Brasil
Brasil despierta ante la corrupción del sistema judicial: “Los mensajes confirman que Lula es un preso político”
Los mensajes parecen comprobar lo que ya se sospechaba: el juez Moro actuó como asistente de la acusación del expresidente Lula. El hoy ministro, que juega un papel fundamental en el Gobierno de Bolsonaro, conspiró con el fiscal del caso Lava Jato para perseguir al expresidente cuando lideraba la campaña electoral de 2018.

Tras un año en la cárcel, en una celda aislada, el expresidente de Brasil Luis Inácio Lula da Silva finalmente tuvo la posibilidad de dar entrevistas. Después de vencer una larga batalla judicial que le silenciaba, hace poco más de un mes recibió la visita de los primeros periodistas. Quien esperaba verlo débil y decaído se sorprendió: en los vídeos que se publicaron, un Lula altanero y determinante afirmaba su inocencia con la fuerza discursiva de un líder que no aparentaba ninguna señal de miedo, duda o timidez. “Déjame decirte alto y claro: Sergio Moro es un mentiroso. Deltan Dallagnol es un mentiroso. Todo lo que quiero es que Moro haga un discurso cada día. Cuanto más hable... Cuanto más hable, más se comprometerá.”Parece que algo de razón tenía. De hecho, en este entonces ya habían sido proferidas las palabras que pondrían en situación comprometida a Sergio Moro, el exjuez y actual Ministro de Justicia que fue responsable de su condena a prisión. Es verdad que no fueron palabras dichas en discursos para cámaras de televisión –como le suele gustar a Moro–, sino que en privado, a través de aplicaciones de móvil, justamente con el coordinador de los fiscales responsables de la acusación de Lula, Deltan Dallagnol.La filtración de mensajes que demuestran a Moro aparentemente actuando en colusión con los fiscales de la acusación ha generado un escándalo que paralizó Brasil. Las conversaciones publicadas en el sitio de noticias The Intercept Brasil dominaron los titulares y los debates políticos. No porque pusieran sobre la mesa información jamás supuesta antes, sino porque tienen el poder de comprobarla.
MORO: DE JUEZ A MINISTRO
No son novedosas las críticas a las actuaciones del exjuez Sergio Moro y del fiscal Dallagnol en la dirección de la Operación Lava Jato, que investiga relaciones de corrupción entre constructoras y políticos de Brasil. Si, por un lado, es verdad que los dos son vistos por parte de la sociedad como héroes anticorrupción, por otro son también muy cuestionados por actuar supuestamente de forma selectiva y con intenciones políticas, ignorando derechos de los acusados y repetidamente practicando acciones irregulares y arbitrarias en el ejercicio de sus funciones.Ejemplos no faltan: irónicamente, fue Moro quien, en 2016, filtró a la prensa conversaciones telefónicas sigilosas entre Lula y la entonces Presidenta de la República, Dilma Roussef. Adepto a los escenarios, micrófonos y a los espacios frecuentados por políticos de derechas, Moro no tuvo, en ese mismo año, el cuidado de evitar fotografiarse entre sonrisas al lado de acusados a los que debería juzgar –como, por ejemplo, el diputado Aécio Neves, candidato derrotado en las elecciones presidenciales del 2014, contra el Partido de los Trabajadores (PT), el partido de Lula y Dilma.En los diálogos entre Moro y Dallagnol se encuentran ejemplos paradigmáticos de lo que en Brasil se suele caracterizar como antipetismo, el sentimiento que rechaza al PT, muchas veces aderezado con alguna dosis de odio y caldo ideológico de derechasAún así, entre alabanzas, críticas y acusaciones férreas, Moro fue el autor de la sentencia que llevó al popular expresidente a la cárcel el año pasado. La decisión, basada en la acusación presentada por Dallagnol y sus colegas, es considerada extremadamente frágil por muchos juristas. El hecho de que haya sido confirmada por tres jueces de una instancia superior no fue suficiente para borrar sospechas y teorías conspirativas. Esto se explica porque Luis Inácio Lula da Silva fue condenado en tiempo récord, en plazos que curiosamente se fueron coordinando a la perfección con el calendario electoral. Y con el pequeño detalle que es sabido por todos: Lula lideraba con considerable ventaja las encuestas para las elecciones del año pasado.Para empeorar, poco después de que se terminara el periodo electoral —en el que su actuación tuvo un papel definitivo— Sergio Moro hizo un movimiento que para muchos le desenmascaró. Invitado por el nuevo presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, para asumir el Ministerio de Justicia, lo aceptó sin vacilar. Para colmo, en un error característico de su estilo no muy brillante, Bolsonaro llegó a confesar que había prometido a Moro nominarlo a la Corte Suprema de Justicia en la primera oportunidad que se le apareciera.
