe como “un hombre como de 40 años, alto, de rostro grave y amable, barba negra y poblada, ojos grandes negros y expresivos, que brillaban como ráfagas o tomaban el aspecto de cariñosa compasión, según los sentimientos que le dominaban”. Ahora, en Madrid, esa expresividad será clave para que Fanelli logre convencer a estos 20 asistentes de que se adhieran a la Asociación Internacional de Trabajadores, fundada en Londres en 1864. Porque el italiano tiene un problema: no sabe hablar en castellano. Peor aún, su audiencia no comprende ni el italiano ni el francés, los idiomas que maneja.
Así pues, el internacionalista tuvo que hacer uso de sus mejores recursos para lograr el efecto que comentó Lorenzo: “Merced a su mímica expresiva llegamos todos a sentirnos poseídos del mayor entusiasmo”. “Su voz tenía un timbre metálico y era susceptible de todas las inflexiones apropiadas a lo que expresaba, pasando rápidamente del acento de la cólera y de la amenaza contra explotadores y tiranos, para adoptar el del sufrimiento, lástima y consuelo, según hablaba de las penas del explotado, del que, sin sufrirlas directamente, las comprende o del que, por un sentimiento altruista, se complace en presentar un ideal ultra revolucionario de paz y fraternidad”, explica el tipógrafo madrileño, quien resume también las soluciones propugnadas por la Internacional obrera en boca del diputado italiano: “La unión obrera internacional, conducida por la resistencia y por el estudio, llegando a ser fuerza neutralizadora de la soberbia capitalista y fundamento de una ciencia económica verdadera, que corregirá los absurdos que la preocupación, la rutina y la ignorancia han considerado como fundamentos sociales, dándoles sanción legal, y nos los representábamos reemplazados por instituciones racionales y dignas que protegerían el derecho natural de todos los individuos, sin que nadie viviese vejado, ni hubiera quien fundase su bienestar sobre la desgracia y la ruina de su igual, y entonces una dulce esperanza nos animaba, elevándonos a las sublimes alturas del ideal”.
Tras dos o tres sesiones más, a las que suponemos que Morago acudiría en alguna ocasión, el grupo quedó preparado para estar oficialmente constituido el mencionado 24 de enero. Nos queda por resolver el misterio del número 21, sobre el que ya hemos dado alguna pista. Para dejar constancia del acontecimiento, Fanelli propuso hacerse la fotografía junto a los 21 madrileños. De nuevo Lorenzo aclara el enigma: “Así se hizo, reuniéndonos todos el día convenido, menos Morago, que también tuvo sueño y no pudo recobrar la voluntad de despertarse a pesar de que todos fuimos a su casa y el mismo Fanelli le invitó a que nos acompañara, por eso en el grupo fotográfico no figura su retrato y sí solo su nombre”.
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