Música
Vanguardias postmodernas en una España decadente
Del feísmo de Ojete Calor y su subnopop al feminismo electro-disgusting de Las Bistecs, la España en deconstrucción suena a vanguardia postmoderna.

A Sarah Connor no le deja de perseguir el Cyborg de las vanguardias musicales en medio de una España decadente que está harta de información. La generación viejoven, un contingente de desafectos que se informan de lo que pasa en el mundo por Twitter, vive la emergencia de un movimiento bizarro, alejado del peperismo atropellado, que espera con impaciencia tu opinión de mierda. Una Reinaçensa del subnopop cargada de ideología mejora el fascismo transgresor de McNamara y Kaka de Luxe.
La ruptura delicadamente absurda que protagonizaron corrientes como el ultraísmo a principios del XX ha tenido su efecto antisistema de la mano de YouTube en el mundo de la producción sonora. Lo ilógico es pura crítica al relato del bienestar futurista y nos ha hecho desear que nos peguen para sentirnos como a 2 metros del cielo (Los Punsetes), tras interminables jornadas laborales en Zara, la cadena estrella de la “fast moda” . Después de romper la piñata, mensajes atrevidos de por medio, los tiempos del microcemento no vuelven, los arquitectos han dejado atrás la hora de las migas en la corte del Rey Midas y España no solo ha vendido sus pisos de pladur con ventanas a la sierra en color rosa Caudillo, (Los Ganglios), sino que se conforma con repetir frases 0,60ptas. todo el día. Vivimos en un país que tontamente se consuela con creer en Dios, pero no en el de la Iglesia (Ojete Calor).
El descontento visual que generan estos cuidadosamente desagradables grupos es un reflejo perfecto del sentir postmoderno. Frikismo es responder a la decadencia de la impoluta Modernidad con una estética de contraste que nos pretende alertar sobre un mundo que se queda progresivamente sin sentidos. La crítica al progreso como razón teleológica está presente en innumerables obras (Universio de Las Bistecs o ¡Viva el progreso! de Ojete Calor) y es que todos compartimos esa idea de que nada va a mejor ahora.
Trabajar ya no es un valor en la sociedad decadente. Recuérdalo bien, el trabajo va a volverte loco, el trabajo va a volverte un haragán. ¡Basta ya de trabajar! Porque eso es lo que quieren ellos, los malos, los modernos, eso lo que quieren de verdad. Las piscinas no se pagan solas (Los Punsetes). Te tiró al agua tu amigo de EGB, el del Santander, y te estás ahogando. Ganemos por fin el sentido común de la ociosidad como valor deseable. El trabajo no dignifica, digan lo que digan, y no nos sentimos mal por ello. Las vanguardias reivindican una juventud no emprendedora que no aspira a correr 10 kilómetros a la hora.
Las vanguardias se complementan con una folclore regional de pequeñas identidades que recuperan el cocktail de glam con cultura octogenaria típico de los ochentas. El genial gusto de Rodrigo Cuevas mezclando el ruido electrónico con lo oriundo muestra el último de los rechazos bizarros: lo cosmopolita como idóneo. Revolver (a) la sociedad tradicional, con ritmu de Verdiciu, a su vida atemporal, es la última vanguardia de la España decadente, cuyas versiones estéticamente menos transgresoras las podemos encontrar en Poetarras, un maravilloso grupo galego, que le cantó a Feijóo, el moderno, por Katy Perry y su “Roar”, himno de la moderna Hillary Clinton, meses después de enterrar el relato más moderno de todos: el de Lady Di.
En España vuelve a haber Movida y esta vez, esperemos, la transgresión ilógica se combinará con una denuncia mainstream del sistema económico y político.
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