MORO: EL ASISTENTE DE LA ACUSACIÓN
Hasta pocos días atrás, estos hechos eran las evidencias más claras de que sí había razón para sospechar que Moro no fue un juez imparcial al condenar a Lula. Hasta que llegaron los audios con las conversaciones entre el ahora ministro y los fiscales de la acusación de la Operación Lava Jato.La filtración, publicada en The Intercept Brasil, cayó como una bomba. El material muestra a Moro dando instrucciones a Dallagnol en diferentes momentos, como un asistente de la acusación. En un pasaje critica la preparación de una fiscal: “Intente darle unos consejos. Un entrenamiento sería bueno”, escribió Moro.En otros momentos el juez sugiere cambiar el orden de las fases de investigación y hasta pide que sean hechas nuevas acciones: “¿No es mucho tiempo sin operaciones?”, pregunta, y en otro mensaje se queja: “No se puede cometer este tipo de error ahora”. Moro también indica a Dallagnol el contacto de una persona que considera que podría ser llamada como testigo: “Aparentemente estaría dispuesta a prestar información, por eso te la paso. La fuente es seria”. Y cuando el PT atacó la Lava Jato en nota pública, Moro usó el plural para preguntar a Dallagnol: “¿Deberíamos rebatir oficialmente?”.DALLAGNOL: CONCIENCIA DE DENUNCIA FRÁGIL
Además de otros ejemplos de esta naturaleza, el material difundido también muestra los comentarios y movimientos de los fiscales cuando fue provisoriamente concedido —y rápidamente negado de nuevo— al expresidente Lula el derecho a dar entrevistas desde la cárcel antes de las elecciones. En los diálogos, se encuentran ejemplos paradigmáticos de lo que en Brasil se suele caracterizar como antipetismo, el sentimiento que rechaza al PT, muchas veces aderezado con alguna dosis de odio y caldo ideológico de derechas.“¡¡¡Qué broma!!! ¡¡¡Indignante!!! Ahí va el tipo a armar un escenario en la cárcel. Un verdadero circo. (…) Y nosotros acá haciendo el papel de payasos con una Corte Suprema como esta…”, dijo la fiscal Laura Tessler, a lo que le contestó su colega Isabel Groba: “¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Mafiosos!!!!!!!!!!!!!”La filtración también revela el sentimiento de Dallagnol pocos días antes de presentar públicamente la denuncia en contra de Lula por el caso de un apartamento “triplex” que supuestamente le fue ofrecido por el empresario de una gran constructora. El fiscal manifestaba dudas e incertidumbres sobre el caso. “La opinión pública es decisiva y es un caso construido con prueba indirecta y palabra de colaboradores en contra de un icono (Lula) que pasó incólume por el mensalão (caso de corrupción durante el gobierno Lula en 2005)”, dijo el fiscal a algunos colegas. Pasados unos días, los fiscales fueron criticados por los analistas por la fragilidad de su denuncia, en cuya presentación llegaron a admitir que no tenían “pruebas cabales” de que Lula era dueño del departamento. Sin embargo, por esta misma presentación, que tuvo amplia repercusión en medios de prensa, Dallagnol y sus colegas ganaron apoyo de una parte de la población.LA REPERCUSIÓN
Después de la divulgación de las conversaciones, el ministro Sergio Moro y el grupo de fiscales de la Operación Lava Jato se apresuraron a publicar dos notas públicas con tonos similares. Acusan la filtración de haber sido fruto de acción criminal, un robo hecho por hackers, y afirman no ver ninguna irregularidad reflejada en las conversaciones difundidas que, según ellos, fueron “sacadas de contexto”. Sin embargo, al no negar la autoría de los mensajes, prácticamente avalaron su veracidad.Ni siquiera sus pares salieron en su defensa. La Orden de los Abogados de Brasil (OAB) afirmó que “el contenido de las conversaciones difundidas amenaza importantes fundamentos