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Transición
Julio Cerón y la transición. Su voz recuperada

Reseña. Julio Cerón. Nadie es más que nadie. Pensamiento clave de un protagonista clave del antifranquismo (E. García Camarero Postmetrópolis. 2024)
El día 3 de junio se presentó en el Ateneo de Madrid un libro sobre Julio Cerón, editado por Ernesto García Camarero, en el que recoge una selección de textos suyos. Se titula Julio Cerón. Nadie es más que nadie. Pensamiento clave de un protagonista clave del antifranquismo (Postmetrópolis. 2024)
García Camarero, alguien por sí mismo, por su personalidad, perspicacia y actitud ante la vida, muy ceroniano, fue matemático, precursor de la informática en España y ateneísta; ni que decir tiene que perteneció al primer FLP, el Frente de Liberación Popular fundado por Cerón. Diríamos, quienes hemos conocido a García Camarero, que no es que hubiera sido él del FLP, sino que lo fue toda su vida como leal e íntimo a Cerón se mantuvo por siempre. Y en tal sentido, emociona ver cómo su hija Carolina García Cataño, artífice de la recuperación de esta obra sobre Cerón, se nos muestra como coherente y imbuida ella misma de esos valores republicanos que animaban a todos ellos. Ha de observarse que el libro va sobre Julio Cerón y su pensar y conducta ante la suerte de España con el franquismo y lo que vino después: no se trata del FLP, se trata de Cerón.
El FLP, surgido en una época en la que la guerra fría llevó a la potencia atlántica a apoyar disidencias controladas, identificar lideres maleables, restarle apoyos al contendiente, pero sobre todo a no complicarle la vida a los regímenes cercanos, al menos hasta cierto punto, fue un curioso caso. El FLP sin duda fue imaginado con toda sinceridad por Julio Cerón y alguno de sus colaboradores, pero el magma que lo rodeaba y el designio atlántico sobre el futuro de España, lo yugularon.
No es que no hubiera espacio para el FLP durante la dictadura franquista, es que tampoco lo hubo en la España de la Transición. Cerón y Camarero no eran “asimilables” por lo que vino. El libro deja constancia de esta resistencia. Como pueden imaginar, no hay documental sobre la Transición que vaya a reflejar este conflicto, ni los canónicos de Victoria Prego ni el muy reciente auspiciado por Nicolás Sartórius (La conquista de la democracia. Sartorius 2025) en el que se nos narra que el “triunfo” fue posible gracias al combate popular en la Transición. Es evidente que Sartorius quedó muy preocupado por el documental que rodó Julio Diamante, en el que él mismo participó, sobre la Transición (La memoria rebelde. J. Diamante 2012) y que dejaba las cosas claras sobre qué pasó y que dejó de pasar, lo que muy posiblemente le ha llevado a promover una versión del periodo que restaure la línea oficial. Cerón murió en el exilio, retirado de todo. García Camarero se mantuvo coherente hasta el final. Julio Diamante sacó adelante su último trabajo cinematográfico con sus solos medios, con cero presupuestos y poniendo él mismo todo el trabajo, con apoyo para la difusión ninguno. Cerón, perdido en la niebla del tiempo. Esta es la cruda realidad. Comprendan entonces la gratitud que nos merece Carolina García.
En la presentación del libro sobre Cerón participaron, digámoslo todo, Luz Macías Cartolano, Carolina García Cataño, Pablo Sánchez León y Alejandro Díez torre. Mi presencia se debe a que la Agrupación Ateneísta Juan Negrín, de la que el `propio García Camarero formaba parte, me han pedido que oficie como presentador del acto, lo que he aceptado muy gustosamente.
No podría decir cuando fue la primera vez que oí hablar de Julio Cerón. Para quien fuera adolescente en la Transición (no pude votar en el 77), Cerón no es que fuera alguien con quien te encontraras en las noticias o la vida pública del momento precisamente, si bien, si se estaba atento, y lo estaba, el FLP sí estaba por ahí, sobre todo como parte del currículo de notorios personajes llamados a tener presencia política importante o citados en las revistas semanales sobre política y cultura que proliferaron en la época. Aquello del FLP iba acompañado de un aura limpia, positiva, transparente; amable, diríamos. Acabó en nada, lo que le volvió tan mítico como citable. Si tuvo contraindicaciones para el proceso de injerto en la democracia naciente de los franquistas en cambio de fase, no se notó: apenas el FLP se fundó, detuvieron y procesaron al fundador (Cerón) y sus seguidores, más o menos, acabaron en diáspora, transitando --nunca mejor dicho-- en cuanto pudieron hacia las densas moquetas de la nueva España del “habla pueblo habla”. Cerón prefirió quedarse en su castillo francés y que no le molestasen. Se comprende.
A Julio Cerón, el franquismo le llevó a prisión, en la “democracia” escogió el exilio personal. Diplomático que se la jugó, culto, inteligente, mordaz, con un importante carisma personal entre sus cercanos, Cerón hubiera sido un hombre público de peso en una España republicana, pero no hubo tal. Aunque fue reconocido, reparado, amnistiado y devuelto al escalafón de la Carrera Diplomática, escogió voluntariamente quedarse fuera. Suárez primero y González después le trataron con consideración, pero sobre todo lo que se percibió institucional y políticamente fue alivio por su mutis: Cerón no causó problemas. El tiempo hizo su trabajo y el remolino del FLP y la sombra de Cerón se esfumaron; quedó la cosa como un referente curricular en la vida de algunos políticos del R78 cuando todavía no habíamos empezado a llamarlo así.
Recuerdo perfectamente quien me habló de Julio Cerón habiéndolo conocido. Fue el ingeniero leonés y republicano militante, Emilio Alonso Álvarez, quizá uno de las personas más lúcidas y brillantes que ha dado el republicanismo español de finales del siglo XX. Emilio Alonso lo había tratado, claro. Había estado varias veces en el muy francés Castillo de Caussade, hogar de refugio de Cerón. Su encomienda fue intentar ganarle para la República, si bien ya tardíamente pasado el 78. Vano intento. Ocurría que Alonso era de los que la condición republicana no era la de mero portador de una cinta en el carnet sino un proyecto de acción; como era de esperar, no tuvo éxito, pero al menos tuvo ocasión de conocer a alguien fascinante como fue Julio Cerón. ¿Han oído ustedes hablar de Emilio Alonso Álvarez? Seguro que no; no es posible en una España que ha borrado del mapa público a todo republicano coherente. Tal vez ahora comprendan porqué se exilió ya en democracia Julio Cerón.
Otras personas que me fueron cercanas y que trataron a Cerón fueron Ernesto García Camarero, Julio Diamante, ya citados, y Antonio López Campillo; los tres de la quinta del 56, por así decirlo, del año de la revuelta estudiantil en el Madrid de la dictadura. Un matemático, un ingeniero y director de cine y un físico profesor universitario y protestante, los tres antifranquistas y republicanos, los tres ateneístas. Cerón era uno de ellos, algo mayor; todos, los cuatro, excéntricos a la España del R78. En las vidas de los cuatro hubo compromiso antifascista, resistencia, procesamiento, cárcel, exilio, sólida formación intelectual y hombría de bien. Su corazón republicano fue su más fuerte castillo. Era cosa de justicia que en este bastión que permanece, asediado, pero aún en pie, que es el Ateneo, compartamos su memoria y ejemplo.