del Estado Democrático de Derecho” y pidió la destitución de los fiscales y del ministro hasta que se concluya una investigación detallada. El Consejo Nacional del Ministerio Público (CNMP), autoridad máxima de la clase de los fiscales públicos, fue por la misma senda: determinó la apertura inmediata de una investigación hacia los fiscales involucrados.El Partido de los Trabajadores fue directo: “Moro, Dallagnol y sus socios actuaron de forma coordinada para crear una farsa judicial, forjando acusaciones con el objetivo político de impedir la victoria de Lula y del PT en las elecciones presidenciales”. Acerca de la prisión de su correligionario, concluye: “Los mensajes comprueban, hasta para los que se negaban a ver los hechos, que Lula es un preso político”. Presionado, Moro tendrá que presentarse al Senado Federal para prestar sus explicaciones. Algunos diputados amenazan convocarlo también a la Cámara de Diputados con el mismo propósito. De parte del presidente Jair Bolsonaro, hasta ahora, solamente el silencio. Ayer, cuando algunos periodistas le preguntaron sobre el caso, se dio la vuelta y les dejó sin respuestas.GREENWALD TIENE EL CONTROL: “ES APENAS EL COMIENZO”
“Sergio Moro es un mentiroso. Deltan Dallagnol es un mentiroso.” Las frases de Lula reproducidas en el inicio de este reportaje fueron dichas al estadounidense Glenn Greenwald. El periodista ganó fama en 2013, cuando publicó las filtraciones del exagente de la Agencia de Seguridad Nacional de EE UU Edward Snowden. En aquel entonces, las publicaciones de Greenwald en los periódicos The Guardian y Washington Post develaron informaciones secretas filtradas por Snowden sobre el programa de vigilancia en masa del gobierno estadounidense, con el robo de datos personales de millones de personas.Una vez más, Greenwald está encargado de abrir las cortinas del escenario. Las filtraciones de las conversaciones entre Sergio Moro y los fiscales de la Lava Jato fueron entregados a él por una fuente no revelada. Junto a su equipo de periodistas, Glenn afirma que publicó apenas una pequeña parte en su website, el The Intercept Brasil. “Este es apenas el comienzo de lo que pretendemos que sea una investigación periodística continua de las acciones de Moro, de Dallagnol y del grupo de fiscales de la Lava Jato —sin mencionar la conducta de innumerables individuos que aún tienen un enorme poder político y económico dentro y fuera de Brasil”, dice la primera parte de la nota con las filtraciones, causando escalofríos en mucha gente.En su cuenta personal de twitter, Greenwald adoptó un tono aún más épico: “La carpeta cedida por nuestra fuente sobre Brasil es una de las más grandes de la historia del periodismo. Contiene secretos explosivos en chats, audios, vídeos, fotos y documentos sobre Dallagnol, Moro y muchas facciones poderosas. Nuestros reportajes apenas empiezan.”¿Será verdad? Aún no lo sabemos, cabe esperar los próximos capítulos. De todas maneras, el exministro de educación, Renato Janine Ribeiro, lo definió bien: “Greenwald asumió el protagonismo del partido. Sus blancos están haciendo exactamente lo que quiso o predijo. Es él quien controla el tablero. Por primera vez, desde 2015, la extrema derecha perdió la iniciativa”.En un contexto donde las manifestaciones en contra de los recortes en educación ya suponían una amenaza para el gobierno de Bolsonaro, las filtraciones debilitan lo que antes fue uno de sus principales pilares: la popularidad y la legitimidad que gozaba Sergio Moro para la parte más conservadora de la población brasileña. Con apenas seis meses, el estadista de ultraderecha ve crecer mes a mes el volumen de desconfianza y críticas hacia su mandato.Relacionadas
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